No todos los populismos son iguales. Ni siquiera todos los populismos son igual de nocivos. Más aún: hay sistemas políticos, perfectamente democráticos, incluso entre los más democráticos del mundo, en los que no se puede concebir una campaña electoral o simplemente la acción política sin alguna dosis de populismo. Hay un populismo totalitario y xenófobo, pero también hay un populismo democrático y cosmopolita. Hasta tal punto es así que democracia y populismo suelen ir de la mano. El populismo busca vencer en las urnas y tiene pocos instrumentos mejores que las urnas para expresarse.
Al final, es siempre una reacción contra las élites. En ocasiones por motivos espurios o ante unas élites literalmente inventadas. Fue el caso del nazismo con la conspiración judía universal. Pero en otras por motivos bien tangibles y racionales, ante unas élites encastilladas en sus privilegios, que se niegan a negociar concesión alguna. Este es el populismo de Beppe Grillo y de sus estridentes expresiones contra la casta política italiana.