Nadie manda tanto en China desde tiempos de Mao como el actual timonel Xi Jinping. Deng Xiaoping, el pequeño timonel, que mandó mucho, nunca acumuló cargos; ni tampoco acumularon tantos los sucesores: presidente de la República, secretario general del Partido Comunista, presidente de las comisiones militares del Partido y del gobierno y presidente del Consejo Nacional de Seguridad, institución de nueva planta que el mismo Xi ha inaugurado.
A los 38 años de la muerte del gran timonel, la quinta generación de líderes después de Mao ya no tiene complejo alguno a la hora de acumular el poder. No hay culto a la personalidad al estilo maoísta, al menos todavía, pero hay una fuerte impronta personal en las decisiones y una gran acumulación de poder efectivo. Se acabaron las direcciones colegiadas. Coincide con un hecho característico en este tipo de regímenes: China está de purga, como en los viejos buenos tiempos estalinistas: van cayendo en desgracia decenas y decenas de cuadros comunistas, acusados del mayor delito que se puede cometer en tal tipo de partido: "graves violaciones de la disciplina", eufemismo por la corrupción y el enriquecimiento ilícito propios de un capitalismo tan peculiar como el chino, desregulado en algunas cosas y autoritario en todas.