Lluis Bassets

Extraños y ciegos patriotas

Por: | 31 de julio de 2009

Que no ven lo que cualquiera puede ver. Que cuanto más sangre aportan a esa patria que quieren construir más la destruyen y más la alejan del pretendido objetivo de verla libre e independiente. No se dan cuenta que tienen en frente unas resistencias cada vez más duras e invencibles: la de una realidad de un mundo global e interconectado, que desmiente un día sí y otro también sus ensueños de una victoria alcanzada por las armas; y la del Estado de derecho y la ley civil, apoyados ahora, además, por la opinión jurídica unánime del más riguroso tribunal de derechos humanos, que es la corte del Consejo de Europa con sede en Estrasburgo.

Crecidos por el aniversario de su medio siglo criminal, creen que sólo falta aportar un poco más de sangre al monstruo para que se alce de una vez con su falsa liberación. Pero no se dan cuenta de que la sangre que sacrifican al dragón es la de sus propios hijos y la liberación que se producirá sin duda, más pronto que tarde, es la que nos librará de individuos de esta calaña y de su falso nombre. Ni patria ni libertad: sólo muerte. Este es su programa y su bandera. 

(Propósitos para agosto: Voy a quedarme en los márgenes, sí, durante el mes de agosto. Dispuesto a regresar al comentario de actualidad, claro está, si algún acontecimiento lo exige. Así lo hice en 2008 con la guerra de Georgia. Pero en cualquier caso este blog no quedará vacío. He hurgado en mis bolsillos, cajones y carpetas y he conseguido recopilar una serie de textos minúsculos dedicados principalmente al periodismo, mi oficio. Están escritos durante los últimos años en los márgenes de mi tarea y también en los márgenes de cuartillas y cuadernos. Y como suele suceder, cuando se circula fuera de los carriles, también un poco a la contra. Si no hay novedad de por medio, regresaré a la actualidad internacional el primero de septiembre, de nuevo dentro de los márgenes).

Hay 3 Comentarios

Yo sigo de vacaciones y no vuelvo hasta mediados de agosto, por lo tanto la estupidez mortal de ETA me ha pillado fuera y aqui no trasciende practicamente nada, por suerte, su estulticia, las noticias se centran basicamente en lo que ocurre en Oriente Medio, el centro de interes extranjero para los USA. En cuanto a esa organizacion carnicera que es ETA lo unico que simboliza es la burramia vasca y hasta que los vascos no se desagan de ella poco pueden hacer para convencernos a los demas que son capaces de convivir civilizadamente con nadie, el nacionalismo, ese invento del siglo XIX ya no tiene cabida en el mundo actual y menos aun los burros y burras que pretenden hacernos creer que luchan por "su libertad" De que me estas hablando?, Que vale una vida humana de cualquier profesion, sexo o edad?.Ya esta bien de gilipolleces por su parte, entendemos que el obtener ventajas es consustancial al ser humano pero, senores y senoras, basta ya te tomaduras de pelo y hacernos comulgar con ruedas de molinos, vascos y vascas influenciados por la consabida monserga de la catolica iglesia que tan mal les ha educado. Sois mas libres que ninguno y encadenais a algun que otro "compatriota" para impedir que piense y actue en libertad. Vascos y Vascas levantaos de una vez contra ese mostruo que vosotros mismos habeis engendrado.
Un saludo desde el mundo que no es vuestro sino de todos: Ciudadanas y Ciudadanos del Mundo.

Aconsejo Sr. Bassat, haciendo un tupido velo a las acciones de incautos homicidas, posponga ese material en cuadernillo que avanza cautelosamente en estas líneas, porque los comentarios fuera de los márgenes, desde su posición, son más efectivos en tiempo de trabajo que en tiempos de vacaciones.

Esperando no ser advertidos por el sufrimiento humano de una nueva guerra le deseo felices vacaciones.

Son unos fanáticos asesinos...

El fanatismo es un estado excesivo de exaltación y defensa de las creencias propias. Para su coherencia, debe ser intolerante e intransigente… El fanatismo es un modo de conducta social paradójica y contradictoria. De una parte se fundamenta en sólidas bases de conciencia colectiva y pertenencia a un grupo social determinado —lo que exige fuertes lazos de complicidad y apoyo mutuo entre los integrantes del grupo. De otra parte el fanático niega la diversidad social o la afirma siempre en su favor, tomando siempre posición contra cualquier otro grupo que se le oponga y pueda limitar la expresión y difusión de sus presuntos valores diferenciados.

El fanatismo implica un cierto desorden, algún tipo de disociación, en el modo de articular y argumentar los aspectos fundamentales de su ideología. Pese a ser un simple aglomerado de creencias e hipótesis irracionales, el fanático intenta obsesivamente revestirlas de explicaciones de índole racional, justificaciones de tipo histórico, encadenando con ingenua emotividad y de manera indiscriminada hechos ciertos junto con meras suposiciones, teorías verificadas con vulgares invenciones, argumentos fuertes con retóricos sofismas, y todo ello bajo la apariencia de un razonamiento lógico de validez universal e intencionada verosimilitud… El fanatismo, sea cual sea su ideología, es un sentimiento irracional abrumado por falsos argumentos racionales y deformadas razones causales. Todo fanático cree instaurar una nueva razón sobre el detritus y las cenizas del pensamiento crítico racional —que debe negar, silenciar, para afirmar su identidad.

El fanático confunde cualquier realidad con la que se enfrenta; él mismo es una absoluta paradoja de confusas realidades. Exalta y defiende creencias porque éstas son su única oportunidad de ser y estar en un tiempo real compartido con otros, lo que le anestesia y calma su angustia de soledad. El exceso con el que se defiende y quiere imponer sus ideas es equivalente a la energía que necesitaría para lograr su equilibrio emocional y existencial en soledad. Pero es más fácil y menos arriesgado a corto plazo compartir creencias que atesorar miedos e inseguridades: le parece más eficaz defenderse en grupo hasta la muerte, inmolarse en un suicidio colectivo, que derrotarse en la angustia de la duda en solitario.

En origen, el fanatismo es una consecuencia irracional del miedo, un letal mecanismo de defensa para grupos y gentes que se sienten amenazados por lo desconocido, por sus peligros. El fanatismo vive y se propaga en un estado de ansiedad semejante al del miedo. El fanático dice protegerse únicamente de las agresiones externas, defender su identidad colectiva ante la presión o el rechazo de los demás diferentes. En un primer estadio de auto convencimiento estos sencillos argumentos le sirven para justificar su emotividad y violencia previsibles. El fanático tiene un exceso de instinto de supervivencia, o lo necesita para apuntalar la fragilidad de la arquitectura de su pensamiento. Luego, en una segunda hipótesis, cuando su ideología ha alcanzado la hegemonía o disfruta de una situación de mayor influencia, el fanático cree reconocer fantasmas y enemigos por todas partes y se expresa con evidente animosidad contra ellos. El fanático siempre necesitará a su propia sombra para reconocerse amenazado, a sus recuerdos para sentir el olor del miedo, y volver a ejercer su violencia de auto defensa, según su particular visión del asunto. Siempre huele a miedo dentro y fuera de un fanático. Es un olor que nadie olvida… El olor del miedo es inolvidable.

El fanatismo debe exaltar sus propias ideas porque —en su modo de sentir— son las únicas que merecen la dignidad de lo natural y el don de lo sobrenatural. Para cualquier fanático es coherente que piense así y actúe de tal modo. Sus más afortunadas metáforas siempre tendrán que ver con la naturaleza, con el mundo animal con el que se reconciliará, con el universo en el que aspira verse reflejado. El fanático cree en lo sobrenatural, en lo divino, o tiene intuiciones sobre lo trascendental de sus ideas o su misión… Por eso sus ideas y su acción no sólo son “las que tienen que ser”, si no que “son las necesarias”... El fanático vive en un permanente estado de necesidad y obediencia debida a lo sobrenatural y a lo trascendente. Su grupo, él mismo, se creen los elegidos para llevar a cabo la misión de salvar su verdad y propagar su mensaje. Un determinismo fatal y repugnante emanado de la suprema “Voluntad Invisible” mueve las serviles almas de sus súbditos involuntarios. Si alguna vez renace el sentimiento de culpa en sus corazones, se ahogará entre sollozos de conmiseración por su destino. Para el fanático, esclavo de ignominia, su servidumbre le libera de toda culpa…

Todo fanatismo cree que su tarea es SAGRADA, por ello es corriente que contamine su ideario básico con adjetivos y eslóganes tan contiguos y grandilocuentes como esta palabra: sacrosanto, sacrificio, sacramento, sacrílego, sacerdocio… sangre —aunque esta última sea totalmente ajena a su genealogía. El fanático concibe el sacrificio —el suyo, el de sus víctimas— como su más heroico y elevado ideal. La palabra sacrificio está teñida de sangre, de memoria de sangre: es una palabra maldita que todo fanático aspira a bendecir nuevamente. Los fanatismos derraman sangre, beben sangre, lloran sangre… para saberse todavía vivos y verdugos de la vida. Todo fanático cree que lleva su ideal en la sangre. La guerra es la expresión colectiva e institucional extrema de ese fanatismo —sea del tipo que sea y se justifique por cualquier argumento perverso: étnico, religioso, político-nacional. En la guerra el fanatismo concentra de modo excepcionalmente eficaz toda su maquinaria e inteligencia para destruir…“Todo fanatismo conduce inevitablemente a la violencia física” (Yoko Ono).

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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