Londres, Bruselas y el mundo, por ese orden. No son las amenazas apocalípticas del Proyecto Miedo. Todo va muy rápido de forma que ya se vislumbran los principales efectos. Está en peligro la integridad del Reino Unido. Son inmensas las dudas sobre el futuro de la UE. Y quedará afectada, hasta un grado todavía dificil de calibrar, la relación transatlántica, uno de aquellos tendones de la paz imaginados por Winston Churchill, que todavía hoy aseguran mal que bien el actual equilibrio geopolítico y una cierta hegemonía occidental en la escena internacional.
Respecto a la UE están todos los ingredientes para el contagio: el incremento de las desigualdades como resultado de la Gran Recesión, unas extremas derechas en los umbrales del poder, la crisis de los refugiados, una población asustada ante el incierto futuro del Estado de bienestar y, al final, un prurito nacionalista e identitario enervado por el naufragio de todas las ideologías, una detrás de otra.