Letra Pequeña

Sobre el blog

Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.

Sobre el autor

Javier Rodríguez Marcos

estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".

Eskup

Un novelista en un terremoto

Por: | 29 de febrero de 2012

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Edificio Alto Río. Concepción, Chile, 2010

Hace dos años ya y los recuerdos tiemblan todavía. Lo que pasó fue esto:

“A las 3.34 de la mañana del 27 de enero de 2010 Chile sufrió un terremoto de magnitud 8.8 en la escala de Richter.

El sismo modificó el eje de rotación de la Tierra y el día se acortó en 1.26 microsegundo.

La ciudad de Concepción se desplazó 3.04 metros hacia el oeste, en dirección al mar. Santiago se desplazó 27.7 centímetros. Los GPS tendrán que ser ajustados para reubicar a estas ciudades movedizas.

El terremoto duró siete minutos en su epicentro y fue percibido como una subjetiva forma de eternidad en diversos lugares. Esto lo convierte en uno de los más largos de la historia.

El sismo tuvo su epicentro a noventa kilómetros de Concepción. A un terremoto con epicentro marino le sigue un maremoto.

Desde la Estación Espacial Internacional el astronauta japonés Soichi Noguchi fotografió el cataclismo y mandó un mensaje: Rezamos por ustedes”.

Juan Villoro estaba ese día en Santiago y lo cuenta así en el libro 8.8: el miedo en el espejo. Una crónica del terremoto de Chile. En Chile lo publicó la maravillosa editorial de la Universidad Diego Portales; en España, Candaya, que ya había dedicado al escritor mexicano un estupendo volumen colectivo (basta ver la película que lo acompaña para descubrir la altura del escritor mexicano, que, por cierto, acaba de poner guión –a medias con Nicolás Echevarría- a un cómic dibujado por BEF –La calavera de cristal (Sexto Piso)- y en abril publicará en Anagrama nueva novela: Arrecife. Fin del aviso).

VilloroportadaelmiedoenelespejopA los pocos días del seísmo, el 6 de marzo, Villoro publicó en el diario argentino La VillorComicimagesCAIWENOO Nación El sabor de la muerte, un texto recogido recientemente en la Antología de crónica latinoamericana actual, preparada por Darío Jaramillo para Alfaguara. El sabor de la muerte es una suerte de embrión de 8.8: el miedo en el espejo, que desarrolla las horas que vivió su autor en un hotel acompañado de escritores que, como él mismo, acudían a un congreso de literatura infantil. Allí relata su parsimonia con el doble nudo de los zapatos en medio del temblor –“Los obsesivos morimos así”-, reflexiona sobre lo que un francés llamaría poética del pijama y recuerda su experiencia sísmica como mexicano. También habla del relato de Heinrich von Kleist El terremoto en Chile.

VilloroKleistuntitledEse relato acaba de aparecer en edición de bolsillo en Akal junto a El cántaro roto y La marquesa de O.... La traducción es de Emilio J. González García, que dice esto en el prólogo: “El terremoto en Chile llevaba originariamente el nombre de sus protagonistas como título, Jerónimo y Josefina, cuya relación con el destino es, en definitiva, el auténtico tema del cuento. Dos amantes son condenados a muerte por causa del embarazo de ella. Poco antes del ajusticiamiento se produce el terremoto que libera a Jerónimo de la prisión. El motivo de las catástrofes naturales se había popularizado en la literatura a raíz del terremoto de Lisboa, en 1755, aunque en este caso el desastre no es más que el marco en el que se desatan todo tipo de pasiones, las más sublimes y las más terribles, una historia desoladora de poco más de quince páginas de admirable concentración”.

El magistral comentario de Villoro al relato de Kleist, que sitúa la acción en 1647, es una mezcla perfecta de trabajo de campo, literatura comparada –ficción y realidad- y ensayo filosófico: la abolición del azar, la moral, el destino. Esas cosas. Analiza también una pregunta recurrente en todos los que han sobrevivido a un drama colectivo: ¿por qué ellos sí y yo no? Y subraya una evidencia al pensar en la ayuda –desinteresada, suele añadirse- que reciben los protagonistas del cuento: “No todo es egoísmo en la catástrofe”.

DSCN1255Yo añadiría una glosa a la glosa de Villoro: casi nada lo es. Si la torpeza –por ser suaves- de los políticos no ha terminado ya con este planeta es gracias al sentido común de la gente, que se multiplica cuando más hace falta. Acaso para demostrar lo que todavía tenemos de animales. En el mejor sentido. Hace dos años –disculpen la primera persona- yo estaba en Chile. Y, con permiso de Joe Brainard y Georges Perec, me acuerdo de Grimanesa Verdugo, que sonreía (y sonríe); de Fernando, el Mono, el Lord; de Feño, que cumplía años; de Carolina y Enrique, que demostraron que, en efecto, casi nada es egoísmo en la catástrofe; y de Alicia, que sabe que la belleza también alivia los dolores. Y me acuerdo de Adriano Cecioni, geólogo, porque después de un bombero y un médico lo más útil en un terremoto es un sabio. Me acuerdo de él y del mensaje que, meses más tarde, anunciaba su muerte. Y, puede que sea absurdo, todavía me da pena.

¿Qué leen los Gabilondo?

Por: | 24 de febrero de 2012

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Ángel Gabilondo acaba de publicar el ensayo Darse a la lectura (RBA). Con ese motivo -y días antes de viajar a presentar el libro en Barcelona ayer- se reunió con su hermano Iñaki para hablar del acto de leer y, por supuesto, de libros: de los que habían marcado su vida y de los que están leyendo ahora. La sección de Cultura de EL PAÍS publica hoy la parte más extensa de aquella conversación. Aquí se reproduce la que quedó fuera por motivos de espacio, la que trata de autores y títulos concretos.

P. Hablando de la intimidad que un lector puede llegar a desarrollar con un autor, en Darse a la lectura se cita a Gadamer, que decía que Platón había sido uno de sus mejores amigos aunque no hubieran coincidido en el tiempo. ¿Cuáles han sido sus mejores amigos en ese sentido? ¿Cuál fue el primero?

GabilguillermoimagesCAM1E66KIñaki Gabilondo. El mío, Guillermo Brown. Como yo era hermano mayor de muchos, tenía hipertrofiado el sentido de la responsabilidad. No me podía permitir ser travieso y soñaba con serlo.

Ángel Gabilondo. A mí siempre me gustaron los libros que vinculaban el decir, el GabilDiogenesimagesCAEAZCIT hacer y el vivir. Si hago listas me salen muchos grecolatinos: Séneca, Marco Aurelio… Alguno dirá: qué cosa más extravagante, pero leyendo las Vidas de los filósofos, de Diógenes, entendía que tenía que haber una relación entre lo que uno dice y lo que uno hace, y que hacer es una forma de decir, que el verdadero ser de uno es obrar. Yo no sé leer muy bien novelas. No digo que no sean maravillosas, pero hay algo que me impide seguir la narración, se me olvida qué personaje es quién. Me gustan más la poesía, el ensayo, el cuento. Aunque siempre me ha gustado mucho Moby Dick.


I.G.
Yo ahora leo más poesía o ensayo, pero me han divertido mucho los libros que presentan la vida como se vive, con su desorden, como Jacques el fatalista, de Diderot, o Tristram Shandy, porque la mayoría de las novelas le dan a la vida un orden que no tiene. También me impactaron mucho los libros que me ayudaron a entender la realidad de la vida no real, aquella que no se puede ver o tocar, las ensoñaciones. En eso Juan Rulfo fue decisivo.

 

GabiEsclavitudimagesCAM4EKF9P. En Darse a la lectura hay un capítulo entero dedicado a la mesilla de Diosimages noche, ¿qué libro tienen en las suyas?

I. G. Uno que ha publicado La Catarata, La esclavitud en las Españas, de José Antonio Piqueras. Cuenta la historia de la esclavitud en la que participó España. Tiene mucho morbo periodístico porque menciona a familias bucaneras que se beneficiaron del tráfico de esclavos y ahora son grandes de España, marqueses actuales que son descendientes de traficantes de negros. También leo mucho a Chesterton. Y, últimamente, a Christopher Hitchens. De Hitchens leí hace tiempo Dios no es bueno, lo presté, ¡me lo devolvieron! y lo he vuelto a leer hace poco. También me gustó su recopilación de artículos y crónicas Amor, pobreza y guerra.

GabilPavicimagesCASZP3KAÁ. G. Yo ahora me estoy reciclando y tengo que ver si los griegos siguen siendo los griegos después de lo que le ha pasado a Grecia. Aparte de eso, estoy leyendo a Mirolad Pavic, Paisaje pintado con té. Está lleno de historias clásicas. De él han dicho que es el Borges serbio. Me gusta porque no acaba de hacer un relato cerrado, y me gusta que un libro me permita intervenir como lector componiéndolo yo.

 

 

Los best sellers ya no son lo que eran

Por: | 22 de febrero de 2012

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El día 22 de febrero de 1942, hace hoy 70 años, Stefan Zweig se suicidó en Petrópolis (Brasil) junto a su esposa, Lotte. Horas antes había escrito esta carta a su primera mujer:

“Querida Friderike,

cuando recibas esta carta estaré mucho mejor. En Ossining me viste mejor y más calmado, pero mi depresión ha empeorado, me siento tan mal que ya no puedo concentrarme en mi trabajo.

A ello se suma la triste certeza – la única que tenemos – de que esta guerra ha de durar todavía años y de que pasará mucho tiempo antes de poder regresar a nuestra casa. Ciertamente me ha gustado estar en Petrópolis pero echo de menos los libros, que me son indispensables para mi trabajo. En cuanto a la soledad, que inicialmente aportaba un notable apaciguamiento, se ha transformado en un pesar… También la idea que mi obra mayor, el Balzac, no podrá terminarse nunca puesto que no tengo la perspectiva de dos años de trabajo sin interrupciones, y los libros necesarios para la documentación serían difíciles de conseguir. Y finalmente está la guerra, esta guerra que nunca termina, que todavía no ha alcanzado su peor momento. Soy demasiado débil para aguantar todo esto, y la pobre Lotte no lo ha tenido fácil conmigo, sobre todo porque su salud ha empeorado también.

Tú tienes a tus hijos y con ello una tarea en la vida; tú tienes intereses varios, una inquebrantable energía. Estoy seguro de que alguna vez vivirás mejores tiempos y comprenderás por qué mi pesimismo me ha impedido aguantar más. Te escribo estas líneas en mis últimas horas. No te puedes imaginar cuán aliviado me siento desde que tomé esta decisión. Dales recuerdos cariñosos a tus hijos de mi parte y no sufras, recuerda siempre cómo he admirado a Joseph Roth o a Rieger que supieron evitar el sufrimiento.

Ten coraje, ahora sabes que estoy tranquilo y feliz.

Con mi amor y amistad,

Stefan”

ZweigBalzacbooksCuando escribió esa carta, Zweig, vienés de 1881, llevaba dos años en América. En ese tiempo había terminado dos de sus obras emblemáticas: Novela de ajedrez y El mundo de ayer. Si el Balzac del que habla se quedó en la tercera redacción y fue finalmente revisado por su editor, Richardt Friedenthal, los otros dos libros son el camino perfecto para entrar en el universo de alguien incapaz de escribir mal, un narrador, poeta, biógrafo y libretista de ópera que fue un best seller en toda Europa. España incluida: pregunten a cualquiera que viviera la posguerra. Todavía se encontraban en las librerías de lance sus libros en Austral o sus obras completas –traducidas de aquella manera- cuando Jaume Vallcorba se decidió a editarlo decentemente en Sirmio (con discreto éxito) y luego, hasta hoy, en Acantilado (con éxito imparable).

Novela de ajedrez (traducción de Manuel Lobo) es un relato perfecto en torno a la enigmática figura de un jugador que atraviesa el ZweigAjedrezNACA010Atlántico camino de Argentina. En el barco se destapará como un imbatible maestro del tablero. ¿Quién es? ¿De dónde ha salido? ¿Por qué se niega primero a jugar y luego no puede parar de hacerlo? ¿Cómo puede su mente adelantarse a todas las jugadas posibles? Cualquier otro tardaría mil páginas en responder a esas preguntas. Zweig lo hace en menos de cien. Si hay un libro que despierte el gusto por la lectura, ese es Novela de ajedrez.

ZewigMundoACA0044Por su parte, el que plantea muchas dudas sobre el gusto por la vida es, terriblemente, El mundo de ayer (traducción de J. Fontcuberta y A. Orzeszek), las memorias de un europeo que, primero, ve cómo en la Viena finisecular estalla “la guerra de todos contra todos” para luego ser testigo del derrumbe de una sociedad para la que una enorme palabra ha dejado de tener sentido: seguridad. ¿Les suena? El relato del modo en que se extienden las fronteras, los pasaportes y las leyes racistas pone un nudo en la garganta: una Europa difícil de tragar.

En su carta final a Friderike, Stefan Zweig tiene un recuerdo para otro escritor de los de su estirpe, su amigo Joseph Roth, que había muerto en 1939 y que seis años antes le había advertido por carta: “Nuestros libros son imposibles en el Tercer Reich. Hágase a la idea de que los 40 millones que escuchan a Goebbels están muy lejos de hacer una distinción entre usted, Thomas Mann, Tucholsky y yo. Nuestro trabajo de toda la vida -en sentido terrenal- ha sido en vano. No le confunden a usted porque se llama Zweig, sino porque es usted un judío, un bolchevique cultural, un pacifista, un literato de civilización, un liberal. Toda esperanza es absurda. Esta restauración nacional llega hasta la más extremada locura".

ZweigRothuntitledHace 70 años Stefan Zweig decidió dejar de ser testigo, y víctima, de aquel desastre. El mundo, ni el de ayer ni el de hoy, ha vuelto a ser el mismo. Tampoco, con ser tan poca cosa, el de la literatura. Lejos queda el tiempo en que los autores de best sellers escribían como Zweig.

 

 

Tres crónicas ejemplares

Por: | 21 de febrero de 2012

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Cementerio de Brevig Mission (Alaska).

Malos tiempos para la lírica, buenos para la crónica periodística. Dicen. Y se publican –en Alfaguara y Anagrama- dos antologías de ese género híbrido –u ornitorrinco- que corta los hechos con el cuchillo de la literatura. Dado que ambas selecciones se centran –aunque no exclusivamente- en lo escrito –y muy bien escrito- en Latinoamérica, allá van tres crónicas ejemplares de autores españoles.

La resurrección de un asesino, de Javier Sampedro. Una joya de esas de enseñar en las escuelas (de historia, medicina y periodismo). Se publicó el 8 de enero de 2006 en este periódico. La entradilla decía así: “La 'gripe española' surgió de la nada en 1918, mató a 50 millones de personas en todo el planeta y se esfumó sin dejar rastro. Un médico visionario y un genetista del ejército de EE UU acaban de resucitarla para luchar contra una futura pandemia de gripe aviar. Ambos hablan con un reportero de EL PAÍS en Brevig Mission, la aldea esquimal que guardó el enigma 87 años”.

Enrictodas-las-historias_enric-gonzalez_libro-OAFI597El diablo de Oklahoma, de Enric González. Publicada, también en este periódico, el 13 de mayo de 2001. Su protagonista es Timothy McVeigh, veterano de la guerra del Golfo y condenado a muerte por el atentado que asesinó en Oklahoma a 168 personas. Su ejecución se convirtió en eso que llaman “circo mediático”. Enric González, además, reunió hace unos meses en un solo volumen –publicado por RBA- sus impagables historias de corresponsal en Londres, Nueva York y Roma con un epílogo sobre su destino actual: Jerusalén. Allí dice que no habrá libro sobre esa ciudad. Esperemos que no lo haya jurado sobre la Biblia.

Raval. Del amor a los niños, de Arcadi Espada. Lo publicó Anagrama en 2000, Juan Goytisolo lo presentó en un bar y Rafael Sánchez Ferlosio lo glosó por extenso. Su autor ganó el premio Francisco Cerecedo de periodismo. Si queda hoy algún resquicio para la literatura social, ahí está ese libro que desmonta -con náusea y brillantez- las inercias policiales, jurídicas y periodísticas que en 1997 crearon de la casi nada una falsa red de pederastia en el barrio chino de Barcelona. De ese caso, que se llevó por delante a familias cuyo mayor delito era ser pobres, surgieron también la película De niños (2004), de Joaquín Jordá (esto escribió Sergi Pàmies después de verla), y Hamelín (2005), la obra de teatro de Juan Mayorga para Animalario (esto escribió tras su estreno Marcos Ordóñez).

RavalimagesCAUGGF26En el prólogo a su antología de crónicas, Jorge Carrión lo destaca junto a títulos de Sergio González Rodríguez, Alma Guillermoprieto, Héctor Abad y Alberto Salcedo Ramos: “Aunque muy distintas entre sí, se trata de crónicas ambiciosas, extensas, con un alto grado de investigación, cercanas al ensayo y en muchos casos a la autobiografía, que no parecen responder al imperativo de innovación que defendieron los bisabuelos modernistas y los abuelos del Nuevo Periodismo americano”. Como diría Timothy Garton Ash: la literatura de los hechos.

 

Arco visto por un indígena

Por: | 16 de febrero de 2012

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Obra de Rogelio López Cuenca. Galería Juana de Aizpuru

Cosas vistas y oídas –a izquierda y derecha- en la feria de arte contemporáneo de Madrid

 

“Tendríamos que verlo puesto en casa”

La crisis es estética

“Son cuadros que, aun siendo pequeños, llevan mucho curro”

Cierra los ojos y ábrelos muy fuerte

“Yo estoy feliz, ¿sabes? Pero no. Sí”

Sueños con Marcel Duchamp

“Hemos visto los tàpies, los bacon, los picasso”

“Nosotras las cosas importantes que no son obvias”

“Aquí el problema es la producción”

El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto

“¿Qué tal llevas el inglés?”

“¿Habéis visto el Franco?”

“La pobre guía decía todo el rato: es que no sé dónde está”

El arte es a Arco lo que el tiro con arco al tráfico de armas

“Los carpinteros soy muy vistosos”

“O. dijo: No nos vamos hasta que no nos den la luz. Lógico”

If I can’t dance, I don’t want to be part of your revolution

“¿Y el funcionamiento futuro de esta pieza?”

El día 29 de septiembre de 2000 realicé una acción, la cual consistió en asaltar a una persona con apariencia de clase media

“Perfecta. Es una luz fría”

No me callo

“Sigo en la junta directiva”

Madrid. Brumaire, 2010. Estimada Señora González-Sinde

“A todos. Está afectando muy fuertemente”

La cosa está de pinga

“El Mirador, que es un cinco estrellas. Ahora, que se va a volver idiota para aparcar”.

“Lo importante ya está hablado”

Salud y libertad. Santiago Sierra

“De este tengo yo unas fotos que si las ves te caes de culo”

Over my dead body

“Este me mola”

Recuerda que no hay nada que no podáis lograr

“Así te van las cosas”

No tocar

“Lo dicen con la boca pequeña”

“Vamos a hacer un pollock”

La esclavitud garantiza el pleno empleo

“Acércate a verlo porque merece la pena”

“Dos metros tenía. No más. Sí, tres”.

“Por aquí vamos al champán”

“Trabajan con cosas muy domésticas”

Culture serves capitalism

“Como no hay dinero para nada…”

“Nunca dejes el stand vacío si no quieres que te manguen las revistas”

“Yo después te tengo que contar un problema”

Love is the drug

“Carísimo”

“Hablamos, ¿vale? Mándame cositas”

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A veces las palabras sirven para algo

Por: | 15 de febrero de 2012

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Amélie Nothomb fotografiada en París por Daniel Mordzinski.

“Ya ve, Melvin, tiene usted razón: su obesidad es su obra. Está usted en la onda de la modernidad artística. Hay que intervenir desde ahora mismo, ya que lo más apasionante de su iniciativa es tanto el proceso como el resultado. Para que los mandamases del body art le reconozcan como uno de los suyos, quizá también debería ir anotando todo lo que come (…) No se desanime. Piense en la obra, que es para el artista la única razón de existir. Cordialmente”.

Melvin es Melvin Mapple y la que escribe cordialmente, Amélie Nothomb. Ella, ya lo saben, es novelista y belga. Él es un soldado estadounidense en Irak. La guerra le gusta tan poco que como forma de sabotaje se dedica a comer. Hasta que no cabe en el carro de combate. Cuando se da cuenta de que se le ha ido la mano recurre a la escritora, que le propone que convierta su gordura en obra de arte. De eso habla Una forma de vida, la nueva novela de Amélie Nothomb (y van… 23 hay en la web de su editorial española; en el propio libro se habla de 65 manuscritos). La publicará Anagrama en marzo en traducción de Sergi Pàmies.

NothombPN800_GDe existir el género, la de Nothomb sería una novela con artista. De hecho, el soldado Mapple había intentado explotar su creatividad mucho antes de enrolarse en el ejército: se dio al alcohol para escribir como Bukowski, se dio a la carretera para hacerlo como Jack Kerouac, se dio a la pintura pero… “Catastrófico. El dripping no es tan fácil como parece”. Con el body art, sin embargo, está encantado. Él y sus compañeros de armas, que no tienen su misma “concepción estética” pero aplauden que Melvin la tenga: “Mi apodo es Body Art. Me encanta”.

Una forma de vida es una especie de cara B de El artista del hambre, de Kafka. De hecho, la novela (epistolar) se va volviendo cada vez más kafkiana. Con todo, es una muestra -delirante si se quiere- de las debilidades de la fama literaria y de la fuerza del arte para dar sentido a la vida. Signifique eso –arte, sentido- lo que signifique.

GonzálezTomásPeticionImagenCAT4P17GSerá por Arco o será por el sentido de la vida, pero ahora mismo hay en las mesas de novedades –signifique también eso lo que etcétera- otra novela con artista. Eso sí, en los antípodas de la de Nothomb. Se trata, ya dijimos algo sobre ella, de La luz difícil (Alfaguara), del colombiano Tomás González (a la izquierda, fotografiado por Juan Carlos Sierra). David, su protagonista, como Melvin, también tanteó antes de decidirse por la pintura. Escuchen:

“Lo que son las palabras. Ya había ensayado yo a escribir poesía y cuentos, cuando era muy joven, y no lo había hecho mal. En aquellos días parecía tener más aptitud para eso que para la pintura, pues me venía de familia, en la que había habido escritores. Y ahora que vuelvo a hacerlo después de tantos años me asombra otra vez lo dúctiles que son las palabras; lo mucho que por sí solas, o casi por sí solas, expresan lo ambiguo, lo transmutable, lo poco firme de las cosas. Son iguales al mundo: inestables como casa en llamas, como zarza ardiente. Todo eso sin dejar yo de añorar el olor del óleo o el polvillo del carboncillo al tacto, y sin dejar de extrañar la punzada, como la del amor, que se produce cuando uno siente que toca el infinito, capta la luz esquiva, la luz difícil, con un poco de aceite mezclado con polvillo de piedras y metales”.

LuzDifícilimagesCAZ0U275Si al personaje de Amélie Nothomb el arte le sirve de algo, al de Tomás González le sirve de bien poco. De consuelo tal vez. Anciano y medio ciego –“ahora escribo adivinando”-, el pintor de La luz difícil relata la noche en que su hijo, postrado desde que lo atropelló un coche, viaja a Portland para morir ayudado por un médico y acompañado solo de su hermano. Para no levantar sospechas. Complicado glosar una obra así. Baste decir que Tomás González sale airoso de un reto como ese. Atravesado por un humor seco que ataja cualquier exceso sentimental, su libro construye en 130 páginas un ambiente de insomnio y claustrofobia: “Era como si las palabras estuvieran perdiendo ya la capacidad de contener el tiempo, y yo de entenderlo, y los relojes de medirlo”. Como el padre de la novela, el lector se va haciendo todas las preguntas posibles: ¿qué hora será allí?, ¿habrá llegado?, ¿y si se arrepiente? A veces, pese a todo, las palabras sirven para algo.

No escriba poemas de amor

Por: | 13 de febrero de 2012

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Sin título (Perfect lovers) (1991). Obra de Félix González-Torres (1957-1996).

Ese –"no escriba poemas de amor"- es uno de los consejos que Rilke da a Franz Xaver Kappus en Cartas a un joven poeta. Y añade: “Rehúya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles”. Lo que sigue es una mínima antología de textos actuales que han estado a la altura de esa dificultad: tres poemas amorosos escritos en español.  

 

GASTOS FIJOS


Estuve haciendo cuentas
pues no sé hacer milagros
ni esas cosas que dicen
sabemos las mujeres.

Y ahora que estás lejos me pregunto
si acaso vivir sola
no me cuesta más caro.

Ángeles Mora

 

POEMA PLENO DE AMOR PARA ELENA FERRER

Imagina que todas las mujeres
y que todos los hombres de este mundo
fueran maravillosos
como tú y como yo.
Imagina también lo cierto. Sueña
lo que existe. Aventúrate
a calcular el número (sometido a la hermosa
indeterminación de lo imposible)
el número de todos los hombres y mujeres
que son como nosotros y con sus pasos hacen
transitable la tierra.
La serie limitada, imagínatelos
uno a uno,
igual que te imaginas a ti misma o a mí,
diversos de nosotros, de sí mismos,
inaprensibles siempre,
libres frente al gobierno, que no sabe que existen.
El número variable de los maravillosos.
Nadie los censará, aunque bien sabemos
que no son infinitos.
Nacen y mueren. Pero ésa no es
su variación. No puede
destruirlos con todos sus abusos
la estadística. Ellos
suman su ser al de los animales,
incorporan su ser al de los astros,
traen las constelaciones tatuadas
en el iris, y esperan
esperan nada más, como los pájaros.
Desde el centro más íntimo
se reparten en forma de lirio sus arterias:
así guardan su cuerpo entero en una lágrima,
o celebran de pronto la anchura de la vida.
Así que no podemos decir ni una vez más
que no pertenecemos a este mundo,
porque nosotros somos este mundo,
porque somos reales, tan reales
como los que administran
la realidad, o más, porque nosotros
somos la claridad.
Por eso yo declaro
que lo maravilloso, la inocencia,
esa felicidad que a veces somos,
la hermosura extendiendo su luz sobre la tierra,
todo lo que soñamos
sucederá algún día,
porque nosotros hemos sucedido.

Juan Antonio González Iglesias

 

 


Cambio Cervantes por British Council

Por: | 10 de febrero de 2012

  CervantesCámara

Diálogos imaginarios en El Limbo. Hoy: el Instituto Cervantes

 El blog Letra Pequeña ha convocado como tertulianos ocasionales a dos personajes mayúsculos: Dios y el Diablo. Ambos debatirán, de poder a poder, sobre algunos lugares comunes de la cultura y asuntos de esa actualidad que llaman candente. Para ello, y en homenaje a George Santayana, se reúnen en el restaurante El Limbo. Hoy conversan sobre la "cultura española en el exterior" y el futuro del Instituto Cervantes. (En la imagen, cámara acorazada del antiguo Banco Español del Río de la Plata, luego Santander Central Hispano; hoy sede madrileña del Cervantes).

 

-No sabía que hablaras español.

-Hablo todos los idiomas. Recuerda que soy omnisciente.

-¿Más que Ratzinger?

-La duda ofende. Recuerda también que lo de Babel fue cosa mía. Además, uno debe saber más que sus subordinados.

-¿Ahí arriba tenéis sede del Instituto Cervantes?

-Muy gracioso. Y muy tópico. ¿Quién te ha dicho que estamos ahí arriba? ¿Has estado leyendo a Bachelard? Hablando del Cervantes, ¿te has enterado de lo de Vargas Llosa, del nuevo director, de la pugna entre los ministerios de Cultura y Exteriores…?

-Claro, lo de la pugna se me ocurrió a mí. Ya sabes que no puedo estarme quieto.

-Ya que creas problemas, ¿alguna solución?

-Una, pero drástica.

-¿Endemoniada?

-Mira, con el Cervantes se pueden hacer dos cosas: cerrarlo o dejar de marear con los ministerios. No me mires así. La idea de cerrarlo me vino leyendo a Sánchez Ferlosio, ¿te suena?

-Claro, escribió El alma y la vergüenza. No se olvida un título así.

-No, también escribió God & Gun y Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado. Luego retocó ese título, creo, pero me refiero a un artículo de 1998: Cultura, ¿para qué? En él, entre otras cosas, señalaba lo que tiene de absurdo el hecho de que el Gobierno español subvencione a las editoriales extranjeras para que traduzcan a los escritores españoles. ¡Los españoles ya pueden leer a Lorca! Si importase de verdad la cultura (la educación, la instrucción) y no la propaganda (cultural), se debería pagar por traducir a autores extranjeros a los que los españoles no pueden leer en su idioma original. Puro sentido común. Lo contrario es una mezcla de provincianismo, imperialismo de agua dulce y delirios de grandeza.

Diosuntitled-¿Qué tiene eso que ver con el Cervantes?

-Mucho. Apliquemos el mismo razonamiento. Los españoles ya saben español. ¿Qué sentido tiene gastar dinero de sus impuestos llevando esa lengua a países que no la hablan? Lo lógico sería gastarlo en enseñar a los españoles idiomas que ellos no dominen. En las escuelas, en otros institutos…

-¿Gastar el dinero del Cervantes en el British Council?

-Tú lo has dicho. Y es palabra de Dios.

-No blasfemes.

-Dios me libre. ¿Podrías darme una sola razón cultural o educativa que justifique la existencia del Instituto Cervantes? A mí solo se me ocurren razones propagandísticas, diplomáticas y económicas. Te recuerdo que a muchos –también a mí- les molestan las dos primeras cuando las aplica la Generalitat de Cataluña.

-Quedan las razones económicas. Y hablamos de mucho dinero.

-Sí, conozco los cálculos que dicen que el valor económico de la lengua española supone algo así como el 15% del PIB de España, unos 150.000 millones de euros hace un par de años. Al Limbo se viene con los deberes hechos. Pero tienes razón, hablamos de dinero. Y eso zanja el debate entre ministerios. Me temo que el último del que debería depender el Cervantes es del de Cultura. Mejor Hacienda, Industria, Fomento, Competitividad –ahora hay uno que se llama así, ¿no?-… ¿El de Educación? ¿Para educar a franceses, brasileños y chinos?

-¿Y la marca España, el apoyo a las empresas, el turismo?

-Eso también es dinero ¿no? Propaganda. Diplomacia, como quieras llamarlo. ¿Cultura? Tengo mis dudas. Y no me parece mal. Bien pensado, el Cervantes ocupa en Madrid la sede de un antiguo banco. Lo único que propongo es que se llame a las cosas por su nombre. Mejor, claro, vender diccionarios que misiles y minas.

DiabloimagesCA7OQPNI-Por cierto, ¿es verdad que las armas las carga el diablo?

-No, las carga el ministerio de Defensa. Oye, no te vi en lo de Libia. Ni vestido de Alá… No nos liemos, que se nos va el santo al cielo.

-Te olvidas de los 450 millones de hablantes de español.

-Sí, es un idioma americano. No es ningún mérito: ¿te imaginas que diera dinero ser rubio o alto o peludo?

-Lo da.

-En América no necesitan al Cervantes. ¿Estuviste en el último Congreso Iberoamericano de Cultura? Fue en Mar del Plata. Lindo lugar. Se propuso crear algo así como un Instituto Rubén Darío, un Cervantes panamericano… sin España, se entiende. Tiene su lógica, ¿no? Si la lengua es de todos, como repiten tanto, ¿por qué no va a serlo el dinero que produce?

 

 

 

 

 


 

 

 

El gran libro sobre la Gioconda

Por: | 08 de febrero de 2012

MOnaLisaKennedyimagesCASJPHRU
Que en 1503 Leonardo empezó a pintar la Mona Lisa en una madera de chopo de 73 x 53 centímetros. Que monna es una abreviación de madonna. Que se le cayó una ene por influencia inglesa.

Que Lisa Gherardini nació el 15 de junio de 1479 y se casó con Francesco del Giocondo cuando ella tenía 16 años y él, 19 más. Que había tenido tres hijos cuando la pintó Leonardo. Que uno de ellos había muerto ya.

Que en 1750 se exhibieron en París los 110 mejores objetos de la Colección Real y la Gioconda no estaba entre ellos.

Que el retrato ingresó en las colecciones del Louvre en 1797, cuando el museo llevaba cuatro años abierto.

Que Napoleón se lo llevó una temporada para colgarla en su dormitorio.

Que hasta 1800 la obra más famosa de Leonardo era La última cena porque era la más reproducida en grabados.

Que la fama de la Gioconda es un invento romántico. Estaba en el lugar oportuno en el momento oportuno: París, la capital del siglo XIX. Un tiempo burgués que se miraba en el espejo de otro tiempo burgués: el Renacimiento. Que Théophile Gautier convirtió a Lisa en prototipo de mujer misteriosa.

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Que el 21 de agosto de 1911 Vicenzo Perugia, antiguo empleado del Louvre, robó el cuadro. Que el ladrón hubiera preferido un mantegna pero era demasiado grande.

Que la gente hizo cola para ver el hueco en la pared y la obra fue reproducida, como ninguna otra antes, en las portadas de los periódicos (alguno usó el color por primera vez para la ocasión). Que Kafka estaba en París y visitó el Louvre. Que Picasso y Apollinaire fueron acusados del robo (Fernando Colomo está rodando una película sobre el caso. La banda de Picasso se titula). Que ese robo fue decisivo para que la Gioconda se convirtiera definitivamente en el cuadro más famoso del mundo. Que la tabla fue recuperada en Florencia cuando Perugia intentaba venderla a un anticuario.

Que en 2000 una encuesta realizada en Italia la eligió como la “pintura más conocida del mundo” muy por delante de Los girasoles de Van Gogh; La primavera de Botticelli y El grito de Munch.

Que los visitantes del Louvre pasan una media de un minuto delante del cuadro. Que en ese museo hay cinco leonardos más.

Que en 1963 Jackie Kennedy terció para que, contra el parecer de los expertos del Louvre, Francia prestara la tabla a EEUU. Que fue exhibida en Nueva York y Washington durante dos meses. Que lo vieron 1.600.000 personas. Que tocaban a cuatro segundos por cabeza.

Que llevaron el cuadro a Japón en 1974. Que ese fue su último viaje.

Que ahora se expone en un vitrina especial protegida por dos vidrios antibala trilaminados y separados entre sí por 25 centímetros.

Que André Malraux dijo que los museos no se limitan a exponer obras maestras sino que las crean.

Que hay una copia en el Museo del Prado.

SassoonTodas esas cosas –y lo más importante, sus respectivos porqués- las cuenta Donald Sassoon (a la izquierda) en Mona Lisa. Historia de la pintura más famosa del mundo (Crítica, 2007. Traducción de Antonio-Prometeo Moya). Nacido en El Cairo, formado en medio mundo, discípulo de Eric Hobsbawm y profesor en Londres, el propio Sassoon -que el mes pasado estuvo en la Fundación Mapfre de Madrid- hizo una versión muy ilustrada de su libro: Leonardo y la Mona Lisa. La historia del mayor enigma del arte (Electa, 2007). Tiene el texto estrictamente necesario (traducido por Ignacio Gómez Calvo), cientos de fotos y todas las giocondas posibles: de Duchamp, Warhol o Dalí.

Los libros sobe la Gioconda son todo un género. Vasari biografíó al artista (y “maestro de aguas”) de Vinci; Freud y Paul Valéry escribieron ensayos sobre su figura; Charles Nicholl culminó una de sus biografías más completas y Martin Kemp, algunos de los estudios más amenos sobre su obra. Además, Roberto Zapperi relanzó hace tres años la teoría de que Mona Lisa no era Lisa Gherardini, la mujer de Giocondo, sino Pacifica Brandani, amante de Giuliano de Medici. Todos están disponibles en español porque hasta con los traductores ha tenido suerte la enigmática tabla. Si el novelista Antonio-Prometeo Moya tradujo a Sasoon, el crítico Rafael Conte (con Encarna Castejón) se ocupó de Valéry y el historiador argentino José Emilio Burucúa (con Nicolás Kwiatkowski), de Zapperi.

NOTA FINAL EN PRIMERA PERSONA. En 2007, con el libro de Sassoon en el boslillo, viajé a Florencia, a Vinci y –a pie desde Greve in Chianti- a la villa que fue de los Gherardini porque se habla de ella en uno de los ensayos de Kemp. Ahora es una bodega con habitaciones y Kenneth Branagh rodó allí Mucho ruido y pocas nueces. En la recepción cuelga una foto del rodaje, pero a la gente que trabaja en la finca la película les impresiona tan poco como su ilustre pasado leonardesco. Les preocupan sus uvas.  Al volver escribí un reportaje que empezó titulándose Leonardo da Vinci: siga la flecha y terminó llamándose Leonardo y su curiosidad infinita. En él se recordaba que el tinto de reserva de Villa Vignamaggio  se llama Mona Lisa.

Tomás Segovia vuelve al Comercial

Por: | 03 de febrero de 2012


 
Tomás Segovia, poeta español, mexicano, hispánico (según él mismo) y alemán (según Bergamín), murió en noviembre en México. El martes pasado sus amigos se reunieron para leer versos suyos en el Café Comercial, su oficina en Madrid. Estaban los camareros, los dueños, los lectores anónimos y los menos anónimos: entre otros, José Luis Pardo, Luis García Montero, Almudena Grandes, Ginés Morata, Cuca Gaya, Julia Escobar, Chus Visor, Lola Larumbe y Andrés Trapiello, que hace en su blog un precioso apunte sobre el acto. La librería Rafael Alberti y la Casa de América –otras dos de sus casas madrileñas- preparan también sus homenajes. Al final del que tuvo lugar en el café, María Luisa Capella, mujer de Tomás Segovia, recordó que, durante su velatorio, todo el mundo quedó conmocionado cuando, entre coronas y mensajes de los reyes de España y del presidente de México, llegó un ramo de flores blancas con un mensaje escueto: “De tus amigos del Comercial”.


La mayor emoción la puso el propio Tomás Segovia leyendo en un vídeo de Gonzalo Ballester el poema que escribió cuando, en septiembre, le comunicaron el último diagnóstico. El poema se titula Hasta el fin. No hace falta decir que está lleno de vida.

El País

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