Es imposible un mayor naufragio político. En manos de sus propios partidarios, esos congresistas republicanos que han reventado la votación del plan de rescate de las finanzas arruinadas. George W. Bush ha intervenido públicamente en tres ocasiones en apenas una semana para apoyar la aprobación del plan de su secretario del Tesoro Henry Paulson. Nadie le ha hecho caso, ni siquiera en su partido. Su apelación al miedo, invocado en términos sombríos, amenazantes, de nada ha servido. Este nuevo fracaso que se añade a la lista inacabable de esta presidencia desenfrenada viene a lastrar, además, al candidato republicano hasta un punto difícil de calibrar.