Lluis Bassets

El partido demócrata

Por: | 30 de abril de 2007

Un partido de la gente, the people, los ciudadanos, no del pueblo, la nación, das Volk. Que sirva para organizar las elecciones desde los niveles más elementales hasta los más altos. Que lo haga directamente, a través de pequeñas asambleas y elecciones locales, como en Estados Unidos: las primarias, vaya. Que no permita a ninguna oligarquía hacerse con la organización, con los votos y con todos los poderes sin necesidad prácticamente de hacer nada más que obtener y mantener las riendas del partido. Eso es, ya ha salido la palabra, un partido muy americano, que dependerá también de quienes lo financien, de las aportaciones de unos y otros, de los lobbys profesionales, industriales, sindicales, locales, etc.

Un partido muy europeísta, nada local, nada nacional, ni los dos istas correspondientes. Muy federal y federalista, por tanto. Pensado y dirigido a mandar y a orientar la marcha de Europa, en todos sus escalones. Dispuesto a construir Europa, a unir Europa.

Un partido que recoja la tradición política más genuinamente europea. La socialdemócrata de un lado, y la demócrata cristiana de otro, dos variantes del socialismo cristiano, uno de tradición laica y otro de tradición religiosa, pero cristianos y socialistas ambos. Los dos partidos que han hecho Europa. Los partidos del Tratado de Roma. Los dos partidos que han formado ahora la gran coalición en Alemania. Los partidos del modelo social europeo, justo en el momento en que se halla en crisis.

Un partido que rompa la polarización. Que combata y venza al populismo rampante en toda Europa. El que está ahora instalado en Polonia, el que monopoliza la derecha italiana, el que se asocia con Sarkozy, el que tienta a las oposiciones en muchos países. En España, sin ir más lejos.

Es el partido que quiere hacer Prodi, con los restos del naufragio: con un socialismo de tradición comunista pero fuertemente liberal, el de La Quercia, el Partido de la Democracia de Izquierda, y con La Margarita, donde se han refugiado los demócrata cristianos, liberales y progresistas frente al asalto berlusconiano a la región política de la democracia cristiana.

Este es también el partido que quiere hacer Bayrou, aunque en su caso a partir de las debilidades de la izquierda. Es la apertura al centro que quiso hacer Michel Rocard cuando fue primer ministro en 1988 y que se saldó en muy poco. Es el que lleva en el corazón el último padre de Europa que ha sido Jacques Delors. Y es el que ahora le gustaría hacer a Pasqual Maragall. ¿Una nueva maragallada? Algo había ya de todo eso en Ciutadans pel Canvi, la formación con la que se presentó a las elecciones autonómicas catalanas en 1999. Veremos.

De momento, la idea tiene visos de dañar más a la izquierda que a la derecha, sobre todo con las elecciones locales como telón de fondo. Pero también puede actuar como revulsivo. ¡Qué espabilen! La ventaja de los ex es que adquieren una gran libertad de pensamiento y todavía más de palabra. Y a la izquierda parece a veces que le convenga más la libertad de palabra de Aznar que la del prudente y sabio Felipe González o la del errático y atolondrado Maragall. Lo dicho: ¡Que espabilen!.

Hay 4 Comentarios

No seamos ilusos tampoco. Maragall ha lanzado un globo sonda, al hilo de los anuncios de prodi, para ver cuales son sus posibilidades políticas dentro o fuera del PSOE...se sientre traicionado por el PSOE...y a decir verdad solo ha sido traicionado por si mismo y su propia personalidad egocéntrica...es el maragall del "estatut" (polémica necesaria o precisamente polémica que lo haga ser recordado?). En catalunya no transmite absolutamente nada mas que decepción...maragall ha sido la decepción de su propio partido y la decepción de sus votantes...precisamente por eso hoy es Montilla presidente de la Generalitat y no por otra cosa.

Pasqual Maragall sacó el Estatut contra viento y marea, quizá las más importantes, las de su propio partido. Ya tiene un lugar destacado en la historia de Catalunya y de España. El "tripartito" fue su instrumento de "realpolik", aunque no creo traicionara su motivación de fondo de una Catalunya abierta y solidaria con su mirada puesta en una Europa, aunque inter-estatal, con un fuerte peso de las regiones y de organizaciones sociales reivindicativas y transnacionales. ¿Por qué no pesar en una nuevo Partido Demócrata o en n uevas formas de organización más de acorde con la evolución de la partitocracia, cuando en varios países europeos no sólo ya se está pensando (Francia) sino que se está realizando (Italia), lo que desbloquearía al arco parlamentario europeo? Creo que Maragall anida ese proyecto desde que, tras dejar la Alcaldía de Barcelona, vivió de cerca, ejerciendo como profesor, la transformación de los partidos políticos italianos, fundamentalmente con la creación de la "Margarita". Un político amplía su campo de expresión cuando cesa de sus funciones políticas. Sobre todo, si se trata de un intelectual del nivel de Pasqual Maragall para quien la libertad no es negociable. No creo que Pasqual Maragall se encuentre entre los que se dejan amarrar por los que suelen imponer la "obligación de reserva" y lo "políticamente correcto" para que no se tambaleen los equilibrios de aquella invención de Lenín que fue "los profesionales de la política". En el país vecino, Segolène Royal se dió cuenta de este mecanismo de "bloqueo" y, con profundas reticencias de la dirección de su propio partido, logró imponerse apoyada en una parte de la opinión pública y ha logrado que se tambaleen los propios cimientos de una clase política y de un juego político cuyo resultado es el de "una sociedad bloqueada". Maragall se ha colocado, con inteligencia, en una pespectiva estratégica europea muy de acorde con el latir de una opinión pública que espera una renovación de lenguaje, de los mensajes políticos, del juego democrático correcto y descontraído, de más voluntad de consenso, de menos enfrentamientos estériles y de menos manipulación del lenguaje. Que espera en suma que suben los niveles del debate político como sería lo propio en una sociedad moderna. Los partidos políticos no deberían ser empresas con empleados y funcionarios con contratos, ni máquinas para garantizar el envejecimiento en el poder y l inderminados y la proliferación de los grupos de presión. El bipartidismo y la ausencia de una ley electoral proporcional, incita irremediablemente a tales prácticas malsanas. Todos terminamos en votantes de adhesión y no en ciudadanos libres que realmente participan en la gobernación del país. Un Partido Demócrata no sólo respondería a una necesidad política de un "nuevo estilo" ante en enfrentamiento actual del bipartidismo en el Estado, sino también "desbloquearía" el juego marginal de los llamados partidos nacionalistas integrádolos en una perspectiva federal y europea. Creo que algunas de estas ideas deben rondar por la cabeza intelectual de Pasqual Maragall. Por esto, supongo, aun con mayoría absoluta Maragall no hubiera prescindido de un amplio gobierno tripartito como experimento básico de apertura de un arco político que pudiera ir presagiando futuras transformaciones de las actuales y poderosas formas de organización política. No creo que Pasqual Maragall se inmoló cual samurai. Simplemente me parece utilizó su libertad de decidir de su propia persona y de su propio futuro sin pedir nada a nadie. Esto en política, tal como se practica hoy en día, es muy raro. Excepcional, diría.

si un partido democrata, pero cerca de la gente, que sea de un nuevo idealismo renascido de las cenizas de utopias socialistas, pues si, que tenga referencias con el libre pensamiento,pq no?, pero por favor un partido que sepa cuanto cuesta un cafe en la calle...empieza a ser dificil engañar la gente.

Esta muy bien lo de Maragal... salvo `por una cosa: que su federalismo tiende a ser.... ASIMETRICO. ¡ y eso da un miedooooooooooo!

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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