No todo el mundo piensa en lo mismo cuando escucha el sintagma feria del libro. Lo habitual es que los mortales, los peatones y las personas físicas piensen en LIBRO. Lo habitual es que eso que llaman profesionales de la cosa –libreros, editores, distribuidores…- piensen en FERIA. Nadie tiene más razón que nadie y los dos pensamientos son legítimos, pero el debate sobre el hipotético cambio de modelo para la feria del libro de Madrid no dejará de circular por dos raíles paralelos –idealismo y pragmatismo- mientras libro y feria no se encuentren en algún sitio que no sea DEL.
Los que escuchan libro piensan en verso y en términos idealistas, en las horas de entretenimiento y de conocimiento que les proporcionará un texto que puede cambiarles la vida y que a veces es también un objeto. La cuestión es que su libro viene en un paquete –feria del libro- distinto a otros del mismo género –biblioteca pública-. Pocos reparan, y tal vez está bien que así sea, en que el objeto que atrae sus esperanzas, con ser especial, forma parte de una cadena engrasada por un aceite escaso: el dinero.
Los que escuchan feria piensan en prosa y en términos pragmáticos, en las horas de escritura, edición y venta que les ha costado un texto que cambiará sus vidas el día que deje de ser un objeto porque tendrán que buscársela para seguir dedicándose a lo que les gusta y, seamos también un poco idealistas, proporcionando conocimiento (entretenimiento no nos faltará). Lo piensan, y es más que legítimo, al menos durante los 17 días que dura “la cita” madrileña. Para el verso ya están la ilusión y las zozobras que pasaron cuando optaron por dedicarse a esto y las que pasan a diario porque sus libros no llegan a las librerías o porque los lectores no entran en ellas.
El problema, cuando lo hay, son las adherencias. Cada palabra tiene las suyas. Si feria lleva pegada la palabra dinero, libro lleva pegada la palabra cultura. Más pragmatismo, más idealismo. La confusión entre ambas es, por ejemplo, lo que convirtió ARCO, la feria de arte contemporáneo, en un fenómeno de masas. De masas y de pago pero de poca venta. ¿Cómo fue posible? Tomando un mercado por un museo, algo que no sucede en ningún otro lugar del mundo. Seguramente porque ARCO surgió en un país concreto y en un momento concreto. Al hambre no hay pan duro, dicen. El momento ha cambiado y así estamos.
La cosa se complica en “el mundo del libro” porque cultura tiene desde hace décadas un derivado de campanillas: el acto cultural. Por si hubiera una acción más cultural que leer, necesitamos que vaya acompañada de un poco de teatro y de periodismo en directo, lo cual es fruto de otro equívoco, el que se da entre promoción comercial y ¿difusión cultural?
La feria del libro de Madrid es un éxito porque está en un parque. Pero Madrid no es Fráncfort ni Guadalajara (México), ni se venden derechos de autor ni la gente acude a los pocos actos culturales, ya salió la fórmula, que se programan en el parque. ¿Cómo es posible que un acontecimiento que cada fin de semana se llena de lectores capaces de hacer cola al sol por obtener la firma de un escritor sea incapaz de conseguir que la gente se meta a escuchar a esos mismos autores cuando están en un pabellón con aire acondicionado?
Los que piensan en libro van al Retiro a algo muy concreto: comprar un título, conseguir una firma. ¿Necesita Sant Jordi actos culturales? Vale, ese mercado dura un día, pero aun así… Que sería bonito que además de comprar un gran libro la gente escuchase con gran atención a grandes autores hablando de grandes temas. Sí, sería muy bonito. Si no es posible, tendrán que conformarse con leerlos.
Los que piensan en feria, durante dos semanas no piensan en otra cosa que atender las casetas mañana y tarde y ocuparse de que no falte el agua el día de la firma. La prueba es el método de organización de los actos, que se realiza a partir de las propuestas de editoriales e instituciones, o sea, con lo que hay. Se busca fecha, se cobra por el aire y la megafonía y que pase el siguiente. El cambio de modelo supondría crear un equipo que durante todo el año pensara qué y quién y tratara de ver cómo en una ciudad donde, es un clásico, a las siete de la tarde o das una conferencia o te la dan. En prosa: el cambio de modelo supondría dinero. ¿De dónde sale? ¿De un patrocinador? ¿De un banco? ¿Traemos a Umberto Eco o pagamos las bolsas? El mecenazgo va de retirada. Sigue el Banco de Sabadell; antes, entre otros, estuvo Caja Madrid (hoy Bankia). Malos tiempos para la lírica.
Hay 1 Comentarios
Si el libro es el huevo y la Feria la gallina, este año a la falta de lluvia, se le añade aceite y se pide "libro frito con puntillas".
A un país a cuyo escaso hábito de lectura se le achaca el buen tiempo, no solo le falta mecenazgo y patronazgo, también programas edificantes que no sean "ladrillo"
Y estoy de acuerdo en todo contigo, Javier.
Publicado por: mahleer | 30/05/2012 19:07:20