Patricio Fernández

Sobre el autor

. Escritor y periodista. Director y fundador de la revista The Clinic y theclinic.cl. Además, se le puede escuchar todas las mañanas en radiozero.cl.

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Patricio Fernández

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abril 2013

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Entrevista publicada en The Clinic

La mitad del comando de Michelle Bachelet, en la calle Tegualda, es una casa de ladrillos, vieja y noble, con muros altos y baldosas con dibujo, como las que se han puesto de moda últimamente, pero en versión original. La otra mitad es un galpón dividido con paneles baratos. La oficina de la ex presidenta fue uno de los dormitorios de la casona con fachada continua. Ahí conversamos durante más de dos horas. Algo que me cuesta definir cambió en su fisonomía. Está más angulosa. Quizás se deba a su nuevo corte de pelo. A propósito de otro asunto, comentó que no le era fácil sacarse la ONU de encima. Quienes aseguran que está llevando a cabo un plan minuciosamente pensado y diseñado en secreto a lo largo de sus años de ausencia, se equivocan. Ella no quería ser candidata. Yo lo diría de este modo: la forzaron las encuestas, la ausencia de mejores alternativas. Ella considera que se debe a su gente. La Concertación ya no es su jaula. La palabra “ciudadanía” no suena hoy en su boca igual que para la campaña anterior, el 2005. Hoy pareciera referirse con ese nombre a una gran organización, algo huérfana, pero poderosa. Ella sabe que los partidos políticos están ahí, y seguirán estando por mucho que les moleste su accionar displicente.


Les reconoce su importancia, pero hoy no son la linda de la fiesta. La carne fresca no entra en sus auditorios. Le ha gustado la música de la calle, pero le teme, al mismo tiempo. Sabe que allá afuera la cosa está brava. Ella quisiera marchar, pero le tocó ser candidata. Al despedirse, en Nueva York, dijo que echaría de menos el anonimato de extranjera. Yo le creo. Si se trata de leer rasgos, los suyos denotan más la preocupación por una tarea seria, que la exaltación de un candidato ganador. No tiene respuesta para todo. No llegó con una cartilla para leerle a los chilenos. Resulta evidente que una idea de país le ronda la cabeza, no así el modo de conseguirlo. Quiere ayuda, o colaboración. Si llega al gobierno, será el antónimo de lo que ha representado Piñera. Nuestro actual presidente se supone que está en todas, que conoce hasta los últimos detalles de cada asunto, que no se mueve ni una hoja sin que él lo sepa. La candidata Bachelet sostiene que su mayor talento es meterse en los zapatos de los demás. No es una intelectual, lo que está bien lejos de parecerse a la tontera.


Tampoco es eso que suele llamarse “animal político”. Y es raro, porque durante la última década se ha dedicado a nadar en ese mar de tiburones, y parece que no sólo ha sobrevivido. Su campaña recién comienza. Ayer mismo hizo unas declaraciones poco afortunadas respecto de la gratuidad en la educación. “Se trapicó”, diría la Charo Maldonado. Acá intenta explicarlo. Nos dio la primera entrevista que le concede a un medio escrito en Chile, desde que fuera presidenta. Es de imaginar que no tiene ganas de hacerle genuflexiones a los grandes magnates. A comienzos de la democracia, hasta Volodia Teitelboin soñaba con ser entrevistado por El Mercurio. Los tiempos han cambiado. Por ella, que un rostro nuevo hubiera estado en su lugar. Está consciente, en todo caso, que las grandes transformaciones no se dan de golpe y porrazo. Carga con el afecto irrestricto de muchos, y con la desconfianza de otros.

Hoy los jóvenes vuelven a marchar. La mítica reina del silencio, esto fue lo que nos dijo:
-Los periodistas andan demasiado ansiosos. Lo entiendo, ellos han estado hablando tres años de que yo soy candidata. Pero yo no he estado de candidata. Tengo que organizarme, buscar los equipos, no sé qué, no sé cuánto, mientras todo el mundo estaba convencido de que yo tenía todo armado, y que durante tres años estuve trabajando en esto. Por otro lado, yo entiendo lo que pasa con el silencio, pero, ¿tú te imaginas si yo hubiera opinado sobre cada una de las políticas que este gobierno determina? Hubiera sido de una irresponsabilidad republicana enorme.


Cuénteme más del silencio.

En primer lugar, llevo once días de candidata. Segundo: si al ser funcionaria internacional me comprometo a no meterme en la política contingente, no me meto no más. Soy disciplinada. Salvo que hubiera algo específico, como contestarle a la cámara de diputados o acudir al interrogatorio con la fiscal (por el 27 F), que son todas responsabilidades que evidentemente se cumplen, no me correspondía decir más.


¿Fue largo lo del interrogatorio?

Sí, fue largo (se ríe). Uno de seis horas, otro de ocho. Es lo normal, lo que corresponde. Pero el silencio… Mira, lo que pasa es que yo no coincido con ciertos cánones acostumbrados, entonces me leen con criterios que no me calzan, y por lo tanto extrapolan cuestiones que yo no soy. Y lo otro, y no sé si debiera decirlo en una entrevista, es que yo aspiraba sinceramente a que hubiera un recambio generacional. Se lo dije a cuanta persona pasó por allá, en comidas, en discusiones: “yo creo que es hora de recambio”. Pero no sucedió y por eso estoy aquí.


¿Por qué le costó tanto tomar la decisión de ser candidata? Porque le costó, ¿no?

En primer lugar, y creo que se lo dije a usted mismo en una entrevista, porque me parecía importante que asomaran nuevos liderazgos. Me parecía importante para la democracia. Además me comprometí con un trabajo muy relevante, con una responsabilidad grande, y por lo tanto, dejar ese trabajo a medio camino, con algunos pidiéndome que permaneciera… también es el peso de la responsabilidad. Pero además porque me parece que si bien los liderazgos son importantes, las sociedades no se construyen a partir de individuos solos. Se requiere de instituciones, de fuerzas sociales que permitan que un proyecto se haga realidad.


¿No le daba lata también?

A ver, yo diría que los incentivos para quedarse eran altos. Estaba en un trabajo precioso…


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¿Hizo amistades importantes?

Hice amistades, sí. Conocí gente extraordinariamente interesante. Vivir en Nueva York es fascinante, aunque como soy trabajólica creo que aproveché muy poco de aquello.


¿Andaba por las calles como una civil más?

Totalmente. Y eso también es una experiencia grata. El día que regresé me hizo un almuerzo el Secretario General (Ban Ki-moon) con todos mis colegas, mis pares de otros programas, y me preguntaron qué era lo que más iba a echar de menos, y yo dije la libertad y la privacidad. En Chile, cuando se es una persona pública, uno y su familia pasan a estar expuestos. No es fácil. Ahora, por qué estoy aquí: porque yo quiero a mi gente. Tengo un compromiso fundamental con ellos. La decisión de volver tiene para mí muchos más costos que haberme quedado afuera.


¿Podría haberse negado usted?

Si hubiera nacido distinta, probablemente. Parece que en mi leche materna venían las palabras “deber” y “responsabilidad”. Muchos me recomendaron que no, con distintas intenciones, probablemente, pero también pensando que, humanamente hablando, esta decisión sería compleja y pesada.


El país está atractivo, pero no fácil.

Está muy interesante. No está fácil. Y se halla en un proceso que espero se pueda cambiar, de falta de amistad cívica y afecto. De descontento. Cuestión que tiene sus causas, especialmente la falta de sensación de pertenecer a un proyecto común.

Según usted, ¿a qué responde su popularidad? Eso que muchos llaman “conexión emocional”, ¿en qué consistiría?

Tal vez, en unos años más, analistas escriban sobre esto y se expliquen esta curiosa situación de una persona que está afuera, pero que está súper presente en la conversación, en el discurso, en la cotidianeidad, siendo que yo intenté ser prudente y dejar que todo el mundo hiciera lo que tenía que hacer acá, intenté no interferir, etc. Se dijo que mi presencia impedía el surgimiento de nuevos liderazgos y yo me fui a 10 horas de viaje en avión, y sin embargo, curiosamente, parece que estuve más presente que nunca.


Esto es usted y también una imagen de usted. ¿Qué cree que ve la gente?

Es difícil que uno conteste esto, pero yo podría arriesgarme, y puede que no todo el mundo crea y los que no me quieren pensarán lo que prefieran… Lo primero que debiera decirle es que nunca he buscado el poder. Jamás en mi vida pretendí ser presidenta de la república. La vida me ha ido poniendo en posiciones destacadas. Y yo creo que la gente se da cuenta de eso. De que aquí hay una intención genuina, más allá de si ha resultado o no lo que he intentado hacer.


¿No la vestían de presidenta cuando niña?

Nunca me vistieron de presidenta. Nunca estuvo en mi pensamiento. Nunca, jamás. Y supongo que eso se nota. Y lo otro, -aunque tal vez sea todo mentira y esto no tenga nada que ver con lo que le pasa a los chilenos conmigo-, fíjese que yo desde chica, y en momentos positivos o negativos, y con gente que admiro o que no admiro para nada, he sido siempre capaz de ponerme en los zapatos del otro. Eso que se llama empatía. Algunos dicen que soy simpática… no, es empatía.


LOS CAMBIOS Y LOS PARTIDOS

Usted ha dicho que Chile cambió durante su ausencia. ¿En qué consisten esos cambios?


Son resultado de muchos años de evolución.

Pero es un hecho que durante estos tres años algo pasó.

Sí. Más allá del cambio de gobierno y todo lo que eso ha conllevado, creo que también, producto de los propios procesos políticos y sociales anteriores, Chile ha sido capaz de generar una fuerza social mucho más organizada, una ciudadanía más consciente de sus derechos y más demandante. Una ciudadanía a la que ya no le basta con la democracia representativa y que quiere una mucho más participativa, donde su voz se escuche. Más impaciente, en el sentido de demandante, más preparada, más consciente de las problemáticas del país, y que, como me dijo un cabro el otro día, ya no quiere más aspirinas, sino cambios profundos. Y, por otra parte, se ha exacerbado algo que venía de antes: la falta de confianza y credibilidad en instituciones que antes fueron vistas como protectoras de los ciudadanos.

¿A qué se refiere?

Me refiero, por ejemplo, a los partidos políticos. Cuando uno ve cómo evalúa la ciudadanía a las clásicas instituciones de la democracia –Parlamento, Justicia, Partidos Políticos, Gobierno, Fuerzas Armadas–, hay un alto grado de falta de confianza.

Es un dato de la causa. ¿A qué se debe? ¿Qué han hecho mal los partidos políticos?

Yo creo en la necesidad de los partidos políticos. Quiero decirlo altiro. Creo que son indispensables en toda democracia, son las únicas estructuras con sentido de poder, en el sentido de aspirar a jugar un rol en la toma de decisiones que pueden presentar una imagen de país, de colectivo. Porque hay otras organizaciones estupendas, pero que generalmente responden a grupos de interés, a aspiraciones particulares y específicas. Hasta ahora, eran las organizaciones capaces de presentar ante la comunidad el modelo de sociedad en que se quiere vivir.

Hasta ahora.

Sí, hasta ahora. Efectivamente la forma en que la gente se interrelaciona ha cambiado en el mundo. Y es un desafío también para los partidos ver cómo se relacionan hoy ya no sólo con sus militantes sino con la ciudadanía. Yo creo que requiere una mirada muy nueva, distinta. Cuál era la lógica anterior: reuniones, asambleas… Ese no es el modo en que los jóvenes se vinculan actualmente. No es que no vayan a reuniones, pero esto ha cambiado. Esto debe considerarse también para aplicar modelos educativos más eficaces. El modo en que la sociedad se interrelaciona dista de cómo los partidos se relacionan con la sociedad. Y ese es un desafío. Y por otro lado, si bien los partidos políticos son muy centrales, no es el único tipo de organización válida. Hay que encontrar formas en que la sociedad civil organizada pueda tener una expresión para que sus necesidades y propuestas puedan participar en la toma de decisiones.

¿Y no será que los partidos se cerraron más de la cuenta? ¿Que se empezaron a juntar entre los mismos y dejaron de llegar invitados nuevos a la fiesta?

Todo eso es parte de la verdad, y uno podría hacer un tremendo listado de problemas. Se desconectaron de las bases, como se decía antes. Todo eso es cierto. Y puede tener muchas explicaciones, desde nepotismo, no sólo en el sentido familiar, etc. Pero también me parece que hay una gran dificultad para enfrentar los nuevos desafíos y comprender cómo la sociedad se está entendiendo.

Al final, son cosas bastante parecidas. Si no llegan nuevos testigos a contar lo que pasa afuera, prevalece la versión del club.

Así es. A propósito de un encuentro que yo tuve en la plaza Tahir (O Plaza de la Liberación, en El Cairo, a un mes de explotar la revuelta), con un grupo de niñas… bueno, al final yo tuve una reunión como con 7000 personas, porque ellas a través del twitter iban contando lo que hablábamos y, al final, se generó una convocatoria que probablemente los partidos políticos tampoco tenían ahí. Entonces, no es sólo un problema chileno. Hay procesos de globalización y de desarrollo tecnológico que han ido mucho más rápido que la velocidad de las estructuras tradicionales de adecuarse a ellas. O sea, no es solo un problema de malas prácticas, que yo creo que las hay, de ensimismamiento y de gente que perdió el norte, la perspectiva de por qué se milita. Los partidos son instrumentos y no fines, y hubo gente que confundió los instrumentos con los fines. Todo eso existe, pero no es sólo eso. Es un fenómeno más complejo. Porque si fuera así alguien podría decir “ya, desde mañana nos portamos bien, abrimos, incluimos…”, pero tampoco bastaría. Por otra parte, a mí no me parece que en una buena sociedad todos deban militar. No, a mí no me parece. No es necesario, no hay interés, y no tiene por qué ser así. Pero hoy hay nuevas formas de expresión ciudadana y habría que ver cómo se generan los canales para que esas formas de organización tengan influencia en la toma de decisiones. De lo contrario se genera frustración, y aumenta la desconfianza en esas instituciones.

¿Usted se siente orgullosa del Chile que hemos construido hasta acá, del fin de la dictadura en adelante?

Creo que hemos tenido avances extraordinarios. Y viajando por el mundo uno los puede valorar aún más. Pero nos falta tanto por avanzar. Y como yo no soy de los autocomplacientes, no lo he sido nunca…

¿Es de los autoflagelantes?

Trato de no ponerme apellidos, aunque soy más cercana, efectivamente. Intento mirar el mundo y decir qué hicimos bien, qué nos faltó por hacer, y qué hicimos mal. Y qué corresponde para adelante. Creo que hay cosas que hicimos bien, otras fueron muy insuficientes y hay que enfrentarlas ahora con una mirada fresca, para otras no hubo capacidad de llevarlas delante de modo más fuerte… Pero justamente estos cambios del país han generado en algunas áreas específicas las condiciones para plantearse metas más ambiciosas.

¿Qué le entusiasma del Chile de hoy?

Justamente esta fuerza, esta ciudadanía activa, esta energía social. Me entusiasma este país que se atreve mucho más. Pero, ese mismo Chile tiene una desigualdad profunda, profunda, profunda. Y si toda esa energía permite generar el proyecto de un país común, donde la gente se sienta parte de esto, y construir una sociedad más justa y con más derechos y oportunidades, yo creo que podemos dar mucho más. Los analistas afuera me pedían frecuentemente que les explicara Chile, porque no entendían que, a diferencia del mundo árabe, de España o de Grecia, tiene crecimiento económico y ha sido ejemplo de tantos progresos, supuestamente con más empleos, y, no obstante, la gente está descontenta, ¿me puede explicar por qué? Para muchos estudiosos extranjero era incomprensible.


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Y usted, ¿cómo lo entiende?

Yo creo que pese a tratarse de un país con tantos aspectos positivos, se debe a la desigualdad, y no sólo en términos socio económicos, ese es sólo un ámbito, también la desigualdad en las oportunidades culturales, la sensación de desprotección de los ciudadanos o de los consumidores frente a los abusos.


¿Se sintió identificada con los movimientos ciudadanos, mientras estaba en EE.UU?

Encontraba bueno que en Chile hubiera movimientos luchando por causas tan importantes como la educación.

Y fueron más que la educación. Las primeras detonaron por Barrancones e Hidroaysén.

Sí, eran por un conjunto de cosas. Por una sociedad con un desarrollo sustentable y más democrática, diría yo. Lo comparto plenamente.

Uno podría preguntarse si las marchas por la educación eran sólo por la educación, o las contra Hidroaysén, sólo contra Hidroaysén.

Claro. Era por un conjunto de necesidades insatisfechas y por plantear un modelo de desarrollo distinto.

GRATUIDAD, LUCRO E IMPUESTOS

En el frontis de la Universidad de Chile, en el clímax de las marchas, habían colgando una imagen suya y una de Ricardo Lagos, señalados como parte de los responsables. ¿Qué le pasaba con eso?

Esas fotos no las vi, pero supe de ellas, y también de los gritos en las marchas. Pero yo me preguntaba si había conciencia de que más allá de si debimos o no poner la reforma de la educación como prioritaria, siendo que pusimos la reforma previsional y el sistema de protección social y el Chile Crece Contigo, además de enfrentar la crisis económica, más allá de eso, me preguntaba si la gente sabría que yo había enviado al Congreso un proyecto para poner fin al lucro el 2007, y que no logró mayoría en el parlamento.

Parece que quedó sepultado por la foto con los brazos en alto.

Es posible, pero el proyecto de ley se envió. No todos en el gobierno eran partidarios, pero yo tomé la decisión. Me parecía fundamental, pero requería un quórum calificado, no bastaba con la mayoría simple, y por lo tanto murió, porque la derecha votó en contra. Y lo segundo fue el fortalecimiento de la educación pública; el año 2008 enviamos el proyecto que incluía el proceso de cambio de la estructura administrativa municipal, etc.

No obstante lo que me cuenta, en esas marchas no apareció nunca un dirigente concertacionista. De hecho, no podría haber marchado.

No podía. Alguna vez consulté, y la respuesta fue “estás loca, nos habrían escupido”. No entiendo muy bien qué pasó que se generaron desconfianzas profundas, frustraciones tremendas, y la sensación de engaño, que es lo que yo he leído y escuchado de algunos dirigentes. Engaño no hubo nunca, y lo que sí hubo fue la incapacidad de empujar con fuerza proyectos que iban en la misma dirección de lo que quieren los estudiantes, y haber logrado avanzar. Ahora bien, ¿esos proyectos hubieran producido todos los cambios necesarios para conseguir una educación de calidad para todos? No, pero habrían permitido progresar. Querían derogación de la LOCE, derogamos la LOCE. Querían fin al lucro, enviamos un proyecto de fin al lucro. Querían fortalecimiento del sector público, lo enviamos. Sin embargo, mirando con la distancia de los años, creo que un esfuerzo por la educación tiene que ser infinitamente más integrador, más inclusivo, que se haga cargo de la calidad, de las barreras de acceso al financiamiento, de la segregación, siendo Chile uno de los países más segregados desde el punto de vista educacional, y que se haga cargo de
los temas de gratuidad.


¿Qué significa, específicamente, terminar con el lucro?

Significa que no se puede lucrar con los recursos públicos, esos que el Estado da.

O sea, el que quiere ganar plata con la educación, que lo haga sin pedirle apoyo al Estado.

Sí. Y el que recibe recursos públicos que los use en mejorar la calidad de la educación. Esto no quiere decir que tengan que desaparecer los colegios subvencionados pagados, etc. Los modelos pueden ser diferentes. Y eso es lo que le he pedido al equipo recién conformado: que genere respuestas técnicas a cómo se garantiza la calidad y el acceso a la educación, teniendo el fin del lucro como un aspecto fundamental.

¿Cuál es su definición de gratuidad en la educación? ¿Qué tan cerca está de la demanda del movimiento estudiantil?

Yo creo en el principio de gratuidad en la educación en todos los niveles y en la necesidad de avanzar como país hacia la universalidad de derechos. La reforma estructural al sistema de educación chileno que presentemos, no se agotará en el principio de gratuidad, tendrá además como principios básicos la universalidad, el fin al lucro, la educación pública y la calidad. Tengo claro que todos los cambios que requiere la educación no ocurrirán de un día para otro. Pero eso no nos debe frenar. Le he pedido al equipo que trabajará en el tema educacional y tributario que sueñen en grande, que no se corten las alas. Yo sé que existe desconfianza en algunos sectores sobre estos anuncios. Sin embargo, quiero insistir que no vamos a hacer una “reformita”, sino una reforma basada en el convencimiento de que el sistema educacional chileno como está hoy en día no da para más.

¿A usted le gusta la educación pública? Para algunos lo más importante es que el padre pueda elegir la educación de su hijo, para otros es más importante que el Estado garantice una educación más igualitaria para todos. Parece que esto último se llama educación pública.

Estoy absolutamente a favor de la educación pública, laica, gratuita y de calidad para todos. Pero también me interesa la educación pública, porque tiene como tarea generar patrones culturales de identidad de país, en las escuelas y las universidades. Para mí, la educación pública tiene un valor en sí mismo, lo que no quiere decir que los padres no tengan derecho a elegir, aquellos que puedan elegir, y ojalá todos pudieran, porque la educación que se les ofrece más cerca de su casa es de altísima calidad. Pero entre situaciones tan dispares, no existe un verdadero derecho a elegir. Hay un grupo muy grande de chilenos que no tienen esa libertad. Y siempre he creído que en una sociedad verdaderamente democrática lo que se debe conjugar es libertad con igualdad. La igualdad es la que permite realmente tener libertad, igualdad, por cierto, en el sentido de derechos, no de que seamos todos iguales, uniformados.

¿Y por qué habría que creerle de que hoy se avanzará en ese sentido, si durante los gobiernos anteriores de la Concertación no fue así?

Antes que nada, en educación hubo avances.

Pero no en la educación pública.

Se cuadruplicó o más el aporte a la educación. Hubo avances sustantivos en infraestructura… es decir, también en la educación pública hubo avances, comparado con lo que se recibió del régimen militar. Hubo avances en las condiciones de los profesores, de los asistentes de la educación, etc. Lo que pasa es que fueron avances importantes, pero que aún no han logrado expresarse en real acceso a educación de calidad para todos.

Pero en usted misma, ¿han cambiado los énfasis al respecto?

Sí, porque yo, a lo largo de mi gobierno, fui adquiriendo más conciencia de la obligatoriedad y urgencia de hacer reformas más profundas y estructurales, y además porque ahora me parece verdaderamente posible. Hoy existe un mayor grado de acuerdo nacional de que esto es fundamental. En ese sentido he cambiado mi prioridad. Creo que es urgente, que no puede pasar más tiempo. Es un imperativo ético, pero también es indispensable para el desarrollo del país. Y se puede. Económicamente hay que buscar los ingresos permanentes necesarios.

¿Cuáles son las grandes matrices de esa reforma tributaria?

No estoy en condiciones de darte todos los detalles. Llegué hace apenas 11 días. Estamos recién abocados a esto. Lo contrario sería decirte que llevamos tres años trabajando en ella y que tenemos una reforma desarrollada, lo que no es efectivo. Lo que te puedo decir es que consiste en la necesidad de contar con ingresos permanentes que permitan solventar gastos permanentes. Toda reforma debe ser sostenible en el tiempo, y eso implica responsabilidad fiscal, para que no haya que cortar los beneficios dependiendo de las circunstancias. Por eso tiene que ser una reforma tributaria de verdad, y no ajustes tributarios.

Lo que hizo Piñera, ¿qué fue?

Un ajuste tributario. Fue como del 0,3% del PIB, y eso en los organismos internacionales es calificado como ajuste tributario y no como reforma.


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LEY ANTITERRORISTA: “UN ERROR”

¿Usted manejaría hoy el tema mapuche igual que en su anterior gobierno?

Siempre recuerdo que en una reunión con un grupo de mapuches, llegó un caballero y me mostró un lote de libritos. Tenía un ánimo constructivo, pero me dijo: “mire, este librito salió del primer gobierno, éste del segundo, éste del tercero. Yo no quiero llegar ahora con otro librito más”. No me cabe duda de que en cada una de esas iniciativas hubo la mejor de las intenciones y voluntad para avanzar, y en algunas cosas se avanzó, pero en otras no se logró. Incluso hubo situaciones dolorosas importantes.

¿Volvería a aplicar la ley antiterrorista?

En ningún caso. Eso fue un error. Bajo mi gobierno se presentó un proyecto de modificación de la Ley Antiterrorista que no prosperó en el parlamento.

¿Le parece a usted posible aumentar los niveles de autonomía y autogobierno de los pueblos originarios, así como de otras comunidades locales?

Yo creo que sí. Esto no es un decir: con Isla de Pascua lo trabajamos en un estatuto que en su momento elaboramos con representantes rapa nui. Apoyamos y logramos aprobar el convenio 169 de la OIT, luego de dormir muchos años en el parlamento. Ahora bien, no basta con las leyes ni los estatutos, porque hay que asegurar su implementación. Yo creo en la descentralización. Hay quienes insisten en la importancia de un Estado Nación, y que otorgar mayores grados de poder a las distintas comunidades va en contra de un país unido.

Como si no hubiera diversidad cultural…

Yo creo que somos una nación y un territorio, pero que tenemos una diversidad muy importante, cultural, geográfica. Y que eso tiene que tener una expresión en la institucionalidad. Y creo que hay experiencias internacionales que demuestran que es posible. Que no es completo autogobierno, pero que consiste en dotar de mayores grados de autonomía en las áreas que se puedan acordar, trabajar y que sean las prioritarias.

GIORGIO JACKSON Y LOS NUEVOS

¿El gobierno que usted encabezaría, de ganar, es un 5to gobierno de la Concertación (algunos hablan de un 6to), o sería otra cosa?

Este país ha terminado un ciclo económico, político y social, y yo he hablado de la necesidad de cumplir con los nuevos desafíos desde lo que hemos llamado una nueva mayoría. Por lo tanto, esto no puede ser la copia de ningún otro proyecto.

¿Hay el esfuerzo de refundar un nuevo gran conglomerado?

Eso es lo que yo creo, y a lo que yo aspiro.


Y además del PC y las otras siglas que rondan, ¿cómo incorpora a esa ciudadanía mayoritariamente sin militancias?

Esa nueva mayoría incluye naturalmente a esas organizaciones políticas históricas, pero creo que va más allá de los cortes tradicionales. Y el desafío es cómo se incorpora a esa ciudadanía que quiere un país distinto, una sociedad diferente.

¿También a Marco Enríquez-Ominami?

Dependerá de quiénes compartan esta visión y quieran empujar en esa dirección. Yo invitaría a todos los que quieran participar ahí y que entiendan que no se logrará terminar en cuatro años con la desigualdad, pero donde se plantea avanzar fuertemente en irla eliminando de nuestro país.

A los partidos de la Concertación parece que les ha costado entender esto y le han puesto difícil la pista a jóvenes, por ejemplo a Giorgio Jackson. ¿A usted le interesa que alguien como él participe en las próximas elecciones parlamentarias?

A mí me parece extraordinario que líderes como él puedan ser electos en el parlamento de Chile, si a los ciudadanos así les parece. Él representa una expresión de esto que hemos estado hablando y que tienen un profundo cariño por su patria. Me parece muy positivo que él pueda participar, y ojalá que tenga la posibilidad de ser parte de unas primarias de la oposición, si estas se realizan.

¿Le da importancia a las reformas políticas durante lo que sería su próximo período?

Sin duda, y ya iremos hablando de cada una de las prioridades que tengo. Creo que son indispensables. Considero que las reformas políticas, incluida la del binominal y otras, son fundamentales.

¿Le parece que tenemos una Constitución acorde a este Chile que, según usted misma ha dicho, cambió?

Yo creo que es necesario plantearse una nueva Constitución.

¿De qué modo? ¿Mediante una asamblea constituyente?

Habrá que ver cuál es el mejor mecanismo para hacerlo. Muy prontamente convocaré un grupo de especialistas para la generación tanto de un modelo de nueva Constitución, como para evaluar las opciones que permitan que esto sea una realidad.

Cuando habla de corregir el modelo, ¿en qué está pensando?

En que requerimos revisar todos los elementos del modelo de desarrollo que no han permitido que Chile crezca armónicamente, desde el punto de vista de los individuos, la economía, y del medio ambiente. Creo que los chilenos no están contentos con el modelo de desarrollo actual, que permite tremendas asimetrías. Esto es parte de lo que analizaremos y le propondremos al país.

¿Usted diría, como consideraba Bolívar, que América Latina es nuestra “Patria Grande”?

Provengo de una organización política que en su bandera tiene el mapa de América Latina, y por lo tanto para nosotros (los socialistas), Latinoamérica siempre fue esa patria grande. Lo que no se contradice con que cada país tenga sus intereses, y sea deber de los gobernantes asegurar que la nación florezca, y que en este florecer tenga la mejor relación con sus vecinos, y que todos sus ciudadanos tengan garantizada la satisfacción de sus necesidades y el desarrollo de sus potencialidades. Creo que una América Latina unida –me tocó ser la primera presidenta de UNASUR- permite enfrentar de mejor manera una serie de desafíos, puesto que hoy en el mundo, pensar que uno resolverá todos sus problemas aisladamente es completamente irreal. Desde temas de infraestructura, tecnológicos, energéticos, etc. Por lo tanto, más allá de las identidades nacionales, creo que hay mucho que ganar si somos activamente parte de una asociación con nuestros vecinos. Por otro lado, América Latina ha mostrado seriedad, responsabilidad y propuestas innovadoras muy interesantes. En los diálogos internacionales últimamente incluso se escucha decir: “deberíamos aprender de América Latina”. Nuestra imagen ya no es la del hombre con un sombrero de alas enormes durmiendo debajo de un árbol, en la siesta, en la fiesta permanente.

¿Le gustaría encontrar el modo de darle una salida al mar a Bolivia?

Me interesa que a Bolivia le vaya bien, y todos los temas que se puedan trabajar y que respeten los intereses de Chile, y que puedan permitir avanzar en asuntos que han sido complejos, creo que sería muy positivo.

¿Qué rescataría del legado de Hugo Chávez? ¿Y qué no le gustaba de su gobierno?

Hugo Chávez fue siempre un muy buen compañero, como colega. Como presidente uno podía o no estar de acuerdo con él, pero cuando se le necesitaba para asuntos fundamentales, en situaciones complejas, él jugaba un rol muy importante. Creo que Hugo tenía un profundo compromiso con la América Latina, y un profundo compromiso con los más pobres. Y muchas de las políticas que llevó adelante eran clara expresión de eso, lo que explica el gran apoyo que tenía.

¿Dónde se cayó?

Yo creo que era un poco apasionado.

¿Y cómo le cae Pepe Mujica?

Extraordinario. Es, en primer lugar, un gran hombre. Su historia de vida es muy emocionante. Con esa historia de vida, el adquirió una sabiduría admirable. Pudo engendrar intereses de venganza, hiper radicalizado, pero él es un hombre político, serio. Tiene un estilo muy particular. Una política de la mano de la filosofía, podríamos decir. Y de una gran humanidad. Esto se expresa en un conjunto de decisiones y propuestas que ha llevado adelante, muy importantes, modernas, innovadoras y progresistas.

LEGALIZAR EL ABORTO

Durante su anterior gobierno la marihuana pasó a ser droga dura, ¿está dispuesta a revisar ese punto? ¿Llegará el día en que el cultivo doméstico y el consumo sean legales en Chile?

Las sociedades cambian y debemos estar abiertos a debatir sobre éstas y otras materias sensibles. Por eso estoy dispuesta a revisar la eficacia de nuestra política de drogas, es decir, si lo que estamos haciendo es lo correcto en materia de prevención, educación y combate contra los narcotraficantes. En ese contexto es posible reevaluar si seguiremos calificando o no a la marihuana como una droga dura.

Pero, ¿considera más grave fumarse un pito que pegarse una borrachera?

No.

¿Y es partidaria, como Hillary Clinton, del matrimonio igualitario?

Que el matrimonio igualitario sea hoy un tema sobre el que se discute abiertamente, habla de un país que se mira a sí mismo con menos prejuicios y más sentido de realidad. Creo en un concepto de familia amplio, que se basa en las relaciones de afecto y redes de apoyo y cada vez menos en estereotipos. Por eso en las próximas semanas haré una propuesta al país sobre esta materia.

¿Y qué opina del aborto?

Yo creo que las mujeres deben tener acceso a derechos sexuales y reproductivos. Lo que significa que puedan tomar decisiones. El aborto nunca ha sido ni debiera ser un mecanismo de planificación familiar. Tienen que haber sistemas de educación sexual, de planificación familiar claros y accesibles a todo el mundo. Y frente al aborto, yo creo que acá debiera haber un gran debate nacional, porque no tengo las últimas cifras, pero el aborto sucede en nuestro país. Sucede en familias que pueden pagarlo, dentro y fuera de nuestras fronteras, en niñas que requieren aborto terapéutico, mujeres que no han tenido acceso a estrategias de planificación familiar, mujeres que no han tenido acceso a la píldora del día después, etc. Hoy, en colegios acomodados, las encuestas indican que muchas de sus alumnas se han hecho aborto o conocen a alguien que se lo haya realizado. Entonces, lo que no podemos hacer es esconder la cabeza debajo de una piedra. Tenemos que enfrentar este tema como sociedad, y debatir al respecto. En lo puntual, y para responder su pregunta, creo que debemos legalizar el aborto terapéutico y el aborto en caso de violación.

¿Tiene pensado diseñar un plan energético?

En mi gobierno hicimos avances en este sentido. Decidimos hacer un plan energético, definimos una política de cuencas hidrográficas –cuáles eran las cuencas que por ningún motivo debían tocarse y cuáles era posible intervenir–, que permitieran un desarrollo sustentable. Y eso lo definimos en una política energética, no en un plan.

¿No debiera ser el Estado quien licitara el dónde y cómo generar energía? ¿O le parece bien que llegue cualquiera y ponga una termoeléctrica donde se le plazca mientras no ronque la comunidad?

En nuestra política energética definimos generar incentivos para el desarrollo de energías renovables.

¿Qué significa eso, concretamente?

Significa generar incentivos económicos para aquellos que opten por estas alternativas. Ahora bien, en un nuevo período de gobierno y conociendo las nuevas circunstancias, hay que avanzar hacia una política energética con más fuerza, más enfática en lo renovable, y buscar cómo –todos queremos energía, porque el día que alguien no pueda tomarse un té caliente o darse una ducha, la gente flaquea en su convicción ecológica–, entonces, lo que tenemos que hacer es asegurar la energía, pero aumentar los incentivos para el desarrollo de las energías renovables.

¿Y qué pasa con Hidroaysén?

En mi gobierno este proyecto nunca fue aprobado. Recibió 1100 observaciones formuladas por los servicios públicos. Chile es un país que necesita energía para desarrollarse, y haremos un esfuerzo significativo en lograr una matriz diversa, limpia y eficiente. En todo caso, cualquier proyecto de esta envergadura no será a cuenta del patrimonio ambiental del país, de sus bellezas naturales y sin considerar a quienes habitan en los lugares.

¿Cómo evalúa el gobierno de Piñera?

Creo que lo importante no es cómo lo evalúo yo, sino cómo los chilenos lo evalúan.

Pero, ¿le parece que cometió faltas graves? ¿O no ha pasado nada terrible?

Lo que yo he escuchado en estos días de los pobladores con los cuales he estado reunida es una sensación de descontento y desprotección. Una sensación de que aquí se habla de alto crecimiento económico, pero parece que pasa por la puerta de afuera de mi casa. Pero son los chilenos los que tienen que evaluar eso.

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El Pueblo Mapuche quiere su propio gobierno

Por: | 23 de enero de 2013

LA CUMBRE DEL CERRO ÑIELOL L1100967

Últimamente, el tema mapuche se ha transformado en el gran tema de discusión nacional. De una parte se escuchan los lamentos escandalizados por la horrible muerte de la pareja que, la madrugada del 4 de enero, amaneció carbonizada en un campo de Vilcún, en la región de la Araucanía, víctima del atentado de un grupo mapuche, cuyo único detenido, con una herida de bala, se llama Ceferino Serafín, y dice ser machi. Según mi amigo Cayuqueo, machi machi no es. Le faltaría la chaucha pal peso. El asunto es que cundió una cierta alarma pública, y como suele suceder en estos casos, los racismos escondidos se dieron permiso para gritar. De pedir justicia, algunos pasaron rápidamente a jurarle balas al indio que se acercara. Alan Cooper, un ex Patria y Libertad (grupo de extrema derecha durante la Unidad Popular y procesado por el crimen del general Schnneider, Comandante en jefe del ejército de Chile al momento de ser elegido Salvador Allende presidente), aseguró que si los veía por ahí los corretearía a balazos. Por otro lado, sin embargo, el hecho sirvió para caer en la cuenta de que no estábamos ante un simple acontecimiento policiaco. Las posibilidades de que el conflicto escale ya no pueden ser ignoradas. Un tipo de la zona me dijo que existían desde hace rato grupos de jovenzuelos que se divertían con bravuconadas fascistonas. ¿Y si un día, borrachos, una pandilla de éstas le da una pateadura a un joven mapuche, como tiempo atrás se la dieron a Daniel Zamudio, por homosexual? Entonces los indígenas no se quedarían quietos. Los pocos mapuches de cabeza caliente, en su mayoría jóvenes descolgados de la hoy disuelta CAM (autora de múltiples atentados incendiarios y cuyo líder, Héctor Llaitul, lleva años en la cárcel y buena parte de ellos en huelgas de hambre), aumentarían su atractivo. La convicción de que aquí urge un arreglo político, penetró incluso en capas profundas del gobierno. Prácticamente la totalidad de las comunidades condenaron enérgicamente el crimen, pero al mismo tiempo recordaron que en esta larga historia los victimarios no eran ellos. No estaban pensando en Jaime Mendoza Collío, muerto por un disparo de carabineros, institución que intentando justificar el crimen inventó pruebas falsas, como un chaleco antibalas con un supuesto disparo mapuche, que los oficiales, torpemente, realizaron por dentro del chaleco. “O sea la bala le salió del ombligo”, resumió P.V. Tampoco en Matías Catrileo, también baleado durante unas trifulcas en medio de un potrero. Estaban pensando en la ¨Pacificación de La Araucanía”, en 1883, cuando al mando de Cornelio Saavedra, el Estado chileno, en el fondo, termina de invadir su territorio. En las policías rurales lideradas por Hernán Trizano, italiano, al parecer un mercenario romántico que a fines del siglo XIX participó, entre otras varias, en la Guerra del Pacífico, y que con la excusa de sanear el bandidaje que impedía el tranquilo desarrollo de los laboriosos colonos, organizaba verdaderas cacerías de mapuches. L1100982 Se trata de un pueblo orgulloso. Este no es un comentario folclórico, sino producto de la observación. Algo parecido podría decirse de los haitianos. No les gusta que los pasen a llevar. Recuerdo, de niño, haber escuchado en mesas del barrio alto que las empleadas mapuches eran insoportables, ingobernables, chúcaras. Ese orgullo puede llegar a la tozudez, razón por la cual, seguramente, les cuesta tanto ponerse de acuerdo entre ellos. Y resulta que desde hace 130 años, con una fuerza incontestable, el Estado chileno les viene faltando el respeto, quitando territorios y confinándoles derechos propios. Ellos, que venían gobernándose a su amaño desde los tiempos en que el hombre era parte de la naturaleza, terminaron recluídos en sus rucas. Con las décadas, los jóvenes fueron escapando de ellas. Les resultaron asfixiantes. Al día de hoy, las comunidades se hallan francamente envejecidas. Un 60% de los mapuches (aproximadamente 600.000) viven en la ciudad. Muchos de estos se han convertido en profesionales, y no faltan sus figuras destacadas en distintas áreas. Los hay incluso en la farándula. Pocos de ellos ocultarían hoy su origen. La discriminación sigue siendo fuertísima, pero en Chile no es la ola conservadora la que va en alza. Me contaron que circulan encuestas en las que la simpatía ciudadana por la causa mapuche no ha dejado de subir. Ni siquiera tras el horrible crimen de los Lusinguer y las quemas de graneros de los días sucesivos. La mayoría entiende que se trata de un grupo aislado, como los encapuchados en las primeras marchas por la educación. L1100987 El 25 de diciembre volamos en el mismo avión de la línea Copa con Aucán Huilcamán. Lo reconocí al final del pasillo, mientras él esperaba que se desocupara el baño y yo que un azafato me sirviera un whisky. Supongo que por ser día de navidad, el avión iba bastante desocupado, de modo que nos sentamos juntos a conversar. Aucán es quizás el dirigente mapuche más famoso de las últimas décadas. Era jovensísimo -17 años- cuando a fines de los 80 participó de la mesa directiva del Ad-Mapu, organización piloteada por el Partido Comunista. Aucán, cosa que siempre ha negado, era, según aseguran todos, Socialista, perteneciente a la facción de los “Comandantes”, la más “ultra” del partido. El año 1989, sin embargo, el los confines de la dictadura de Pinochet, optó por la vía autonomista y fundó el Consejo de Todas las Tierras. Desde ahí impulsó las tomas simbólicas de terrenos. De aquí salió la primera bandera mapuche, hoy reconocida por todos. L1110007 Llegó incluso a presentarse como candidato a la presidencia de la república en 2005, y aunque no llegó a la papeleta de votación (recopilar las firmas necesarias ante notario era una tarea imposible), se dio el lujo de llegar a Santiago, a caballo, con un poncho blanco y negro, rodeado por un centenar de mapuches. Aucán se dirigía a Colombia, donde participaba del proceso de paz con las Farc, en algo relativo a las comunidades indígenas de la Sierra de Santa Marta: los Koguis, los Arhuacos. Durante estos años en que no supimos de Aucán, él estuvo trabajando para Naciones Unidas en todo lo que compete a los derechos y legislaciones para los pueblos originarios. Es un tema que maneja como pocos. Su idea, me dijo ahí, era organizar un encuentro para pensar el autogobierno mapuche. L1110016 Eso que consideran un derecho, ya es tiempo de irlo ejerciendo sin pedirle permiso a nadie, me dijo. Lo estimulaba y respaldaba el tratado internacional del año 2007, que estipula claramente el derecho de todos los pueblos indígenas a su auto determinación. En los mismos momentos en que Chile argumentaba en La Haya, defendiéndose de un litigio limítrofe con Perú, la importancia del respeto a los tratados, él quería recordarle a nuestros gobernantes que el tratado de 1835 en que Chile le reconocía a los mapuches el gobierno del Bío Bío al sur, nunca había cesado y estaba siendo roto desde hace décadas, unilateralmente, por el Estado chileno. Si no llegaban a un acuerdo, correspondía llevar el caso al mismo tribunal holandés. De regreso a Chile, semanas más tarde, recibí un mail suyo en el que me invitaba a participar de este primer encuentro en que comenzarían a planear su propia administración política. L1100997
La convocatoria a la Cumbre Mapuche de Autodeterminación, producto de los últimos sucesos, se atolondró. Quedó fijada para el 16 de enero, en la cima del cerro Ñielol, casi en el centro mismo de Temuco, bajo la sombra de la misma Patagua –conocida en nuestros libros de historia como “La Patagua del Armisticio”-, donde el año 1881 los mapuches hicieron entrega del territorio que lo rodea para que los colonos pudieran fundar Temuco. José Ancán, historiador y escultor mapuche, asegura que tal acuerdo nunca se firmó y que esa rendición en realidad no existe. El cerro es una reserva natural sorprendente. Nada invita a pensar que en medio de esa ciudad, hoy una de las más contaminadas de Chile, exista semejante reserva natural, con un bosque tan espeso, plagado de huayes (o robles), foyes (o canelos), boldos, maquis, laureles y kilas, o coligües, en el idioma de los conquistadores. Viven culebras y zorros, y todavía habitan ahí unos monos muy pequeños, no más grandes que un puño humano, a los que llaman “monitos del monte”, y que nunca se dejan ver. Por uno de sus senderos se llega a la vertiente de Agua Santa, aunque según Desiderio Catrequín, profesor de la Universidad Católica de Temuco, capaz que se trate de una llave escondida entre los árboles. L1100965
La mañana del 16 amaneció nubladísima. El cerro se perdía en la bruma. La cita era a las 8.30 hrs, pero nosotros, con Pedro Cayuqueo, quien me alojaba, llegamos media hora antes. Una buseta proveniente del Valle del Aconcagua, de Putaendo, fue la primera en estacionarse. Venían de lejos, viajando toda la noche. Emilio Cayuqueo, un tío de Pedro oriundo de Nueva Imperial, esperaba junto a su esposa y su hija abogada el comienzo del Llellipún, una especie de oración o rogativa para que todo salga bien. Las machis a cargo, sin embargo, tardaron todavía una horas en llegar. Al bus en que se desplazaban se le pinchó un neumático. Cundió en la concurrencia el rumor de que se trataría de un boicot, pero no había información alguna que confirmara las sospechas. Con Emilio y su familia caminamos juntos hasta la explanada, frente a los Chemamul (gente de madera), esculpidos por José Ancán, para reemplazar a otros viejos tótems desplomados, ya convertidos en ruinas. A un costado, la famosa Patagua. Los lonkos y otros dirigentes, algunos históricos, como José Santos Millao, ex presidente del Ad Mapu, que vestía una especie de traje militar gris con símbolos mapuches en las charreteras, su trarilonco de lana en la cabeza y unos bigotes inauditos para los de su etnia más bien lampiña, o Ana Llao, dirigente histórica de la CONADI, fueron llegando de a poco. L1100973 Mientras aullaban con ronquera unas trutrucas aisladas entre la niebla, grupos de mujeres se colgaban pudorosamente sus adornos ceremoniales junto a los arbustos, como si de algo las ocultaran. Hasta cerca de las 10 de la mañana la neblina persistía, y no eran más de doscientos los que habían llegado. Aucán me explicó, tras manifestar el gusto de verme ahí, que no eran muchos todavía, pero sí muy significativos. En su mayoría, se trataba de cabezas de serie, de representantes de otros. Desde un micrófono instalado en frente de los Chemamul, Aucán dio la bienvenida. Ahora sí sonaban muchas trutrucas y txompes, y los reunidos gritaban cada tanto, como un modo de decir “aquí estamos en cuerpo y alma”. Había menos gente de la esperada. No llegaron los representantes de comunidades costeras (Lafkenche), ni del Alto Bio Bio, ni algunos de Temuicuicui con los que se contaba. Pero bastó que Aucán dijera “aquí hay gente de Nueva Imperial, de Chiloé, de…” para que cada uno de los ahí presente comenzara a vocear el sitio desde donde venía: Arauco, Victoria, San Felipe, Puerto Montt, Santiago… Algunos preferían exhibir el nombre de su comunidad. Yo imaginaba que la ocasión se prestaría para una concentración masiva, dado el momento de ebullición en que se halla el conflicto, pero en conversaciones con los presentes fui cayendo en la cuenta de por qué no había sido así. De una parte, no era fácil que la convocatoria llegara con fuerza a todos lados, ni que muchos de los que vivían en zonas apartadas se trasladaran, pero lo verdaderamente difícil era limar las desconfianzas entre las múltiples facciones que existen al interior del pueblo mapuche. La palabra “cahuín” proviene del mapudungun, y significa “reunión”. L1110001
Aucán es resistido por un grupo nada pequeño de organizaciones. Algunos lo acusan de personalista. Él sabe que esta vez debe rodearse de cómplices, pero esa reconstrucción de lealtades recién comienza. La cumbre del cerro Ñielol no fue una demostración de poder, sino una manifestación de voluntad. El werkén Huilcaman explicó que durante la primera parte del encuentro, hablarían los mapuche. “Queremos dialogar entre mapuche”, dijo. “El Estado no ha mostrado voluntad de entenderse con nosotros, pero nosotros no dependemos del Estado, y tenemos nuestra propia ruta”. Entonces rugieron las tribus, los comuneros levantaron las chuecas, las machis los cultrunes, y todos metieron bulla. Le llaman el afafán: “¡Yayayayayayaiii!”. “Todos podrán hablar, somos todos parte de este evento”, dijo Aucán, “pero tenemos un programa”. Pidió que la prensa se retirara mientras duraba la discusión interna, y que podrían volver cuando se sumaran los winkas invitados a este diálogo. Él no usó la palabra “winka” (término despecyivo para tratar al hombre blanco). No recuerdo de qué manera nos llamó. Como andaba con amigos mapuches, no me di por aludido. Durante más de dos horas, ya con un sol intenso y más de 30º de temperatura, los indígenas fueron tomando la palabra para hablar desde el centro del círculo en que se hallaban congregados. Los discursos y reclamos apuntaban principalmente a la militarización de la zona, la usurpación de tierras, etc., pero también aparecían asuntos menores como las deudas INDAP. Las referencias al tratado de 1825 y a la “Pacificación de la Araucanía” se tramaban con denuncias referidas a la dictadura y a los gobiernos de la Concertación. Sus problemas inmediatos, en el fondo, llevan más de un siglo siendo los mismos. Había unos más rabiosos que otros. Unos más políticos que otros. Unos de derecha y otros de izquierda. L1110013 Había unas chicas de cara redonda y llena, con los ojos rasgados, atractivas, en especial una de Putaendo a la que le pregunté si no le daba calor andar tan vestida, y me dijo que no, porque allá donde vive últimamente han hecho más de 40º. Ahí en el círculo, sin embargo, donde las papas queman, no estaban representados los jóvenes. Campeaban los dirigentes de las décadas de 1980 y 1990, pero faltaban las nuevas generaciones, los descolgados, aquellos para quienes La Concertación y la Alianza, el Ad Mapu, el Consejo de Todas las Tierras y, a estas alturas, incluso la CAM, ya no son los únicos referentes; valga considerar que ellos no están de mirones, sino protagonizando algunos de los caminos que esta historia ha tomado. Mucho de esto está aconteciendo en los campos. L1110024
Pasadas las 12.30 hrs., se disolvió el cahuín. La prensa se arrojó como una jauría sobre Aucán. Querían saber las conclusiones. Aucán lo resumió así: se le exigía al gobierno que les pidiera perdón por la flagrante violación a sus derechos humanos que el Estado de Chile venía perpetrando desde fines del siglo XIX. Que pidiera perdón, como Aylwin a las víctimas de la dictadura, como el Papa por los errores garrafales de la iglesia, y que se haga cargo de resarcir económicamente el daño causado. El werkén Jaime Huenchullán leyó un documento elaborado días antes titulado Pacto por la Autodeterminación Mapuche. A continuación, correspondía la discusión en torno al tema del autogobierno con los invitados: candidatos a la presidencia de la república, senadores, diputados, miembros de organizaciones de ddhh y otros, entre los que me contaba yo. De los candidatos llegaron únicamente Parisi, de terno y camisa blanca, y Tomás Jocelyn-Holt, los dos candidatos con menos posibilidades entre los existentes. Parisi se veía estupefacto. El chico Navarro, famoso por los “navarrines”, era el único senador presente. Antes de cederle la palabra al primer orador, se acercó al micrófono la machi Francisca Linconao, una vieja flaca pero no endeble, para denunciar que días atrás la allanaron, la acusaron de tener un arma que no tenía (y valga que muchas machis usan escopetas conejeras en sus ceremonias), “yo no miento, reclamó indignada, yo digo la verdad, y me ataron las manos y tiraron el pelo”, antes de hacerla pasar, por motivos que desconocía, una noche en la prisión. “De todo esto acuso al gobierno”, concluyó. Cuando tomó la palabra el diputado Venegas, de la DC, se refirió a los problemas de la región, y uno le contestó: “¡nuestro problema es el Wallmapu!”. (Irrumpió el afafán). Le encararon haber aplicado la Ley Antiterrorista siendo gobernador de la zona, y no pudiendo hablar más, cerró su discurso con un lamento. Todo el resto se limitó a palabras de buena crianza, de apoyo, de solidaridad. La discusión puntual a la que se nos había convocado, no tuvo efecto. En el documento que se nos entregó, un documento sólido y sofisticado, estaban los fundamentos sobre los que se apoyaba el derecho al autogobierno, pero faltaba incluso la primera línea acerca de qué tipo de gobierno sería. Yo intuyo que, en el mismísimo momento que los mapuches, independientemente de sus conflictos con el estado chileno, inicien la conversación en torno a cómo manejar la autonomía, lo posible se impondrá sobre lo utópico, los eslóganes dispersos cederán ante las negociaciones concretas, y lo que hoy parece inviable, encontrará un canal de comunicación que lo posibilite. El camino todavía es largo, pero en la cumbre del cerro Ñielol, es de esperar, podría terminar fijándose un punto de partida. Iluso, pero no tanto. Alrededor de las cuatro de la tarde, se dio por finalizado el encuentro. Tres machis se arrodillaron junto a un árbol joven. Comenzaron a tocar sus cultrunes y los asistentes empezamos a girar en torno a ellas. La melodía de sus oraciones no es la de los pájaros del aire: son gente de la tierra. Sus trompetas son de cuerno de animal. Y sus aspiraciones, así haya quienes pretendan ridiculizarlas, son tan propias de este mundo, como las de todos los pueblos. Basta escucharlos para darse cuenta.

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Pepe Mujica

Por: | 02 de julio de 2012

(Les dejo aquí la última editorial que escribí para The Clinic. Ahorita la noticia anda por otros lados, digamos, más al norte. El PRI volvió al poder en México. Todos lo supieron siempre, pero recién en estos momentos están contando los votos. El jueves de la semana que termina, escribí sobre José Mujica, o, más bien, acerca de su presentación en la Conferencia de la ONU realizada en Río de Janeiro. No tengo antecedentes para evaluar qué tal presidente ha sido -muchos lo critican con entusiasmo-, aunque convengamos que se necesitan huevos para ser el primero en impulsar la legalización de la marihuana en America Latina y hacer cargo de su cultivo ni más ni menos que al Estado mismo. El personaje, como sea, me simpatiza. )

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PEPE MUJICA

He vuelto a ver un par de veces el discurso de José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, durante la última Conferencia de la ONU en Río de Janeiro. No se trata de una pieza brillante, donde sorprendan los hallazgos geniales. De hecho, su melodía no busca los aplausos. Está en las antípodas de la oratoria rimbombante de Fidel Castro. Citó a Epicuro y Séneca en lugar de al Che Guevara y Carlos Marx. Sus sentencias no suenan ahí como el tintineo fastuoso del espadachín. Poseen la redondez del que se siente parte de lo criticado, aún no correspondiéndole. Se trató de la puesta en escena de los deseos de un hombre sensato. José Mujica tiene un Volkswagen viejo, del año 1987, muy parecido al escarabajo de Nicanor Parra. Es archiconocida la historia de su llegada al Congreso, recién electo, en motoneta y con buzo. El guardia no lo dejó acomodar su moto calandraca en el estacionamiento de los diputados, y cuando le preguntó si se quedaría mucho rato, el Pepe, como le dicen todos, contestó que cuatro años, si no lo echaban antes. Le gusta cultivar la tierra y tiene una chacra en Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo. Es querido y respetado por sus vecinos. En las fotos que lo muestran ahí, aparece gordo y despeinado, con la pinta de un hombre de barrio, contento. “Pobre no es el que tiene poco –dijo en su breve discurso–, sino el que desea infinitamente mucho”.

 

Alguna vez, por estos lados, un conocido hombre de las finanzas defendió la codicia como virtud. Debe haber sido mucha su desesperación para preferir con tanto ahínco lo que podría tener, a lo mucho que ya tenía. Un mucho, diría Pepe, que no basta para nada. Pero es cierto que durante años ha sido esa la energía motriz de nuestra sociedad: la búsqueda del bien en los bienes. Hoy, sin embargo, ese eje está crujiendo. Paralelamente a las marchas que demandan igualdad, los magos hablan de un cambio epocal, las grandes economías están en crisis, y el ministro de Educación de un gobierno de derecha, en el beato Chile, encabeza desfiles por los derechos de los homosexuales. Me cuentan que fueron más de 50.000 personas. Que acudieron muchas familias completas, con sus niños y guaguas (bebés) en coche. En fin, lo que hizo Mujica fue reformular las preguntas básicas de la política. Se preguntó ante los poderosos del mundo cómo queríamos habitar el planeta. Es curioso, pero a ciertos amigos míos les molestó. Uno me dijo, con tono peyorativo, que había sido como la homilía de Noha Seattle, el piel roja. “¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?”, le preguntó el jefe de los suquamish a Isaac Stevens, el enviado especial del presidente norteamericano Franklin Pierce para negociar la propiedad de sus parajes. A un cierto punto, son preguntas nada de bobas. “No nos puede gobernar el mercado –dijo José Mujica–, tenemos que gobernar al mercado”. El presidente del Uruguay también habló del agua y de la civilización.

Según Zurita, está culminando la era de la literatura, esa que comenzó con el primer verso de la Ilíada, donde se canta la cólera del pelida Aquiles, “cólera funesta que causó infinitos males…”. Yo no sé si será cierto. Ver para creer. La cosa es que Mujica me cayó bien. Como gobernante, son pocos los que le ponen un siete, pero dona el 90% de su sueldo, aparentemente más para no ser rico que para ayudar a los pobres. Pasó cerca de quince años preso, donde no se tiene nada. Insistió, en un foro repleto de burócratas, que nada vale tanto como la vida. En medio de la chuchoca politiquera, de pronto refrescan estas ingenuidades. No termino de entender por qué a esos amigos míos les disgustó. ¿Será que lo simple, en el reino de la información, avergüenza? Mucho porro, dirán los prácticos, ahora que allá el Estado tendrá cultivos de marihuana.

 

 

Vean el Famoso Documental Pinochetista

Por: | 12 de junio de 2012

    En fin, el domingo pasado, los pinochetistas se reunieron a ver el premiado documental PINOCHET en el Teatro Caupolicán. Como narro en la entrada anterior a este blog, se trató de un homenaje al dictador y de un primer esfuerzo por aglutinar a sus seguidores huachos. Desde entonces, ex colaboradores suyos y partidarios de su régimen, como el actual vocero de gobierno Andrés Chadwick y el ex vocero de Pinochet, Alberto Cardemil, famoso por haber ocultado hasta altas horas de la noche, ese 4 de octubre de 1988, los resultados del plebiscito en que fue derrotado, han hecho público su arrepentimiento por haber sostenido un gobierno que transgredió tan brutalmente los derechos humanos.Algunos les creen, mientras otros ven ahí lágrimas de cocodrilo. Pero  esa es otra historia.

    Al evento llegaron en torno a las 1200 personas. Mucho menos de lo que se esperaba. Según sus organizadores, llegaron a vender 5000 entradas, pero la gente tuvo miedo de asistir. En las afueras del teatro, fueron en torno a los 2000 quienes se apersonaron para funar a los presentes. No alcanzó a librarse una batalla entre piquetes. Algunos, como el ex ministro de Pinochet, Alfonso Marquez de la Plata, recibieron empujones y escupos. Carabineros, sin embargo, se encargó de evitar los enfrentamientos.

    La jornada terminó con 64 detenidos (hoy todos libres), 22 civiles y 20 carabineros con heridas leves. Decenas de automóviles que estaban a la venta en una automotora de la zona terminaron con los parabrisas rotos y sus carrocerías abolladas, por la brutalidad del lumpen que se sumó a las protestas de la izquierda.

    En fin, para quienes tengan curiosidad, acá pueden encontrar como primicia el tan mentado documental. Lo que no muestra, es precisamente aquello que los contra manifestantes fueron a encararle a esas viudas y viudos de la dictadura de Augusto Pinochet.

VEANLO.

http://www.theclinic.cl/2012/06/12/exclusivo-el-polemico-documental-pinochet/

 

 

El Regreso de los Pinochetistas

Por: | 09 de junio de 2012

 

 

         Este domingo a las 11 a.m., en el Teatro Caupolicán, donde apretadas caben 7000 personas, será proyectado el documental PINOCHET, ganador, según relatan los organizadores del evento, del premio Hispania de Oro en un festival de cine de Miami, enteramente desconocido. El teniente en retiro Juan González, presidente de la Corporación 11 de Septiembre, viajó a recibir el galvano. Asumió esta responsabilidad, ha declarado, con orgullo y emoción. Nada más lejos de su estampa y sus modales que un milico autoritario. Don Juan González es un viejo amable, de ochenta y tantos años y cuerpo tembloroso, al que cuando habla de su general, se le llenan los ojos de lágrimas. Descarta absolutamente que durante la dictadura se hayan atropellado los derechos humanos. Su hermana Francisca, sin embargo, fue torturada y violada por los servicio de seguridad.

  

    Al escucharla contar la otra historia de los González, cuesta descifrar la mente de don Juan. Durante las últimas semanas, lo hemos visto dando entrevistas a quien quiera escuchar sus sentidas remembranzas de la dictadura, su crítica radical a todos los políticos, su defensa de los valores patrios, de orden y moralidad. El último y más “puro” reducto del alma pinochetista. Pero ahora resulta que su familia era de izquierda, amigos del ex presidente Salvador Allende, y que varios de sus miembros acabaron presos y desaparecidos. Su padre  aseguraba que le habían lavado el cerebro.  No podía explicarse de otra manera –según Kika, la hermana torturada- la actitud de su hijo. El asunto es que don Juan González hará las veces de anfitrión en este acto, donde, además del documental, será expuesta una pintura realizada sobre la sábana de un prisionero cubano.  Ellos le llaman “sudario”.

     A las finales, se trata de una concentración de pinochetistas. Un homenaje al dictador con miras a rescatar su herencia, a reconstituir filas y marcar algo de territorio, luego de tanta humillación y sometimiento. Parte del comité organizador está preso en la cárcel de Punta Peuco por haber comandado atropellos brutales; uno de ellos, el mayor Alvaro Corbalán, autor de varios de los crímenes más emblemático de ese período oscuro, meses atrás dio a conocer su última composición musical: Canción Por el Reencuentro.

 

     Los Pinochetistas están convencidos de que si el Partido Comunista saca un 5% en las votaciones, ellos no tendrían por qué obtener menos de un 10%. No sería raro que tuvieran razón. Para el plebiscito que terminó con la dictadura, un 44% de chilenos le brindó su apoyo al Capitán General. Sus representantes auténticos hoy se sienten traicionados por los políticos de derecha, salvo contadas excepciones. “A muchos de ellos los conocemos de cuando iban a cobrar los sueldos y poco menos que le lustraban los zapatos a mi general Pinochet. Dicen que no sabían nada de las torturas y ahora lo aceptan, porque escuchan a la izquierda”, reclama el teniente en retiro. Por eso barajan la posibilidad de llevar un candidato propio a las próximas elecciones presidenciales. Barajan el nombre del coronel Cristián Labbé, actual alcalde de la comuna de Providencia y, al igual que el cantante Corbalán, ex miembro de la CNI, la policía secreta del Capitán General.

  

    El acto de homenaje en el Caupolicán, tiene invitados extranjeros. Convidaron a Marine Le Pen, la ex candidata presidencial del Frente Nacional de Francia, y a Margaret Thatcher, quién se habría excusado por razones de salud. Lord David Montgomery, en cambio, estaría confirmado, y también el alcalde de Miami, Tomás Regalao. De España, podrían asistir el presidente del partido Fuerza Nueva, Miguel Méndez Pinar, y el director de la Fundación Francisco Franco, Jaime Alonso. “Están considerados dos congresistas estadounidenses y muchos cubanos anticastristas”, añaden.  De las figuras públicas chilenas que antaño rodearon a Augusto Pinochet, el domingo veremos cuáles aparecen. El gobierno de Sebastián Piñera ya expresó su desagrado con la actividad, a pesar de que buena parte de sus colaboradores más cercanos incluso viajaron a Londres para visitar al ex dictador, cuando fue detenido por orden del juez Garzón.

  

    Este sábado 9, a las 10 a.m., en el penal de Punta Peuco, los visitantes ilustres han sido convocados a una ceremonia ecuménica, en la que también habrá representantes de la iglesia católica, para compartir unos rezos con los ex agentes de los servicios de seguridad ahí detenidos, y a quienes los miembros de la Corporación 11 de Septiembre (fecha del Golpe de Estado), siguen considerando sus héroes.

     El evento ha provocado múltiples debates. Organizaciones de derechos humanos y militantes de partidos de izquierda interpusieron recursos en los tribunales solicitando que no se lo autorice. Lo consideran un ejercicio de agresión hacia las víctimas. La justicia, sin embargo, acaba de fallar rechazando sus recursos y autorizando el acto. Un fallo justo y necesario, aunque nada de agradable. ¿Por qué prohibirles reunirse? Desde ya, a mí me parece mejor tenerlos a la vista y saber quiénes son, dónde están y qué piensan de veras, en lugar de mantenerlos infiltrados, como una enfermedad que se ignora, en las distintas instancias del cuerpo social. Sería del todo ingenuo pretender que no existen, y de una hipocresía venenosa -tan chilena como los volcanes del sur, que de pronto estallan-, acallarlos si quieren hablar, o taparnos los oídos cuando griten. Pinochet, hay que reconocerlo, fue un tirano popular. 

         Pero hay razones más importantes aún para defender que se encuentren. Mientras duró su gobierno, hubo partidos políticos proscritos. Había un artículo de la Constitución de 1980 que prohibía cualquier apología marxista. Los malos del mundo se llamaban Marxistas-leninistas. El derecho de reunión estuvo suspendido por años. Pero el juego de la democracia no funciona con esas reglas. De hecho, si las mayorías eligieran suspenderla, no habría sino que acatar democráticamente la estupidez reinante. Otra cosa, por cierto, es cualquier invitación explícita al crimen y la violencia.

         No se sabe cuánta gente llegará el domingo en la mañana, a la misma hora en que todas las iglesias tienen misa, al ya viejo Teatro Caupolicán, escenario de espectáculos memorables y de famosas peleas de box. Hasta ayer, contabilizaban cerca de 2000 entradas vendidas. Es de suponer que a partir de cierto momento, comenzarán a regalarlas. Puedo adelantar el tipo de público que asistirá. Los pinochetistas adinerados no irán por ningún motivo. No se mezclan con estos miembros de la “familia militar”, como la llaman sus parientes, ni con esas mujeres con exceso de maquillaje, garabateras y exaltadas, que esperaron la muerte del general en las puertas del hospital hasta reventar en llantos histéricos, y que tantas veces lo salieron a defender con pancartas, puñetes y alaridos, cuando los izquierdistas del mundo intentaron ofenderlo. Hay un tipo de mujeres que se volvían locas por Pinocho. Se fascinaban con sus ojitos claros y esa cosa de macho cabrío que suele emanar de los dictadores. Alguna vez las hubo entre la alta burguesía, pero las que se han mantenido descaradamente fieles pertenecen más bien a la clase media y media baja. Habrá oficiales en retiro que llegarán con sus chaquetas de tweed, y es de imaginar que también más de alguno de sus descendientes, herederos de la furia anti comunista. Hoy cuesta encontrarlos en la calle, pero basta salir a dar una vuelta por la web para topárselos a cada rato. Casi nunca postéan con sus nombres verdaderos. Escondidos en chapas poco ingeniosas, le dan rienda suelta a la barbarie. ¿Por qué será? ¿Acaso se saben culpables?

  

         Distintos grupos, de la otra punta del arco, convocaron a una funa en las puertas del teatro. No dejarán pasar la ocasión de manifestarle su desprecio a quienes, en muchos casos, fueron cómplices de sus propios verdugos, o de aquellos que mataron a sus padres. Irán representantes de las organizaciones de derechos humanos,  militantes de izquierda, estudiantes revolucionarios y, como suele suceder en estas manifestaciones, grupos del lumpen, que más allá de cualquier convicción, están poseídos por la violencia. No es arriesgado apostar que se avecina una batalla campal. Los mantendré al tanto.

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Por acá, a la espera, gracias.

Por: | 18 de mayo de 2012

 

Si acaso es el sabor de la tragedia lo que atrae a los hambrientos de noticias, Chile está desabrido. Europa huele mucho más sabrosa. Acá los grandes problemas nacionales no son dilemas nuevos. No son culpa del gobierno de turno, sino constataciones sociales de que aquello que recién se toleraba -como se continúa tolerando el smog en Santiago, sin dramatismo-, ya resulta inaceptable, o, al menos, muy discutible. O sea, es una crisis buena, que apunta hacia delante, más que quejarse hacia atrás.

La Concertación, coalición de centro izquierda que gobernó los últimos veinte años, ha perdido todo su apoyo y popularidad, pero no es el objeto de las protestas. Se la sindica como responsable de cuantiosas deudas, pero ni los más exagerados podrían decir que entregó un país peor del que recibió. Los tiros apuntan en primer lugar a Sebastián Piñera, el presidente de la república con más baja aprobación ciudadana de que se tenga recuerdo. Aunque tampoco es el culpable, en realidad. Sería injusto e irracional sostenerlo. Que se trate de un gobierno de derecha, ayuda a que fluyan los reclamos ahogados, y libera las críticas de un mundo que, para bien o para mal, sentía cierta complicidad con la coalición que derrocó a Pinochet.

El problema de estas crisis generadas por el crecimiento, es que de pronto evidencian un frágil esqueleto. Así como puede derivar en una criatura más fuerte, ágil y proporcionada, el adolescente puede sufrir fracturas si crece desguañangado. Chile está buscando su ajuste. El grito de la calle no ha sido pasado por alto. De hecho, se abrió el debate sobre una reforma tributaria para transformar la educación, y más allá de las miserias propuestas por el ejecutivo, hoy es tema por resolver cuánto más fuerte debe ser el Estado en Chile para que no se infarte el cuerpo social.

¿Qué queremos, ser los más altos del mundo, o los mejor constituidos? En los últimos dos años irrumpieron con fuerza el tema de la educación pública, de la descentralización (Chile es larguísimo, y en el desierto de Atacama, que está a un par de miles de kilómetros de Santiago, se halla prácticamente todo el cobre, y ahora los habitantes de la región están reclamando su parte del botín que han visto apenas), el tema del respeto a las comunidades locales –los mapuches, por nombrar la más grande y significativa-, de la naturaleza y sus derechos, de la desconcentración del poder y la riqueza, ya no sólo por razones de justicia, sino también de mejor sobrevivencia. La discusión sobre la matriz energética ha ganado puestos en la tabla de prioridades.

Aún no puede decirse nada sobre qué resultará de todo esto. El panorama es incierto. Las encuestas indican que Michelle Bachelet, la ex presidenta socialista y actual cabeza de ONU Mujer, de volver a concursar por La Moneda, le gana al resto de los candidatos por paliza. Ella saca un 51% de apoyo, mientras el derechista que le sigue, apenas un 7%. Pero, ¿quién sería esta Michelle Bachelet? ¿La representante de la Concertación, por la que actualmente manifiesta un cierto grado de cariño no más del 14% de la población? ¿La representante de un proyecto nuevo, con gente nueva, capaz no sólo de vociferar, sino de encarnar estos recién externalizados asuntos y reclamos que rondan? Suena en mi cabeza la voz ronca de un personaje infantil que ante determinadas esperanzas cantaba: “difíiiicil, muy difíiiicil”. “Pero posible”, me recuerda Pepe Grillo.

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Camila Vallejo, Fidel Castro y el Movimiento Estudiantil

Por: | 14 de abril de 2012

 

    El movimiento estudiantil chileno del año pasado, llegó a las páginas de prácticamente todos los grandes medios del mundo. Que un puñado de gringos entusiastas se instalen en Wall Street y hagan noticia, es normal, pero acá, donde la tierra termina, tiene que ser algo muy significativo lo que suceda para atraer la mirada de las metrópolis: una revolución, un premio Nobel, un Golpe de Estado, un terremoto.

     La energía del movimiento estudiantil quedó enteramente concentrada, para el gran público, en la imagen de Camila Vallejo. Fue elegida una de las mujeres más valientes del planeta, personaje del año para The Guardian, se la comparó iconográficamente con el sub comandante Marco, de todos lados recibió invitaciones de gente u organizaciones que querían reunirse con ella. Y realizó muy bien su papel. No sólo supo ser glamorosa, como señaló The New York Times, en el mejor sentido de la palabra, es decir, mostrar la elegancia y belleza contenida en una causa popular, sino que fue parte de un grupo de dirigentes que supieron mantenerse unidos por encima de las filiaciones partidarias, a sabiendas de que no radicaba allí su corazón. Muy por el contrario, entre los gritos más repetidos durante las marchas, estaba “el pueblo, unido, avanza sin partidos”. Las decisiones se tomaban siempre en asambleas. Cada facultad universitaria y cada liceo tenía sus propias instancias de participación. Para quienes formaron parte del movimiento, se trató de un extraordinario ejercicio democrático.

     A finales del año, los dirigentes estaban agotados y el espíritu unitario fue dando paso a las agendas particulares. Para las últimas elecciones estudiantiles, proliferaron las listas en pugna. Cosa inimaginable para quien veía esto de lejos, Camila Vallejo no ganó en su federación. Era la candidata del Partido Comunista, que esta vez corría sin alianzas. Llegó segunda. El movimiento ciudadano, en su cara más amplia, la de los que salieron por miles de miles a apoyar las demandas estudiantiles, no tenía nada de comunista. En los comienzos, no eran pocos los que habiendo votado por el actual presidente, lo apoyaban con entusiasmo. Se trataba de una demanda civilizatoria, propia de una sociedad que ha crecido y aspira a mayores progresos y justicias.

    Pero la semana pasada, Camila estuvo en Cuba. Se reunió con una serie de entidades oficialistas y con Fidel mismo. La dirigenta social fue superada por la militante del PC. Yo dirijo una revista –The Clinic- cuyo nombre proviene de la clínica inglesa donde fue detenido Pinochet. Nacimos en 1998 para bombardear la herencia dictatorial. Desde las primeras movilizaciones nos manifestamos explícitamente cómplices de las demandas estudiantiles. Es más, pusimos nuestras páginas al servicio del movimiento, y le cedimos un número entero a sus cabecillas, para que hicieran con él lo que se les antojara. Marchamos juntos, porque nos sentimos cómplices de su espíritu oxigenante y transformador. Nada más lejos de eso que un régimen anti democrático. En fin, en la última tirada publiqué una editorial titulada “Fidelidad”. Aquí se las dejo.

 

 

FIDELIDAD

    Lo que pasa en Cuba no es chacota, Camila, al menos para quienes valoramos la libertad. Por eso tus declaraciones, tras viajar a la isla, son un gravísimo error. Y digo error, para exculparte. A alguien de tu generación, sin deudas ni compromisos acumulados, no le corresponde seguir repitiendo como loro las consignas de sus antepasados. La realidad cubana está en las antípodas del mito gastado que algunos continúan defendiendo, ya sea por intereses espurios, terquedad o simple ignorancia.

    Todos mis amigos de allá, los que viven adentro y los exiliados, son de izquierda (si acaso esta palabra significa algo), y detestan a Fidel. Han seguido con entusiasmo el movimiento estudiantil chileno. Se sienten identificados, porque han visto en él la irrupción de fuerzas frescas por una causa justa. Su equivalente en Cuba, sin ningún lugar a dudas, sienten que está en la oposición a la dictadura. Son los jóvenes rockeros, los escritores, los vanguardistas y los numerosísimos hastiados. Los Castro son la derecha dura. Actúan como los patrones de un gran fundo en el que los ciudadanos son tratados como inquilinos. Antes de transformarse en una vieja encorvada, Fidel se paseaba con un aire de superioridad insoportable. Tú dices que no viste nada raro: “No vi en ningún momento gases lacrimógenos, vi a la policía circulando por las ciudades sólo con su uniforme, sin cascos ni armas de ningún tipo. Ese nivel de cultura cívica, tanto del Estado como del conjunto de la sociedad, está a años luz de la represión que vivió el movimiento estudiantil el año pasado”.

    Semejante declaración, Camila, sinceramente, está a la altura de los comentarios de las señoronas pinochetistas, para las que el Chile del régimen militar era un oasis de tranquilidad. El cineasta y actor cubano, Ismael Diego, hijo de revolucionarios, te lo explicó en una carta próxima y afectuosa: “Los coches lanza agua, los gases lacrimógenos y demás maquinaria represiva a las que usted está acostumbrada, no son la única forma de represión que existe. En Cuba se aplican otros métodos, en gran medida porque no va dirigida a una muchedumbre que se manifiesta en plena calle y que además responde con violencia, quizás justificada, ante la agresión. Aquí la represión va dirigida principalmente a grupos defensores de los derechos humanos, periodistas independientes, activistas políticos, blogueros, artistas e intelectuales, todas personas de ideas, de ideas incómodas para el sistema, pero de ideas. Personas pacíficas que, hasta la fecha, no han realizado ningún acto público que se asemeje a lo que usted ha experimentado, entre otras cosas, porque no tienen ese derecho. Y es ése, el acto de manifestarse a plenitud en las calles, el mayor temor que mueve al sistema represivo en mi país”. Para la visita del Papa, Camila, detuvieron a mucha gente, buena parte de los cuales siguen presos, solo por gritar en público.

    Jamás autorizaría el gobierno una concentración en la Plaza de la Revolución. La ciudadanía teme expresarse. El nivel de control que se ejerce desde los CDR (Comités de Defensa de la Revolución), es impresionante. Están en todos los barrios, y caer en desgracia con sus funcionarios conduce a la ruina, cuando no a penas mayores. Últimamente no han sido pocas las pateaduras. Cuba no es Fidel, y el afecto por ese pueblo no se manifiesta avalando al sistema que lo oprime. Te preguntaron por la importancia de las redes sociales en la lucha de los jóvenes chilenos, y contestaste que había sido muchísima, y luego agregaste algo que no termino de comprender: que se trataba de una “herramienta del capitalismo”. ¿Los avances tecnológicos son “herramientas del capitalismo”?¿O lo capitalista es la interconexión? Porque no sé si te diste cuenta, pero allá en Cuba, salvo contadas excepciones, la internet está prohibida. Dijiste que en Chile la prensa estaba controlada por un duopolio –cosa harto cierta-, en la Meca de la falta de libertad de expresión. Allá no podríamos tener esta revista. Existen sólo el Granma y Juventud Rebelde, y ambos parecen folletos parroquiales.

    Las verdaderas noticias circulan de boca en boca. “La bola”, le llaman ellos. ¿Viste en los noticieros de televisión a alguien hablando contra el régimen? Buena parte de la energía que tú encarnaste, aquí se vio traicionada. Los hermanos Castro no son ninguna luz ni guía para los que aspiramos a una sociedad más libre, participativa e igualitaria. Todo lo contrario. Tú pudiste ser la que se rebelara contra lo predecible, pero la disciplina fue más fuerte. En lugar de hurguetear tras bambalinas, te contentaste con el tour oficial, caíste de rodillas ante el barbón de los afiches, flameaste la bandera del Partido en vez de representar a tus auténticos cómplices habaneros. Las críticas que recibas de los que apoyaron a Pinochet, valen poco y nada. No tienen cara para quejarse de los abusos de una dictadura. Te recuerdo que varios de ellos evaden sus responsabilidades diciendo que de haber sabido lo que ocurría, no la hubieran apoyado. Estamos peleando por más y mejor democracia, ¿cierto, Camila?

 

Los Neonazis y el crimen de Daniel Zamudio

Por: | 30 de marzo de 2012

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El martes 27 de marzo, a las 19.45 hrs, mientras buena parte de la ciudad de Santiago se encontraba sin luz a causa de un corte en el suministro eléctrico, murió el joven Daniel Zamudio. Veinticinco días antes, mientras dormía la borrachera cerca de un árbol del Parque San Borja, al final de una fiesta, cuatro tipos de más o menos su misma edad (24 años), lo golpearon brutalmente durante largo rato. El motivo: su condición de homosexual.

  Acusados

Recién detenidos, y aún sin imaginar que su víctima moriría días más tarde, los neonazis entregaron su versión de los hechos. Dos de ellos tenían antecedentes de ataques xenófobos contra peruanos, otro acumulaba delitos comunes, y sólo uno mantenía limpio su prontuario. No es necesario aclarar que ninguno de la patota era de sangre aria. Raúl López Fuentes, uno de los inculpados, hizo un relato descarnado de lo que había sucedido, aclarando, eso sí, que él sólo le dio “un par de patadas en las piernas y cabeza”. Dijo que “el muchacho sangraba por la nariz y por la cara. Alejandro (otro acusado) le rompió una de las botellas en su cabeza, y como ya estaba muy inconsciente viene el ‘Pato Core’ (Patricio Ahumada Garay) y le marca con el gollete una svástica, que es signo nazi”.

“Alejandro Angulo Tapia (26) agarró una piedra grande que estaba ahí y se la tiró en la guata unas dos veces, después la tomó y se la tiró en la cabeza. Después, Fabián Mora Mora (19) tomó la piedra y la lanzó como 10 veces en las piernas de la víctima”. López Fuentes agregó que “hicieron como una palanca y ahí se quebró, sonaron como unos huesos de pollo, y como ya el muchacho estaba muy mal, nos fuimos cada uno por su lado”.

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La bestialidad del hecho generó conmoción pública. De todos los sectores salieron a condenar el espanto, y, a medida que el estado de salud de Daniel Zamudio se agravaba, la sensibilidad fue en aumento. Por las redes sociales se repetían mensajes del tipo “¡Fuerza Daniel!” , “Estamos contigo”, etc., etc. Luego de un paro cardíaco vino la inminente muerte cerebral. A un cierto punto, todo indicaba que el daño neurológico era inmenso e irreversible. De sobrevivir, lo más probable era que terminara vegetal. A las puertas del hospital en que se encontraba llegaron muchos a hacer vigilia y prender velas. Parecía que Chile entero reaccionaba ante la intolerancia homofóbica, cuando tan sólo semanas antes la mayor parte de los parlamentarios oficialistas se habían manifestado en contra de una ley antidiscriminación. Temían que luego sirviera para exigir legalizar el matrimonio gay. Algo parecido ocurre por estos días con la negativa a legislar sobre el aborto terapéutico, esta vez por temor a estar avanzando hacia una legalización del aborto a secas. Chile tiene, al respecto, una de las legislaciones más restrictivas del mundo. Ni siquiera la mujer a la que se le ha diagnosticado un feto inviable, de vida imposible, más un engendro que un proyecto humano, puede decidir interrumpir su embarazo. En materia de respeto a las libertades individuales, continuamos en el Pleistoceno. Sospecho que somos el orgullo del Vaticano.

 

El crimen de Daniel Zamudio, la crueldad exhibida ahí, la barbarie, la impiedad, ha llevado a que algunos pidan las penas del infierno contra los agresores. Los familiares de la víctima, sin embargo, se han encargado de insistir en que no es ése el sentimiento que a ellos los embarga. Diego, su hermano mayor, declaró que no le interesaba responder con la misma moneda. La justicia dista mucho de la venganza.

  

Mañana viernes, a las 11.30hrs de la mañana, Daniel será enterrado en el Cementerio General de Santiago. El cortejo arrancará desde la puerta de su casa, en la calle “El Trovador”, donde durante todo el día de hoy han sido cientos los que han llegado a dejar una flor, un cartel, o encender un cirio. El presidente de la república, que se halla de gira por Oriente, envió a su edecán a entregar las condolencias, y pidió ponerle urgencia a la tramitación de la ley antidiscriminación, hoy conocida como Ley Zamudio. Está por verse cómo harán sus antiguos detractores para seguir combatiéndola o, lisa y llanamente, darse vuelta la chaqueta. No es fácil para un político llevarle la contra a la opinión pública, por muy veleidosa que ésta sea.

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El féretro hará un largo recorrido por la capital antes de llegar al nicho. Pasará frente a la Pérgola de las Flores (privilegio de los notables), y las floristas le darán una inmensa lluvia de pétalos. Serán muchísimos los que saldrán a las veredas para despedirlo, la mayoría de ellos horrorizados por un acontecimiento que, a decir verdad, está bien lejos de ser el primero en nuestra larga lista de abusos sectarios. Otros han quedados dañados de por vida por sesiones de tortura, si no iguales, bien parecidas, y apenas han hecho noticia. El pueblo mapuche tiene hartas historias al respecto, y ni hablar de los travestis callejeros, los inmigrantes de tez morena, “los raros”, para usar el título de un libro en que Rubén Darío se refiere a sus autores favoritos.

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Está por verse cuánto dura esta corriente respetuosa. Una señora mayor, entrevistada en la calle, se preguntaba ante las cámaras que, si a él lo habían matado a golpes por ser como era, “¿a mí me pueden matar por viejita?”. No fueron pocos aquellos que percibieron en este “crimen de odio” una amenaza. Un amigo comenzó a temer por su hijo down. ¿Y si a uno de estos canallas les da por maltratarlo?

En fin, los homosexuales pueden hoy, paradójicamente, deambular más tranquilos que ayer. Lo que ocurrió no fue una violencia nueva, aunque muchos por primera vez se dignaran verla, aquilatarla, tomarla en serio. El MOVILH (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual) -organización a quien la familia de Daniel Zamudio le entregó la vocería durante todo lo que ha durado este calvario-, recién ayer, para un porcentaje nada despreciable de compatriotas, era visto como un grupo de izquierdistas degenerados. Tuvieron que pasar cerca de 30 años para que se les comenzara a mirar con la atención y deferencia que merecían. En sus anales son numerosísimos los casos de maltratos, violaciones de derechos y abusos de todo orden que han debido atender y denunciar, recibiendo, por lo general, el desdén como respuesta. La barbarie neonazi, si bien ha contado en estas tierras extremeñas con representantes supuestamente cultos y hasta admirados por lo que ciertos bobos consideran una excentricidad, no es, en mi parecer, el centro del problema. Estos asesinos que se hacían llamar así, en último término, pertenecen a las huestes del lumpen, la ignorancia, el abandono y el resentimiento. Desde siempre, la carne de cañón, los carniceros de todo fanatismo. Sus biografías están llenas de una violencia para nada teórica.

Lo realmente de temer son aquellos comportamientos y convicciones que, desde lugares de prestigio e influencia, pregonan la superioridad de unos sobre otros, dividen el mundo entre rectos y desviados, desprecian lo desconocido, condenan lo “anormal”, y juran saber cuál es el modo en que debemos vivir, sin conceder derecho a réplica.

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La Insatisfacción chilensis

Por: | 16 de marzo de 2012

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Anoche fui a un concierto de Joe Cocker. Nunca he sido muy de ir a conciertos, pero últimamente han pasado por Santiago algunos imperdibles. Durante las últimas tres semanas he asistido a tres: Morrissey, Roger Waters y ahora Cocker. Todos a estadio lleno. Acá no hay crisis económica. Decir que son tiempos de bonanza sería exagerar, pero en los grandes números, esos en los que los individuos se pierden y las realidades simplifican, se supone que no andamos tan mal. El desempleo es bajo; la vida, sin embargo, se ha encarecido de manera significativa. La comida ha subido su precio. Por una coliflor que recién costaba doscientos o trescientos pesos, hoy pagamos más de mil en cualquier verdulería de barrio. No es esto, en todo caso, lo que tiene revuelto el ambiente.

Porque el ambiente, sin duda, está revuelto. Un buen lote de liceanos, numeroso pero no multitudinario, salió ayer a protestar por el centro de la capital. La intendencia no los había autorizado a marchar –por no cumplir los plazos requeridos para el permiso, según argumentaron-, y, como era de esperar, la protesta terminó en enfrentamientos, gases lacrimógenos, detenciones y destrozos. Camila Vallejo, la más emblemática de los dirigentes universitarios del año pasado, encabezó junto a otros militantes de las juventudes comunistas la toma de la sede de la Udi, el partido pinochetista por excelencia de la coalición en el poder, según algunos, para no perder protagonismo en una jornada de movilizaciones que no la involucraba. Los más altos dirigentes del PC aseguraron que no compartían esas formas de lucha, aunque para nadie es un misterio que en esas organizaciones tan jerarquizadas nadie actúa por su cuenta así como así.

 

No se trató, en lo que a la capital respecta, de una día particularmente inquietante, pero tampoco apasible. Horas antes de los disturbios sociales se discutió en el parlamento la “idea de legislar” acerca del aborto terapéutico. En Chile, para quienes no lo saben, interrumpir incluso el embarazo de un feto inviable constituye delito. Si una mujer lleva en su vientre un engendro desprovisto de toda posibilidad de vivir, algo más parecido a un tumor que al sueño de un niño “defectuoso” -el embarazo, digamos, de una muerte irremediable-, debe parirlo igual. La palabra “aborto” se halla tan satanizada por estos lados, que la esperanza de un milagro continúa pesando más que cualquier argumento científico.

El gobierno declaró que era pro vida y que estaba “en contra del aborto, incluyendo el así llamado terapéutico”. Su ex vocera, Ena Von Baer -actual senadora designada en reemplazo de otro parlamentario llamado al gabinete-, aseguró que la mujer en estado de gravidez “presta el cuerpo”, por lo que no tiene derecho a terminar con una existencia sagrada. En las redes sociales la ‘hicieron bolsa’, como decimos por acá cuando a alguien se le ataca con saña hasta dejarlo tendido en la lona, siendo que a decir verdad, esta ultra conservadora no hizo más que verbalizar el argumento final de quienes piensan que el feto, a partir de la gestación, merece consideraciones que exceden a la madre. El asunto es que, todo indica, la mayoría del parlamento se negará incluso a la posibilidad de poner el asunto en tabla. Somos, al respecto, uno de los países más atrasados del mundo. “Nos metieron mucho Concilio de Trento/ Mucho catecismo litúrgico”, escribió el poeta Maquieira. “Y tanto le debíamos a los Reyes Católicos/ Que acabamos con la tradición/ Y nos quedamos sin sueños/ Nos quedamos pegados/ Pero bien constituidos;/ Matrimonios bien constituidos/ Familias bien constituidas./ Y así, entonces, nos hicimos grandes:/ Aristocracia sin monarquía/ Burguesía sin aristocracia/ Clase media sin burguesía/ Pobres sin clase media/ Y pueblo sin revolución”.

No viene al caso argumentar, para aquellos que habitan donde el debate se ha dado con creces, las razones para respetarle a una mujer la libertad de disponer de su cuerpo.

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En Aysén, 1625 kilómetros al sur de Santiago, una de las ciudades más importantes de la Patagonia chilena, la cosa está que arde. Cuenta con cerca de 36.000 habitantes, de los cuales en torno a un 10% vive en sectores rurales, algunos de ellos tan aislados, desvalidos o aventureros, que la imaginación novelesca, de pretender recrear sus condiciones, tendría que renunciar a la verdad para volverse creíble. El sacrificio abismante de sus pescadores, no tiene recompensa. Todo es carísimo en esa región extrema. Todo es difícil.

Han hecho lo posible por negociar con el gobierno un acuerdo que les facilite la existencia, mientras grandes inversionistas, sin considerar verdaderamente la opinión de los lugareños, gastan migajas en convencerlos de que cualquier moneda extra es un beneficio inconmensurable, al mismo tiempo que las auténticas riquezas de la zona, su patrimonio natural, sus árboles catedralicios, sus ríos soberanos y descontrolados, caen bajo el dominio de inversionistas que sólo saben de rentabilidades huidizas y ajenas.

Hoy, la gente de Aysén se halla en pie de guerra. El gobierno les pidió desbloquear los caminos y terminar con las manifestaciones callejeras antes de negociar. Ellos aceptaron. Cuando se les tildó de violentistas, respondieron “no, no somos violentistas”. Simpatizantes de los más diversos sectores políticos, muchísimos de los cuales votaron por Sebastián Piñera, están unidos bajo esta causa común. El mismísimo senador Horvath, del partido del presidente, ha reconocido que la demandas de los ayseninos son justas. Las negociaciones han sido pésimamente mal llevadas. Reina la torpeza. La obsesión del gobierno por el “orden público” le impide empatizar con las demandas más sentidas de la zona.

La furia se apoderó una vez más de la Patagonia. La Moneda está repitiendo aquí los mismos errores que el 2011 cometió con el movimiento estudiantil. Nuevamente, su diagnóstico se limita al ámbito de la disciplina, al convencimiento de que una buena administración es aquella que no permite desbordes en la fila. Todo esto mientras acá, en el país más lejano del mundo, el hambre democrática muerde hasta las piedras.

Cuanto acontece es virtuoso. A ratos, como es natural, esta fuerza se revela sin delicadeza. Más burdo, en todo caso, es no entender que se trata de una energía dignificante. Son cada vez menos los dispuestos a soportar el acontecer como una condena. El asunto es contradictorio: como hemos avanzado, ya no bastan las migajas. Décadas atrás, entendíamos por democracia recuperar la posibilidad perdida de elegir a nuestros gobernantes. Habiendo tanta pobreza, el chorreo de los ricos era un lujo. Se supone que nos casábamos vírgenes. Como ni el divorcio estaba permitido, en lugar de separarnos jugábamos con la ficción de no haber estado nunca juntos. Bastaban unos testigos que aseguraran que nada había ocurrido en realidad. No existían los sacerdotes perversos. El Papa era el mejor hombre del mundo. En las casa de las poblaciones marginales, su foto reemplaza frecuentemente la de Cristo mismo. Llegaban pocos libros. La prensa local era casi tan restrictiva como sigue siendo, pero sin internet. Endeudarse era una ventana desconocida a bienes inalcanzables. Hasta que nada fue tan bello, y asomados a la pandereta, pudimos ver la cordillera.

Santiagodechile

Antes de dormir

Por: | 13 de marzo de 2012

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Durante la tarde, Rivera, un ex compañero de colegio al que no veía hace muchos años, me contó que estaba jodida la cosa. Que los empleados ya no se conformaban tan fácilmente. A él le parecía bien. Consideraba que Chile había dado un paso. Le hablé de otros países de América Latina. “No jodas, me dijo, no es lo mismo. Acá la gente está pidiendo más.” Y aunque me molestó la soberbia de su respuesta, tenía razón. Latinoamérica es un continente extraordinario. Injusto. Excéntrico. En determinados rincones, tan simpático como escandaloso. Algunos podrán reírse de Chile. Somos los más aburridos de todos. Apenas bailamos. Nacemos con las caderas y los hombros apernados. No tenemos carnaval. Los mapuches no la olvidan, pero el resto perdimos la historia. No somos tan malos. No sabemos lo que somos. Ya no estamos llenos de pobres. Es todo muy discutible, pero no miserable. Campea la inseguridad, pero no los mendigos. La desigualdad es inmensa. Hay ricos riquísimos, y endeudados a morir. Pero tiene razón Rivera: aquí suceden cosas que ya nadie está dispuesto a soportar. Ni siquiera el último pelafustán.

El País

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