Lluis Bassets

Canarios en la mina

Por: | 24 de abril de 2009

Este año de 2009, creo que ya lo escribí en algún momento, habrá que ocuparse con frecuencia del periodismo. La época no permite la licencia de la falsa modestia: corresponde hablar en primera persona de este oficio para el que muchos auguran lo peor. El New York Times ha perdido casi 75 millones de dólares en el primer trimestre del año. De todos son conocidas las dificultades en que se encuentran prácticamente todos los grandes periódicos de referencia en los países industrializados. Millares de puestos de trabajo se han perdido y se van a perder muchos más. Y no es una crisis, sino una acumulación de crisis: hay una recesión mundial en marcha, un problema de liquidez global, una crisis de las instituciones regulatorias, una transición tecnológica, y al final una pérdida de confianza en los políticos, los empresarios, los reguladores y, naturalmente, los periodistas. Con tantas crisis amontonadas, ningún recurso más a mano pero a la vez imposible que sacudírselas de encima. Aquí no se escapa nadie, ni siquiera esos políticos que han hecho exhibición en cadena de ceguera voluntaria, quietismo político y negacionismo público. Pero tampoco podemos escaparnos los propios periodistas.

El director del Financial Times, Lionel Barber, entraba ayer en el capítulo autocrítico. Cito tan sólo el último párrafo de su artículo, en el que hace caer sobre este oficio, mi oficio, la responsabilidad de una falta sistemática de clarividencia, también en esta crisis: “Muchos de los más importantes desarrollos de la década pasada –el auge del terrorismo islamista radical, la apertura de la economía china, así como las dos burbujas crediticias- se han quedado ampliamente fuera de toda anticipación o no han conseguido atraer la atención que merecían. Los periodistas tienen, a este propósito, un papel crucial a jugar. Pueden haberse equivocado, pero tienen todavía la capacidad para ser canarios en la mina. Y ojalá lo sean durante mucho tiempo”.

Indro Montanelli nació ahora hace 100 años. La Stampa ha publicado, como homenaje, su última lección de periodismo, impartida el 12 de mayo de 1997 en la Universidad de Turín. Una buena manera de celebrar su aniversario, echar en falta su aguda inteligencia, su pluma mordaz y limpia, e intentar aprender algo de la lección de su magisterio práctico y de su última conferencia. La clase que nos da sirve también para esta época de crisis. Su lección, perfumada por el nihilismo de la senectud, es una reivindicación de los canarios en la mina: “Este oficio es bellísimo. No conduce a nada, pero es bellísimo. El periodismo se hace por el propio periodismo y por ninguna otra cosa”.

Juan Marsé, que no es periodista y recibió ayer el premio Cervantes en Alcalá de Henares, impartió también una lección, de vida y de literatura, y dejadme añadir también con un punto de imaginación periodística, también de periodismo: “Con respecto al trabajo mantengo algunos principios, pocos, que bien podrían resumirse en dos: procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo. Ciertamente es un utillaje del que no puede uno presumir. Porque el oficio comporta, por supuesto, otras obligaciones y menesteres. Alguna vez he reflexionado sobre el asunto, pero no he llegado muy lejos; sobre la persistencia de la vocación, por ejemplo, en tiempos de silencio, o sobre el imperioso dictado de la memoria y sus laberintos”. ¿No son acaso estos unos buenos consejos para que los canarios en la mina sigan haciendo bien su trabajo?.

Hay 4 Comentarios

Seguimos ahondando en el discurso de identificar periódicos con periodismo.

Probablemente un discurso similar a identificar discográficas con artistas.

Pero la metonimia, por poética que sea, no va a salvar ni a unos ni a otros de la quema. Debe hacerse una reflexión más a fondo que esa.

El periodismo, en las últimas tres décadas -España es un ejemplo de libro- ha vivido el asalto del mercantilismo: ahí está el marco que origina una crisis sin precedentes. Cuando los periodistas se venden barato se acaba el oficio y hoy todo el mundo se cree periodista. NOs entendemos perfectamente, Luis, y sé lo que me digo con la autoridad de haberlo vivido. El único capital del periodista es su firma: ella transmte su honestidad, su rigor, su esfuerzo por contar y, también, en la medida de lo posible 'entender' el mundo. Lo demás es basura: espacio comercial (publicidad, propaganda e incultura). No creo que ningún lector de periódico pague por eso último. Todo depende de como entendamos este oficio tan duro. Pero siempre habrá lectores y personas exigentes (los conozco, existen).

Además del elevado número de profesionales en paro, la otra víctima es la calidad. La fuga de cerebros y de tipos con mucha experiencia deja coja a una generación de jóvenes aprendices que crecerán sin referencias (o con menos?.

un saludo desde cultura-de-futbol.blogspot.com

Pregunta obligatoria, perdidas del New York Times, por falta de lectores, por falta de rigurosidad en la información, o por falta de anuncios que son la mayor fuentes de ingresos?
Un saludo.......Manuel

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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