Para entender el fin de la poeta barbuda

Por: | 08 de junio de 2013

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[Dentro de la serie “Obra para entender…” de los blog de EL PAÍS con motivo de la Feria del Libro de Madrid, 2013: El fin de la poeta barbuda]

 

Las grandes cosas no siempre pasan en fechas redondas. Pensemos en 1997. Ese año pasaron muchas cosas en la poesía española, dos muy importantes.

1)      Se publicó Esto es mi cuerpo (Visor), de Juan Antonio González Iglesias, uno de los grandes libros  de las últimas décadas (posteriormente incluido en Del lado del amor. Poesía reunida).

2)      Una antología empezó a resquebrajar la tendencia a tratar a las poetas como si fueran, alguna vez lo dijimos, la mujer barbuda, es decir, una excepción de feria. Esa antología se llama Ellas tienen la palabra (Hiperión) y corrió a cargo de Noni Benegas (autora también del estudio preliminar) y de Jesús Munárriz.

ELLASuntitledEs cierto que una selección cuyo criterio es el sexo (el género gramatical, si se quiere) tiene en sí misma algo de anómalo y así lo entendió Silvia Ugidos, que no quiso beneficiarse de la discriminación positiva y rehusó incorporarse a la selección. Es cierto, pero también lo es que hasta entonces las antologías de poesía española solían reservar una única plaza a las mujeres: Ernestina de Campourcín en las del 27 (Joséfina de la Torre como mucho), María Victoria Atencia (tardíamente) en las del 50, Ana Maria Moix en la de los novísimos…

Con esos precedente, la 'Poética' con la que Ana Rossetti encabezó una selección de sus poemas decía esto:

"Evaluación de antologías poéticas según cuotas de participación por sexos:

100% = Antología de poesía

Hasta el 75% = Correcta

Hasta el 65% = Aceptable

50% = Sospechosa

Menos del 50% = Provocativa

Menos del 35% = Ridícula

Menos del 25% = Imposible

0% = ¡Otra antología de mujeres!

Universo de la muestra: todas las publicaciones anteriores, la presente incluida".

En 1985 la antología Las diosas blancas, también en Hiperión, abrió un camino que 12 años más tarde culminó en Ellas tienen la palabra, una selección de 41 autoras nacidas a partir de 1950, es decir, a partir de Ana Rossetti, precisamente, y hasta Ana Merino, nacida en 1971. Total: 670 páginas.

Sociológicamente el libro tuvo la virtud de señalar una realidad que antes siquiera que discriminada, tendía a ser invisible. Literariamente, la antología daba lo que prometía: “sujetos líricos inéditos” y “nuevos enfoque sobre los grandes temas de la lírica”, básicamente, una manera de tratar la poesía como si se estuviera inventando en cada poema.

Como síntoma, queda dicho, Ellas tienen la palabra fue todo un hito, pero su verdadera importancia se aprecia cuando uno se acerca a él como lo que es, un libro de lectura. Puede que una antología sea el mejor medio para entrar en la poesía. Esta lo es y en todas direcciones: desde la cotidianidad de Inmaculada Mengíbar, Ángeles Mora o Amalia Bautista hasta el hermetismo de Ada Salas pasando por el pensamiento salvaje de Isla Correyero. Olvido García Valdés, Chantal Maillard, Blanca Andreu, Menchu Gutiérrez, Esperanza Ortega, Amalia Iglesias, Ángela Vallvey, Esperanza López Parada, Guadalupe Grande o Josefa Parra también están ahí. Leyendo muchos de sus poemas se olvida pronto que estamos ante una antología de mujeres para darnos cuenta de que estamos ante una estupenda antología de poesía. Algunas muestras:

AURORA LUQUE

De la publicidad

Reportaje de moda en Marrakech.
Tres loin de l'innocence este perfume.
Una fotografía retocada
con acuarelas suaves. Si desea
reparamos su piel. Esta revista cuenta
familiares parábolas al fin:
de cómo maquillar los sueños agresivos
o cómo estilizar la derrota y el tedio.
Perfumada de Armani
la nada es altamente soportable.

 

LUISA CASTRO

Mi madre trabajaba en una fábrica de conservas 

Mi madre trabajaba en una fábrica de conservas 
Un día mi madre me dijo: 
el amor es una sardina en lata. ¿Tú sabes 
cómo se preparan las conservas 
en lata? 
Un día mi madre me dijo: el amor es una obra de arte 
en lata. 
Hija 
¿Sabes de dónde vienes? Vienes 
de un vivero de mejillones 
en lata. Detrás. Detrás de la fábrica, donde se pudren 
las conchas 
y las cajas de pescado. Un hedor imposible, un azul 
que no vale. De allí vienes.

¡Ah! dije yo, entonces soy la hija del mar.

No. 
Eres la hija de un día de descanso.

¡Ah! dije yo, 
soy la hija de la hora del bocadillo.

Sí, detrás, entre las cosas que no valen. 

 

ADA SALAS

De niña…

 

De niña

En el colegio

subía por las franjas luminosas

de polvo y sol.

Al ritmo de los aires

que traen lo inesperado

 

veía cosas

 

ANA MERINO

Carta de un náufrago

Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.

Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.

El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.

Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.

...............

En la imagen, Magdalena Ventura con su marido (la mujer barbuda) (1631), de José de Ribera. Museo del Prado.

 

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Sobre el blog

Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.

Sobre el autor

Javier Rodríguez Marcos

estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".

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