Lluis Bassets

Café militar

Por: | 11 de julio de 2013

Sucede como con el café. Hay muchos tipos de golpes militares. Los hay descafeinados por ejemplo. Pero siguen siendo golpes militares, contemplados bajo esta explícita rúbrica en la sección 508 de la Foreign Assistence Act (FAA) aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en 1999: "Ninguno de los fondos asignado o facilitado por esta ley será obligado o gastado para financiar directamente cualquier tipo de ayuda a país alguno cuyo jefe de Gobierno debidamente elegido haya sido depuesto por un golpe militar o por un decreto".

Las explicaciones sobre la destitución de Morsi son muchas y casi todas ellas argumentables. El primer presidente egipcio salido de las urnas hizo todos los méritos para que le echaran, empezando por su ineptitud en la gestión de la economía, siguiendo por su sectarismo islamista y terminando por su nula capacidad como constructor de coaliciones y alianzas. Pero ninguna consigue rebatir que su situación sea la de un jefe de Estado debidamente elegido e ilegalmente destituido.

No hay duda, a la vez, de que es un golpe peculiar, sin dejar de ser plenamente militar, incluyendo la violencia con que suelen prodigarse los golpistas, la detención también ilegal del presidente y de la cúpula de su organización religiosa o la censura sobre los medios de comunicación. Los militares rechazan cualquier ambición de mantenerse en el poder y presentan su actuación como temporal: de hecho han anunciado ya elecciones en seis meses. Si no hay engaño y actúan con diligencia tendrán todas las facilidades para eludir la sección 508 de la FAA, que también contempla la reanudación de la ayuda en cuanto se restituya el poder civil.

Otra novedad es que este golpe militar cuenta con un fuerte apoyo social y se produce tras numerosas acusaciones de arbitrariedad y de vulneraciones de la legalidad por parte de Morsi. Los Hermanos Musulmanes han demostrado hasta ahora que tienen un concepto instrumental de la democracia, como mero procedimiento formal, necesario para alcanzar el poder, pero en absoluto vinculado al respeto de las minorías, al equilibrio de poderes y sobre todo a la reversibilidad del poder.

La prueba del nueve no es que el islam político obtenga el poder democráticamente sino que lo ceda después de perderlo democráticamente. Para que suceda hay que permitir primero que merezca democráticamente perderlo, es decir, que los ciudadanos efectúen el castigo en las urnas y no con un golpe apoyado por las movilizaciones en la calle. El experimento tiene valor para una región en la que el islamismo político está en ascenso y donde incluso el prototipo más moderno, el Partido de la Justicia y del Desarrollo turco, ha demostrado una propensión a reducir la legitimidad política a la legalidad de las urnas.

Para que EE UU pueda salvar los 1.500 millones anuales de dólares que destina a Egipto es necesario, por tanto, que se instale un Gobierno salido de las urnas a toda prisa y se reanude, al menos formalmente, el proceso democrático. Pero no basta. La transición egipcia no ha conseguido hasta ahora construir instituciones democráticas. La deposición de un dictador y la celebración de elecciones no ha significado que la política recaiga plenamente bajo el territorio de las leyes sino que continúa perteneciendo al de los hombres, como demuestran tanto el comportamiento de Morsi como el de los militares.

Es el capítulo más difícil de una transición y donde el presidente depuesto ha mostrado su peor rostro, al utilizar su victoria en las urnas y su poder para sí mismo y para los suyos y no para consolidar las instituciones democráticas. Tenía margen para hacerlo, pero le faltaban voluntad y capacidad.

La construcción de instituciones es tarea de colosos. En Egipto solo hay una que funciona, pero lo hace según sus propias reglas, que no son democráticas, y esta es el ejército, un Estado dentro del Estado. Un tercio de la economía egipcia está en manos militares y cuatro de cada cinco empresas se hallan bajo su control, además de la ayuda financiera que llega de Washington directamente a las arcas pretorianas. El problema, quizás irresoluble, es que Egipto necesita instituciones civiles con fuerza y poder como para someter y desmantelar el actual poder y los privilegios del ejército.

Esta institución tan suelta y poderosa es vital para los intereses de EE UU en la zona y para la seguridad de su aliado inquebrantable que es Israel. Hasta el 2 de julio a Obama se le culpaba por mantener a Morsi y ahora por apoyar a los militares. Además de un golpe a la esperanza democrática, este café fuerte administrado desde los cuarteles es un nuevo revés para la imagen de Barack Obama en el mundo, que se suma a los desperfectos ocasionados entre aliados y amigos por el caso Snowden.

Hay 12 Comentarios

No cabe duda que Egipto es el país central del mundo árabe, que dibuja la política de los demás siendo un país fuerte como si no lo fuera.
Desde 1979 la firma del Tratado de Camp David, tanto Egipto como Israel recibe ayuda económica de EE UU, aunque la egipcia es mucho menor. Esta ayuda no ayudó en nada a desarrollar al país porque, como bien lo menciona el señor Bassets, llega a los bolsillos de los altos oficiales que se han convertido en empresarios y se olvidaron de construir un ejército fuerte e independiente, sino todo lo contrario. A pesar de la ayuda norteamericana este ejército en ningún momento representó amenaza o podía enfrentarse al ejército israelí.
Esto en nada gusta ni a egipcios ni a los demás árabes. Y más bien la ayuda siempre fue un instrumento de chantaje para doblegar el espíritu de lucha árabe.
Además sabemos que gracias a ese tratado, Israel, entre otras muchas temas, disfruta de la obtención de gas egipcio a precio reducido, y la diferencia que obtendría el país árabe si lo vendiera a precio de mercado será mucho más que esa ayuda “limosna” del tío sam.

Morsi y los HH MM tuvieron su oportunidad durante todo un año en el poder para mostrar su madera política, si se da el caso de tenerla, pero demostraron que no tienen una agenda nacional ni un plan económico. No aceptaron el pluralismo ni entiendieron de democracia. No se repararon en “hermanizar” (en árabe ajuanat) el país y excluir al otro. Se chocaron con el sistema judicial y acorralaron el Tribunal Constitucional para impedir sus sesiones. El presidente emitió unas declaraciones que consolidaba “constitucionalmente” sus decisiones de la apelación y nombró a un PM débil y a un gobernador en Aswan de la Gama’a Islamiyeh responsable de la masacre de 62 turistas en Deir Albahri en 1997. Impusieron una constitución no aprobada ni compartida. Sus errores fueron innumerables, reconocieron algunos y muchos no. Ellos mismos sentenciaron su destino.
No hay revolución que no precise posteriormente corregirse en algún momento. Siempre se encuentran los oportunistas aguardando al acecho para robar el éxito de otros. Surgen en la etapa final para apoderarse de la situación sin haber sufrido anteriormente desgaste alguno. Los contratiempos le vendrían bien para toda revolución para consolidar y fundar bien los objetivos, cuando esté guiada por sus fuerzas responsables y sosiegas en cada momento.
Cuantas democracias trajeron salvo desastres. Hitler llegó al poder de forma democrática en un momento de desesperación del pueblo alemán y todos conocemos a donde llevaron sus locuras. No siempre la democracia atrae la prosperidad y el bienestar a los ciudadanos, y máxime si quien la ejerce es, políticamente, un inepto y hasta un traidor a sus predicaciones, en opinión de algunos.

Los islamistas llegaron al poder por ser los mejores organizados y disciplinados, también sabiendo aprovechar su victimismo desde tiempos de Nasser al considerarse marginada de la política y encontrar sus líderes encerrados entre rejas después de su fracasado intento de asesinarle (1954), y especialmente después de su éxito en eliminar a Sadat (1981). Las juventudes egipcias que iniciaron la revolución del “25 de Enero” se encuentran ahora engañadas por culpa de posibles conspiraciones y por la contrarrevolución de los restos de Mubarak. Han vuelto a tomar la calle y han conseguido, como lo hicieron en enero de 2011 con el apoyo del ejército, derrocar al gobierno de los hermanos musulmanes que no satisfizo sus expectativas de la justicia, la libertad y la dignidad ciudadana. Lo que hizo el gobierno fue todo lo contrario, no escatimó sus esfuerzos para acaparar todo el poder, y ejerció con autoritarismo y nepotismo con incompetencia de corregir la carestía de bienes básico y asegurar la unidad nacional.

Iman, por supuesto que ha sido un Golpe de Estado, y de estar amañadas las Elecciones, en todo caso lo estarían contra el candidato Mursi que procedía de sectores perseguidos por la Dictadura de Mubarak.

Es como si el PCE hubiera ganado las primeras Elecciones democráticas en España.

Duele oír que Mursi es un presidente democrático. Tras la expulsión de Mubarak por el pueblo, el régimen militar permitió solamente la participación a dos candidatos: Shafiq (pro Mubarak) y Mursi (islamista). Pensaba el régimen militar que la gente no votaría a Mursi, porque conoce el pueblo egipcio muy bien a los hermanos musulmanes. Pero sí, le votó, entre otras cosas porque Mursi dijo que iba a ser el presidente de todos los egipcios. Se le olvidó decir "de todos los egipcios miembros de los Hermanos Musulmanes". El pueblo no acepta el carácter democrático de la elección de Mursi, porque los actores principales de la revolución quedaron fuera. O sea, que no es un golpe contra un presidente elegido democráticamente, sino simplemente votado en elecciones amañadas.

Según el artículo, Egipto recibe de Estados Unidos 1.500 millones de dólares cada año. ¿En qué gastaron o gastan esos millones los respectivos gobiernos... el de Mubarak, o el de Morsi? Lo curioso es que mas del 60 % de la población padece la miseria material. Está claro que esos gobiernos y esos poderes están al servicio del Imperio americano. Eso, en lenguaje coloquial, es simple y llanamente, puro SOBORNO a los políticos de turno.

Hovstad: ¡La mayoría siempre tiene razón!
Doctor Stockmann: ¡No! No la tiene nunca. Eso no es más que un engaño. ¿Quienes constituyen mayor número en la sociedad, los estúpidos o los informados? Espero que me concedan que los primeros, lo cual no me parece suficiente razón para que manden... Pero la verdad es solamente una: la mayoría no tiene la razón, aunque sí la fuerza. La razón es siempre patrimonio de los menos.
('Un enemigo del pueblo' - Ibsen).

En España y Polonia esa Transición fue posible, pero la CEE y la OTAN habían entrado previamente en las habitaciones del Ejército. En Marrruecos ya están en la sala de espera, y en Turquía en la cocina...

Los golpes de Estado son golpes de estado, independientemente de quien los perpetre. Si ahora, los gobiernos democráticos occidentales "toleran" que los militares hagan lo que les plazca en su papel de salvadores de la patria- con una excusa que en estos momentos parece buena - para desalojar a los islamistas , quien nos dice que otros presuntos salvadores no harán lo mismo contra otros gobiernos salidos de las urnas y ´que en este caso - si nos parezcan legítimos.

Los gobiernos occidentales han optado por la claúsula de que el golpe en Egipto es "un mal menor " pero para ellos, no para loc ciudadanos egipcios que son los legítimos poseedores de la soberanía y como siempre los occidentales somo los buenos y como "expertos " tenemos la excelencia al definir las buenas o malas democracias. El pueblo egipcio ¿que sabe?

El hecho de no querer llamar por su nombre a lo que está ocurriendo en Egipto pretende despistar a la opinión pública. "Lo que no se dice, no existe" y de eso los dircom saben mucho. De ahí, que Obama no hable de golpe de estado. Tampoco ninguna potencia europea. No obstante, muchas veces el no decir las cosas por su nombre trae consecuencias nefastas para la imagen del político en este caso de Obama, quien ha visto el declive de su popularidad en los últimos años. El icono de la paz ya no lo es tanto.

Cómo era aquello, de Ibsen, creo, con el pueblo pero sin el pueblo. Con el ejército pero sin el ejército.

Solo funciona el ejército y habría que conseguir que funcionaran otras instituciones, si previamente se consigue que no funcione el ejército. Una relación de suma cero, si funciona el ejército, no funciona el resto, y si funcionara el resto, no funcionaría el ejército, y esta inversión debería conseguirse con el beneplácito del que funciona y que accediera a funcionar un poco menos en favor de lo que no funciona nada. Un circulo vicioso. Belicoso, más bien.

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es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.

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