Letra Pequeña

Sobre el blog

Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.

Sobre el autor

Javier Rodríguez Marcos

estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".

Eskup

Libros libres: el Gobierno argentino da marcha atrás

Por: | 30 de marzo de 2012

Marcha atrás con las restricciones al ingreso de libros importados

"El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno dio marcha atrás con la medida que restringe el ingreso normal de libros a la Argentina. Hace minutos [en la tarde de ayer, hora argentina] el funcionario llamó a las diferentes cámaras de la industria editorial para informarles que el sistema de courier (entrega a domicilio) de los ejemplares se normalizará en las próximas horas. Según fuentes del sector, Moreno les comunicó de manera escueta que la normativa por la cual desde hace semanas los libros, folletos y otros materiales impresos estaban retenidos por la Aduana argentina había sido "mal interpretada", según la información de Franco Varise en el diario La Nación.

Pues nada, y tratándose de libros (productos gráficos impresos y/o tintas, lacas o barnices): ¡viva la hermenéutica!

 

 

 

 

Intelectuales argentinos contra una ley de plomo

Por: | 27 de marzo de 2012

Desde la semana pasada el Gobierno argentino bloquea el envío a domicilio de libros y revistas procedentes del extranjero. Para entendernos, los que usted compra en Amazon o en cualquier librería del mundo. Los destinatarios deben ir a buscarlos al aeropuerto de Ezeiza -a 35 kilómetros del centro de Buenos Aires- y, una vez allí, abiertos los envíos, hacer un test químico que demuestre que las tintas usadas en el proceso de impresión no superan el 0,06% de plomo. Órdenes de la Secretaria de Comercio Interior para proteger la salud de la población. 

El sábado pasado Francisco Peregil, corresponsal de EL PAÍS, explicó la medida y su trastienda, relacionada según su relato con la "carrera" del Gobierno argentino "por evitar la depreciación del peso".

Hoy se ha hecho público el pronunciamiento de los intelectuales -"trabajadores de la cultura"- agrupados en Plataforma 2012, un colectivo que promueve la "recuperación del pensamiento crítico" y del que forman parte historiadores, escritores y cineastas como Lucrecia Martel, José Emilio Burucúa, Beatriz Sarlo, José Onaindia, Gabriela Massuh, Roberto Gargarella, Maristella Svampa, Pablo Alabarces, Diana Kordon o Lucila Edelman. (Al final del pronunciamiento, más información sobre Plataforma 2012)

 

Pronunciamiento de Plataforma 2012 acerca de la libre circulación

de los productos de la imprenta

Las regulaciones de la importación de libros, revistas y otros materiales impresos que tomó recientemente el gobierno, afectan seriamente el desarrollo de la ciencia y la cultura argentinas. No sólo atentan contra el libre derecho a la información, sino que significan un triste y peligrosísimo avance sobre la libertad de creencias, opiniones y pensamiento.

Las prevenciones que aduce la Secretaría de Comercio Interior para tomar tal medida se refieren a que las tintas usadas en la impresión pueden contener “más de 0,06% de plomo” y, por lo tanto, ser peligrosas para la salud de la población. Causa estupor que el mismo gobierno que acepta la utilización de sustancias químicas contaminantes en la megaminería a cielo abierto, que traba investigaciones respecto de los perniciosos efectos que causa el glifosato en la salud humana usado en las 18 millones de hectáreas sembradas de soja, que no hizo jamás algún intento de paliar el escándalo ecológico del Riachuelo, alegue ahora razones de índole sanitaria para tomar una medida tan engañosa como falsa.

La concentración de plomo en las tintas gráficas usadas en los procesos de impresión es severamente controlada. El único caso en el cual se justificaría un refuerzo de las pruebas en el lugar de origen es el de las revistas periódicas en color, cuyas tintas sí pueden tener cantidades de plomo entre el 0,05 y el 0,06 % en su composición química. Pero los libros, las revistas científicas y los periódicos en blanco y negro que se han importado en los últimos años ofrecen ya todas las garantías de seguridad ambiental, según puede leerse en el Federal Register, Rules and Regulations, 26 de agosto de 2009 (volumen 74, número 164), pp. 43031 a 43042, en cuanto atañe a los EE.UU. (wais.access.gpo.gov), y en las entradas 51 y 52 de la Regulación (EC) n. 552/2009, publicada en Heavy Metals and Phthalates, Compliance Control, Leo Paper Group, 2012, pp. 10 y 11, en lo referido a la Comunidad Europea (Pueden consultarse también los siguientes sitios: http://www.cpsc.gov/about/cpsia/cpsia.html; http://www.cpsc.gov/about/cpsia/legislation.html; http://ec.europa.eu/environment/index_en.htm  y http://ec.europa.eu/health/ph_risk_committees/sct/documents/out235_en.pdf )

El argumento del contenido de plomo en las tintas de impresión es solamente un pretexto del verdadero objetivo de la medida: controlar el gasto de divisas y balancear  el desequilibrio provocado por el mismo Estado en los últimos años. Si se toman en cuenta las cuestiones financieras relativas al saldo de las exportaciones-importaciones de libros, revistas y otros materiales impresos, el déficit correspondiente al año 2011 asciende a los 47 millones de dólares (37 millones de exportaciones y 84 millones de importaciones), lo cual representa poco menos del 1% del déficit total de la balanza comercial argentina en ese mismo año. La ratio exportaciones-importaciones es 0,440. Si consideramos la expansión de todo el sistema de enseñanza, especialmente la universitaria, y de la investigación científica, dicho déficit se justifica, entre otras razones, frente a la necesidad de acceder a la producción de otros países, incluso en áreas donde la Argentina no tiene producción propia.

Las consecuencias de estas medidas restrictivas son preocupantes en tanto implican obstáculos y controles a la libre circulación de las informaciones, de producción científica y cultural de todo tipo. Las pruebas son abundantes en tal sentido. Nos consta que las universidades ya se enfrentan a serios problemas para efectuar sus compras regulares de libros y revistas impresas a sus proveedores en el extranjero.

Sería bueno escuchar qué opinan de estos acontecimientos los ministros de Educación, de Ciencia y Tecnología y el director de la Biblioteca Nacional, entre otras áreas directamente afectadas por las medidas.

Por todo ello, como trabajadores de la cultura, artistas e intelectuales, desde Plataforma 2012, exigimos la urgente derogación de estas medidas gubernamentales que atentan contra el libre derecho a la información, la producción científica, artística y cultural del país, al tiempo que avanzan peligrosamente sobre las libertades garantizadas en la Constitución Nacional. Es una tragedia tener que empezar siempre de nuevo, como si nada hubiera pasado de Gutenberg a Diderot, de Mariano Moreno a Rodolfo Walsh. 

Lunes, 26 de marzo de 2012

 

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El poema de la huelga general

Por: | 26 de marzo de 2012

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La última huelga general también tuvo lugar un día 29, el de septiembre de 2010. Ya entonces contamos que la literatura tiene un capítulo –o doce tomos- dedicado a eso que el eufemismo llama conflictos laborales. Las letras de la lucha final se titulaba la crónica. En dos años las cosas han cambiado poco. En la literatura. En lo que respecta al trabajo ya saben cómo ha cambiado todo. En aquel repaso de urgencia aparecía el título de un poema de Jorge Riechmann, incluido en su libro Conversaciones entre alquimistas (Tusquets, 2007). El poema es este:

 

LA BELLEZA DE LA HUELGA GENERAL

Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.

Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.

Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.

Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.

Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.

Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.

Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.

 

En noviembre pasado Riechmann publicó uno de los grandes libros del año: El común de los mortales (Tusquets, 2011). Allí dice que “Para ver / la puerta abierta / has de pensar que la puerta / puede abrirse”. Me temo que lo difícil de una huelga que se celebra en 29 -el de marzo, el próximo jueves- está en el día 30. Por si acaso, El común de los mortales se abre con un poema que parece que habla del día siguiente. O del minuto siguiente.

 

APENAS LLUVIA

Esta mañana algunas gotas de lluvia, apenas
un rastro de humedad sobre la piel polvorienta
de las cosas, como caricia apenas esbozada

El aire de septiembre amplifica ese olor. La tensa tierra
aguardaba más, necesitaba más, pero
quien corría como un lobo ha de aprender
a no desdeñar el pausado trotecito

El tiempo pasa, murmura
la lluvia, y aún estamos vivos

Aspiremos a fondo la fragancia
de tanto acontecer. Como una
manera de presentir apenas la justicia
entre la prieta oscuridad, como una mano
apenas mojada que siguiera buscando y rebuscando

y completase a lo lejos la caricia
 

 

César Aira clona a Carlos Fuentes

Por: | 23 de marzo de 2012

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Los congresos de escritores son una vieja costumbre –renovada últimamente en forma de festivales- que va camino de convertirse en género literario. En estos días, de hecho, han aparecido o van a aparecer algunas contribuciones al género. La primera es Aire de Dylan (Seix Barral), de Enrique Vila-Matas. La segunda, El congreso de literatura (Mondadori), de César Aira. La tercera, Los invitados de la princesa (Espasa), de Fernando Savater.

El foro de escritores de la novela de Vila-Matas sucede en San Gallen (Suiza) y tiene como tema el fracaso. El de Savater, cuyo libro –premio Primavera- se publica el 3 de abril, sucede en la isla imaginaria de Santa Clara, se llama Festín de la Cultura y se convierte en un encierro decamerónico para sus asistentes cuando una nube de cenizas volcánicas obliga a cerrar el espacio aéreo. ¿Les suena? También les sonará que el protagonista es un periodista vasco que trata de huir de… la gastronomía (vasca).

El más raro, no obstante, es el congreso imaginado por César Aira. Casi tanto como el Congreso del Mundo del cuento que Borges incluyó en El libro de arena (1975) o el Congreso de futurología con el que Stanislaw Lem imaginó, en 1971, un porvenir instalado en 2039, o sea, pasado mañana.

El libro de Aira se publicó en Argentina en 1997 pero ayer llegó a las librerías la primera edición española. Protagonizada por un escritor y traductor llamado César, El congreso de literatura cuenta su viaje a Venezuela con la intención declarada de participar en el encuentro del título pero con el secreto afán, de Sabio Loco, de dominar el mundo clonando a un Genio: Carlos Fuentes.

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Malas noticias para la poesía

Por: | 21 de marzo de 2012

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Du Calme. Obra de Rogelio López Cuenca.

Malas noticias para la poesía: hoy es el Día Mundial de la Poesía. Muy mal deben de andar las cosas para necesitar un Día Mundial de Loquesea, para tanta mayúscula. ¿Existe un día mundial de la prosa? Pregunto. Lo dudo. Lo hay de las especies en vía de extinción, de las enfermedades raras, de las minorías perseguidas, contra el cambio climático y a favor de la paz. Contra el cáncer y contra la diabetes, la miopía y la hipermetropía. A favor de los osos y del lince ibérico. Malas noticias para la poesía.

A veces un lector de poesía parece alguien que sabe griego clásico, o latín. Alguien que sabe interpretar una lengua muerta. A su alrededor, la gente olvida que también ellos estudiaron latín en el bachillerato. Les suena pero no se ven capaces. Creen que es difícil, oscura, hermética, cursi, pudorosa o impúdica. Que no va con ellos.

En la última encuesta (2011) de la Federación de Gremios de Editores de España sobre Hábitos de lectura y compra de libros en España, el 70 % de los lectores frecuentes (aquellos que leen por lo menos alguna vez a la semana; con generosidad) compra o lee libros de literatura. Hasta ahí, bien, previsible. El desglose es lo que, sin embargo, pone las cosas en su sitio: de ese 70%:

el 94,5% dice leer novela y cuento

el 4,4% ensayo

el 1% poesía

el 0,1% teatro

 

En 2010, esa misma encuesta dice que el 1% de la poesía era 1,6%.

Ritmo, rima, aritmética.

“A algunos les gusta la poesía”, se titula un célebre poema de Wislawa Szymborska que, en traducción de Gerardo Beltrán, David A. Carrión y Abel Murcia, arranca:

 

“A algunos,

es decir, no a todos.

Ni siquiera a los más, sino a los menos.

Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,

y a los mismos poetas,

serán dos de cada mil personas”.

 

Y dos estrofas más.

Seamos optimistas. Mientras importen las palabras, la poesía importará. Aunque sea el 1% de un 70%. “De la disputa con los demás hacemos retórica; de la disputa con nosotros mismos, hacemos poesía” (o la leemos). Cosas de Yeats. Y otra definición. Una de Coleridge que le gustaba a Cernuda: “Las mejores palabras en el mejor orden”. Eso es poesía.

A la gente le gusta la poesía. Pero no lo sabe. Lo que no le gustan son los poetas, me temo. Confunden el bailarín y el baile. O tal vez la poesía ha vuelto a las canciones, a la música, de donde salió. Los libros, bien mirado, son cosa muy reciente.

O será que la poesía se ahoga en su propio prestigio.

Esto dice un poema de Marianne Moore titulado “Poesía”:

“A mí también me disgusta.

Al leerla, sin embargo, con absoluto desdén, uno descubre en ella, después de todo, un lugar para lo genuino”.

El poema, cuya primera versión, es mucho más larga, está en la Poesía completa de Moore publicada por Lumen con versión de Olivia de Miguel, que ganó por esa obra el Premio Nacional de Traducción del año pasado.

Tal vez solo merezca la pena la poesía que pasa la prueba del desdén. O la prueba de un Día Mundial.

No todo, sin embargo, son malas noticias. Terminemos con una buena. Acaba de publicarse en España Ventanas encendidas (Visor), una antología de la obra poética de Fabio Morábito, mexicano nacido en Alejandría de padres italianos que ha hecho de toda esa mezcla la piedra angular de muchos de sus versos. La selección es de otro poeta, Juan Carlos Abril. E incluye un poema del libro Alguien de lava (2002) que dice así:

 

Cuando tocando madera
dices toco madera,
¿qué pájaro se cae,
qué flor se extingue en algún lado?
Cuando tocas madera
para desviar el rayo que temes,
¿qué rima o llanto estás matando?
Tocas madera para apagar un eco,
para matar un brillo,
para no ser herido,
ganas rebaño
a cambio de la savia que pierdes,
dejas un poco, para ser madera, de ser árbol,
el árbol que lo acepta todo:
la flor, el pájaro y el rayo.

 

Yo creo que pasa la prueba de Marianne Moore, pero cuanto menos se añada a un poema, mejor. Seguro que todo el mundo recuerda uno que pasa el examen.

NOTA. La obra de Rogelio López Cuenca que encabeza esta entrada se basa en el poema de Auden "En memoria de W. B. Yeats", concretamente en los versos que dicen: "For poetry makes nothing happen: it survives / In the valley of its making where executives / Would never want to tamper...". En la traducción que Jordi Doce, otro poeta, publicó en el volumen Los señores del límite (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2007), dicen así: "Pues la poesía nada consigue; sobrevive tan sólo / En el cauce que ella misma ha creado, donde los hombres de negocios / Jamás querrían demorarse".

 

La bondad no es trending topic

Por: | 16 de marzo de 2012

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“Era curioso, Leví y Yehudá eran unos grandes granujas, y había que andarse con cien ojos para que no te engañaran con los precios y la procedencia de los productos que vendían, pero al llegar la noche, cuando empezaban a hablar de sus andanzas, nadie era capaz de decir cosas más dulces y amables que ellos. ¡Qué extraño era el mundo! El engaño florecía en el corazón del amor; la luz guardaba frutos oscuros; los palacios,  estancias malditas; los sacerdotes se humillaban ante Dios, pero se comportaban como tiranos ante sus fieles; y las muchachas más puras se vendían como prostitutas. Todo era doble, nada era lo que parecía, el fuego daba calor en las noches de invierno pero destruía las casas y las cosechas, el agua que alimentaba los campos se llevaba a los niños ahogados, la mano que acariciaba era la misma que hería y robaba, las palabras de las más bellas historias les servían a los tiranos para insultar a sus esclavos. Los hombres eran víctimas y verdugos, reyes y sirvientes, pastores y ladrones de ganado. Tenían dos almas, una que todo lo recordaba y otra que sólo quería olvidar”.


GarzoFotoGustavo_Martin_GarzoAyer llegó a las librerías el libro al que pertenece este fragmento: Y que se duerma el mar (Lumen). Casi 20 años después de El lenguaje de las fuentes (1993), Gustavo Martín Garzo vuelve con esa novela a la historia de María y José. La Virgen María y San José, si prefieren. Si aquella novela era más de él, esta nueva es, indudablemente, de ella. Adolescente, viajera, fugitiva, un poco hada y muy Sherezade, la María embarazada de Y que se duerma el mar tiene miedo. Miedo de que a su hijo le espere un destino fuera de lo común, miedo de que se lo quiten, miedo de que no sea rutinariamente feliz, como un niño cualquiera.

Por supuesto, no hace falta ser creyente –ni crédulo- para comprender el reto que supone un libro así. Tampoco hace falta ser buena persona para apreciar el riesgo de enfrentarse a uno de los temas más difíciles, y menos rentables, de la literatura: la bondad. Llegados a este punto, escuchemos a Flannery O’Connor: “¿Quiénes son las buenas personas? Son muy difíciles de hallar. Entre tanto, tendremos que contentarnos con las malas personas, tan respetables que resultan horribles, tan horribles que resultan cómicas, tan cómicas que resultan patéticas, pero tan patéticas que sería horroroso tener piedad de ellas”.


Y-que-se-duerma-el-mar-9788426420640En 2004 Gustavo Martín Garzo escribió un prólogo para El hábito de ser, la GarzoCartasimagesCAOII8BM correspondencia de Flannery O’Connor publicada por la editorial Sígueme en traducción de Francisco Javier Molina de la Torre. Al año siguiente Lumen le pedía lo mismo para los Cuentos completos de la autora estadounidense, traducidos esta vez por Marcelo Covián, Celia Filipetto y Vida Ozores. Es difícil, por momentos, en la María de Y que se duerma el mar leyendo a O’Connor hablar de sus propios personajes: “Escribo para un auditorio que no sabe lo que es la gracia y que no la reconoce cuando la ve. Todos mis relatos tratan sobre la gracia en un personaje que no la desea, por eso la mayoría de la gente piensa que las historias son duras, sin esperanza, brutales”.

Flannery O’Connor no se anda por las ramas. Un día una lectora le escribió para reprocharle la negrura de sus relatos: “Lo que quiere el lector cuando llega a su casa es leer algo que eleve su corazón”. La escritora le respondió que si su corazón hubiera estado en el lugar adecuado sí se habría elevado”.

GarzoFlanneryimagesCAYB3ZXIMartín Garzo recuerda una conferencia en la que la autora de Un hombre bueno es difícil de encontrar explicaba los tres procedimientos que los estudiosos medievales tenían de enfrentarse a la exégesis bíblica: 1) el alegórico (los relatos y figuras bíblicas como representación de ideas abstractas). 2) el tropológico (en el que se daban cuentan de sus enseñanzas morales). 3) el analógico (en el que los textos tiene que ver con la vida divina y con la forma de los mortales de participar en ella). La tercera vía es la del artista, decía, porque le permite “enfrentarse al misterio de la vida ensanchando el escenario humano”.

A mí el escenario humano, la verdad, ya me parece bastante ancho, pero –siempre que no quieren legislar al respecto- admiro a los que creen en el misterio igual que un manco admira a un trapecista. Como diría Erri De Luca, que escribió su propia novela sobre la Virgen, “no doy crédito a los escritores sino a sus relatos”. Lo dice pensando en Yahvé y en la Biblia. A mí, con permiso, me pasa lo mismo. No creo en Dios pero a veces creo en la literatura. De acuerdo, solo a veces.

 

 

Premio Loewe: instrucciones de uso

Por: | 14 de marzo de 2012

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Joaquín Pérez Azaústre, Francisco Brines, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, Pablo García Baena, José Manuel Caballero Bonald, Jaime Siles, Enrique Loewe, Jesús García Sánchez (Chus Visor) y Víctor García de la Concha, de izquierda a derecha, durante el fallo en noviembre pasado del último Premio Loewe de Poesía, concedido a Álvaro García. 

Un apunte sociológico. Nunca, desde los años 50, se vieron tantas corbatas en la poesía española. Hoy se presenta en el Hotel Palace de Madrid el libro ganador del Premio Loewe de Poesía: Canción en blanco, de Álvaro García.

LoewePanero%20J_L__bigCuando en 1988 Juan Luis Panero (en la foto de la izquierda) ganó la primera edición con Galería de fantasmas el mundo recibió dos noticias. Una: acababa de nacer el nuevo premio de referencia en la poesía española. Dos: el primer ganador tenía 46 años y, sobre todo, era un autor consagrado. Lo segundo trastocó de tal modo la pretensión de que el galardón sirviera para descubrir “nuevos valores” que la Fundación Loewe abrió el Premio Joven Creación para menores de 30 años a la vista de que la dotación económica (20.000 euros actualmente), el prestigio del jurado (hasta su muerte en 1998 lo presidió Octavio Paz, que, por el camino, en 1990, recibió el Nobel), la buena distribución del libro ganador (en la editorial Visor) y eso que llaman “repercusión mediática” había convertido el premio grande en una pieza codiciada incluso por autores que empezaban a salir en los libros de literatura del bachillerato.

Tras Panero, desfiló por el madrileño Hotel Palace  -lugar tradicional del fallo (o entrega) del premio- media generación del 68 (vulgo, novísimos): de Jaime Siles (1989. Hoy es miembro del jurado) a Guillermo Carnero (2005) pasando por Jenaro Talens (1997) o José María Álvarez (1998).

Basta sobrevolar el palmarés del Loewe para, a la vista de nombres como los de Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal o Cristina Peri Rossi, entender que el nuevo galardón de referencia de la poesía española ya no lo era al modo en que lo había sido el histórico premio Adonáis, todavía vivo. Cuando este fue creado en 1943 no era fácil para un poeta joven publicar un libro. 45 años después lo difícil era no publicarlo. Tal era la avalancha de colecciones más o menos autonómicas y municipales nutridas mayormente con premios de la misma estirpe pero, en ocasiones, dotados económicamente de un modo que frisaba el escándalo. Cuando un premio local no terminaba de arrancar del todo se le doblaba la dotación  y/o se le ponían tapas duras al libro ganador. Antes, eso sí, de enviarlo a los almacenes del consistorio de turno.

LoeweOctavio_Paz_(Londres,_1997)_por_Richard_Franck_Smith-Sygma-CorbisConvocado, no se olvide, por una fundación privada, el Loewe decidió invertir bien el dinero para conseguir cosas que no siempre se consiguen con dinero. Por lo pronto, un jurado. Francisco Brines, Carlos Bousoño, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas, Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Víctor García de la Concha, el citado Octavio Paz (en la foto), Pere Gimferrer (que lo dejó) o Álvaro Mutis (que no acertó a ejercer el papel de su colega mexicano) son nombres difíciles de reunir como lectores. Otros premios tienen tanta dotación como el Loewe y muchos comparten la misma editorial. Solo él ha tenido jurados así. Ventajas de no ser una concejalía: ni poetas locales ni consejeros de turismo ni concejales de festejos.

La propia evolución del Loewe –Panero mediante, ya hemos visto- ha marcado su identidad como premio: más que descubrir valores nuevos, pone el foco –a veces el foco del Hola; marca obliga- sobre autores ya conocidos para los lectores de poesía. Los que queden.

Loewepoeta_Juan_Antonio_Gonzalez_IglesiasAsí, aparte de contar en su historial con uno de los libros de referencia de las últimas décadas –Habitaciones separadas (1993), de Luis García Montero- el Loewe ha dado otra dimensión –pública, eso sí, ya dijimos que este apunte era sociológico; otro día hablaremos de literatura- a poetas como César Simón, Antonio Cabrera, Álvaro Valverde, Miguel Ángel Velasco o Juan Antonio González Iglesias (a la izquierda, fotografiado por Gorka Lejarcegi en Madrid el día de la presentación de Eros es más, el libro con el que ganó).

A la nómina del Loewe le faltan pocos cromos de la historia de la poesía reciente. En su debe, eso sí, sigue estando la menos que simbólica presencia de mujeres y de autores latinoamericanos –el premio se llama Internacional- en su historial, aunque la costumbre peninsular de premiar libros inéditos tiene sus peajes. Entre tanto, la labor de descubrimiento de nuevos valores sigue recayendo en el premio Hiperión, dos años más antiguo que el Loewe. Pero más joven. El propio Álvaro García lo ganó en 1989 con La noche junto al álbum.

LoeweVelascoimagesCAE8OESPPara la historia anecdótica del galardón quedará siempre la sabiduría entusiasta de Francisco Brines en los salones del Palace, la foto (a la izquierda) del llorado Miguel Ángel Velasco (y su melena) al lado de Enrique Loewe, el susto de que el libro ganador (2004, Antonio Gracia) hubiera ya ganado otro premio (al año siguiente ganó Carnero, un valor seguro) o el maravilloso discurso sobre el poder que Juan Antonio González Iglesias (2006) improvisó delante de un auditorio en el que estaba Ana Botella, esposa entonces del presidente del Gobierno y hoy alcaldesa de Madrid. Nunca en medio siglo se han visto tantas corbatas en la poesía española.

 

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NOTA DE LAS 17.00 h. Efectivamente, se presentó Canción en blanco, y LoeweAlvaroimages las palabras que precedieron a la lectura de un fragmento -"tráiler" dijo Álvaro García- del poema-libro quedarán también en aquella historia anecdótica de la que hablábamos. Corrieron a cargo de Álvaro Pombo, que habló de filosofía, poesía, Rilke, Husserl y la fenomenología -"siempre fui muy pedante"- a raíz de la cita de Ezra Pound que abre el poemario: "La mejor metáfora de una cosa es la cosa misma". También dijo que el acto tenía algo de profético y que el profeta era él, que ya hace años, en "un faldón" de Diario 16, predijo el brillante futuro del ganador de hoy. Una pareja en una habitación de hotel, el ruido de la calle, un papel que entra por la puerta, imágenes de la televisión... Todo lo que sucede se inserta en el poema, sin premeditación. Por eso la canción está en blanco, explicó su autor. "Detras del tiempo hay tiempo, pero en vilo", dice el verso grabado en los relojes de arena que había sobre las mesas. Este es el fragmento inicial del libro:

 

Canción en blanco

por Álvaro García

 

Sólo puedo decirlo con la canción en blanco,

imágenes que se unen al decirlas

como las líneas de la carretera

se vuelven línea entera en la velocidad,

rápidos pueblos-calle, aldeas enlazadas.

Todo lo que hemos sido antes de esto,

espacios cuyo sitio es aquí ahora

al cabo de ser nada y ser tú y yo.

La memoria no cabe en una página,

pero cabe de pronto en esta noche

y la calle con lluvia

de este cuarto de hotel en donde el mundo

delante de sí mismo,

tan de repente, no nos necesita.

El tiempo se adelanta al tiempo y a nosotros

lo mismo que pensar sin tener que pensar

la fiesta paseable de un viento de cornetas

después de la tragedia, el huracán

con nombre de muchacha, un nombre

aséptico

para fijar horror con algo asible

como se fija en la probeta un virus,

como fija el olvido la memoria,

como fija el cristal luces que pasan.

Descubrimos la boca en el sabor

como si no bastara con saberla

con el dedo que toca y entreabre

la boca y roza el diente y se humedece.

Comprendo el tiempo en esta habitación

que huye de los días y los quiere.

Eres la entraña de agua de una fruta,

eres la concreción del infinito.

Aquí se va la muerte, la apartamos

en un latir mordido por la sombra.

Lo que nunca acabamos de saber

ciñe esta hora clara tan oscura,

sangres juntas que no saben y están,

que no pueden salirse ya del círculo.

Es nuestra paz que alarga el irse el sol

tras las agujas altas de los árboles.

Pusiste pliegos de papel-mantel

por no manchar del verde de la hierba

el pantalón tan blanco y tan ceñido.

Un último suspiro de la ciudad en sus luces

y empezaba a hacer frío cuando suenan

los silbidos de un loro o los de un loco.

Hice luego una bola del papel

como si contrajéramos la tarde

igual que el corazón,

el siempre inquieto, el que ha esperado

siempre.

 

 

 

 

 

¿Quién demonios quiere conocer escritores?

Por: | 09 de marzo de 2012

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“Hay personas a las que sólo conozco a través de las cartas. Es cierto que siento curiosidad por verlas, pero está lejos de ser indispensable. Y conocerlos no sería inofensivo. En eso la correspondencia nos remite a la importante cuestión literaria: ¿hay que conocer a los escritores?

No existe una respuesta porque existen demasiadas. Es incuestionable que algunos autores perjudican seriamente su obra. He hablado con gente que había conocido a Montherlant y que lo lamentaba: un hombre me contó que, a consecuencia de una breve conversación con este escritor, no había sido capaz de leer nunca más esa obra que tanto admiraba debido a la repugnancia que le había provocado. En sentido opuesto, me han asegurado que la prosa de Giono era todavía más hermosa si habías tenido el placer de codearte con él. Y luego están esos autores a los que nunca se te habría ocurrido leer si no los hubieras conocido, sin olvidar a los más numerosos, aquellos cuya presencia nos resulta tan indiferente como sus libros.

Con los corresponsales reina una idéntica ausencia de ley. Pero mi tendencia natural me empujaría a no conocerles, menos por prudencia que por esa razón sublimemente expresada en un prefacio proustiano: la lectura permite descubrir al otro conservando esa profundidad que sólo se tiene cuando estás solo”.

HarendtimagesCAHPMY6HHasta aquí Amélie Nothomb y su nueva novela, Una forma de vida (Anagrama. Traducción, como es costumbre, de Sergi Pàmies). La importante cuestión literaria, dice. ¿Hay que conocer a los escritores? La verdad es que ese es uno de los privilegios del periodista. A veces una de sus condenas (en ocasiones, lo que gana tu negocio lo pierde tu ocio). Y luego está ese limbo que consiste en hablar por teléfono con ellos.

¿Quién no ha pensado alguna vez en los autores que le habría gustado conocer? A veces coinciden con los que más te gusta leer: Emily Dickinson, Albert Camus, Samuel Beckett, Hannah Arendt (en la foto), Leonardo Sciascia. A veces no. A mí, por ejemplo, no me gustaría conocer a Cervantes ni a muchos clásicos. No tengo imaginación para verme como un yanqui en la corte del rey Arturo. A Stendhal, sí. Y a Galdós. A Antonio Machado, también (alguien que escribió sus poemas y el Juan de Mairena seguro que era buena compañía). Y a Virginia Woolf. A Céline, no. A Cernuda, no sé (alguien que escribió...). A Natalia Ginzburg, sí. A Juan García Hortelano, definitivamente, sí (todo el mundo habla maravillas).

AgotaimagesCAV187YYPara ser un poco ordenados, dejamos para otro día a los autores vivos. Y las condenas. Por ahora, los privilegios. Va una lista con algunos autores que, tratados por motivos en principio profesionales –entrevistas, reportajes, bodas, bautizos y comuniones-, estuvieron a la altura de su obra. Palabra de honor: Tomás Segovia, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, Wislawa Szymborska, Eugenio Montejo, Fernando Charry Lara, Félix Romeo, Francisco Casavella, Agota Kristof

Su conversación, como sus libros, contenía “esa profundidad que sólo se tiene cuando estás solo”.

Félix Romeo, el amor y las moscas

Por: | 07 de marzo de 2012

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Félix Romeo (derecha) y Javier Cercas fotografiados por Daniel Mordzinski.

Hay tres grandes temas en literatura: el amor, la muerte y las moscas. Algo así decía Augusto Monterroso, que alguna vez pensó hacer una antología en torno a ese tercer gran tema. Si alguien termina por hacerla algún día debería incluir a Félix Romeo, que antes de morir el 7 de octubre pasado, a los 43 años, había terminado el libro que se publica ahora: Noche de los enamorados (Mondadori). Allí puede leerse:

“Me pregunto cuándo empieza realmente la Historia, el momento en que el relato de los hechos deja de abrir heridas en las que hay huevos de mosca justo antes de eclosionar.

Cuando se publicó Amarillo, mi anterior libro, habían transcurrido dieciséis años desde el momento de los hechos, el suicidio de Chusé Izuel, e hizo que eclosionaran miles de moscas.

Todavía las estoy espantando.

Sin mucho éxito.

Han pasado dieciséis años desde que María Isabel fue asesinada”.

RomeoimagesCA4MEJ2FMaría Isabel es María Isabel Montesinos Torroba, estrangulada por su marido, Santiago Dulong, con el que Romeo coincidió en una celda del módulo 2 de la cárcel de Torrero. Condenado por negarse a hacer el servicio militar –insumisión lo llamaban y hoy parece ciencia ficción-, el escritor entró en esa cárcel en 1995, el 14 de febrero, día de los enamorados.

Del amor, de la muerte y de las moscas –las que pintó en la cubierta Lina Vila- habla el libro póstumo de Félix Romeo, empeñado en reconstruir una historia –la de Santiago y María Isabel- que los forenses, los jueces y los periodistas contaron con una mezcla de prejuicios e “imprecisión” que indigna al narrador (como le indignaba, según su amigo David Trueba, la mala prosa en la que habían redactado la sentencia que lo mandó a la cárcel). Noche de los enamorados, lo dice su propio autor, no es un juicio ni un ensayo sobre la justicia, es un “libro sobre las palabras” y sobre sus recuerdos, “nublados por el tiempo y por el mal olor”. Y por las moscas.

Aunque Romeo mismo rescata el modo en que convirtió parte de la historia de Dulong en ficción para su segunda novela, Discothèque –recién editada en bolsillo por Anagrama, lo mismo que la primera: Dibujos animados-, basta abrir Noche de los enamorados para emparentarlo con Amarillo (Plot, 2008), su tercer libro. Como en aquel, Romeo relata una muerte traumática –el suicidio de un amigo en aquella ocasión- recurriendo a una escritura seca en la que la memoria y los comentarios del autor conviven con crónicas de los periódicos, informes médicos, definiciones de diccionario, necrológicas o entradas del registro civil. Folios plagados de frases hechas que son a veces, dice, “un cuchillo que raspa el hielo”.

RomeoAmarillo3imagesCAVWZI0ENo obstante, la implicación personal del escritor era, por razones obvias, mucho mayor en Amarillo, cuya fuerza reside en lo que tiene de descarnado examen de conciencia por parte de alguien que no quiere mejorar su autorretrato. “Todo empieza con una pregunta: ¿cómo no me di cuenta de que te ibas a suicidar? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿por qué tu muerte me produjo un alivio tan grande?”, se leía en Amarillo.

“Este libro se acabaría si dejara de hacerme preguntas”, se lee en Noche de los enamorados. En este caso las preguntas se dirigen a una sociedad capaz de convertir a la víctima en culpable por ser alcohólica o por haber sido prostituta o por tener la glotis “muy contraída” o por llevar unas tijeras en el bolso o por tener el pelo largo o por no ser una “personal normal”. O por estar muerta.

Noche de los enamorados tiene mucho de alegato civil sin moralina. A la capacidad microhistórica de Carlo Ginzburg –a cuya madre tradujo Romeo- para llegar hasta el fondo de un acontecimiento aparentemente banal se le suma una mezcla sin complejos de primera persona y prosa administrativa al estilo del Leonardo Sciascia de Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, Muerte del inquisidor o, algo menos, El caso Moro.

Alguien que no se conforma con lo que le han contado. Eso es Félix Romeo en Noche de los enamorados. Eso suelen ser los grandes escritores.

 

NOTA FINAL. El Instituto Cervantes de París celebra hoy y mañana dos jornadas de homenaje a Félix Romeo. En ellas intervienen, entre otros, Ignacio Martínez de Pisón, David Trueba, Lina Vila, José María Conget, Jorge Sanz o Antón Castro. Muchos de ellos participan también en el volumen de homenaje ¡Viva Félix Romeo!, publicado por Mondadori junto a Noche de los enamorados. Daniel Mordzinski ha preparado además un vídeo con los retratos que le tomó a Romeo. Suyo es el publicado en la página 3 de Amarillo y suyo es el tríptico en el que se le ve en la cama con Javier Cercas.

Más que un ser humano, Félix Romeo parecía a veces un sistema solar, alguien capaz de presentarte gente por teléfono. Tal por eso ahora hay tanto planeta fuera de la órbita. Tal vez por eso el invierno está siendo tan raro. “Es raro, pero qué no es raro” (Noche de los enamorados, página 13).

 

El poema del fin del mundo

Por: | 05 de marzo de 2012

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Erri De Luca dice que no es poeta.
Lo dudo: sería lo único que le queda por ser. El sábado pasado hablamos en Babelia de su vida y milagros; de sus libros; del libro que publica mañana en Seix Barral y Bromera -Los peces no cierran los ojos (traducción de Carlos Gumpert al castellano y de Anna Casassas al catalán)-; del corto que había escrito; de, como en la película, el miedo de su madre a las sirenas antiaéreas; de su casa, en el campo romano. A esa casa, y a su construcción, dedicó un precioso poema: la renovó con sus manos cuando él mismo necesitaba renovación, dice allí. Ese poema está en el libro Solo andata. Lo publicó Feltrinelli en 2005. De allí he sacado otro que dice algo como esto:

 

DESPUÉS

No los del bunker,

no los que tengan reservas de alimentos,

ninguno de ciudad,

se salvarán los indios, cachemires, masai,

beduinos protegidos del viento, mongoles a caballo;

también uno de Nápoles escondido en el Vesubio,

y un judío envuelto en un enjambre de palabras,

ilesos por pura tradición en un horno que arde.

Se salvarán más mujeres que hombres,

más peces que mamíferos,

desaparecerá el rock and roll, quedarán las plegarias,

desaparecerá el dinero, y volverán las conchas.

La humanidad serán pocos, mestizos, nómadas,

se moverán a pie. Y su botín, la vida:

la riqueza más grande que se puede transmitir a un hijo.

 

Como los poemas nunca vienen solos, el de Erri De Luca, que tiene una soltura como llegada del Este de Europa, trae a la memoria otro de Vladimir Holan. También habla del día después. La versión es de Clara Janés. Pertenece al libro Dolor.

 

RESURRECCIÓN

¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí

al estruendo terrible de trompetas y clarines?

Perdona, Dios, pero me consuelo

pensando que el principio de nuestra resurrección, la de todos los difuntos,

lo anunciará el simple canto de un gallo...

Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...

La primera en levantarse

será mamá... La oiremos

encender silenciosamente el fuego,

poner silenciosamente el agua sobre el fogón

y coger con sigilo del armario el molinillo de café.

Estaremos de nuevo en casa.

 

(Un regalo final: el cortometraje de Erri De Luca, con su propio guión y en su casa)

 

El País

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