HOY, LECTURA. Francisco Brines cumplió el 22 de enero 80 años, publicó su último libro hace 15 y lleva tiempo maltrecho del corazón y retirado en su casa entre naranjos de Oliva (Valencia), el pueblo en el que nació en 1932. Tiene además, dice, un libro de poemas casi listo, con lo cual sus lecturas públicas –no tan frecuentes ya- terminan ahora con algún inédito. Todo lo anterior sería suficiente para que las asociaciones de vecinos, los partidos políticos, los sindicatos y la conferencia episcopal pusieran autobuses para ir a escuchar a Brines esta tarde en la Residencia de Estudiantes de Madrid a las 19.30. Su lectura, además, se grabará para que el audio-libro resultante pase a formar parte antes de fin de curso de “La voz de”, una colección que cuenta con 16 libros-CD con las lecturas –algunas ya son míticas- de autores como Rafael Alberti, Octavio Paz, Gil de Biedma, Valente, Olga Orozco, Claudio Rodríguez, Blanca Varela, Ángel González, Tomás Segovia o Fina García Marruz.
ALOCUCIÓN PAGANA. Con todo, motivos nunca faltan para escuchar a Brines. Es, además, uno de los poetas que mejor lee y explica sus versos. Pese a lo peculiar del sitio, en los anales ha quedado para siempre la lectura que ofreció en el Colegio Pontificio de Roma en 1996 ante un auditorio de doctorandos en Teología. Allí desgranó sus poemas más duros sobre Dios y la fe religiosa –incluido El santo inocente completo, cosa rara-. Entre ellos “Alocución pagana”, del libro Aún no (1971):
¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.
Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.
Baste decir para entender el talante del poeta que lo sincero, sabio y medido de su intervención ha dejado una huella imborrable en todos los que estaban allí.
ENSAYO DE UNA DESPEDIDA. Así tituló Brines el volumen que reúne todos sus libros aparecidos entre 1960 (Las brasas) y 1997 (La última costa). Las últimas ediciones de la editorial Tusquets incluyen también los textos de ocasión –que no menores- agrupados en Poemas excluidos y que Renacimiento publicó en su día como libro exento. Seis libros –más los excluidos y tres poemas de Materia narrativa inexacta- no parecen demasiados para medio siglo de escritura, pero así es Francisco Brines, un poeta que actúa por depuración y que desde su primer libro –Premio Adonais en 1959- surgió con una voz ya hecha, nada primeriza. Curiosamente, la voz elegíaca de alguien que parecía haberlo vivido todo. Muchas veces ha dicho el propio poeta que aquel primer poemario podría ser también el último por el tono de adiós que lo atraviesa.
LA GENERACIÓN DEL 50. Francisco Brines es de los pocos poetas que habla sin complejos de su generación, de cuyo núcleo duro siempre formó parte –traducción: está en todas las antologías- pero en el que siempre fue un verso suelto. Su tono elegíaco disonaba en un tiempo en el que la poesía social lo impregnaba todo. El propio Brines cuenta con una sonrisa cómo algunos amigos se agarraban al tú de algunos de sus poemas para apelar al espíritu comunitario. Además, frente al Machado más abiertamente realista –el de Campos de Castilla-, él siempre prefirió al más simbolista –el de Soledades-.
LOS MAESTROS. Dos sobre todo, y ninguno fácil como persona, lo suele recordar él mismo: Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda. Al primero lo leyó con devoción y contra viento y marea incluso en los tiempos en que todo era hostil en España al poeta de Moguer. El tiempo le ha dado la razón. Del segundo se ocupó en su discurso de ingreso en la Real Academia Española el 21 de mayo de 2006. Antes, en el famoso número consagrado a Cernuda por la revista La caña gris, le había dedicado un extenso ensayo ya antológico: “Ante unas obras completas”. En 1995 quedó recogido en Escritos sobre poesía española. De Pedro Salinas a Carlos Bousoño (Pre-Textos), un volumen que demuestra que además de un gran poeta, Brines es un prosista enorme. Otro hito para entender su obra es “La certidumbre de la poesía”, el prólogo que puso al frente de Selección propia, la antología más personal de sus poemas (Cátedra, 1988).
EL MAESTRO. Un minuto de sociología. Cuando la poesía española se polarizó, muy para entendernos, entre realistas (digamos, sin salir del 50, la escuela de Gil de Biedma) y herméticos (digamos, la escuela de Valente), la obra de Brines (metafísica en el fondo y clara en la forma) apareció siempre como una tercera vía que con el tiempo ha ido templándolo todo. Sin estridencias.
ELCA. Su casa en el campo de Oliva, con el Mediterráneo, el Montgó y el cabo de San Antonio a la vista. Es también la casa de muchos de sus poemas: los que hablan de la infancia y los que hablan de su retiro. Está llena de papeles.
EL FÚTBOL Y LOS TOROS. Le gustan. Y le gustaban cuando no parecían muy de intelectuales. Incluso ha escrito sobre ellos. Una de las últimas veces el 23 de mayo de 2001, cuando el Valencia, su equipo, jugó la final de la Copa de Europa contra el Bayern de Múnich. Tiene incluso una teoría. Los toros pueden ser arte; el fútbol, no. El interés por la victoria que mueve al que contempla el juego choca con el desinterés inherente a toda manifestación artística.
DONDE MUERE LA MUERTE. Así se titula uno de los poemas de Francisco Brines inéditos en libro. En plaquettes y antologías se han podido ir leyendo algunos de los textos que forman parte de su próximo poemario.
Donde muere la muerte,
porque en la vida tiene tan sólo su existencia.
En ese punto oscuro de la nada
que nace en el cerebro,
cuando se acaba el aire que acariciaba el labio,
ahora que la ceniza, como un cielo llagado,
penetra en las costillas con silencio y dolor,
y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita
hacia lo negro.
Beso tu carne aún tibia.
Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido
en tus brazos,
un niño de pañales mira caer la luz,
sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo
que sabrá abandonarle.
Madre, devuélveme mi beso.
EL VASO QUEBRADO. Otro de los poemas que todavía no tienen asiento en libro. Esta tarde, la voz de Francisco Brines.
HAY veces en que el alma
se quiebra como un vaso,
y antes de que se rompa
y muera (porque las cosas
se mueren también),
llénalo de agua
y bebe,
quiero decir que dejes
las palabras gastadas, bien lavadas,
en el fondo quebrado
de tu alma
y, que si pueden, canten.
(El poema)
NOTA. El libro La voz de Francisco Brines estará en las librerías coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid, que se inaugura el último fin de semana de mayo. En su lectura en la Residencia de Estudiantes el poeta anunció el título de su próximo libro, pendiente de que termine de retocar un par de poemas: Donde muere la muerte.
Actualización 18/4/2012. La editorial Visor acaba de publicar en su colección "De Viva Voz" el libro-CD Francisco Brines, Antología personal. Son 19 poemas leídos por su autor. Incluye tres inéditos.
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Imagen: Francisco Brines en su casa de Oliva (Valencia) fotografíado por Jesús Císcar.