De la misma manera que uno no deja de aprender nunca, cuando ese aprendizaje se refiere a aspectos relacionados con la fisiología humana, uno no puede más que maravillarse de la perfección de nuestra naturaleza. Hoy, sobre todo los que ya tenemos cierta edad, nos quedamos pasmados viendo los avances tecnológicos actuales como las cada vez más rápidas computadoras, los sistemas de medición y regulación a distancia, etc. pero si echamos una mirada a nuestro interior vemos que muchos de esos avances no hacen más que imitar, aun de una manera bastante primitiva, algo que lleva funcionando en formas más o menos complejas varios millones de años: los organismos vivos. Así por ejemplo, la telemetría que se usa hoy en día en la Formula 1 para conocer y poder regular a distancia determinados aspectos de esos coches tan avanzados fue “inventada” por la naturaleza hace millones de años para regular en tiempo real diferentes parámetros fisiológicos de los seres vivos, por eso, por ejemplo, segregamos automáticamente insulina cuando hay un exceso de glucosa en sangre o se produce un reflejo muscular ante una situación potencialmente peligrosa como cuando ponemos la mano sobre una superficie caliente.
El problema de la fisiología tradicional con respecto al entrenamiento deportivo es que, tal y como vino a decir un científico español (si alguien le pone nombre, por favor que nos lo haga saber porque merece ser citado) “a la fisiología humana le falta hombre y le sobra rana”. Así, esa fisiología tradicional creó desde el laboratorio una serie de mitos y dogmas que todos nos creímos durante décadas y que muchos entrenadores de éxito como por ejemplo el francés Bruno Gajer cuestionaron y siguen cuestionando tal y como podemos ver en este vídeo, primera parte de la brillante conferencia que impartió recientemente en el INEF de Madrid.
Afortunadamente, puede decirse que en los últimos años está surgiendo en torno a la figura de científico (con mayúsculas) sudafricano Tim Noakes una corriente fisiológica mucho menos compartimentada, más abierta, holística, real y práctica a mi modo de ver.
Noakes señala que gran parte de las ideas de la fisiología tradicional respecto del consumo máximo de oxígeno o VO2max provienen de los investigadores A.V. Hill (premio Nobel de medicina en 1922) y H. Lupton que en 1923 consiguieron medir el consumo de oxígeno durante el ejercicio y especularon sobre el papel de dicho parámetro como determinante de la capacidad atlética. A partir de ahí, parecía evidente la idea de que mejorando el VO2max se mejoraría el rendimiento en pruebas de resistencia aeróbica pero esto resultó ser sólo una verdad a medias tal y como podían comprobar muchos entrenadores en su día a día en la pista mientras observaban como si bien los buenos atletas tenían niveles de VO2max superiores a la media, los mejores desde un punto de vista atlético no eran necesariamente los que tenían los niveles más altos. Y es que entran en juego otros factores como la eficiencia de carrera o lo que es lo mismo, la habilidad del organismo para utilizar los recursos energéticos disponibles, un factor que Noakes considera que llega a ser en atletas muy entrenados más importante que el propio VO2max.
De la idea de VO2max surge más tarde la del umbral anaeróbico que se define como el momento a partir del cual se vuelve incapaz de seguir suministrando oxígeno a los músculos provocando que el glucógeno pase a ser el único combustible usado para generar ATP. la acumulación de lactato en sangre se dispara entonces y comienza a acumularse sin que haya posibilidad de eliminarlo a la misma velocidad que se va produciendo. Como objetivo fundamental del entrenamiento de resistencia, además de la mejora del VO2max, aparece entonces la necesidad de retrasar al máximo el umbral anaeróbico.
Pero Noakes rechaza este concepto de umbral anaeróbico y señala que tanto el oxígeno como el lactato (producto de la combustión de glucógeno) están ya presentes en situación de reposo y que con el aumento de intensidad del ejercicio, simplemente se va produciendo un cambio progresivo de predominio del glucógeno sobre el oxígeno con el fin de poder mantener o seguir aumentando la intensidad del ejercicio de tal manera que ya entre el 85 y el 95% del VO2max prácticamente toda la energía que usa el músculo proviene de la combustión de glucógeno.
La realidad es que cuando un corredor de larga distancia mejora sus prestaciones lo podrá hacer en base a alguno de los siguientes factores (probablemente haya más) o a la combinación de varios:
• el aumento del VO2max pero sólo si es un corredor novato, nunca si es un corredor experto (el VO2max mejora en las primeras semanas de entrenamiento para luego estabilizarse),
• el retraso del uso predominante de los carbohidratos como fuente principal de energía,
• la mejora de la eficiencia mecánica de la carrera.
Lo que Noakes sugiere es lo que los mejores entrenadores probablemente ya saben o intuyen desde hace décadas con o sin investigación científica que respalde ese conocimiento: realmente no entrenamos para tener un mayor VO2 max o un mayor umbral anaeróbico sino que lo que de verdad estamos entrenando es el “gobernador central”, el cerebro, el que todo lo regula con el fin de evitar daños en el organismo. Lo entrenamos “mandándole mensajes” a través de nuestro trabajo con el fin de que nos permita llegar cada vez más un poco más lejos antes de “cortar la inyección” (de nuevo tecnología moderna) obligándonos a aminorar la velocidad cuando no a parar.
A efectos prácticos en el caso de deportistas muy entrenados que compitan, esto se traduce en la necesidad de prestar más atención en los entrenamientos de calidad al trabajo realizado en los ritmos diana de carrera (entrenamiento específico) que al manejo de parámetros fisiológicos como el VO2max. En este sentido, aunque enfocado en una prueba corta como es el 800m, Bruno Gajer nos aporta una información muy enriquecedora tanto en el segundo video de su charla como en el tercero.
Por otro lado, para terminar, a mi modo de ver para los corredores con poca experiencia de entrenamiento, el concepto de umbral anaeróbico sí puede resultar útil como una barrera tangible fácilmente controlable a través de la frecuencia cardiaca que conviene no sobrepasar de manera constante para asegurar una intensidad de entrenamiento adecuada.