Lluis Bassets

Dictaduras irreformables

Por: | 05 de septiembre de 2011

Ben Ali duró apenas un mes. Mubarak ni siquiera. Las guerrillas del Consejo Nacional de Transición han necesitado medio año para echar a Gadafi. Los tunecinos y los egipcios consiguieron liberarse de sus tiranos sin disparar un tiro. Los libios empezaron pacíficamente, pero enseguida la protesta se convirtió en una insurrección, que recibió la cobertura aérea de una coalición internacional liderada por la OTAN, gracias a una resolución del Consejo de Seguridad.

Ahora le toca a Siria desembarazarse de su tirano, Bachar el Asad. La caída de Gadafi es un estímulo para los sirios y un mensaje de desánimo para los partidarios del régimen. Hay noticia de deserciones entre los militares de conscripción. Puede haberlas también dentro del régimen. El ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Salehi, ha pedido a Asad que atienda las demandas legítimas de su pueblo, y Hassan Nasrallah, el líder del poderoso partido chiita libanés Hezbolá, también quiere que se apresure con las reformas para aplacar las protestas. Las barbas del vecino, ya se sabe.

Cada pieza de dominó tiene sus peculiaridades. Túnez no jugaba un papel estratégico, pero dio el empujón inicial. El peso geoestratégico de Egipto es enorme, y por eso su caída dio el mayor impulso a la oleada. Libia tiene petróleo, instrumento de chantaje, de corrupción y de blindaje policial y militar. Siria es doblemente estratégico, por su conexión chiita con Irán y por su guerra fría con Israel, con el radicalismo palestino de por medio.

Asad está todavía más blindado que Ben Ali, Mubarak y Gadafi, puesto que su régimen ha hecho ya la sucesión familiar. Estuvo en el punto de mira de Washington en la época del eje del mal y lo superó sin las piruetas y payasadas del líder libio derrocado. Ahora, a pesar de la represión letal contra su población, ha conseguido que las sanciones internacionales lleguen lentamente y en algunos casos todavía no hayan llegado. Cuenta con una diplomacia eficaz, buenos padrinos en Moscú y tentáculos en muchos países, España sin ir más lejos.

Todos estos apoyos se van debilitando. Turquía, antaño país aliado, ahora es el que más presiona entre sus vecinos. La idea de que en Damasco se produzca un vacío de poder suscita un mismo y enorme vértigo a los enemigos jurados que son Ahmadineyad y Netanyahu. Una Siria en transición induciría a la revuelta en Irán y situaría en una difícil posición a Israel en sus fintas para evitar la creación del Estado palestino.

Asad finge que escucha. ¿Pedían reformas? Ha levantado el estado de emergencia, anunciado varias reformas legislativas incluyendo el reconocimiento del pluripartidismo y decretado tres amnistías. Humo de pajas todo, acompañado de una represión todavía más dura, que demuestra el valor del reformismo en este tipo de regímenes instalados en el crimen.

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Esta situación se parece cada vez más, a un torneo de partidas simultáneas de ajedrez con relevos a ambos lados del tablero. Los contendientes ganarán, perderán o quedarán en tablas las diferentes partidas, pero la mayoría de las figuras habrán desaparecido del tablero, en especial los inocentes peones. Como siempre.

(y II): Israel ha firmado una paz muy firme y muy duradera con los regímenes árabes moderados de Egipto y Jordania (Anwar el Sadat y Mubarak de Egipto, y el Rey Husein de Jordania). Luego, un tránsito a la moderación en Siria, también favorecería la paz de Israel con ese país, con los palestinos moderados, y con todos los moderados en general de la región.

RESULTA evidente que si hasta Irán y Hezbollá piden reformas en Siria, la estabilidad del régimen de Damasco está bajo mínimos. Lo que no se entiende es porqué una transición democrática en Siria afectaría a Israel; al contrario, siendo Israel al única democracia de la zona, podrá entenderse mejor con una democracia en Siria que con el carnicero actual El Assad, enemigo de la propia existencia de Israel. Fuera El Assad del poder, los terroristas palestinos y libaneses perderían fuerza, y eso beneficiará a Israel. Y si Abbas deja de apoyar a Hamas y se decide al fin a negociar con Israel, un proyecto de Estado palestino pacífico podría avanzar. En definitiva, si se debilitan Damasco y Teherán, se debilitan Hamas, Hezbollá y los extremistas de Al Fatah, forzando a los palestinos a dejarse de excusas y negociar por fin la paz y un Estado con Israel. O sea, cuanto peor le vaya a los regímenes terroristas enemigos de Israel, mejor para Israel! Sin duda! Al fin y al cabo, la paz no llega allí por culpa de estos terroristas empeñados en 'borrar del mapa Israel' por todos los medios, incluso con Planes Nucleares como los de siria e Irán.

Y cuando todo el mapa norteafricano y adyacente se hayan depurado de dictaduras, cuando las únicas venas abiertas de su territorio sean las carreteras destruidas, a ver si aprenden las democracias occidentales de una s... vez a cuidar un poco más sus relaciones, que parece que solo cuentan los intereses económicos en lugar de los pueblos que viven sojuzgadas por los interlocutores oficiosos, que no oficiales. Como comprar el pan blanco al panadero, a sabiendas de que la blancura y su buen precio se consiguen a fuerza de palos a sus empleados. Del mismo modo que las democracias europeas exigen cumplir unos parámetros para integrarse en nuestras instituciones supranacionales (respetar derechos humanos, abolición de pena capital, etc), exijámosselos también a los países terceros con los que se pretende establecer una relación comercial. Claro, que dada nuestra dependencia energética, podemos darnos con un canto en los dientes de que no hayan sido estos déspotas quienes hubieran exigido lo contrario en sus desesperados clientes.

La gente tiene miedo a la guerra civil. Hace poco que salieron del régimen del padre del actual mandatario sirio.
Los centenares de víctimas y violaciones de los derechos humanos no han servido para obtener una respuesta contundente de la comunidad internacional y de "la liga árabe" por sus importantes conexiones con Irán y la causa común que mantienen establecida en Palestina.
No es una guerra de sucederse del mismo modo convencional que la producida en Libia ni mucho menos en Túnez o en Egipto.
Aquí se encuentra el cogollo de la cuestión y si la comunidad internacional endurece sus embargos contra Siria o existe una condena firme de Naciones Unidas, el régimen sirio y de irán pueden acabar reprendiendo duramente contra países cercanos que en este momento pueden suponer un grave riesgo de conflicto.

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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