El vacío es enorme. Un gran actor acaba de desaparecer del escenario político internacional. Este hombre ha dado horas de gloria al espectáculo de la política, un blasón que pocos profesionales pueden lucir en esta época más bien gris y desangelada. Y las ha dado más por sus cualidades personales, sobre todo la espontaneidad y viveza torrencial de su verbo fácil que por sus ideas o por una meditada estrategia. Es más virtuosismo que guion, más calidad actoral que dirección, más instinto que inteligencia, aunque esta tampoco le ha faltado a la hora de alcanzar el poder, y sobre todo de mantenerlo y de concentrarlo en sus manos.
Tenía dos virtudes básicas en un político: instinto y voluntad de poder. Sin instinto no se puede aprovechar la oportunidad, el regalo que la fortuna proporciona en dosis variables pero que solo unos pocos saben utilizar cuando se recibe. Sin voluntad de poder no se puede dar un golpe militar, sobrevivir a otro, ganar cuatro elecciones, un referéndum revocatorio y otro de reforma constitucional, para terminar políticamente invencible en la cama, abatido solo por la enfermedad y no por el enemigo, a pesar de la fantasía sobre un cáncer inducido por Estados Unidos lanzada por el vicepresidente Nicolás Maduro.
Aquel lunes Chávez parece el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero poco más de diez años antes en Madrid. Está al mando de un batallón de paracaidistas, 440 soldados, a los que embarca en seis autobuses sin "tener la menor idea de que son conducidos a una sublevación, en la que sus superiores pretenden que se jueguen la vida por un proyecto político que ignoran por completo", según cuentan Marcado y Tyszka.
La suerte de unos es la desgracia de otros. Carlos Andrés Pérez supo moverse a toda prisa, intervino tres veces en televisión y, sobre todo, no se dejó apresar por los golpistas. Pero cometió dos errores, una vez ya era evidente el fracaso del golpe. Mandó a un general amigo de Chávez a negociar su rendición, el equivalente del general Armada, que le garantizó unas condiciones de entrega favorables, sin desarmarle previamente ni esposarle, tal como había ordenado el presidente, y probablemente con tiempo para hacer llamadas y destruir pruebas y rastros. Y luego permitió que se dirigiera a los comandantes que todavía no se habían rendido por la televisión nacional en directo y sin censura.
Las palabras de Chávez han pasado a la historia, porque en vez de una rendición se convirtieron en una reivindicación y una promesa: "Primero que nada quiero dar los buenos días al pueblo de Venezuela, y este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados que se encuentran en el regimiento de paracaidistas de Aragua y en la brigada blindada de Valencia. Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital". A ese amenazante 'por ahora' que ha pasado a la historia se suma la personalización y reivindicación de la entera responsabilidad del golpe, que le convierten en el candidato a caudillo que esperaba al menos una parte de la izquierda.
Así empieza Chávez, en directo ante las cámaras y sin papeles. Así construirá toda su carrera presidencial y su carisma, con las dotes de improvisación de los grandes profesionales de la escena: como el actor que supo ser y no como el fracasado militar golpista que también era. Y así termina también, en un despliegue de medios escenográficos para representar su desaparición, casi martirio, como un nuevo avatar milagroso de la historia bolivariana, en el que combaten el bien y el mal y prevalece el pueblo fundido con su líder fallecido. Eso dice su último tweet del 18 de febrero (4'1 millones de followers): "Sigo aferrado a Cristo y confiado en mis médicos y enfermeras. Hasta la victoria siempre! Viviremos y venceremos!!".
Una vez pase el luto, con las elecciones oportunamente de por medio, el escenario sin ese actor queda vacío. Así es el poder personal, por encima de leyes e instituciones, aunque tenga su origen en las urnas. Cuando muere un caudillo cae un pesado y oscuro telón de incertidumbre que se declina de distintas formas: la sucesión, el legado, la continuidad, la estabilidad, el futuro... Y según una fórmula históricamente comprobada: a más caudillo, mayor la incertidumbre.
Hay 9 Comentarios
Ni extrema izquierda ni extrema derecha. Extremo centro
Publicado por: Ciro3 | 09/03/2013 12:30:26
El punto medio es bastante difcil de alcanzar. Todo se mueve entre los extremos, entre el bien y el mal. Mucha riqueza es la simple avaricia que provoca la mucha pobreza. En tiempos de crisis, cuando la curva desciende, florecen los extremos y en especial la hipocresía de los políticos y de los magnates al servicio de los grandes intereses. Ni lo mucho ni lo poco, todos los extremos son negativos.
Publicado por: RAMÓN | 09/03/2013 10:51:36
Mi opinión sobre aquel hombre ,es que es harto dificil que vuelva a existir un socialista como él, un socialista que todo lo hizo para su pueblo para que su pueblo hambriento pudiera comer ya que riqueza para ello había de sobras con tanto petróleo, que solo disfrutaban unas multinacionales.
Publicado por: ANTONIO LARROSA | 08/03/2013 13:19:33
Parece que lo van a embalsamar de por vida, estilo Lenin. Ni que fueran Papas.
Publicado por: Ciro2 | 08/03/2013 10:15:33
Para fraseando al Sr. Thibeault2 "Salvo que pensemos que los alemanes eran unos ilusos fáciles de engañar, lo que sería bastante racista", me refiero a los alemanes que amaban a Hindenburg y votaron a Hitler, por no hablar de los italianos que siguen votando a Berlusconi, de los españoles que masivamente plebiscitaban a Franco, los franceses que adoraban a Petain, etc. Todos los pueblos pueden tener sus espejismos colectivos y no es racista decirlo. Y veremos que ocurrirá cuando muera Fidel Castro y lo embalsamen también. Me imagino que su barbero está guardando sus pelos para hacerse de oro vendiendo relicarios cuando se le inmortalice para la eternidad. La grey humana es así, sobre todo cuando un político populista explota sin escrúpulos sus frustraciones, su pobreza o su dolor. Sólo la educación en libertad nos permite superar poco a poco nuestras contradicciones y, aún así, nada está garantizado para siempre, los instintos territoriales siguen latentes, la envidia y el resquemor contra el otro, la pasión por vengar ofensas (mejor si son imaginarias), la necesidad de culpar a los demás de nuestra propia historia personal y colectiva, y un largo etcétera de factores que hacen frágil los logros del civismo y la razón, todo eso sigue ahí pronto a desencadenarse. Basta que un político hábil, incluso con un pasado golpista o faccioso, saque todo eso a flote para que la gente le siga como al flautista de Hamelin.
Publicado por: Ramón | 08/03/2013 9:26:45
Ya que me he sentado en el diván del psiquiatra, me tomo la libertad de continuar. Poner comentarios en un blog del periódico que llevas leyendo treinta años tiene su encanto, pero lo cierto es que solo participo en el blog del Sr. Bassets y solo muy ocasionalmente en algún otro. ¿Por qué el Sr. Bassets precisamente, me pregunto? Y he llegado a la conclusión -una conclusión que es lógico que no le importe a nadie- que es porque muy a menudo estoy en desacuerdo con él pero siempre comprendo perfectamente su postura, por lo general, plausible -si se me permite esa expresión-. Solo hay un tema en el que nuestras opiniones son radicalmente divergentes y es sobre Israel y los palestinos; de hecho el Sr. Bassets casi nunca acepta mis comentarios sobre ese concreto tema. En fin, siempre he pensado que Chaves era una especie de aventurero oportunista con carisma para convencer a las masas, pero algo debía haber en él y algo bueno debe haber hecho para que tantísimos venezolanos le hayan votado en tantas ocasiones y lo veneren ahora de esa forma en el momento de su muerte. Salvo que pensemos que los venezolanos son unos ilusos fáciles de engañar, lo que sería bastante racista y eurocéntrico, sospecho.
Publicado por: Thibeault2 | 07/03/2013 18:37:26
Todos hablan en blanco y negro sobre Chávez, los que lo idolatran y los que lo desprecian, tuvo cosas buenas y malas, los que han estado en Venezuela antes cuando estaba Herrera Campin, Lusinchi y Carlos andrés Pérez se llavaron las arcas ficales para la casa, había 60% de pobreza, hoy 32%. la redistribución de la riqueza es mucho mejor que antes. Y eso es lo que queda a la población. Antes los corruptos Congresales solo se preocupaban de sus bolsillos mientras la gente estaba mal, desprestigiaron la politica y hoy hablan de democracia, algunos hablan de dictadura pero, si gano 14 elecciones con el voto popular o acaso el voto de la gente no era válido. y tambien hizo bastantes cosas malas, no aprovecho los dineros que ganó con el petroleo para industrializar Venezuela.
Publicado por: egallardo | 07/03/2013 18:28:20
Sé poco sobre Venezuela, y lo poco que sé supongo que esta demasiado influido por prejuicios ideológicos, así que aprovecho la ocasión para callarme. Lo que me pregunto es ¿si voy a callarme, por qué escribo este comentario? Sospecho que esto de comentar las cosas en un medio público acaba por enganchar y uno no puede dejar de pasar un artículo del Sr. Bassets sin añadir algún comentario, aunque sea enteramente gratuito, como este. Vanidad de vanidades, todo es vanidad; lo que me tranquiliza es que soy consciente de ello.
Publicado por: Thiebault | 07/03/2013 17:16:30
Y eso haciendo las cosas bastante mal. No les digo la que se habría armado en Venezuela de haber perdido a un auténtico genio de la gobernación. El populismo tiene la virtud de hacer pasar mal por bien, que ya tiene narices.
Publicado por: Ciro | 07/03/2013 12:59:07