Los pies de Bikila

Sobre el blog

Correr no solo consiste en ponerse unas zapatillas y moverse. La realidad es que casi nadie corre correctamente de forma natural. En este blog queremos que los aficionados a la carrera aprendan a correr correctamente, a entrenar de la mejor manera posible y a prevenir las siempre inoportunas lesiones, para optimizar los beneficios del ejercicio.

Sobre el autor

Carlos Alberto Cordente. Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, exdecatleta internacional y actualmente profesor del INEF (Universidad Politécnica de Madrid), el autor es experto en atletismo y en actividad física para la salud. Aspira a aportar su granito de arena para que España se convierta en un país con una verdadera cultura deportiva (no solo del resultado deportivo) y, en este sentido, se declara enamorado de la ciudad en la que creció, Gijón, por ser, en su opinión, la ciudad más deportiva de nuestro país.

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MuelleAunque muy importante desde el punto de vista técnico, el tema que vamos a tratar hoy también tiene un gran componente físico que será fundamental trabajar si queremos optimizar nuestra técnica de carrera. Ante todo quiero dejar claro que todo lo que aquí se comente se referirá a una técnica de carrera circular.

En este video, filmado a 300 imágenes por segundo, puedes observar el comportamiento un balón de baloncesto al rebotar en el suelo en 2 situaciones diferentes: en la primera el balón está muy desinflado mientras en la segunda está muy inflado.

Lo que hemos hecho en este sencillo experimento es controlar la acción del balón en el suelo ya que en ambos casos la altura de caída es idéntica, lo que cambia de un caso a otro es el aprovechamiento de la fuerza de reacción que el suelo devuelve al balón. Cuando el balón se encuentra desinflado, tanto su tiempo de apoyo en el suelo como su deformación son mucho mayores que cuando está inflado; sin embargo, la fuerza del rebote en el suelo que se traduce en el tiempo de vuelo posterior al rebote y en la altura que alcanza el balón durante dicho vuelo es sensiblemente mayor cuando el balón está inflado.

Aparentemente, podríamos pensar que a mayor tiempo de apoyo en el suelo, mayor será la aplicación de fuerza que sobre él se realiza pero vemos que esto no es necesariamente así si se produce una excesiva deformación del sistema ya que se disiparán en ella gran parte de las fuerzas de reacción del suelo.

Creo que el ejemplo del balón ilustra muy adecuadamente lo que ocurre en los gestos de carácter pliométrico como la carrera. Es importante señalar que, tal y como podemos observar en los atletas del vídeo, este tipo de gestos está básicamente compuesto por 2 fases:

1. Amortiguación: se inicia con la llegada del pie al apoyo y tiene carácter excéntrico. Se produce en ella un estiramiento musculo-tendinoso al tratar de frenar la flexión (y con ello la deformación) tanto del tobillo como de la rodilla.

2. Impulsión: de carácter concéntrico, en acortamiento a nivel musculo-tendinoso, se inicia cuando el centro de gravedad del corredor ha alcanzado su punto más bajo durante el apoyo, es decir cuando su nivel de deformación en las articulaciones del tobillo, rodilla y cadera de la pierna de apoyo alcanza su máximo valor. Termina cuando el pie despega del suelo.

Por lo visto en el ejemplo del balón, a igualdad de fuerza de acción realizada contra el suelo, la fase de impulsión será mayor y de mejor calidad cuanto más corta sea la fase de amortiguación. ¿A qué me refiero cuando hablo de calidad de la impulsión? A que tenga un componente eminentemente reflejo, a que la fuerza que el corredor realice durante el impulso cuando va lanzado y en llano más que activa sea reactiva. Para conseguirlo, es necesario que el corredor tenga la capacidad de mantener las articulaciones de su cadena cinética, sobre todo las de su tren inferior, compactadas durante la fase de amortiguación del apoyo con el fin de que sólo sufran una deformación mínima (e involuntaria); los tendones de estas articulaciones (fundamentalmente el rotuliano y el Aquiles) almacenarán entonces de forma muy rápida la mayor parte de la energía producida y la transmitirán de forma directa a la cadena cinética a gran velocidad en la fase de impulsión con un desgaste muscular relativamente escaso.

Obviamente, donde más patente resulta la necesidad de compactación articular es en los velocistas ya que son los corredores que tienen los mayores requerimientos de fuerza, sin embargo esta es una cuestión que no debería obviarse en los corredores de larga distancia ya que permite optimizar la técnica y, con ello, la economía del esfuerzo y también el rendimiento. Además, un buen trabajo de la capacidad de compactación de las articulaciones de la cadena cinética y de la capacidad reactiva de los apoyos protege las articulaciones de los corredores a través de la ganancia de estabilidad en ellas y porque se las somete de manera repetida a un nivel mucho menor de flexión.

Otro punto a favor de un adecuado (para cada corredor, según su capacidad) trabajo pliométrico es su efecto fortalecedor y protector del tendón, protagonista fundamental de la acumulación y transmisión de las fuerzas reactivas.

¿Pero cómo trabajar todo esto? Ya dimos unas pautas básicas de preparación física en una entrada anterior. Desde un punto de vista técnico de la carrera, debes tratar de mantener todo el tiempo la cadera alta evitando “sentarte” sobre el apoyo, llegando a él con la rodilla extendida y evitando que se flexione después (balón inflado). Para conseguirlo, también será fundamental evitar que el tobillo se hunda en el apoyo como si de un balón desinflado se tratara, y conseguir que, aunque llegues a apoyar todo el pie, conserves la mayor parte de la presión del apoyo en la parte delantera del mismo. Tus ejercicios de técnica de carrera son fundamentales para que puedas asimilar todo esto, no dejes de hacerlos a menudo.

Déficit y deuda de oxigeno

Por: | 11 de abril de 2014

Deuda oxigeno 2
De vez en cuando me encuentro con personas físicamente activas, algunas de ellas corredores aficionados noveles que se preocupan por sentirse un poco “asfixiados” al principio de sus sesiones de carrera. Incluso me consta algún abandono prematuro de alguno de estos corredores -que además de novato probablemente tampoco estaba demasiado motivado- por no saber interpretar estas mismas sensaciones y confundirlas con la falta de progresión en su condición cardiorrespiratoria. Por aclarar esta cuestión es por lo que hoy toca hablar de cómo gestionamos el aporte de oxígeno a nuestros músculos al principio y al final de un esfuerzo.

Esto que tanto preocupa a algunos nos pasa a todos al inicio de cualquier actividad física (correr, subir escaleras, etc.) que rompa el equilibrio en el que se encuentra nuestro sistema cardiorrespiratorio cuando estamos en reposo; y se debe a que este sistema es incapaz de cubrir de forma instantánea las nuevas necesidades metabólicas de los músculos y requiere de un tiempo de adaptación para conseguirlo. Por si no lo terminas de entender, te lo explico con un ejemplo:

Supongamos que vas andando tranquilamente desde tu casa al parque y que tu corazón late con una frecuencia de 90 latidos por minuto. Al llegar al parque, echas a correr, no demasiado deprisa ya que estás empezando, pero la velocidad a la que corres supone para tu organismo un cambio brusco que requeriría de una frecuencia cardíaca de 130 latidos/min para “alimentar” de oxígeno a tus músculos. La cuestión es que el cambio de los 90 latidos/min iniciales a los 130 necesarios no sólo no se produce de forma inmediata sino que necesita de un tiempo que oscilará normalmente entre 2 y 4 minutos. Durante todo ese tiempo, al no llegarle oxígeno suficiente a tus músculos, notarás un drástico aumento de tu frecuencia respiratoria que, si has empezado demasiado fuerte o vas hablando con alguien, puede incluso ir acompañado de una cierta sensación de ahogo. Tanto una sensación como la otra irán desapareciendo paulatinamente hasta entrar en un estado estable en el que, si tu ritmo de carrera no es excesivo, volverás a tener una sensación de facilidad semejante a la que tenías cuando ibas caminando.

Sin embargo, mientras llegabas al estado estable, habrás acumulado un cierto déficit de oxígeno y, como buen gestor del esfuerzo que es tu cuerpo, en algún momento lo tendrás que recuperar. Ese momento llega al final del esfuerzo; seguimos con el ejemplo:

Supongamos ahora que has corrido 30 minutos a velocidad constante rondando todo el tiempo los 140 latidos/min y que te paras de forma repentina para volver caminando tranquilamente desde el parque a tu casa. Se supone que tu nueva velocidad de marcha requiere de 90 latidos/min pero notas que tanto tu frecuencia cardiaca como tu frecuencia respiratoria siguen alteradas durante unos minutos hasta adecuarse a tu nuevo nivel de esfuerzo. Durante esos minutos, tu cuerpo se estará cobrando la deuda de oxígeno en la que se sumarán entre otros factores el oxígeno pendiente desde el principio del esfuerzo y el regreso a valores homeostáticos tanto a nivel celular como hormonal.

Deuda oxigeno

Por tanto, como puedes ver, no hay nada alarmante en la sensación de ahogo inicial siempre que tu ritmo de partida no sea excesivo. Por ello, conviene empezar a correr todo lo despacio que sea necesario para adaptarte mejor al esfuerzo y luego aumentarlo paulatinamente hasta donde te convenga.

Otra cosa que se puede deducir de todo lo dicho hasta el momento es la importancia que tiene el calentamiento previo a las carreras en las que pretendas observar tu rendimiento pero eso será cosa de otra entrada.

El País

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