Acción y acción ahora. Eso son los cien días. Todo lo contrario de la ceguera voluntaria, del negacionismo y del quietismo que han caracterizado a muchos Gobiernos en el momento en que estalla la crisis. Exigirse un balance en apenas tres meses y medio es impugnar a esos pobres gobernantes que no quieren ver lo que se les viene encima, lo rechazan cuando ya es una evidencia y se quedan hipnotizados como el ratón ante la serpiente pitón cuando debieran revolverse y combatir sin respiro. Herbert Hoover, presidente de los Estados Unidos desde 1929 hasta 1933 ha quedado castigado en un rincón de la historia porque no supo cómo hincarle el diente al crash del 29, al igual que Franklin Delano Roosevelt, su sucesor, ha pasado a los anales porque recogió la economía de su país cuando yacía desfalleciente y en cien días, desde su toma de posesión el 4 de marzo de 1933 hasta el 16 de junio de 1933, arrancó del Congreso una quincena de leyes que cambiaron la faz de su país y luego se fue en su velero de vacaciones. Inventó el New Deal para recuperar la economía americana y estableció a la vez la pauta para medir la acción de los gobernantes.