Que no ven lo que cualquiera puede ver. Que cuanto más sangre aportan a esa patria que quieren construir más la destruyen y más la alejan del pretendido objetivo de verla libre e independiente. No se dan cuenta que tienen en frente unas resistencias cada vez más duras e invencibles: la de una realidad de un mundo global e interconectado, que desmiente un día sí y otro también sus ensueños de una victoria alcanzada por las armas; y la del Estado de derecho y la ley civil, apoyados ahora, además, por la opinión jurídica unánime del más riguroso tribunal de derechos humanos, que es la corte del Consejo de Europa con sede en Estrasburgo.