
Hoy es el día internacional de la poesía y no sé si eso es una buena o una mala noticia. Lo que sé es que en lo que va de curso ha muerto un montón de poetas antológicos en lengua castellana: Álvaro Mutis, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Juan Luis y Leopoldo María Panero, Fernando Ortiz, Félix Grande, Ana María Moix...
Esta tarde la Casa de América de Madrid rendirá homenaje a los tres primeros y si me disculpan la primera persona les diré que para mí pensar en Mutis es también un poco pensar en Ana María Moix. ¿Por qué? Porque ella dirigió muy a finales de los años 90 del, dicen, siglo pasado, una inolvidable colección de libros de poesía en formato CD, para entendernos, baratos, estupendos. Nunca se lo agradeceremos lo suficiente. Allí, entre Neruda, Lorca, Atxaga, Gamoneda o Bellesi estaba Álvaro Mutis, en una selección preparada por Enrique Turpin. En esa antología estaba la “Balada imprecatoria contra los listos” que puede leerse al final de esta nota. Si me permiten la primera persona, les diré que Ana María Moix y yo teníamos una amiga en común (yo la sigo teniendo) y que cuando esa amiga pasó por un momento nefasto en el trabajo, Ana Moix le envió ese poema fotocopiado, dentro de un sobre. Así se mandaban antes los poemas. Ahora se mandan por correo electrónico o se cuelgan en la entrada de un blog. El efecto es el mismo. Para que luego digan que la poesía es inútil.
NOTA. Esta misma jornada, otros años: 2013. Día infernal de la poesía. 2012. Malas noticias para la poesía
BALADA IMPRECATORIA CONTRA LOS LISTOS
Ahí pasan los listos.
Siempre de prisa, alertas, husmeando
la más leve oportunidad de poner a prueba
sus talentos, sus mañas,
su destreza al parecer sin límites.
Vienen, van, se reúnen, discuten, parten.
Sonrientes regresan con renovadas fuerzas.
Piensan que han logrado convencer,
tornan a sonreír, nos ponen las manos
sobre los hombros, nos protegen, nos halagan,
despliegan diligentes su abanico de promesas
y de nuevo se esfuman como vinieron,
con su aura de inocencia satisfecha
que los denuncia a leguas.
Jamás aceptarán que a nadie persuadieron.
Porque cruzan por la vida
sin haber visto nada,
sin dudas ni perplejidades.
Su misma certeza los aniquila.
Pero, a su vez, también sus víctimas
suelen olvidarlos, confundirlos en la memoria
con otros listos, sus hermanos,
tan semejantes, tan de prisa siempre,
tratando de ocultar a todas luces
el exiguo torbellino que los alienta
a guisa de corazón.
Todo cuidado, toda prudencia,
de nada valen con ellos,
ni vienen a cuento.
Su efímera empresa, al final,
ningún daño logra hacernos.
Los listos, os lo aseguro, son inofensivos.
Es más, cuando me pregunto
adónde irán los listos cuando mueren,
me viene la sospecha de si el limbo
no fue creado también para acogerlos,
sosegarlos y permitirles rumiar,
por una eternidad prescrita desde lo alto,
la fútil madeja de su inocua cuquería.
Ignoremos a los listos y dejémoslos
transitar al margen de nuestros asuntos
y de nuestra natural compasión
a mejores fines destinada.
De los listos no habla el Sermón de la Montaña.
Esta advertencia del Señor debería bastarnos.
Álvaro Mutis
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En la imagen, reunión en la Residencia de Estudiantes de Madrid de los poetas Álvaro Mutis (Colombia), Emilio Adolfo Westphalen (Perú) , Francisco Matos Paoli (Puerto Rico), Olga Orozco (Argentina) y Gonzalo Rojas (Chile). Foto de 1991 de Gorka Lejarcegi