Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.
Sobre el autor
Javier Rodríguez Marcos estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".
No todo el mundo piensa en lo mismo cuando escucha el sintagma feria del libro. Lo habitual es que los mortales, los peatones y las personas físicas piensen en LIBRO. Lo habitual es que eso que llaman profesionales de la cosa –libreros, editores, distribuidores…- piensen en FERIA. Nadie tiene más razón que nadie y los dos pensamientos son legítimos, pero el debate sobre el hipotético cambio de modelo para la feria del libro de Madrid no dejará de circular por dos raíles paralelos –idealismo y pragmatismo- mientras libro y feria no se encuentren en algún sitio que no sea DEL.
QUE NO COJA POLVO EN UN ESTANTE. Frase que dicen los padres a sus hijos cuando les compran un libro en el Retiro. / Verso de Sr. Chinarro. “Un Kamasutra, si es tan amable. / ¿Tiene un final feliz?”
QUESO. Regalo que, cosas veredes, se llevó junto a un montón de libros hace tres años la infanta Elena. Hoy el paseo lo han dado su hermano Felipe y su cuñada Letizia. El ceremonial suele ser el mismo vaya quien vaya: visita a varias casetas, presentaciones, explicación mínima y entrega de libros. Al minuto se acerca un hombre trajeado que pregunta número de caseta y precio de los libros. A veces la entrega es regalo. A veces, no.
¿QUIÉN ES ESE? Pregunta que hace el paseante cuando ve dentro de una caseta (el chiste fácil dice “de las fieras”) a un escritor cuya cara le suena. La confusión en otro clásico de la llamada cita madrileña: tomar la editorial Acantilado por Alcantarillado, pedirle a Javier Marías que firme un libro de su padre o preguntar a un librero si tiene Soldados de Salamanca, de Javier Cercas.
RECORTES. Siempre son oficialmente inevitables. Véase WERT.
REEDICIÓN. La mayoría de las veces, simple reimpresión de un libro. / Libro salvado de la quema. Ya lo dice el lema caribeño: reimpresión o muerte. / Acción que cada vez se ejecuta más con la calculadora en la mano y plomo en los pies.
RIESGO. Nuestra prima. / Líquido que circula por las tuberías de la literatura (y que solo es una ínfima parte del mercado del libro). / Bebida amarga.
SATANÁS. Símbolo de lo más temido. En la industria del libro y desde siempre, devolución. / Ángel que tiene una estatua en el Parque del Retiro. Dicen que es la única del mundo.
SEGUNDA EDICIÓN. Reimpresión de no se sabe cuántos ejemplares que se anuncia en una faja cuando los elogios a un libro no caben en su contracubierta. / Si es el Telediario se emite a las 21.00 a menos que haya fútbol, lo que demuestra que la realidad cabe en 15 minutos de televisión.
SOMBRA. El lado que quieren todas las casetas.
SUPERVENTAS. Premio gordo de la lotería. / Título que distorsiona la estadística anual de venta de libros. / En español de España, best seller.
TANTO POR CIENTO. Un editor da el 50% del precio del libro a su distribuidor, que a su vez da el 25% a la librería. De su 50%, el editor da el 10% al autor. Lo dicho no es más que aproximado. Todo cambia si el libro tiene ilustraciones o es traducido o de autor superventas o se convierte en objeto de presión para alguna de las partes. Este año hay 11 distribuidores en el Retiro.
TRADUCTOR. “¿En la T vas a poner Traductor: persona sin la cual habría muchísimas menos casetas?”. Puesto está. / Héroe invisible. / Ventrílocuo de Homero. / Persona cuyo nombre en los créditos nos hace sospechar levemente que Kate Morton, Jonas Jonasson y Stieg Larsson no escriben en castellano. / Pese a su importancia, rara vez salen en la cubierta del libro (por problemas de diseño, claro). / A los periodistas se nos suele olvidar citarlos.
TWITTER. En el año 2084, libro por antonomasia.
UBICUIDAD. Don que poseen algunos autores-firmantes durante los fines de semana de feria.
VENTAS. Número más o menos ficticio, más o menos real que suele aparecer en las fajas de los libros. Por otro nombre, arcano: dicho especialmente de las cosas secretas, recónditas, reservadas; secreto muy reservado y de importancia; misterio, cosa oculta y muy difícil de conocer. / En los últimos tiempos, argumento de autoridad.
VERANO. Día después.
WERT. Ministro increpado hoy por los estudiantes en la inauguración de la feria.
WI FI. Líquido elemento.
X. Incógnita. Desde hace años la organización de la feria no ofrece datos oficiales -de visitantes, ventas o autor que más firma- porque las que se publicaban tradicionalmente no tenían rigor alguno. Además, anunciar el nombre del escritor que más firmaba hizo que otros se negaran a acudir al Retiro. Véase VENTAS. / Marca que hacen algunos autores en una hoja de papel para llevar la cuenta de los ejemplares que firman. A veces la marca es un palito. Lo usaba Mario Benedetti.
K. Personaje de Kafka y título de un libro de Roberto Calasso, el escritor italiano que clausurará la feria (ver ITALIA). / En mayúscula, consonante de origen parcialmente argentino (cada año hay más editoriales argentinas –y no necesariamente K- en el Retiro; merecen mucho la pena). / En Argentina, ya que estamos, inicial del viceministro de Economía (Kicillof, Axel), que también tiene nuevo libro, sobre otro con K: el abuelo Keynes. Iba a venir a presentarlo a Madrid pero topó con unos yacimientos (petrolíferos fiscales) y… nadie quiere ponerle el cascabel al gato. El Gobierno del que forma parte, por cierto, algún problemilla ha tenido con el mundo del libro, y poco antes de la pasada feria de Buenos Aires.
KRUGMAN, Paul. Premio Nobel de Economía que ejerce de Casandra en el New York Times y en este periódico y contra el que se ha abierto la veda. No vendrá a firmar, pero tiene un libro recién publicado: ¡Acabad ya con esta crisis! Es de dinero pero está escrito para que se entienda, sin esoterismos. Puede ser la canción del verano. Ojalá se equivoque (si no le hacen caso).
LIBRERO-A. Persona que vende libros. Literalmente. Bien lo saben los editores: ni toda la publicidad del mundo ni todos los suplementos culturales del planeta pueden lo que puede un librero con ganas de aconsejar y clientes aconsejables. En el Retiro habrá este año 52 librerías generales y 66 especializadas. Las primeras suelen tener todas los mismos títulos; las segundas, junto con las editoriales, hacen que el paseo merezca la pena. Su gremio –oficialmente Asociación de Empresarios del Comercio del Libro de Madrid, como suena- es el principal organizador de “la cita”. Dicen que la crisis está golpeando con dureza. Para el que quiera saber lo que vale un buen librero (y una buena persona), nada hay más recomendable que 84, Charing Cross Road, un precioso libro de Helene Hanff.
MADOZ, Chema. Fotógrafo y autor este año del cartel de la feria. Con una cabeza como la suya, Joan Brossa hacía poemas visuales y Daniel Gil, cubiertas para libros. Desde entonces es imposible no pensar que cruzando una interrogación y una admiración pueden hacerse una hoz y un martillo.
MEGAFONÍA. Otro hecho diferencial. La voz que anuncia las firmas y las casetas mezclando a ilustres y primerizos. Forma parte del paisaje y a veces del paisaje bucólico: un año un muchacho se declaró a su novia por megafonía. ¿Se casaron?
MOYANO. Cuesta de. Lugar en el que el año que viene se encontrarán más baratas las novedades de este. Algunas, de hecho, ya están allí. / Cura de humildad para escritores. / El recorrido ideal de la feria del libro, dejad toda esperanza, empieza en la calle de Alcalá pasa por la estatua del ángel caído y termina en esos puestos de viejo y de ocasión. La vida misma. Sic Transit Gloria Mundi.
NO. En la sección de librería de los grandes almacenes y ante la petición de un título poco previsible, respuesta que suele ir acompañada de la frase: “…pero te lo puedo pedir”.
NOVEDAD. En los últimos años, libro por antonomasia. / En tiempos de crisis, título reimpreso al que se le ha cambiado la cubierta, no digamos si se le puede poner una foto de la película.
NOVELISTA. Todo ciudadano español mayor de 40 años.
Ñ. Anomalía tipográfica que ya sale en los teclados. / Símbolo del Instituto Cervantes. Este año habrá 24 organismos oficiales, incluyendo consejerías y ministerios como el de Defensa (antes de los eufemismos: “de la Guerra”). Durante 17 días, las ediciones públicas salen del almacén al que llegaron desde la imprenta. Con todo, merece la pena el rastreo. Por ejemplo, entre las del CIS o las del Centro de Estudios Constitucionales: ¡Viva la Pepa!
ÓMNIBUS. En tiempos de borrasca económica, reunión en un solo tomo de varios libros de un autor. / Último tren antes de la guillotina.
PARAGUAS. Cuando lo llevas al Retiro nunca llueve.
POETA. Todo ciudadano español menor de 40 años. / Persona que, en la feria, firma libros a los amigos que no ha podido ver en casa.
PRESENTACIÓN. Ver FRACASO.
PRÍNCIPE. Ver INFANTA. / Persona que mañana por la mañana inaugura la feria del libro y por la tarde entrega la Copa de Su Majestad Su Padre. / Marido de lectora. / Algunos preferirían llamarlo infante (de marina). / Si es de Asturias patria querida, fundación que el día 6 de junio a las 12.00 h. fallará su premio de las Letras. ¿Habrá libros del ganador en la feria? ¿Quién ganará? Seguro que alguien lo sabe ya.
A. La letra preferida de las editoriales españolas para bautizarse: Abada, Actar, Actas, Aguilar, Akal, Algaba, Alianza, Almadraba, Almuzara, Anaya, Ariel, Altea, Atalanta, Anagrama, Alba, Alpha Decay, Alfabia, Alfaguara, Ático, Acantilado, Automática... Como en los anuncios por palabras, ser el primero de la lista parece importante.
AGOTADO. Dícese del libro con más de tres meses de antigüedad que, a veces por cientos, espera la guillotina en el almacén. La feria del libro salva muchas cabezas.
ÁRBOL. Materia prima de los libros cuando eran de papel. / En Madrid, parte fundamental de la feria del libro. Dado que en ella no se compran derechos ni se llenan los actos culturales, su gran activo es que se celebra en un parque, el del Retiro.
BORRASCA. Según la tercera acepción del DRAE, “perturbación atmosférica caracterizada por fuertes vientos, abundantes precipitaciones y, a veces, fenómenos eléctricos”. Según la cuarta, “riesgo, peligro o contradicción que se padece en algún negocio”. La primera es tradición en la feria; la otra empieza a serlo. Según el último parte meteorológico, en el primer trimestre de este año las ventas han descendido entre un 8 y un 12% con respecto al mismo periodo del año anterior.
CASETA. Unidad de medida. Los editores pequeños subrayan la democracia de la cita madrileña frente a las de pabellón en recintos cerrados de ferias de muestras. El pez grande y el chico utilizan el mismo modelo, tamaño aparte. Este año hay 356.
DIGITAL. La revolución pendiente. Cada año puede ser el año de la explosión. El formato crece por momentos pero no supone mucho más del 1% del mercado español. Permanezcan atentos a sus receptores. Mientras tanto, Walter Benjamin: “La inminencia de una revelación que nunca se produce”. / En los últimos años un fantasma recorre el Retiro: ¿cómo se firma un libro digital?
DESCUENTO. Del 10%.
EDITOR. Junto con los árboles, el hecho diferencial de la feria. Cuando las librerías de fondo van camino de ser un bonito recuerdo, disponer de casi todo el catálogo durante 17 días es un sueño igual de bonito. Este año hay 175 editores de Madrid y 97 de fuera. Los de fuera pagan más, de ahí que muchos sellos de la periferia también estén agremiados en Madrid. / Persona con aire intelectual que se mete en la caseta los fines de semana.
EUROCOPA. Este mes, género literario. / Acontecimiento capaz de vaciar las calles y los parques (Retiro incluido). / Enemigo que ha dado dos semanas de tregua. Empieza el viernes 8 de junio.
FIRMAS. Ceremonia con fila india, dedicatoria y breve conversación. / Entrañable contacto entre autor (oficio tan solitario…) y lector. / Contabilidad en directo. / Momento en el que un cliente puede encargar unas líneas a su autor favorito. Javier Marías escuchó esta petición: “Ponga ‘Para Manoli, que tiene el mejor cuerpo de Madrid”.
FRACASO. Véase PRESENTACIÓN (de un libro en la feria de Madrid).
GUADALAJARA. México. La feria del libro más importante de la lengua española.
H. Silencio: letra muda.
INDEPENDIENTE. Dícese del editor que es también dueño de su sello, gerente, maquetador, jefe de prensa y a veces, traductor. / El gran fenómeno de la edición española de los últimos años. Ayer mismo se anunció un nuevo sello: El Hombre del Tres. / Como no suele tener suficientes títulos en su catálogo, comparte caseta con otros de su tamaño. / Estado previo a la desaparición, al hallazgo de un superventas o al ingreso en un gran grupo (todo ello sin perder la independencia).
INFANTA. La que inaugura la feria. Hay gente que la confunde con la Duquesa de Alba. A veces, como el año pasado, coinciden dos infantas: una inaugura; la otra, pasea. Se besan. / Si el que inaugura -como este año- es varón, recibe el nombre de príncipe (si su esposa es lectora recibe el nombre de Letizia). Sale en algunos cuentos. Sus padres salen en las monedas.
INFANTIL. El único pabellón de actividades que siempre está lleno. / Comportamiento de algunos adultos.
ITALIA. País capaz de seguir adelante a pesar de sus políticos, o sea, todo un ejemplo para Europa. / Selección de fútbol a la que se enfrenta España el domingo día 10 de junio a las 18:00 h. / País invitado a la feria del libro. Claudio Magris inaugura las actividades culturales el viernes 25 de mayo a las 19:30 en el Pabellón de Actividades Banco Sabadell. La clausura, el 10 de junio y a la misma, correrá a cargo de Roberto Calasso, escritor y director de la editorial Adelphi. Sabemos que a Calasso le gusta Tiepolo; no sabemos si le gusta el fútbol.
JIMÉNEZ, Juan Ramón. Poeta onubense que salía en los billetes de 2.000 pesetas (12 euros). Premio Nobel muerto en el exilio. La Residencia de Estudiantes acaba de publicar el segundo tomo de su correspondencia. Una obra digna de un país civilizado. / Autor que escribió un aforismo de doble filo: “Para leer muchos libros, comprar pocos”. Tampoco hay que exagerar: los compras tú y los lee otro. Otro aforista, Lichtenberg, escribió que cuando chocan un libro y una cabeza y suena a hueco, la culpa no siempre es del libro. No conocía el libro digital.
Ésa es tu pena. Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven. Colócala a la altura de tus ojos y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda, o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes, o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles. Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima. Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve, un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo. Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama y se retrae como ciertas flores si las roza cualquier sombra extranjera. No la dejes caer ni la sometas al hambre ni al veneno; sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido. Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras. No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas, aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido. No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie. Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio, sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.
¿Qué añadir a un poema como este? La poeta argentina Olga Orozco lo incluyó en En el revés del cielo, el libro que publicó en 1987, cuando tenía 67 (había nacido en 1920 y murió en 1999). Ella misma habló de la suya como de una voz ronca y llorada, y salvo esa voz (en el sentido físico) el resto de su mundo sigue vivo en el volumen de 500 páginas que la editorial Adriana Hidalgo acaba de publicar con su Poesía completa (en edición de Ana Becciú y con prólogo de Tamara Kamenszain).
Se ha dicho tantas veces de un libro que es un acontecimiento que esta vez nos lo ahorramos. Solo diremos que ese volumen contiene los poemarios que Orozco publicó en vida más los Últimospoemas que dejó listos antes de ingresar en la clínica bonaerense en la que murió. Diremos también que en esos libros están muchos de los versos más enigmáticos escritos en español a lo largo del siglo XX. El enigma de la poesía de Olga Orozco reside, paradójicamente, en que es diáfanamente clara sin dejar de ser un misterio, ¿diremos que una hechicería? Su irracionalismo –surrealismo para los escolásticos- nunca es de manual: viene del reverso oscuro de la realidad sensorial, pero llega sin automatismos de ninguna clase; a punto siempre de perder su sentido y sin perderlo nunca.
El volumen de Adriana Hidalgo incluye también tres textos en prosa que bien podrían funcionar como poética más que, según reza el título del primero, como autobiografía. “Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir”, se lee allí. “A veces me visitan gentes que no conozco y que me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Qué soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder?” Es cierto, hay libros que son un acontecimiento, otros son una hoguera. Cuidado con el fuego.
Adán en Edén (Alfaguara, 2010) fue la última novela publicada por Carlos Fuentes. Luego vendrían un libro de cuentos -Carolina Grau- y el ensayo La gran novela latinoamericana. Además, cuenta su editora, poco antes de morir había terminado un libro de retratos -Personas (se publica el 4 de julio)- y una nueva novela -Federico en su balcón (saldrá en otoño)- y ya tenía otra en la cabeza: El baile del centenario. Nuevas piezas para ese puzle de ambición balzaquiana que es La edad del tiempo, el nombre que Fuentes dio a la meticulosa organización de su obra narrativa. La muerte, tristemente, ha querido cerrar esa edad en 83 años y 34 títulos.
En un pasaje de Adán en Edén un joven poeta recibe la invitación de Maximino Sol –ese nombre, ese hombre-, un “gran escritor”, pero también un “papa literario” que ejerce “una especie de tiranía fascinante sobre la literatura mexicana, acaparando la publicación de revistas y, a través de sus discípulos y allegados, las reseñas críticas en los periódicos”. Tras ser conducido por la casa por un secretario –“el brazo armado del poeta”-, el joven llega al despacho de madera de Maximino Sol, que –traje de tres piezas, cuerpo pequeño y regordete, papada, cabeza leonina y melena “cuidadosamente despeinada”- elogia el poema que el muchacho ha publicado en una revista. Eso sí, le sugiere que abandone la influencia de Neruda y Lorca y se acerque a Jorge Guillén y Emilio Prados, de los que se puede hacer paráfrasis, le dice, sin que se note demasiado. Y continúa: “La mímesis es inevitable en literatura y, al cabo, escoger bien a los mentores es una muestra de talento”.
Lo que sigue es la ceremonia de captación de un discípulo por alguien que quiere ser su mentor para no dejar de ser, él mismo, “el alumno premiado” en el concurso de la posteridad, certamen en el que ejerce de organizador, jurado, ganador y, generoso, seleccionador de finalistas. Cuando el joven le responde que su juventud es “excesiva” y que su edad puede esperar sin padrinazgos de ningún tipo, el despechado aspirante a padrino le responde que no basta el talento, por grande que sea, sin un “escudo que lo proteja”.
“¿Crees que en México vas a ir a alguna parte sin él?”, le pregunta el secretario del rey Sol cuando el invitado pasa el trago de decir “no”. Camino de la salida, recuerda la gran humanidad de la obra literaria de su anfitrión al tiempo que ruega a Dios: “Déjame ser como la poesía de ese hombre, pero no como el hombre mismo”.
Cuando Carlos Fuentes pasó por Madrid al poco de publicar su novela, le pregunté a bocajarro si Maximino Sol estaba inspirado en Octavio Paz. Él dijo tres veces que no y añadió: “Es curioso, voy a la Argentina y me dicen que es Ernesto Sabato; llego a Chile y me dicen que es Pablo de Rokha… Hay una figura así en cada país. No es nadie en particular. Es un resumen”.
Heredera involuntaria de la tradición de próceres en los que una sola persona encarnaba las figuras del escritor y del político –de Domingo Faustino Sarmiento a Rómulo Gallegos-, la generación de Carlos Fuentes ha sido la última en jugar todavía el papel de sus mayores: el de escritor nacional. Que muchos de ellos cambiaran la presidencia del Gobierno –Vargas Llosa fue el último en intentarlo- por el menos espinoso cuerpo diplomático, no hizo más que proteger una obra literaria de por sí inatacable y reforzar su crédito como intelectuales en el sentido clásico. De ahí que la muerte de Fuentes sea el principio del fin de una raza de escritores: la de aquellos que cenan con Clinton, escriben ensayos contra Bush y conversan por escrito con expresidentes; galardonados con el Nobel o candidatos a él que antes de las elecciones anuncian su voto porque saben que el anuncio tendrá su influencia. Los últimos en los que un anuncio así no despierta un sarcástico “¿y?” entre los lectores. Autoridad moral se llamaba la figura.
“Fue un generoso lector de la literatura en lengua castellana y más allá de las diferencias hay que reconocer su interés en escribir sobre sus contemporáneos (lo que no es habitual entre los escritores)”, decía ayer Ricardo Piglia, 20 años más joven que él, hablando de Carlos Fuentes. “Concentró en muchos sentidos la imagen clásica del escritor latinoamericano de la que nosotros –es decir los escritores de mi generación- nos hemos distanciado siempre con entusiasmo”.
Si ellos –digamos los autores del boom- eran los hijos intelectuales de los próceres y los hijos de los hijos buscaron desde muy pronto distanciarse “con entusiasmo” de sus padres, la tercera generación de herederos –también leídos por Fuentes con fervor y generosidad infrecuentes a su edad- son ya, no de otra generación, sino de otra civilización: echaron los dientes en el pop, se los cepillaron con la pasta anti-sarro del pensamiento débil y los han afilado en las redes sociales, sin atriles y sin jerarquías, sin secretarios –por el momento- y sin una revolución a la que adherirse o de la que disentir. Y, sobre todo, sin un auditorio que espere impaciente sus artículos de opinión. Todo lo más, un post, un tuit o una contribución a la gran telenovela latinoamericana. Por ahora.
Taurus acaba de publicar,en traducción de Victoria Gordo del Rey, el libro póstumo de Tony Judt –Pensar el siglo XX-, un volumen de conversaciones con Timothy Snyder. Judt cuenta en él que después de publicar Pasado imperfecto (Taurus, 2007), su obra sobre los intelectuales franceses, un historiador galo le preguntó si de verdad pensaba que todos eran así. ¿No había ninguno bueno? “Yo le respondí que por supuesto que sí”, dice Judt. “Camus, Aron, Mauriac a su manera, y algunos otros”. A lo que su colega respondió: “¿Por qué no escribe sobre ellos?”.
Albert Camus, futbolero confeso, lleva meses calentando en la banda de su propio centenario. Se celebra el año que viene –el 7 de noviembre- y su figura no para de crecer. Lo mismo que la bibliografía sobre su vida y obra.
No sabemos si alguien se animará a traducirlo. Más fácil, seguro, lo tiene el libro que el polémico Michel Onfray publicó en enero: L’ordre libertaire. La vie philosophique d’Albert Camus (Flammarion), una suerte de biografía intelectual a cargo del hombre que demolió a Sigmund Freud. El caso de Camus es el contrario. Onfray es un camusiano convencido que consigue desmontar los tópicos sobre la debilidad teórica de su obra ensayística: “Como no quería pensar el mundo distanciándolo de las ideas, los conceptos y las abstracciones, los filósofos académicos han considerado que Camus no era de los suyos. Para él una guerra no es un momento de negatividad en la dialéctica de lo real sino el enfrentamiento entre hombres que se sacan las tripas”. Por supuesto, Sartre recibe lo suyo, a veces con una vehemencia que sorprende hasta al menos sartriano.
En España, sus apariciones en las conversaciones entre Judt y Snyder se suman, por contraste, a las largas tiradas que el propio Sartre le dedica en sus charlas con John Gerassi –publicadas por Sexto Piso-. No hace tanto, además, que Capitán Swing recuperó sus textos contra la pena de muerte. Eso sí, el libro que marca la diferencia por ahora es Albert Camus. Solitario y solidario, la fotobiografía que acaba de publicar la editorial Plataforma en traducción de Elisenda Julibert. La diferencia no reside en el tamaño del volumen -más grande que un viejo LP, se diría que algo ostentoso para un autor como él- ni en las 200 páginas de citas que reúne sino en los centenares de fotografías y documentos que acompañan a esas citas. Y, sobre todo, en el hecho de que hayan sido recopiladas por Catherine Camus, la hija del escritor (con la colaboración de Marcelle Mahasela).
“Albert Camus no es un padre, pero mi padre es Albert Camus”, escribe Catherine en una introducción de dos folios que se leen con admiración y emoción y en la que recuerda aquella frase de su padre según la cual “nadie puede morir en paz si no ha hecho todo lo posible para que los otros vivan”. Sin ocultar, dice, ni las contradicciones ni las imperfecciones ha querido reunir todas esas imágenes para que sus hijos y nietos conocieran al Camus que no llegaron a conocer, alguien con el que los lectores de todo el mundo todavía hoy establecen, apunta con razón, una relación personal más que intelectual. Y para “recobrar la sonrisa, la vivacidad y la generosidad de aquel hombre despierto y entusiasta que me dejó vivir”.
Es cierto, tal vez sea un libro para fans. Poco importa: el resto de su obra está disponible desde hace años en edición de bolsillo, o sea, por cuatro perras.
Lo importante de Anne Sexton no es que se tomara dos vodkas y, con un tercero en la mano, se pusiera el abrigo de piel de su madre, se encerrara en el garaje, encendiera la radio y pusiera en marcha el motor del coche.
Lo importante no es que sus poemas hablen de la menstruación y la masturbación, del odio a los hijos y del amor por ellos, de la cárcel que puede llegar a ser una casa (vale decir, hogar).
Ni que escribiera: “Muy serena en los cócteles, / mientras que en mi cabeza / estoy experimentando una operación a corazón abierto”.
Lo importante no es que el psiquiatra le recomendara que escribiera poemas y terminara ganando el premio Pulitzer. Y siendo jurado del premio Pulitzer.
Lo importante de Anne Sexton no es que avisara: "Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta".
Lo importante es que escribiera poemas como Coraje, incluido en la poesía completa de Anne Sexton que la editorial Linteo publicará próximamente en traducción de José Luis Reina Palazón. Lo cuenta él mismo en el último número (¡el 101-102!) de la impagable revista Turia, que en sus 500 páginas incluye siete poemas de Sexton muy bien presentados por su traductor.
Anne Sexton
CORAJE
Es en las pequeñas cosas donde lo vemos
El primer paso del niño,
tan imponente como un terremoto.
La primera vez que vas en bicicleta,
tambaleándote por la acera.
La primera paliza cuando tu corazón
fue de viaje todo solo.
Cuando te llamaron llorón
o pobre o gordo o loco
y te hicieron un extraño,
cuando bebiste su veneno
y lo ocultaste.
Más tarde,
cuando miraste a la muerte de bombas y balas
no lo hiciste con una bandera
lo hiciste sólo con un sombrero, para
cubrir tu corazón.
Tú no has acariciado la debilidad en ti
a pesar de que estaba allí.
Tu coraje fue un pequeño carbón
que has seguido tragándote.
Si te ha salvado tu compañero
y murió haciéndolo
entonces su coraje no fue coraje,
fue amor; amor tan simple como jabón de afeitar.
Más tarde,
si tú has soportado una gran desesperación,
lo hiciste solo,
en tus venas corría el fuego,
quitándote la costra de tu corazón,
estrujándolo como un calcetín.
Después, hermano mío, has espolvoreado tu pena,
le has dado un masaje de espaldas,
la has tapado con una manta,
y cuando ha dormido un ratito
despertó a las alas de las rosas
y estaba transformada.
Después
cuando llegues a la vejez y a su conclusión natural
tu coraje se mostrará en pequeñeces,
cada primavera será una espada que tú afiles,
aquellos que tú ames vivirán en una fiebre de amor,
Ay, me temo que ya está aquí otra vez el libro del año, que no será una novelita. Se titula ¡Acabad ya con esta crisis!, lo publica la editorial Crítica mañana jueves en traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García, lo firma Paul Krugman y este periódico adelantó el domingo un capítulo. Ya lo han leído. En efecto, yo he pensado lo mismo: ¿dónde hay que firmar para que hagan a este hombre presidente del Gobierno –o de la República-? O Premio Nobel de Literatura, ya puestos. ¿No lo ganó Churchill en 1953 por los servicios prestados? Es decir, versión posguerra mundial, "por su dominio de la descripción histórica y biográfica y por su brillante oratoria al defender la exaltación de los valores humanos".
Basta escuchar, no ya su discurso del Nobel de Economía en 2008 sino su brindis durante el banquete que sigue a la ceremonia para darse cuenta de que se puede hablar de números sin rodeos y sin laberintos, con rigor y con ironía y con un estilo digno del mejor ensayismo: el vídeo está aquí y aquí está la versión en texto, sin pajarita pues, negro sobre blanco, recordando que ningún éxito dentro de su disciplina es fruto del trabajo de una sola persona. En el ayuntamiento de Estocolmo, lugar de la cena, Krugman intervino justo detrás de Le Clézio, el premiado de Literatura (a su lado en la foto, sin barba), en uno de los años más divertidos que se recuerdan en Estocolmo pese a que la crisis empezaba a galopar. Aquellos días el economista de Princeton estaba "preocupado" por la rapidez de una recesión que corría el riesgo de dejar obsoletas las medidas de rescate antes de que entraran en funcionamiento. Cuatro años después, aquí estamos, con la sonrisa convertida en mueca pero esperando leer el resto del libro del Krugman.
Claudi Pérez, corresponal de este diario, escribió en una reseña titulada Los bancos son el monstruo: "Si la guerra es la manera que tiene Dios de enseñarles un poco de geografía a los estadounidenses -eso decía Mark Twain-, la Gran Recesión debería conseguir que todos aprendamos de una vez algo de economía". Lleva razón. Lo conseguirán la Gran Recesión, películas como Inside Job (en el vídeo) y gente como Krugman, que un día (más) puso los puntos sobre las íes (con decimales) en un artículo cuyo título despejaba todas las dudas: Nadie entiende la deuda. Va un fragmento (algo largo pero sin desperdicio):
"Los que se preocupan por el déficit retratan un futuro en el que nos vemos empobrecidos por la necesidad de devolver el dinero que hemos tomado prestado. Ven a EE UU como una familia que pidió una hipoteca demasiado alta y que se ve en apuros para pagar las cuotas mensuales. Sin embargo, esta es una analogía realmente mala por lo menos en dos sentidos.
En primer lugar, las familias tienen que devolver su deuda. Los Gobiernos, no; todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que la deuda aumenta más lentamente que su base imponible. La deuda de la II Guerra Mundial nunca se devolvió; sencillamente, se fue volviendo cada vez más irrelevante, a medida que la economía estadounidense crecía, y con ella, la renta sometida a tributación.
En segundo lugar, y esto es lo que nadie parece entender, una familia excesivamente endeudada debe dinero a otra persona; la deuda estadounidense es, en gran medida, dinero que nos debemos a nosotros mismos.
Esto era claramente cierto en el caso de la deuda en que incurrimos para ganar la Segunda Guerra Mundial. Los contribuyentes asumieron la responsabilidad de una deuda que era significativamente más elevada, como porcentaje del PIB, que la deuda actual; pero los titulares de esa deuda también eran los contribuyentes, como la gente que compraba bonos de ahorro. De modo que la deuda no hizo más pobre a los Estados Unidos de la posguerra. En concreto, la deuda no impidió que la generación de la posguerra experimentara el mayor aumento de la renta y el nivel de vida en la historia de nuestra nación.
Pero esta vez es diferente, ¿no? No tanto como creen".
No sé si donde dice EEUU vale decir España (y alrededores), pero a mí me da que sí. No hace tanto que he dejado de contar con los dedos pero todavía, a veces, traduzco los euros a pesetas. Lamentable, lo sé. Sin embargo, me niego a creer en lo inefable y a creer, de paso, que las cosas no tienen una explicación o que esa explicación no pueda ser clara. Por eso, mientras me olvido por fin de las pesetas, necesito fiarme de alguien. Y me fío de Krugman. En lo que llevamos de año -no es un mérito, son gajes del oficio- he leído unos cuantos miles de palabras, algunas encuadernadas. Ninguna me ha impresionado tanto como las suyas. Ni, Hölderlin me perdone, me han parecido tan necesarias.