Lluis Bassets

El estado de las cosas

Por: | 29 de junio de 2011

Si uno explica el estado de la nación por el estado de Europa y del mundo, al otro nada le interesa de lo que sucede en Europa y el mundo para explicar el estado en que se encuentra la economía española. Ante la crisis más devastadora desde los años 30 y el reto político más amenazador con que se enfrenta la Unión Europea, lo único que al final interesa a uno y otro es el estado del calendario político, defendiendo uno su derecho e incluso obligación a agotar la legislatura y el otro la necesidad de esas elecciones que deben darle, como un regalo que se obtiene sin esfuerzo, la llave del Gobierno.

Todo se cifra en un extraño concepto de la confianza política, concebida como la gasolina que se necesita para contar con el depósito lleno antes de salir de viaje. Usted la ha agotado, dice uno, y tiene que convocar elecciones. Nada ha hecho ni propuesto usted para ganársela, le dice el otro, y de momento tendrá que esperar a que venza el plazo de la legislatura para que caiga en sus manos la fruta madura. Nada nuevo que no hayan escuchado los ciudadanos decenas de veces, cumplimiento exacto de un ritual en el que la única sorpresa es la exactitud con que cada uno de ellos han recitado su papel, con el punto de indolencia con que los viejos actores recitan su parte repetida hasta el aburrimiento.

Y sin embargo, sí hay una novedad respecto al estado de estos dos actores tan habituados a su intercambio sobre las tablas. El primero no seguirá con su primer papel en la próxima ocasión en que se represente de nuevo esta escena de la nación que revisa su estado. Y el otro se siente y se sabe definitivamente destinado a sustituirle, impulsado por una fuerza que exige pasividad y discreción. Sólo sus errores podrían dañarle, como sería descubrir sus cartas precipitadamente o dejar que se desbordara la euforia desbordante que cunde en sus filas. Por eso, a pesar de esas novedades, uno y otro deben mantenerse impávidos en la ficción: el primero como si tuviera el control de las cosas y del calendario y el segundo como si su destino se jugara en las urnas y no estuviera absolutamente convencido de que se halla ya mecánicamente determinado, como en el funcionamiento de una máquina expendedora.

El estado de la nación es ante todo el estado del calendario. Nada tiene que ver al final con el estado del mundo, pero es precisamente el estado del mundo y no el estado de estos dos viejos actores tan vistos por el público lo que puede torcer y cambiar el calendario. El estado de Zapatero es el de quien quiere despedirse airosamente y el de Rajoy el de quien desea empezar discretamente, por lo que es difícil que en los suyos no se transparenten respectivamente la melancolía de la despedida y el nerviosismo de la inminencia.

Aunque todos los medios de comunicación dediquen sus mejores espacios a esta ceremonia, el estado en que aparece la nación es al final de las cuentas de desconexión del estado del mundo y del estado de la calle, y sobre todo del estado de Grecia, que es donde de verdad se juega el estado de las cosas. Al final, por tanto, todo termina en una nueva exhibición de la capacidad de levitación de las instituciones representativas.

Hay 10 Comentarios

No es masoquismo, Marifé. Entre dos opciones gana la que más votos tiene. Pero pienso que entre las dos mayoritarias, una tiene a su favor que mantiene sus constantes electorales sin arritmias y la otra gana o hacer ganar a la otra en función de sus arritmias. Pero vamos, si lo que molestó fue mi consideración despectiva y soberbia de quienes votan a determinada opción, mis disculpas. No siempre se domina el sectarismo como uno quisiera. Nos pasa a tod@s.

CIRO 2: muy interesantes sus numerosas teorías, pero no nos queda muy claro su visión sobre el masoquismo político de los españoles ¿podría ser mas explícito, por favor? espero que entre clase y clase que nos va dando usted por escrito y numeradas, le quede un poquitín de tiempo para explicarnos esa tara nuestra del masoquismo político, pues algunas parece que no se lo creen. gracias desde ya!

Y tanto que es el calendario el que marca el estado de la nación. De ahí que uno no piense más que en entrar cuanto antes, aunque personalmente no le interesa, como apuntó Rajoy, que lo hace por nosotros, qué bueno es; y el otro no piensa más que en salir cuanto más tarde mejor, aunque personalmente no le interesa y que realmente lo hace por la nación. Qué buenos son los dos que tanto piensan en nosotros más que en sus expectativas. Uno confía en un milagro para recuperarse, se lo dijo el líde popular a Zapatero, y el otro desconfía de la seguridad del resultado anunciado, temeroso de que se convierta en la crónica de un fracaso imprevisto. Centrándome en sus intereses y haciendo abstracción de los nuestros, si es que tal cosa existe, los dos tienen razón; al que tiene mucho que perder le conviene esperar, nunca se sabe y peor no se puede estar; y al que tiene mucho que ganar le conviene, como al vendedor que tiene acorralado al incauto, aprovechar el ánimo derrochador de quien compra por encima de sus posibilidades. Y luego vienen las letras que nos recuerdan los números y nos acordamos de la madre del vendedor y de su s... madre.

Debate sobre el estado del ombligo de dos políticos. Los dos máximos representantes de la vida pública se miran el ombligo ante la nación, y los españoles, tan citados ayer y hoy, más pendientes de si se corta el cordón umbilical que une a Cesc Fábregas con el Arsenal.

Partiendo de que el PSOE está haciendo la política del PP, hago la siguiente reflexión: no indigna tanto el recorte como el hecho de que las rentas más altas no vean también recortadas sus alas. No castiguemos a quien puede crear empleo abrasándole a impuestos, suelen decir los defensores de este sistema. Como si el crear empleo fuera su estímulo. Su estímulo principal es el beneficio y como daño colateral contemplan el empleo. Ay, el día que no les hagamos falta. En movilidad urbana algunos piensan igual. Haz aparcamientos en el centro de las ciudades para facilitar la movilidad de las personas. Lo cierto es que cuánto más recortes a las clases más bajas más pobres son estas y cuántos más aparcamientos proyectes en los centros de las ciudades más acorralados se encontrarán los peatones, salvo que pensemos que los coches llegarán por el aire. Son los ricos los coches de la economía, todo se hace pensando en ellos. Lo menos que pueden hacer cuando atropellan a los peatones es bajarse y preguntar cómo se encuentran en lugar de decirte que te apartes de debajo de sus ruedas.

CIRO 2: ¿de verdad crees que la mayoría de los españoles somos masoquistas, que comemos veneno a sabiendas de que nos matará? ¿hablas en serio tu? Yo creo que tu visión es muy primaria y superficial, los españoles ya escucharon 'advertencias' como las tuyas cuando se presentó José María Aznar a Presidente en las elecciones en 1996, y 8 años después estaban encantados con él, pues había saneado el Estado, la Seg. Social, y el empleo, todos ellos en la mayor de las ruinas por los 14 años del PSOE. O sea que los españoles trabajadores, serios y eficientes, que son la mayoría, ya conocen las medicinas del PP, y por eso no le temen, y por eso lo votarán, porque saben que el PP dará confianza al capital local y mundial para que invierta en España y cree empleo aquí, y sabe que lo que se pague en impuestos no irá a demagógias, ni a matrimonios gay, ni a cambio de sexos, sino a infraestructuras y rebajas de impuestos. Los que sí le temen al PP son los vagos e incompetentes, que temen perder sus privilegios.

Impávidos. Máquina expendedora. Estado del calendario. Veía el debate y pensaba lo mismo. Pero la política es mucho más, creo que la mayoría lo sabemos o lo recordamos. Excelente artículo, Luis.

"les va a confeccionar el mismo traje que les están cortando, incluso más estrecho. Por no hablar de la sisa."

Ciro2, muy bueno !!

Debate a ciegas y elecciones a ciegas. El que se va quiere sacarle con fórceps al que entra cuál es su programa real, el que oculta para no asustar al electorado. Y sabiéndolo todo el mundo que el programa de Rajoy es el que es, muchos de quienes no le votarían de conocer su verdadero propósito de gobierno, le votarán por la simple razón de que no lo muestra aunque lo intuyen. A eso llamo yo elección a ciegas a sabiendas, valga la contradicción, la que se producirá el 27-N o en marzo de 2012. Si todos, o casi, sabemos lo que hará el líder conservador, quién podrá llevarse a engaño después de lo que venga. ¿O es que hay mucha gente que no se ha enterado de esa intención de ocultar lo que sabe todo el mundo? ¿O es que ya, desesperados, les da igual, y como aquel que come alimentos tóxicos, simplemente alega que algo hay que comer por contaminado que esté o se barrunte que esté? El caso es cambiar y superar el hambre instantánea, aunque el desahogo momentáneo pueda conducir a la muerte. Da igual que el cambio sea a peor, desde el punto de vista del que se acusa al que se obliga a salir. Quiero decir, si el deseo de quitar al que está es por lo que hace, qué sentido tiene poner al que hará lo que éste hace. Una cosa es corregir el rumbo del que está y otra pretender cambiarlo designando al que mantiene el mismo rumbo equivocado de forma natural. Si España, y los españoles, como asegura Rajoy, no aceptan el rumbo a la derecha adoptado por el gobierno, cómo explicaría, sin trampas, el presidente del PP que los españoles confíen plenamente en quien les va a confeccionar el mismo traje que les están cortando, incluso más estrecho. Por no hablar de la sisa.

Un debate ciego entre tuertos. Eso me ha parecido. La incapacidad de entenderse por intereses espurios que ni siquiera con la que está cayendo consiguen depurarse. Deberían celebrarse debates a ciegas, no saber quienes aplauden quién habla, siquiera para que contempláramos como los incondicionales de cada bando aplauden a rabiar al contrario sin saberlo por parecerle más elocuente y convicente que el propio.

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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