Esa crisis cuyas dimensiones no conocemos no afecta únicamente a la economía y a la vida cotidiana de millares de personas. Sus efectos sobre la gente es lo que más importa, por supuesto: el incremento pavoroso de los precios de los alimentos, y sobre todo de algunos básicos en muchos países, como el arroz o el trigo, están haciendo estragos en los países más pobres, donde son centenares de miles quienes se alimentan con un tazón de cereal al día. La crisis de las hipotecas subprime norteamericanas está también dejando en la calle a centenares de miles de familias que no pueden seguir pagando una casa comprada gracias a las facilidades excesivas que les dieron los bancos. En España, son los inmigrantes más recientes quienes están sufriendo directamente el impacto, con pérdida de puestos de trabajo e imposibilidad de seguir pagando la hipoteca después. Y esto para no extenderme en el incremento del precio de la energía, que tiene efectos muy concretos e inmediatos, pero juega con más profundidad, en torno al decrecimiento de las reservas de petróleo.