Estados Unidos se dispone a retirar su proyecto de escudo antimisiles, que iba a instalarse en Polonia y Chequia, con el objetivo de defenderse de la hipótesis de un ataque, que podría ser incluso nuclear, desde Irán. El movimiento tiene un aspecto estrictamente táctico: si Washington consigue congraciarse con Moscú para reforzar su posición negociadora sobre el desafío nuclear de Teherán, puede también iniciar la dinámica virtuosa que conduzca a recuperar los esfuerzos por la paz en Oriente Próximo: para Israel, la cuestión central de su seguridad no radica en Gaza ni en Cisjordania, sino en el lejano Irán. Pero también hay un aspecto estratégico, mucho más trascendente, que trabaja en la misma dirección de la recuperación de la escalada de desarme iniciada al final de las Guerra Fría. Pero este elemento pone en cuestión una de las ideas más arraigadas en el pensamiento estratégico norteamericano: que con su aplastante superioridad económica y tecnológica no hay ningún obstáculo insalvable para Estados Unidos.