Es un ejercicio escolástico. Pero no es inútil. El belicismo lo resuelve todo con la violencia de la guerra, de la misma forma que el antibelicismo se opone radicalmente a cualquier guerra. Ambas posiciones suelen ser peligrosas en política, por lo que no es ocioso contar con criterios para saber cuándo se puede hacer la guerra legítimamente, con la razón moral y legal a la vez.
Desde que terminó la guerra fría, cada una de las declaraciones de guerra que hemos conocido, especialmente aquellas en las que han participado los países europeos junto a Estados Unidos, han merecido el control de los criterios de legitimidad, que suelen resumirse en seis puntos: 1.- debe estar al servicio de una causa justa; 2.- la intención debe ser recta; 3.- siempre como último recurso; 4.- con notables posibilidades de éxito en la obtención de los objetivos; 5.- con proporcionalidad de medios y de violencia para evitar el mal mayor que la ha suscitado; 6.- con autorización y cobertura legal internacional.