David Cameron no es el macero negro, uno de los protagonistas del ritual que rodea al discurso de la reina. El macero negro, Black Rod en inglés, es el jefe de la seguridad de la Casa de los Lores, que cuenta entre sus extrañas obligaciones la de que le echen la puerta en las narices en el momento solemne en que se acerca a la Casa de los Comunes para convocar a los representantes del pueblo a que escuchen las palabras de la soberana.
Muchos creen que, como en el guión, el pueblo soberano también abrirá a continuación las puertas a David Cameron cuando el primer ministro británico llame por tres veces con la maza negra de la renegociación del estatus de Reino Unido en la Unión Europea y convoque el referéndum sobre su continuidad como socio.
Algo hay de Black Rod en el guión de las grandes crisis europeas. Alguien, uno de los grandes países, llega con sus exigencias, casi siempre inadmisibles. Todos ponen el grito en el cielo. A continuación llega la negociación a cara de perro. Y finalmente, tras largas peleas, se produce el acuerdo, usualmente monetizable, que se presenta como un final feliz y es una enorme componenda que cada uno de los socios puede vender en su país como un éxito.