Apenas unos 110.000 votantes irlandeses han conseguido paralizar la ratificación del Tratado de Lisboa. Será dificil que alguno de los países que quedan por ratificar no se enganche a esta oportunidad. Los conservadores británicos quieren que su país lo someta a referéndum para poder rechazarlo, desalojar a Gordon Brown de Downing Street y dar al fin un voto negativo a la Unión Europea deseado y esperado durante décadas por la opinión euroescéptica británica, ampliamente mayoritaria. También están mal las cosas en la República Checa, pendiente de la firma presidencial de Vaclav Klaus y de la revisión de su máxima autoridad judicial. Y en Italia, donde la Lega Nord ha echado las campañas al vuelo y puede obstaculizar la ratificación parlamentaria.
Está claro que ya la tenemos armada, como sucede regularmente en Europa desde hace 20 años. Pero mejor no desesperarse. Estamos perfectamente habituados a que sucedan cosas así desde el Tratado de Maastricht. Dinamarca, Irlanda, Francia y Holanda han interrumpido procesos de ratificación en distintas ocasiones. Europa vive permanentemente en crisis e incluso vive de las y para las crisis. El mayor responsable de todo y quien debe dar las primeras indicaciones es, sin lugar a dudas, el taoisech (primer ministro en gaélico) Brian Cowen. Es una crisis europea, pero antes es una crisis irlandesa. A ver qué nos propone el gobierno de Dublín al resto de los europeos.