Tres noticias rusas iluminan la actualidad: una partida militar que tiene como escenario la ciudad de Mariúpol, en la costa del mar de Azof; una pugna política más que financiera, que ya ha empezado, entre Atenas y Bruselas; y la película del cineasta ruso Andrei Zvyagintsev, que lleva por título el que encabeza este billete.
Leviatán es el nombre del monstruo bíblico que simboliza el mal en el Libro de Job; da nombre también al Estado, tal como lo concibe Hobbes en el libro del mismo nombre, árbitro virulento y cruel para gobernar una raza virulenta y cruel; y es el título del filme ruso candidato al Oscar a la mejor película extranjera, en el que aparece el mondo esqueleto de una inmensa ballena que fue a varar en la costa del mar de Barentz, tal como la Unión Soviética varó en las costas europeas en 1991.
La ofensiva sobre Mariúpol, tres decenas de muertos civiles, tiene como objetivo completar la geografía de la Nueva Rusia, las dos regiones ucranias de Donetsk y Luganstk fronterizas con la Federación Rusa, a ser posible hasta enlazar con Crimea. Y quién sabe si desde allí los tentáculos del monstruo conectarán, a través de la codiciada Odessa, con la Transnistria separada de Moldavia y ahora suelta con sus estatuas de Lenin y su gobierno añorante de los soviets. El sistema es conocido: cohetes rusos, milicianos separatistas y el apoyo sigiloso y anónimo, sin banderas ni insignias, de las tropas desplegadas por los servicios secretos rusos, el cuerpo de funcionarios de donde salió el propio Putin.