Lluis Bassets

Sin hoja ni ruta

Por: | 24 de mayo de 2012

Todos buscamos una hoja de ruta que nos saque del pozo. Para los eurobonos esta pasada noche en Bruselas. O para salir del avispero de Afganistán, hace unos días en Chicago. El mayor inconveniente de esta idea luminosa que nos proporciona una guía sin pérdida posible es que lleva incluido el fracaso en su propio origen. Ahora mismo se cumplen diez años de la hoja de ruta que popularizó la expresión, la hoja de ruta por excelencia que debía conducir a la paz entre israelíes y palestinos en tres años, en 2005 exactamente. En un año, cese de toda violencia, congelación de los asentamientos y reformas políticas y celebración de elecciones en la parte palestina; en otro, restauración de relaciones entre Israel y los países árabes y conferencia internacional para resolver todas las condiciones para la creación del estado palestino, incluyendo las económicas; y en un tercero más, negociación de fronteras definitivas, asentamientos en Cisjordania, refugiados palestinos y Jerusalén.

Ni siquiera se inició la carretera que lleva al primer año, tal fue el tamaño del fracaso. Podríamos utilizar una expresión menos usada, pero si las hojas de ruta salen una y otra vez de la boca de los responsables políticos ante los problemas más variados y difíciles por algo será. Una explicación podría ser que hablamos de hojas de rutas, road maps en su expresión original, precisamente porque estamos totalmente desorientados y no sabemos ni dónde estamos ni hacia dónde hay que tirar. Como si su repetición a título de oración terminara haciendo llover sobre nosotros los mapas de los que carecemos tanto los ciudadanos como, lo que es mucho peor, los dirigentes. Algunos incluso lo dicen sin rebozo: nos adentramos en territorio desconocido y no tenemos ni idea de hacia dónde vamos. Practican entonces la navegación a vista, guiados por las citas electorales o las encuestas que miden su popularidad, el grado de aceptación de las medidas que propugnan o las expectativas electorales. En casos muy singulares, como es el de Rajoy, la presión es más inminente, a vista de 24 horas, y material, porque son las necesidades de liquidez de los bancos o incluso de las administraciones las que guían cada movimiento y declaración, atendiendo así a la prima de riesgo y a las oscilaciones del Ibex 36 y en ningún caso a objetivo alguno que no sea llegar vivo al día siguiente.

Utilizar la expresión hoja de ruta para el caso de Afganistán, como hizo Obama en Chicago, es así tan pertinente como descorazonador. De la misión que llevó a la OTAN al país afgano hace diez años solo se sabe una cosa: tuvo la cobertura legal del Consejo de Seguridad y fue en respuesta a los ataques del 11-S organizados por Al Qaeda desde sus bases en el país de los talibanes amigos. Una vez derrocados los talibanes, tan pronto como en el mismo 2001, poco se puede decir de los objetivos o de los resultados durante estos diez años ni ahora mismo porque siempre han sido confusos y nadie ha conseguido explicarlos.

El actual presidente, adversario de la guerra de Irak pero partidario de la de Afganistán, supo pronto que no se obtendría más estabilidad ni garantías de un Estado viable en un año que en diez. Declararse vencedor y partir, que es lo que quieren hacer todos los presidentes, era imposible. De ahí esa hoja de ruta, aprobada en la cumbre de Chicago, sin más objetivo ni propósito que terminar ordenadamente de una vez y dejar atrás esos diez años de guerra, la más larga jamás librada por Estados Unidos.

No va a ser fácil. Pakistán está en el origen de todo y también estará en el final. Su frontera está ahora cerrada a los suministros a Afganistán, en respuesta a la matanza de 24 soldados paquistaníes en noviembre por bombardeos estadounidenses. Sacar a los 130.000 soldados que tiene la OTAN, y sobre todo su colosal impedimenta, requiere de estas vías que han visto incrementado súbitamente su coste: los paquistaníes cobraban unos derechos de paso de 250 dólares por camión antes de la matanza y piden 5.000 ahora.

Hace falta dinero para irse y también hace falta para dejar la seguridad en manos del nuevo ejército afgano al que hay que formar. Eso es lo que Obama pidió a los aliados en Chicago, aunque su preocupación mayor fue que la retirada prematura de Francia no fuera el cornetín de desbandada para los otros aliados, todos ellos sometidos a unas restricciones presupuestarias que han mermado cualquier vocación de intervención exterior.

La OTAN sabe o cree saber lo que va a hacer en Afganistán, pero en Chicago también se ha desentendido claramente de la matanza en Siria. Ahí ya no sabe nada. Y de lo que no se puede hablar, mejor callarse del todo. Así parece creerlo una Alianza que se decía guiada por unas ideas y unos valores discretamente arrumbados en la navegación a vista, que es lo habitual cuando no hay ni hoja ni ruta.

Hay 7 Comentarios

Las noticias de Bankia son desalentadoras. Es más, acaban manchando toda la reputación que pudiera quedar del sistema bancario español. Nada que no intuyésemos, pero es muy desalentador, más que nada porque un país de 47 millones de personas se encuentra inerme ante el desbarajuste.

En Islandia noqueraron a un Gobierno que iba a hipotecar la soberanía de modo casi irreversible.

Aquí nos enfrentamos a un escenario muy similar al griego, sino casi idéntico.
No me cabe duda, que tanto España como Grecia no se quedarán en el euro a largo plazo. Las condiciones son tan draconianas que la propia deuda (con intereses) se eternizaría. Una lástima, porque mucha gente se verá afectada y nisiquiera podrá imaginar porqué, y mucho menos luchar contra ello.
Me parece que nos hayamos en una minoría de edad ciudadana muy parecida a un techo de cristal. Más allá de un límite, lo que hacemos no traspasa.
Habrá pues, que tener el valor de romper el cristal. Pero sólo después de haber reflexionado ( como, porqué, para qué?), y asumir las consecuencias de lo que venga después. Si nos vale la pena. Por ahora, la impresión general es que no. ¿Pero por cuánto tiempo?

O dicho en román paladino, como vaca sin cencerro. Así vamos en todo aquello en lo que se sigue una hoja de ruta. Lo vemos en la gestión del pozo de Bankia y que nos arrastrará a un rescate financiero, lo que según apuntan algunos expertos, es casi la mejor opción, si es que la desidia presidencia no termina consiguiendo adulterarla. En fin, y ahora algunas reflexiones pre-rescatem, digo, mortem: nos dice Duran que somos demasiados grandes para ser intervenidos. Como si no se pudiera trocearnos para digerirnos mejor. También se piden hispabonos, y a este ritmo es posible que se acaben pidiendo logroñobonos. En la estafa piramidal, los últimos financian a los primeros, hasta que deja de haber últimos, claro. Bueno, pues en la economía estatal parece que son los primeros los que financian a los últimos, hasta que deje de haber primeros, si es que los hubo. A todo norte le toca su sur, pero llega un momento en que llegas al casquete polar antártico y ya no hay sur que valga. Y por último, una de percepciones: cuando estábamos con la prima de riesgo a trescientos nos decían que eso era de todo punto insostenible. Cuando convivíamos con el cuatrocientos que no podíamos durar ni un mes. Y ahora que no dejamos de coquetear con el quinientos que esto es el acabose. Qué capacidad tenemos para adaptarnos a lo inadaptable. O eso o nos están mintiendo y la intervención radical la están negociando bajo manga. Seguimos el camino de Irlanda.

las decisiones sobre el analisis, no es positivo ponderar la ausencia de ruta, los mercados volatiles estan reflejados en la inmediatez de su liquidez, se debe creer en la ruta y en las posibilidades de transformacion, los poderes de la democracia deben resolver con solvencia sus cometidos y poco apoco pedir transparencia a las acciones de la OTAN, del BCE, de FROB hasta llegar a nuestro alcalde que tiene facturas por pagar desde la epoca de las pesetas.

Si me permite un apropiado exabrupto: ¡DIVAR DIMISIÓN!

¡Gran carga de razón la suya cuando, a mi entender, viene a decir que la singularidad de Rajoy, en un mundo tan proceloso como éste, consiste en que carece de hoja y de ruta, y practica la navegación a vista de 24 horas y material, sin otro objetivo que llegar vivo al día siguiente!

La frase ...hoja de ruta, suena a hoja de parra, Los políticos, y los altos clérigos, sean del bando que sea, acostumbran a jugar con las palabras, tales como libertad, democracia, justicia, cristianismo, comunismo, etc., etc. Es el eterno juego del gato y el ratón, y en el caso humano, el ratón es el débil, al que manipulan con lavados colectivos de cerebro para que obedezca y se adapte a las órdenes del gato (el poder de las grandes potencias económicas). ¿Qué esconde la sucia guerra contra Irak y Afghanistán? ¿Quién apoyó a Pakistán y le suministró el arma nuclear? ¿Son democráticos los sátrapas que gobiernan en Arabia Saudita y demás países del Oriente Próximo? Es democrático Estados Unidos con las torturas llevadas a cabo en su base de Guantánamo? En fin, el estiercol mental es universal y nadie escapa a su terrible hedor.

Saben adónde tienen que ir, pero una vez puestos on the road, ni se orientan, y si lo hicieran, ni sabrían cómo llegar. Ni con GPS ni con Galileo, y si me apuran, ni con Galilei. Pero queda muy bien poner sobre el papel los hitos que no se ven en el camino ni por asomo. Con la solución de la crisis ocurre algo parecido: '... porque si reduzco impuestos, las empresas invierten, y al invertir crean empleo, empleo que genera consumo y el consumo ingresos a las arcas del estado vía impuestos, que así puede prestar los servicios, bla, bla...'. Hasta que llega la torpe realidad y ni inversión ni empleo ni servicios ni nada, salvo la falta de confianza de los mercados y de los contendientes entre sí. Ni se fía a nadie ni se confía en nadie sin previa disposición de fondos o previa rendición sin condiciones. Dicen que vivimos en un mundo líquido pero lo cierto es que lo que falta es liquidez.

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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