Lluis Bassets

La llama es mía

Por: | 02 de abril de 2008

China es el imperio del centro. Y en su centro está Pekín, la capital del norte, según significa su nombre, convertida en capital del centro y por tanto del mundo. En el centro de Pekín está Tianamen, la puerta de la paz celestial, esa inmensa plaza que se abre al sur de la Ciudad Prohibida y en la que se encuentra embalsamado el cadáver de Mao Zedong, cuidadosamente venerado en el centro del centro del centro del mundo. Y en el centro de Tianamen estaba el lunes, vestido de negro y con una corbata roja, un hombre austero y sonriente con una antorcha en la mano.

La armonía entre el cielo y la tierra es la clave del poder imperial. Los flujos y agüeros celestes condicionan el acontecer terráqueo. De ahí que gobernar sea una tarea sagrada, en la que no se puede perder ni el favor del cielo ni el control de la tierra, uno va con el otro. También religión y política compiten duramente, con sangre de por medio incluso, cuando no van acordados en esta armonía de cielos y tierra. Como el emperador que ofrecía sus sacrificios en lo alto de Tiantan, el Templo del Cielo de Pekín, bajo la techumbre del cosmos, así ha blandido el presidente Hu Jintao la antorcha olímpica en Tianamen. Apoderado de un fuego sagrado que viene de Grecia, el actual emperador rojo reivindicó así la centralidad absoluta de su régimen y de su país: un hombre solo triunfante en el centro del centro del centro del mundo.

En este espacioso lugar proclamó Mao Zedong la República Popular de China en 1949 y ahí mismo los estudiantes pequineses pusieron en jaque al régimen en 1989. Además de centro cósmico es un centro de la historia. La ceremonia de recepción de la llama sagrada ha sido organizada con una minucia que sólo cabe imaginar en el mayor partido que jamás haya existido, que es el Partido Comunista de China (73 millones de afiliados). Todo controlado, vigilado, blindado, incluso la retransmisión televisiva, con un bucle de un minuto para eliminar cualquier fallo o filtración inconveniente. Con un solo e insólito objetivo, nunca vista en otros Juegos Olímpicos: garantizar que el jefe del Estado pueda recoger el relevo, encender la llama en el pebetero y devolverla al siguiente relevo. Para que quede claro de quién es el fuego sagrado.

Hay 3 Comentarios

En verdad que es curioso Vicu. Que sean los EE.UU. con su presidente a la cabeza quienes defiendan los derechos humanos que otros violan. En mi pueblo, que son muy brutos, dicen "todo el que tenga culo que no le llame al otro cagón"

De acuerdo con ud en lo siguiente:

Todo controlado, vigilado y blindado..

China es, y seguira siendo, una oligarquia comunista que continua reprimiendo a sus ciudadanos y sus libertades.

Ya se hizo una limpieza previa a los eventos de los juegos donde miles fueron encarcelados o arrestados, al mas puro estilo dictatorial, para que no interrumpiesen la "armonia" del pais durante los juegos..

Aun no he visto ninguna convocatoria por la libertad y la vida de los miles de aplastados del regimen en uestro pais, mucho menos una peticion multitudinaria por los derechos humanos alla, o contra esa guerra hacia la libertad.. pocos partidos politicos e nuestro pais se han lanzado a ello, a pesar de que los juegos son el cuadro perfecto para tal exigencia..

del unico que tengo noticias exigiendo mas libertades hacia los ciudadanos chinos, defendiendo la soberania y autodeterminacion de Taiwan y requiriendo mas derechos humanitarios son los EEUU, con Mr Bush a la cabeza..

Curioso no?..

Dos religiones más y con el mismo fanatismo.
Brillante metáfora porque hasta en la Bolsa el centro de centro es China, salvando a norteamérica.
Lo que no entiendo es como la antorcha ya está en Pekin cuando dos días antes era boicoteada en Grecia. Milagro de la "Comunication".

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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