Para aprovechar la ocasión e irse antes de que amaine la tormenta perfecta, los que quieren hacerla enseguida, en 2014.
Para salvar la cara, los que la han prometido.
Para terminar de una vez y aclarar hacia dónde vamos, los que ya están hartos.
Este blog se ocupa principalmente de temas internacionales, con especial referencia a Europa y a la política exterior española. Pero también a Estados Unidos, Oriente Próximo, China y todo cuanto venga a cuento de la conversación con los lectores. 'Del alfiler al elefante' es un homenaje a Manuel Vázquez Montalban.
Lluís Bassets es periodista. Director adjunto y columnista de EL PAÍS. Tiene a su cargo la edición de Cataluña.
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Un llibre que explica, qüestiona i contextualitza com s’ha esdevingut, setmana a setmana, el canvi radical que els darrers quatre anys ha sotragat Catalunya. Des d’abans de la sentència del Tribunal Constitucional, fins avui, quan l’independentisme és en primer pla del debat polític i social.
Crònica, anàlisi i atlas de les revoltes de la dignitat, que van conmocionar al món àrab durant 2011, amb referències i comentaris a tots els països on els joves van aixecar-se en protesta contra l'autoritarisme i les dictadures. Amb un nou epíleg per l'edició catalana.
Una reflexión sobre los últimos años de la industria de la prensa escrita, las dificultades para seguir haciendo periodismo de calidad y la indisoluble relación entre periodismo y democracia.
Balance, atlas político y análisis de las causas de las revueltas de 2011, que han derrocado a cuatro dictadores, encendido enfrentamientos civiles y provocado reformas y convulsiones políticas en la entera geografía árabe.
Para aprovechar la ocasión e irse antes de que amaine la tormenta perfecta, los que quieren hacerla enseguida, en 2014.
Para salvar la cara, los que la han prometido.
Para terminar de una vez y aclarar hacia dónde vamos, los que ya están hartos.
Hace un año Cataluña se situó en el mapa internacional. Hasta la Diada de 2012 nadie la localizaba en la geografía de los conflictos. Se encargaron de hacerlo, primero, la multitud del ‘millón y medio’ que ocupó las calles de Barcelona y, luego, la reacción seguidista de Artur Mas, con la disolución del parlamento y la convocatoria de unas elecciones que el presidente quiso convertir en plebiscito. La decepción del resultado electoral hizo su mella en las redacciones de los medios internacionales y en las cancillerías: no había para tanto; habían anunciado un terremoto y no ha pasado de un susto sin importancia. Vuelta a la normalidad.
¿Qué ha sucedido en un año para que Cataluña aparezca de nuevo y ahora todavía con un perfil más dibujado y preciso en los mapas internacionales? Pocas cosas. Pocas en la política catalana, donde hay un gobierno paralizado y sin capacidad para hacer ni siquiera los presupuestos. Pero menos todavía en la política española, donde la Diada de 2012 fue recibida por Rajoy con palabras despectivas --el lío y la algarabía-- y las elecciones fueron leídas como una desautorización ya no de Mas sino del independentismo.
El pan: Bachar el Asad accederá a la entrada de los inspectores de Naciones Unidas, entregará las armas químicas y se verá arrastrado a una negociaciones de paz que conducirán a ceder el poder a un gobierno provisional. La guerra civil terminará y el dictador y su entera familia se exiliarán a Rusia. La comunidad internacional aprovechará la experiencia de Irak para no repetir en Siria los errores allí cometidos en la reconstrucción, como desmontar el Estado y el Ejército. Será la oportunidad para incluir a Irán y entrar en negociaciones fiables sobre sus armas de destrucción masiva. Si se quiere continuar el cuento de la lechera se puede añadir la esperanza de una pacificación de la región, que facilitaría incluso la paz entre israelíes y palestinos.
Las tortas: Bachar el Asad evita el ataque aéreo de Estados Unidos y aprovecha la dilación diplomática para vencer a los rebeldes y controlar todo el territorio con las armas que le suministran rusos e iraníes. Despacha en cuanto puede a los inspectores de Naciones Unidas y rompe las negociaciones de paz. Endurece la dictadura. Su ejemplo estimula el programa nuclear iraní y ensancha los márgenes de acción de Moscú. EE UU se encuentra de nuevo en la tesitura de atacar o dar por perdidas sus palancas en la región. Israel fia a su propia capacidad militar y al apoyo de Washington en la distancia para mantener su seguridad en la nueva etapa, con una Siria instalada en la fragmentación y el sectarismo. Y quizás ataca a Irán.
Artur Mas dice que no se ha movido ni un milímetro, Oriol Junqueras se lamenta de que ha perdido fuerza al revelar su plan B, su estrategia. ¿Quién tiene razón? ¿Ha dado el presidente de la Generalitat un paso atrás?
Recordemos brevemente que el jueves, en una entrevista con Mónica Terribas, el presidente de la Generalitat aseguró que si en 2014 no hay acuerdo para celebrar la consulta con autorización del Gobierno español convertirá las elecciones autonómicas previstas en 2016 en su sustitutivo, lo que traducido al lenguaje del plan soberanista recibe el nombre de elecciones plebiscitarias.
El territorio donde se han desarrollado más guerras y de donde han surgido más iniciativas bélicas en toda la historia está acercándose a la anulación absoluta de la pulsión militar. Tiene toda su lógica. El ardor guerrero desplegado durante siglos y utilizado para la expansión colonial está llegando al límite de su agotamiento.
Este repliegue tiene más de medio siglo, pero Siria lo sitúa de nuevo en primer plano. Si durante la guerra fría Europa tenía subarrendada su defensa, poco ha hecho después para defenderse por sí misma. La inhibición coincide ahora con los efectos de una crisis fiscal que golpea unos presupuestos militares ya ostensiblemente insuficientes.
En política, los muertos resucitan. Y suele ser, en gran parte, por decisión propia. Así ha sucedido con Artur Mas, muerto viviente desde el 25 de noviembre de 2012, cuando las elecciones con las que pretendía obtener una mayoría indestructible le dejaron sin mayoría de Gobierno y en manos de Esquerra Republicana, el partido con el que Convergència i Unió rivaliza en la hegemonía del campo nacionalista.
Murió como fruto de un mal cálculo, suyo o de sus asesores, que le condujo a disolver a mitad de legislatura, en el clima de euforia independentista creado alrededor de la manifestación multitudinaria del 11-S de 2012. Quería obtener una mayoría absoluta para enfrentarse en una negociación a cara de perro sobre la disputa fiscal a la mayoría del mismo tipo que sustenta Rajoy en Madrid y se quedó colgado en la brocha de Esquerra Republicana, partido malabarista que es capaz de apoyar al Gobierno y hacer a la vez de oposición.
El presidente se lleva el protagonismo y la responsabilidad. Su nombre es el que queda asociado a los éxitos o fracasos de la superpotencia. Aunque en muchos casos, como sucedió con George W. Bush, la decisión ni siquiera le pertenece. En otros, como está sucediendo con Barack Obama, aunque él mismo tome la decisión, al final ni su carácter ni su ideología consiguen doblegar los vectores de fuerzas que más determinan la política exterior y de seguridad de un país, como son los intereses, la correlación de fuerzas, y sobre todo la geopolítica.
No es la primera vez que sucede, pero la actual crisis siria nos ofrece de nuevo la oportunidad de observar cómo las continuidades de la política exterior de la superpotencia desbordan las diferencias entre demócratas y republicanos y terminan imponiéndose por encima de los programas e incluso de las personalidades políticas. Bush llegó a la Casa Blanca como alternativa a Clinton (no iba a practicar el nation building como en los Balcanes, por ejemplo) y Obama como alternativa a Bush (no iba a hacer guerras como la de Irak), y todos al final terminan haciendo cosas muy similares.
No voy a entretenerme en desmontar la ecuación. Cualquiera persona sensata tiene medios para hacerlo por sí misma. Si quiere, naturalmente. No tiene ningún sentido entrar al trapo de demostrar lo contrario, al igual que darle la vuelta a la interpretación de la crisis, los recortes y la incapacidad de Artur Mas para hacer un presupuesto como si fuera una película de pobres niños catalanes expoliados por los ogros expoliadores. No digamos ya en ocuparse en demostrar que históricamente España no ha ido contra Cataluña, lo contrario de lo que anuncia el congreso oficial organizado por la presidencia de la Generalitat como aperitivo para 2014.
Pongamos que todo ello fuera cierto. Lo que tiene interés justo ahora es preguntarse para qué sirve este tipo de argumentos que Convergència y no Unió se dedica a difundir profusamente. Es evidente que su objetivo es convencer a cuantos más catalanes mejor para que se decanten en favor de la independencia. Y que su efecto es polarizador. Con la consecuencia de que erosiona y resta credibilidad a otros argumentos apaciguadores que también pueden leerse en este mismo tipo de propaganda, respecto a nuestros deseos de amistad y buena vecindad con el Estado español en el momento en que el hipotético nuevo Estado catalán se constituya como tal, o sobre la cooficialidad de la lengua castellana en una futura Cataluña independiente.
No es habitual que gobiernos y presidentes salgan a la calle en manifestación y menos todavía que las encabecen, no digamos ya que se dediquen a alentarlas y organizarlas con la profusión de medios y de presupuesto de que suelen disponer, a pesar incluso de los recortes. Lo dijo de forma precisa e inobjetable un editorial de La Vanguardia el pasado miércoles: "La responsabilidad de un Ejecutivo es la de gobernar, es decir, tomar decisiones destinadas al bienestar de los ciudadanos. La asistencia de un gobierno a una manifestación de carácter reivindicativo o de protesta es una anomalía, porque su obligación es gestionar esa reivindicación o resolver las causas de la protesta. Asistir en bloque es como asumir que no se está capacitado para esa resolución".
El primero en incumplir esta regla fue el último anterior presidente de la Generalitat, José Montilla, precisamente en la manifestación fundacional de la actual y compleja crisis catalana, cuando miles de personas desfilaron por el paseo de Gracia el 10 de julio de 2010 para expresar su rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional que anulaba 14 artículos del Estatuto de Cataluña. Aquella manifestación iba encabezada por una pancarta que decía Som una nació, nosaltres decidim. La abundancia de esteladas fue ya significativa. Montilla tuvo que ser rescatado del asedio de un grupo de manifestantes. Y todos los comentaristas concluyeron que el autonomismo había cedido allí el testigo al soberanismo independentista en la centralidad del espacio político catalán y del catalanismo.
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