Adán en Edén (Alfaguara, 2010) fue la última novela publicada por Carlos Fuentes. Luego vendrían un libro de cuentos -Carolina Grau- y el ensayo La gran novela latinoamericana. Además, cuenta su editora, poco antes de morir había terminado un libro de retratos -Personas (se publica el 4 de julio)- y una nueva novela -Federico en su balcón (saldrá en otoño)- y ya tenía otra en la cabeza: El baile del centenario. Nuevas piezas para ese puzle de ambición balzaquiana que es La edad del tiempo, el nombre que Fuentes dio a la meticulosa organización de su obra narrativa. La muerte, tristemente, ha querido cerrar esa edad en 83 años y 34 títulos.
En un pasaje de Adán en Edén un joven poeta recibe la invitación de Maximino Sol –ese nombre, ese hombre-, un “gran escritor”, pero también un “papa literario” que ejerce “una especie de tiranía fascinante sobre la literatura mexicana, acaparando la publicación de revistas y, a través de sus discípulos y allegados, las reseñas críticas en los periódicos”. Tras ser conducido por la casa por un secretario –“el brazo armado del poeta”-, el joven llega al despacho de madera de Maximino Sol, que –traje de tres piezas, cuerpo pequeño y regordete, papada, cabeza leonina y melena “cuidadosamente despeinada”- elogia el poema que el muchacho ha publicado en una revista. Eso sí, le sugiere que abandone la influencia de Neruda y Lorca y se acerque a Jorge Guillén y Emilio Prados, de los que se puede hacer paráfrasis, le dice, sin que se note demasiado. Y continúa: “La mímesis es inevitable en literatura y, al cabo, escoger bien a los mentores es una muestra de talento”.
Lo que sigue es la ceremonia de captación de un discípulo por alguien que quiere ser su mentor para no dejar de ser, él mismo, “el alumno premiado” en el concurso de la posteridad, certamen en el que ejerce de organizador, jurado, ganador y, generoso, seleccionador de finalistas. Cuando el joven le responde que su juventud es “excesiva” y que su edad puede esperar sin padrinazgos de ningún tipo, el despechado aspirante a padrino le responde que no basta el talento, por grande que sea, sin un “escudo que lo proteja”.
“¿Crees que en México vas a ir a alguna parte sin él?”, le pregunta el secretario del rey Sol cuando el invitado pasa el trago de decir “no”. Camino de la salida, recuerda la gran humanidad de la obra literaria de su anfitrión al tiempo que ruega a Dios: “Déjame ser como la poesía de ese hombre, pero no como el hombre mismo”.
Cuando Carlos Fuentes pasó por Madrid al poco de publicar su novela, le pregunté a bocajarro si Maximino Sol estaba inspirado en Octavio Paz. Él dijo tres veces que no y añadió: “Es curioso, voy a la Argentina y me dicen que es Ernesto Sabato; llego a Chile y me dicen que es Pablo de Rokha… Hay una figura así en cada país. No es nadie en particular. Es un resumen”.
Heredera involuntaria de la tradición de próceres en los que una sola persona encarnaba las figuras del escritor y del político –de Domingo Faustino Sarmiento a Rómulo Gallegos-, la generación de Carlos Fuentes ha sido la última en jugar todavía el papel de sus mayores: el de escritor nacional. Que muchos de ellos cambiaran la presidencia del Gobierno –Vargas Llosa fue el último en intentarlo- por el menos espinoso cuerpo diplomático, no hizo más que proteger una obra literaria de por sí inatacable y reforzar su crédito como intelectuales en el sentido clásico. De ahí que la muerte de Fuentes sea el principio del fin de una raza de escritores: la de aquellos que cenan con Clinton, escriben ensayos contra Bush y conversan por escrito con expresidentes; galardonados con el Nobel o candidatos a él que antes de las elecciones anuncian su voto porque saben que el anuncio tendrá su influencia. Los últimos en los que un anuncio así no despierta un sarcástico “¿y?” entre los lectores. Autoridad moral se llamaba la figura.
“Fue un generoso lector de la literatura en lengua castellana y más allá de las diferencias hay que reconocer su interés en escribir sobre sus contemporáneos (lo que no es habitual entre los escritores)”, decía ayer Ricardo Piglia, 20 años más joven que él, hablando de Carlos Fuentes. “Concentró en muchos sentidos la imagen clásica del escritor latinoamericano de la que nosotros –es decir los escritores de mi generación- nos hemos distanciado siempre con entusiasmo”.
Si ellos –digamos los autores del boom- eran los hijos intelectuales de los próceres y los hijos de los hijos buscaron desde muy pronto distanciarse “con entusiasmo” de sus padres, la tercera generación de herederos –también leídos por Fuentes con fervor y generosidad infrecuentes a su edad- son ya, no de otra generación, sino de otra civilización: echaron los dientes en el pop, se los cepillaron con la pasta anti-sarro del pensamiento débil y los han afilado en las redes sociales, sin atriles y sin jerarquías, sin secretarios –por el momento- y sin una revolución a la que adherirse o de la que disentir. Y, sobre todo, sin un auditorio que espere impaciente sus artículos de opinión. Todo lo más, un post, un tuit o una contribución a la gran telenovela latinoamericana. Por ahora.
Hay 1 Comentarios
Entrevista a Carlos Fuentes (previsiones para el 2012)
Vivimos NUEVOS TIEMPOS y estamos moviéndonos hacia una NUEVA CIVILIZACIÓN,
mucha gente rehusa formar parte de los partidos políticos,
enormes injusticias,
personas que no tienen ocupación y tienen que emigrar,
desaparación de fronteras,
la disconformidad de los estudiantes,
las decisiones de los ciudadanos van a ser causa de cambio,
tiene que haber un movimiento de masas que conforman sus propios movimientos,
utilización de Internet
no sabemos todavía lo que va a pasar...
http://www.youtube.com/watch?v=JHegvTV0ZTI
http://www.youtube.com/watch?v=Al3csvGBNrQ
http://www.youtube.com/watch?v=FaBj9yW43mU
Publicado por: descanse en paz don Carlos Fuentes | 16/05/2012 22:50:23