Una democracia grande y caótica. Así describía Obama al sistema político de su país, en una entrevista con Peter Baker para el New York Times (publicada por EL PAÍS el domingo 14 de octubre). Grande no tan solo por sus dimensiones, geográficas y demográficas, sino por su profundidad y su riqueza, y por su influencia como modelo político en el mundo. Este próximo martes, los ciudadanos acuden a las urnas para renovar entera la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (37 escaños), 6.118 escaños de las Cámaras bajas y los Senados de los Estados federales, 37 gobernadores, 26 secretarios de Estado (equivalentes al primer ministro de los Estados federales), 30 fiscales generales estatales, además de otros cargos menores y, en 37 Estados que cuentan con sistemas de democracia directa, para votar en 160 preguntas sobre iniciativas legislativas populares en las que se decide desde la legalización de la marihuana hasta la prohibición de los matrimonios gais. Pero las elecciones de mitad de mandato son también un referéndum informal para el presidente elegido dos años antes, en el que los ciudadanos suelen castigar al titular; sobre todo, como es el caso, en mitad de una crisis devastadora para el empleo.