[El suplemento Babelia de EL PAÍS, El Cultural de El Mundo y el diario ABC han elegido como mejor libro aparecido en España en 2013 En la orilla, de Rafael Chirbes. Esa elección certifica la gran acogida crítica que tuvo la novela desde que se publicó. Sobre ese asunto hablamos con el autor valenciano para el especial Navidad de El País Semanal. Una versión reducida del texto que sigue se publicó en la edición de papel de ese suplemento el pasado 15 de diembre]
Hay libros que funcionan como un espejo. Los de Rafael Chirbes, por ejemplo. Cuando en marzo del año pasado el escritor valenciano, de 64 años, publicó su novena novela, En la orilla (Anagrama), miles de lectores se vieron reflejados en la historia de un empresario que cierra el negocio –un taller de carpintería engordado por las constructoras-, pone en la calle a sus trabajadores y recuerda cómo la codicia lo llevó hasta allí. Chirbes, que venía de publicar Crematorio (2007, premio de la Crítica) –feroz retrato del pelotazo inmobiliario convertido en serie de televisión-, se confirmó como el autor de una obra literariamente poderosísima y, a la vez, como la incómoda voz de la conciencia de un país en crisis. Meses después, el escritor se sacude las dos etiquetas y relativiza tanta unanimidad: “Supongo que una recepción tan comprensiva se debe al aire de los tiempos. Yo tengo la sensación de haber escrito siempre lo mismo. Estos temas ya estaban en Los viejos amigos (2003), una novela tan cruda que pensé que sería la última, un testamento. Luego vinieron Crematorio y En la orilla, otros dos testamentos. Ahora a estos libros les sopla el viento a favor porque la gente está desolada, desesperada, cabreada. En tiempos menos feroces me verían como a un peligroso radical”.
Menos feroces eran los tiempos en que publicó La buena letra y Los disparos del cazador, dos novelas familiares de los años 90 que hablan de la posguerra y la Transición sin maniqueísmos pero sin paños calientes: “Todos los personajes tienen algo de mí”. Anagrama las recuperó este otoño en un volumen titulado Pecados originales. ¿Las ha releído? “Las he releído”, responde Chirbes, “y me he dado mucha pena. Está todo tan en su sitio, son tan limpias que... Me temo que cada día escribo peor. Aunque son duras, tienen algo de luz. Ahora soy puro caos”.
Tanto esas dos novelas como las últimas están tan pegadas a la realidad española que solo cabe atribuir el éxito internacional de su autor –sobre todo en Alemania- a su calidad literaria. Él tiene otra teoría: “Es que eso de la literatura cosmopolita no es verdad”, argumenta. “Clarín es Oviedo; Madame Bovary es una vida de provincias. ¿Y Faulkner? ¡Eso sí que es palurdo! No hay cosa más de pueblo. Sus novelas huelen a boñiga, a cuadra mal fregada”. Conclusión: “Uno habla de lo que tiene alrededor, que suele ser común a muchos sitios: sea la especulación inmobiliaria o la degradación ideológica”. Devoto de los Episodios nacionales de Galdós, Chirbes cuenta que volvió a Las tormentas del 48 para comprobar que casi todo nuestro presente ya estaba ahí: la usura de algunos, la miseria de otros, revueltas que no van muy lejos, el idealismo enfriado con dinero, la autoindulgencia de los que se vendieron... Antes y ahora, hay libros que funcionan como un espejo.
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