Imre Kertész estuvo en Madrid en marzo de 2001, cuando aún no
había ganado el premio Nobel –lo ganó un año después- y su editorial se
llamada todavía El Acantilado, con artículo. Kertész viajó a España para hablar
en la Residencia de Estudiantes dentro del ciclo Ser
europeos en el siglo XXI. Lo organizaba Mercedes Monmany y lo presentó Hermann
Tertsch. El autor húngaro dio su charla por la tarde y nosotros hablamos con él
por la mañana. Con él y con una traductora del alemán. Entonces, la sonrisa. De
alguien que había escrito libros como los suyos –tan descarnados como los de
Primo Levi- uno esperaba un rostro sombrío. En medio de tantos apocalípticos de
salón, él tenía derecho a la mueca. Por eso desarmaba su actitud, por lo mismo
que desarman sus libros, porque –lúcidos, crudos, también emocionantes- no
hacen una sola concesión al lugar común.
Tampoco en aquella charla hizo concesión alguna al sostener que
se puede sentir nostalgia del horror –por la costumbre- o de la diferencia
entre nazis y estalinistas (sufrió a los dos): “Con el nazismo
yo formaba parte, con mayor o menor conciencia de ello, de una raza destinada
al exterminio. Con el comunismo no era ya una cuestión racial. Muchas veces
recuerdo un chiste que se contaba en Hungría en aquellos años: la diferencia
entre un sistema y el otro es que con los comunistas todos llevábamos la
estrella de David en la ropa. La dictadura sólo cambió de cara. Aunque los
resultados fueron los mismos, de partida había una diferencia: el régimen
comunista era el Diablo vestido de Dios y el nazi, el Diablo vestido de Diablo.
Tal vez por eso, por el teórico carácter redentor del primero, el desencanto
fue mayor, lo es todavía hoy, para los que creyeron en él”.
“UNO. No confundas nunca literatura con mercado, aunque
andes haciendo equilibrio entre una y otro.
DOS. Recuerda siempre que todos los méritos son del autor.
TRES. No creas que todo escritor necesita un agente.
CUATRO. No intentes explicar por qué los agentes literarios
son en su mayoría mujeres.
CINCO. Jamás ofrezcas a un editor un manuscrito que no has
leído.
SEIS. Si tu celular suena de noche y en los fines de semana,
es que tu trabajo va muy bien.
SIETE. Anímate a decirle a un escritor que no publique un
libro cuando pienses que no es bueno.
OCHO. Todo escritor quiere éxito de crítica, prestigio
intelectual, éxito de venta y reconocimiento internacional. No lo sometas a la
humillación de tener que decírtelo.
NUEVE. No leas únicamente a los escritores que representas.
En poco tiempo dejarías de ser un buen agente.
DIEZ. Todo decálogo es un ejercicio literario, no te lo
tomes en serio.”
El autor de este decálogo es el agente literario Guillermo Schavelzon,
argentino asentado en Barcelona y representante de autores como Paul Auster, Ernesto
Sabato, Mario Benedetti, Manuel Puig, Juan José Saer, Jorge Edwards, María
Elena Walsh, Ricardo Piglia, Guadalupe Nettel o Andrés Neuman.
Los bienhumorados 10 mandamientos de Schavelzon –publicados originalmente en
noviembre de 2011 en un número de la revista colombiana El malpensante que recogió 23 decálogos de lo más variopinto-
acaban de ser rescatados por la revista española Texturas(número 19), un milagro de supervivencia en un país en el
que las revistas parecen una especie en vías de extinción.
Jaime Gil de Biedma retratado por Bernardo Pérez en Madrid en 1982.
Todo lector
guarda con los escritores que marcaron su vida una relación extraña: agradece mentalmente
lo que han escrito, se enfada con ellos cuando cree que resbalan, se pregunta
qué pensarán de esto o de lo otro, los echa de menos cuando faltan… Tal día
como hoy, el 8 de enero de 1990, moría Jaime Gil de Biedma, que en el verso final de "Pandémica y celeste", uno de los grandes poemas de amor de la literatura española, había pedido morir "como dicen que mueren los que han amado mucho". Tenía 60 años, uno
menos que su amigo Carlos Barral, muerto semanas antes, el 12 de diciembre de
1989. Un invierno feroz.
Cuando
desaparecen, los escritores –como las almas para los creyentes- suelen pasar
una temporada en el purgatorio. El purgatorio literario, no obstante, no está a
medio camino del cielo y del infierno sino entre las librerías y la
universidad. Hay autores cuya memoria queda en manos de los estudiosos. La de otros,
sin embargo, queda bajo la protección de los lectores, convencidos de que lo
que escribió alguien a quien no conocieron personalmente también habla de sus
propias vidas. Es el caso de Jaime Gil de Biedma, un poeta de una trascendencia
mucho mayor que el volumen que ocupa en una estantería su escasa obra publicada:
tres libros de poemas, uno de ensayos y un diario, a los que habría que añadir traducciones
y centenares de cartas.
Inteligente,
culto, tierno y mordaz. Así es por
escrito Gil de Biedma. En él la conciencia de estar escribiendo –el juego de
hacer versos- no se transforma –al menos en los poemas- ni en altivez ni en
alarde, por más que no esté al alcance de cualquiera escribir una sextina que
funcione y que además diga que de todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España… porque termina mal.
Los poemas de
Jaime Gil de Biedma, se ha dicho otras veces, tienen el tono de la mejor
conversación. No es, pues, extraño, que sus lectores no hayan dejado de hablar
con él. Y de él. De ahí que su figura no haya dejado de generar biografías,
correspondencias, películas, polémicas… Los poetas mueren; los poemas, no. Y ya
se sabe que él siempre dijo que no habría querido ser poeta sino poema. Lo es
desde hace hoy 23 años.
Cuenta Miguel
Dalmau en su biografía que cuatro días después de la muerte de Jaime Gil de
Biedma, varios amigos suyos –entre ellos Juan Marsé, que cumple años el 8 de enero- llevaron sus cenizas a La
Nava de la Asunción, en Segovia, uno de sus refugios, ese lugar que, sin haber
estado, sus lectores conocen a la perfección. El solar de la casa familiar estaba
ocupado por “el esqueleto de un edificio de pisos en construcción”. Hoy, sigue
el biógrafo, una lápida de granito recoge siete versos del poema que abre sus
antologías: “Pero callad. / Quiero deciros algo”. Y sigue. El poema se llama "Amistad a lo largo". Una buena definición de la
extraña relación que todo lector guarda con los autores que, sin que ellos lo
supieran, marcaron para siempre su vida.
AMISTAD A LO LARGO
Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Por: Javier Rodríguez Marcos| 19 de
diciembre de
2012
Un
intelectual es “cualquier ciudadano que trata a los demás como si fueran
intelectuales”. La definición es de Fernando Savater, que la recuerda en el
nuevo número (el 225; noviembre/diciembre 2012) de la revista Claves (perteneciente al grupo Prisa,
editor de El País). El tema de
portada –“Buscando el rumbo. El intelectual en tiempos de mudanza”- se completa
con un homenaje al fundador de la revista, Javier Pradera, un hombre que fue
tantas cosas que bien podemos resumirlas en la palabra intelectual. Si al tema
general le dedican sendos artículos Basilio Baltasar, Carlos García Gual y
Julián Sauquillo, a Pradera en particular le dedican los suyos Santos Juliá,
Juan Cruz, José María Ridao y Miguel Aguilar.
En su
incisivo perfil de Pradera –“El editor como vampiro”-, este último empieza
recordando una aseveración de Tony Judt -aunque “el siglo XX fue el siglo del
intelectual” esa figura llevaba tres décadas ensayando su desaparición- y
termina poniendo un ejemplo perfecto de eso que llamamos intelectual y que
nadie sabe muy bien qué es (ni siquiera Javier Cercas desde que, según
confesión propia, vio en televisión a una cantante diciendo: “Nosotros,
los intelectuales”).
Por: Javier Rodríguez Marcos| 13 de
diciembre de
2012
Negra
leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita
Este poema de Paul Celan -"Fuga de muerte"; aquí en la versión de José
Ángel Valente- se oyó ayer en el Teatro Real de Madrid. Fue en el estreno de Lo Real/Le Réel/The Real, el nuevo
espectáculo del bailaor y coreógrafo Israel Galván. El poema evoca el destino de los
deportados a los campos de concentración nazis –la muerte es un maestro de
Alemania: Safranski tiró de ese hilo para titular su biografía intelectual de
Heidegger- y de eso trata el trabajo de Galván, concretamente de los deportados
gitanos. En la obra, el recitado de los versos de Celan se hace sin mayor
énfasis, más bien atropelladamente, lejos del patetismo que cabría imaginar a
la lectura de un poema así dentro de un contexto así, es decir, “espectacular”.
Por: Javier Rodríguez Marcos| 03 de
diciembre de
2012
Hay muchas formas de leer, entre ellas: una y dos. Hay dos formas de leer:
con lápiz y sin lápiz. Hay dos formas de leer con lápiz: usándolo como
sustituto del cigarrillo y usándolo para subrayar. Hay dos formas de subrayar: buscando
el hilo evidente del libro (ese que lo resume) y buscando su hilo invisible (ese
que los desborda). Hay dos formas de subrayar el hilo invisible de un libro: una,
no sé; la otra consiste en iluminar otro libro que, fragmentario, vive dentro
de él mismo.
El resultado de esta última lectura detecta dentro de un
discurso ensayístico, poético o narrativo los aforismos que contiene sin
reducir la selección a mero ramillete de citas. Esa lectura es la que Fernando
Savater llevó a cabo con Voltaire y la que, a su vez, Andrés Neuman llevó a cabo
con Fernando Savater. Es, además, una de las muchas que podrían hacerse de la última
novela del propio Neuman: Hablar solos
(Alfaguara), una historia a tres voces (una pareja y su hijo) marcada por la
enfermedad y la muerte.
Neuman, granadino nacido en Buenos Aires en 1977, poeta,
novelista, cuentista y antólogo de cuentistas, microcuentista, articulista, bloguero y
traductor, es uno de los escritores más completos de su generación y,
posiblemente, el más brillante. Brillantez que se trasluce bien en su cultivo
del aforismo, un género al que se ha dedicado digamos de forma exenta y que
también, con el lápiz adecuado puede rastrearse en Hablar solos. He aquí el resultado:
“Me temo que existen dos tipos de alienación: la del trabajador
explotado y la del trabajador de vacaciones. El primero no puede pensar, le falta tiempo. El segundo sólo puede pensar, y esa es su condena”.
+++
“Hay hombres que hablan genial, conozco a muchos. Pero casi
ninguno sabe callarse”.
+++
“Mis nervios se calman con la lectura. Falso. No se calman:
cambian de dirección”.
+++
“Recuerdo que una vez, en una cena, un tipo le preguntó a mi
hermana si vivía sola. En un gesto de humor no muy frecuente en ella, mi
hermana respondió: Sí, estoy casada”.
+++
“¿Tienen que ver con el amor, los celos? Tienen que ver:
combaten. Probablemente se aniquilan. ¿Tienen que ver las fantasías con el
matrimonio? Tiene que ver: conviven. Probablemente unas sostienen al otro”.
+++
“Que me empuje a ignorar mis propios defectos. Eso es lo
fundamental en la cama con un hombre. No lo que yo veo en su cuerpo: lo que él
logre que yo vea en el mío”.
+++
“Es verdad, el placer da esperanza”.
+++
“Las que saben lo que quieren nunca quieren nada interesante”.
+++
“La gramática no cree en la reencarnación. La literatura, sí”.
+++
“Siempre me ha costado ir a los cementerios. Nos educamos
creyendo que madre y padre hay uno solo, hasta que allí comprobamos que hay
millones, y todos están muertos”.
+++
“Un lugar para los muertos es un refugio para los vivos”.
+++
“No fue triste. Dispersé sus cenizas y reuní mis pedazos”.
..................
En la imagen, Andrés Neuman retratado por Álvaro García.
Por: Javier Rodríguez Marcos| 29 de
noviembre de
2012
NO PIDO MUCHO
No pido mucho
poder hablar sin cambiar la voz
caminar sin muletas
hacer el amor sin que haya que pedir permiso
escribir en un papel sin rayas.
O bien si parece demasiado
escribir sin tener que cambiar la voz
caminar sin rayas
hablar sin que haya que pedir permiso
hacer el amor sin muletas.
O bien si parece demasiado
hacer el amor sin que haya que cambiar la voz
escribir sin muletas
caminar sin que haya que pedir permiso
hablar sin rayas.
O bien si parece demasiado…
El hombre que puso música a estos versos ganó ayer el extravagante Premio
Nacional de Músicas Actuales –cinco palabras que, bien miradas, parecen un
título de disco-, se llama, ya lo saben, Kiko Veneno, de civil, José María
López Sanfeliu, 60 años desde el 3 de abril.
Kiko Veneno puso la música y la traducción a esos versos que piden a gritos
que alguien los prolongue. El original catalán, de Miquel Marti i Pol
(1929-2003), dice así:
NO DEMANO GRAN
COSA
No demano gran cosa:
poder parlar sense estrafer la veu,
caminar sense crosses,
fer l’amor sense haver de demanar permisos,
escriure en un paper sense pautes.
O bé, si sembla massa:
escriure sense haver d’estrafer la veu,
caminar sense pautes,
parlar sense haver de demanar permisos,
fer l’amor sense crosses.
O bé, si sembla massa:
fer l’amor sense haver d’estrafer la veu,
escriure sense crosses,
caminar sense haver de demanar permisos,
poder parlar sense pautes.
O bé, si sembla massa…
Martí i Pol incluyó esos versos en su libro de 1972 Vint-i-set poemes en
tres temps y cinco años más tarde
Sanfeliu y los hermanos Amador (Raimundo y Rafael) los incluyeron en el remítico Veneno, un disco
del que se ha escrito todo y que en 2004, por ejemplo, la revista Rockdelux
consideró el mejor disco español del siglo XX. Nada que objetar.
Barriobajero y bibliotequero, aquel álbum
contenía también una laaaaarga “Canción antinacionalista zamorana” inspirada en
el “Manifiesto de la comuna antinacionalista zamorana” escrito por Agustín
García Calvo, fallecido el mes pasado y autor de poemas que sirvieron de letra
a muchas canciones. Por no hablar de un impagable himno para la Comunidad de
Madrid.
A Kiko Veneno le han dado un premio de música pero podrían habérselo dado
de poesía. Por sus letras y por la música que puso a las letras de otros.
Incluso a las que ya tenían música. Fue el caso del emocionante poema de José
Agustín Goytisolo “Palabras para Julia”. Paco Ibáñez lo había convertido en
canción y Kiko Veneno hizo otro tanto en su disco de 1989 El pueblo guapeao. Luego harían sus propias versiones Los Suaves y
Falete. El poema puede con todo.
Kiko Veneno, Premio Nacional Etcétera. No todo está perdido. Ni los premios
ni la música ni la actualidad. No pidan mucho.
PALABRAS PARA
JULIA (José Agustín Goytisolo)
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
Por: Javier Rodríguez Marcos| 15 de
noviembre de
2012
¿Puede pensar una máquina? Esa es la pregunta
que planteó el matemático Alan Turing durante la conferencia que impartió ante
miembros del National Physical Laboratory de Londres en 1947. Tres años más
tarde la publicó la revista Mind con
el título original: “Computing Machinery and Intelligence” y este año la editorial
KRK la ha publicado en traducción de Amador Antón y Manuel Garrido usando la famosa
pregunta como título. ¿La respuesta? Doctores tiene la santa madre lógica matemática, pero el llamado test de Turing viene a decir que podría pensar aquella que incluida
de incógnito en una conversación entre seres humanos no pudiera distinguirse de
uno de ellos. Twitter sería un buen lugar para el experimento.
El caso es que este año Turing hubiera cumplido 100 años y todo el mundo –el analógico y el digital- celebra a un precursor de la informática y de la inteligencia
artificial, un hombre de genio y de película. Y de disco.
Por: Javier Rodríguez Marcos| 09 de
noviembre de
2012
LO QUE NO ES SUEÑO
Déjame que te hable en esta hora
de dolor, con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio;
el dolor es el huésped,
la alegría, la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que, con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente.
El poema es de Claudio Rodríguez (1934-1999) y
pertenece a Alianza y condena (1965),
su tercer libro después del precocísimo y fulgurante Don de la ebriedad (1953) y de Conjuros
(1958). Que solo publicara dos libros más –El
vuelo de la celebración (1976) y Casi
una leyenda (1991)- da una idea de la exigencia del que tal vez sea el
mejor poeta español de la segunda mitad del siglo XX.
Como dios y el diablo viven en los detalles, en la letra pequeña de los contratos están los matices. Este blog habla de literatura desde esa perspectiva. A pie de página. Sin gritar demasiado.
Sobre el autor
Javier Rodríguez Marcos estudió filología, trabaja como periodista y es miope. Pero sigue leyendo. Forma parte del área de cultura del diario EL PAÍS y ha publicado media docena de libros, alguno incluso de poesía. De tener una teoría, podría resumirse en este viejo tuit de don Quijote: "Más vale un diente que un diamante".