Lluis Bassets

Al pan, pan y al vino, vino

Por: | 27 de octubre de 2012

Egipto no era Túnez. España no era Grecia. Cataluña no es Escocia. Y naturalmente, Israel no es la Sudáfrica del apartheid, el sistema de segregación racial y de discriminación de derechos creado por la minoría blanca y eliminado a principios de los años noventa. Que se lo pregunten al expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter, que osó insinuarlo en su libro Palestina: paz, no apartheid, y se las cargó con todo el equipo.

Israel está evolucionando velozmente hacia una forma de organización que permite encontrar puntos en común con el apartheid. Los ciudadanos árabes de nacionalidad israelí, que representan el 20% de la población de Israel, gozan de todos los derechos de ciudadanía, pero son percibidos como una minoría alógena e indeseable por buena parte de la población israelí. En una encuesta realizada por la ONG Diálogo y difundida por el periodista Gideon Levy en el diario Haaretz, se señala que un 59% de los encuestados quiere que se dé preferencia a los judíos sobre los árabes en la adjudicación de plazas de funcionarios del Gobierno, un 42% no quiere vivir en un edificio donde hay árabes y otro 42% no quiere que haya árabes en las clases donde llevan a sus niños. Más: un tercio de los israelíes pide que se les retire el derecho de voto y un 47% se muestra a favor de la medida más drástica, su expulsión.

La cuestión de los derechos civiles no adquiere vigencia únicamente en el interior de Israel, donde muchos árabes, como es el caso de los beduinos, se sienten discriminados e incluso desposeídos en sus derechos y propiedades. El fracaso del proceso de paz y la constante ampliación de los asentamientos israelíes en Cisjordania están creando una nueva realidad que tiene similitudes con los bantustanes de Sudáfrica, en los que se concentra una población palestina empobrecida, sin Estado propio y sin derechos de ciudadanía. De ahí que la reivindicación que se perfila en el horizonte sea el reconocimiento de los derechos civiles para los 2,5 millones de palestinos cisjordanos, eventualidad que un 69% de israelíes rechaza. Un 48% de los encuestados no quiere tampoco la anexión de Cisjordania, que sería la que facilitaría la adopción de una nueva estrategia palestina similar a la del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos y a la lucha contra el apartheid en Sudáfrica.

Lo más noticioso de todo, hasta merecer la primera página del diario Haaretz, es que un 58% de los encuestados reconoce que Israel practica una forma de apartheid con los árabes, a pesar de que no se haya producido dicha anexión. Otra ONG de signo contrario llamada Honest Reporting, dedicada según sus principios a “asegurar que la información sobre Israel sea honesta y rigurosa”, ha criticado la presentación de la encuesta y acusado al periodista de manipular los datos para apoyar su agenda izquierdista y antiisraelí.

Hay 9 Comentarios

España, demasiado grande para caer, demasiado pequeña para tenerse en pie por si sola. Resumiendo: SOS.

Con pan y vino se anda el camino

"¡Realmente vivimos tiempos sombríos!
La palabra inocente es locura. Una frente sin arrugas
denota insensibilidad. El que ríe todavía no ha recibido la terrible noticia". Preciosos y precisos versos de Bertol Brecht con los que Petros Márkaris comienza uno de los artículos recopilados en un excelente libro: La Espada de Damocles (Tusquets), que muestran una Grecia vista desde dentro, una visión que asusta a griegos y a extraños, no tan extraños.
España no es Grecia. Y es verdad. Ya quisiéramos ser Grecia. Nos lo podríamos permitir aun pasándolo mal. Pero ni me imagino lo que sufriremos todos, acreedores incluidos, si España cae como ha caído Grecia. Y ello debe asustarnos, porque Grecia es a España lo que un leve seísmo que mueve lámparas es a un terremoto como el de Haití, lo que una leve ola es a un tsunami como el de Indonesia. Y lo peor es pensar que España no caerá por el solo hecho de que nuestro país es demasiado grande y que tenemos la sartén por el mango, como parece la línea apuntada por quienes respiran detrás de Rajoy. Algunos pobres desgraciados que se encontraban en las Torres Gemelas pensaban lo mismo. ¡Cómo se van a caer...! Ya. Y el Titanic era insumergible.
España no es Grecia. Claro que no. Debe ser como cuatro o cinco veces Grecia. España es un mastodonte y aquella una esquirla clavada en su pezuña. Un mastodonte con pies de barro gracias a su burbuja de ladrillo, la que obró el milagro. Curioso milagro éste que convirtió en ciego al que veía, poco, pero veía. Como dice Márkaris, hasta su ingreso en la CEE, "Grecia era un país pobre que sabía vivir decentemente con su pobreza". Nosotros éramos un país sin viviendas que vivía decentemente y ahora somos un país con millones de viviendas nuevas vacías que amenaza ruina. Que no se puede tener todo.
Puestos a comparar, Grecia es un entremés cervantino, ligero y España una tragedia profunda, que no sé yo si podremos digerir. Hasta al Rey, que busca dar ánimos, le dan ganas de llorar, las mismas que le dan al escritor griego cuando observa a sus pensionistas dejándose la pensión para pagar los impuestos de la luz. Tanto pagar por la luz para estar tan a oscuras. Sacaremos el euro adelante, aseguran. Pero, ¿tendríamos tantos problemas de no habernos metido en él? Ya sé que ha traído cosas buenas, como ahorrarte el cambio al entrar en otros países, pero coño, casi prefería que volvieran las tiendas de exchange. Al menos conocías la comisión.

En el mundo se producen muchas situaciones de apartheid por diferentes razones. Étnicas, religiosas, ideológicas, basadas en la nacionalidad de las personas, o únicamente económicas. Una de esas situaciones es la que se da en Israel. Israel es ante todo un Estado judío, creado por la comunidad internacional para dar cobijo únicamente a ciudadanos de origen judío, por tanto no es de extrañar lo que ocurre. El conflicto entre israelíes y palestinos es muy complejo y de muy difícil solución a corto plazo, una de las principales razones es que los palestinos no son económicamente hablando autosuficientes, dependen del trabajo que les dan los judíos, los cuales disfrutan de un estatus económico mucho mas elevado, y lógicamente, les dan los peores trabajos.

Cuestión de etnias. Cuestión de diferencias categóricas entre judíos y árabes en la tierra prometida para unos y la tierra ocupada de los otros. La nacionalidad judía para los árabes no parece que ser aglutinante de la categoría diferenciadora entre los unos y los otros, la etnia. La nacionalidad por tanto no se respeta y si no se respeta a los nacionales del propio Estado el Estado sobra....el mismo problema que el apartheid, que si no lo resuelve ni el dios de Abrahan ni el profeta Mahoma, tendrá que resolverlo un nuevo Nelson Mandela judio o un nuevo Nelson Mandela árabe. Porque se ve que no es un problema de civilizaciones, de alianza de civilizaciones, sino un problema de aceptación de las etnias, sin civilización alguna.

Ciro lleva razón... el mundo es un cacao donde cada cual se cree con la verdad absoluta. En efecto una ratón no es un gato y un gato no es un perro. Y todos, sin excepción, padecen de limitaciones mentales. Tal es la naturaleza del zoo humano.

I really appreciate the way you write

Israel es una democracia y un estado avanzado. Lo complicado es que es un estado realmente moderno, sustentado por una base histórica muy joven, por más que se justifiquen con la biblia y la herencia hebrea. Al carecer de continuidad historica, es obvio que los propios cisjordanos y palestinos, pueblos de la misma rama semitica que los judios, pero con una confesion y una historia politica distinta, no se sentirán reflejados en absoluto. Ni el Kadima ni el Likud les hacen el más minimo gesto. En la realidad de la practica, el Estado Israelí se considera judio, no multiconfesional ni multietnico, aunque guarde las formas de un estado laico (pese a contradicciones como la fuerte subencion a los haredim y el trato preferencial a colonos y ultraortodoxos). Es esta tension de naturalezas lo que hace dificil su globalidad nacional. Al contrario que naciones como EEUU, su razón historica de ser, y de seguir existiendo es basicamente etnocultural. De otro modo, porque insistir en la capitalidad de Jerusalem cuando Tel Aviv a cumplido perfectamente esa funcion durante decadas? esto es sólo un mero ejemplo. Recordemos, de todos modos, que las naciones son dos cosas: la conciliacion de varias identidades politicas y sociales, o bien el predominio de una identidad sobre otras. La cuestion es cual de las dos visiones prospera.

En todos los sitios cuecen habas y en algunos sitios hasta sin agua. Segregación sin agregación, como sacarla sin meterla, fenómenos de muy difícil encaje en la geopolítica y en la física.

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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