Es ya un tópico aceptado con resignación que la Unión Europea no tiene política exterior. Son una vulgaridad los sarcasmos sobre lady Ashton, la vicepresidenta de la Comisión y alta representante de la Política Exterior, a la que se le ha encargado pilotar un barco sin rumbo, sin velas y quizás sin casco, es decir, un artefacto que ni siquiera sirve para navegar. Desde julio de 2010 comanda un formidable Servicio Europeo de Acción Exterior, con 3.000 diplomáticos de altísimo nivel profesional, que no tiene realmente a quien servir, porque le falta la unidad y la voluntad políticas que conforman una identidad y una personalidad internacionales.