!Cuántos días históricos! No caben las fotos en el álbum. No sabemos el final, pero la secuencia ya es gloriosa en imágenes y titulares. El mundo nos mira. La historia nos convoca. Las jornadas salen emotivas y radiantes con pasmosa exactitud y precisión. Los acontecimientos surgen de la cadena de producción como mojones monumentales que marcan el futuro. Las declaraciones y documentos, leyes y decretos, con sus firmas y rúbricas, y sus correspondientes glosas y epinicios, conforman ya un archivo monumental en el que la historia se escribe a medida que se hace.
Es una maravilla posmoderna que sorprendería a cualquier filósofo de la historia. Nunca las producciones históricas habían alcanzado tal perfección y efectos tan espectaculares. El nacimiento en directo de una nación independiente, bajo los focos televisivos y con seguimiento de las redes sociales. Hollywood en tamaño real. Catalonia Productions. El show de Truman con un pueblo entero de protagonista. El asombro del mundo. Y todo este cúmulo de acontecimientos extraordinarios e inolvidables, reconozcámoslo, como fruto de dos virtudes esenciales, que encarna Artur Mas, el presidente tenaz y resuelto: son la astucia jurídica y la radicalidad democrática. Sin ambas no habríamos llegado hasta aquí.
La astucia ha proporcionado el ejercicio del derecho de autodeterminación bajo la denominación más ligera y aceptable del inconcreto derecho a decidir, inexistente mundialmente en código legal alguno. La ley de consultas y el decreto de convocatoria responden ambos a la misma astucia: denominar consulta no referendaria a lo que todos, empezando por los medios internacionales, consideran sin duda alguna como un referéndum de autodeterminación sobre la independencia.