‘El entenado’, una novela total

Por: | 21 de septiembre de 2013

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Si la novela moderna es un artefacto en el que confluyen narración, reflexión y lírica sin que salten las costuras (o después de haberlas hecho saltar), El entenado es un ejemplo perfecto de novela moderna. Y de novela a secas, porque contiene una trama clásica, meditaciones dignas del mejor ensayo y una forma trabajada hasta el límite en busca de la palabra precisa, es decir, poesía.

Juan José Saer (1937-2005) publicó El entenado en 1983, hace 30 años, y la editorial barcelonesa Rayo Verde acaba de reeditarlo. Antes lo publicaron en España Destino (Saer ganó el premio Nadal en 1987 con José Ferrater Mora como finalista) y El Aleph, lo que da una idea de la inestable relación de los lectores españoles con el escritor argentino, uno de los grandes autores latinoamericanos de las últimas décadas.

El entenado narra en primera persona las peripecias del grumete de una expedición española por el Río de la Plata durante el siglo XVI que cae en manos de los indios colastinés. Los indios acaban con sus compañeros pero a él lo mantienen con vida durante años (entenado quiere decir hijastro). Dado que los colastinés son pacíficos pero antropófagos y que el muchacho no habla su lengua, su vida junto a ellos es un intento continuo de descifrar lo que dicen y, por supuesto, de encontrar la respuesta a una pregunta recurrente: ¿cuándo se lo comerán a él? ¿por qué no lo han hecho ya?

EntenadoEse es el argumento de El entenado, una novela que es mucho más que su argumento porque además de relato de formación con aire de crónica de Indias es una arrebatadora disquisición –ni cínica ni adánica- sobre a quién llamamos civilizado y a quién primitivo, sobre el lenguaje y –como diría un francés- la otredad, sobre el poder de las palabras, la memoria y la escritura. Sobre el poder.

 “Era una lengua imprevisible, contradictoria, sin forma aparente. Cuando creía haber entendido el significado de una palabra, un poco más tarde me daba cuenta de que esa misma palabra significaba también lo contrario, y después de haber sabido esos dos significados, otros nuevos se me hacían evidentes, sin que yo comprendiese muy bien por qué razón el mismo vocablo designaba al mismo tiempo cosas tan dispares. En-gui, por ejemplo, significaba los hombres, la gente, nosotros, yo, comer, aquí, mirar, adentro, uno, despertar, y muchas cosas más”.

Esto piensa el grumete mientras vive entre los indios. Cuando estos lo meten en una canoa para enviarlo con los suyos asistimos a una de las despedidas menos ñoñas y más emocionantes de la historia de la literatura. Empiezan entonces nuevas disquisiciones, fruto esta vez de la curiosidad que su relato despierta entre los españoles: “Para algunos, no eran hombres; para otros, eran hombres pero no cristianos, y para la mayoría no eran hombres porque no eran cristianos”. Son otros entonces los que preguntan. ¿Tenían gobierno? ¿Propiedades? ¿Cómo defecaban? ¿Eran músicos? ¿Tenían religión? ¿Con qué mano comían?

La liberación del marino no hace, con todo, más que redoblar su obsesión. ¿Por qué sigue vivo? Tal vez “en esos días sangrientos” de la conquista, piensa, los indios lo usaron como testigo de su inocencia. Tal vez no. Saer deja al lector igual que los colastinés dejaron a su narrador, con la sensación de haber asistido a un prodigio cuyo sentido último se le escapa a pesar de tenerlo delante de los ojos. ¿No era eso la gran literatura?

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En la imagen, Juan José Saer fotografiado por Daniel Mordzinski en París en 1999.

Hay 5 Comentarios

Leí "El entenado" hace un par de años y me gustó, sobre todo por la forma de narrar, sin diálogos (no tengo nada contra los diálogos, todo lo contrario), un punto de vista diferente pero totalmente válido y convincente. De Saer también tengo "Glosa" y "La ocasión" (la obra con la que ganó el Nadal), ambas sin leer. Cualquier sugerencia, como este blog, es buena para decidir lecturas futuras.

La verdad que suena muy interesante. Habrá que leerla. Yo por mi parte, os invito a leer un pequeño relato como recibimiento al otoño.

Creo que podría haber comentado el libro igual de bien sin tener que destripar los principales aspectos de la trama.

España, por envidia y, al final, por diferencia "cultural", tiene una relación difícil con la literatura latinoamericana. O lo que es lo mismo con Saer, Lamborghini, Sommers, Lezama, Sarduy (recordemos que publicó siempre en Argentina hasta que casi murió) y un larguísimo etc. Como diría lawrence, los españoles y los latinoamericanos son animales diferentes: unos son jirafas; los otros, osos hormigueros... Por demás,muy bien q se reedite El Entenado. Una de las novelas grandes.

Qué alegoría saeriana (bah, qué digo: directa representación) del mundo en que vivimos y en el que los políticos nos han enseñado que lo que hoy es A mañana puede ser B, porque ayer fue C sin que hubiera habido la menor intención de que fuera hoy A. Vale decir: «Todo lo que se refiere a mí y a mis compañeros de partido no es cierto. Salvo alguna cosa que es lo que han publicado algunos medios de comunicación. Dicho de otra manera, es total y absolutamente falso.» Bueno, tal vez los políticos seamos todos, en menor o mayor medida. Qué consuelo (para ellos). Por lo demás, por lo menos acá en Alemania existe una palabra tan polivalente como En-gui: cool. En mi infancia limeña era 'paja'. Todo podía ser paja, pajita: las chicas, la gente, nosotros, yo, comer, aquí, mirar, adentro, uno, despertar, y muchas cosas más. Buen dato, señor Rodríguez.

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Sobre el blog

Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.

Sobre el autor

Javier Rodríguez Marcos

estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".

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