"Se recomienda a la ciudadanía no practicar deporte, no pasear y evitar ir en bici". Llega el verano y con él la repetición de este comunicado por parte de las autoridades públicas, ayuntamientos principalmente. O no. Como cada mayo, Ecologistas en Acción empieza sus denuncias sobre la falta de información a los ciudadanos de la superación de los umbrales de dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), monóxido de carbono (CO), partículas menores de 10 micras y el ozono (O3). Todos son bastante conocidos y el ozono es casi una superestrella mediática gracias al agujero que se generó en los noventa en la capa que rodea a la Tierra. A pie de calle, su cara contaminante, a pesar de ser muy repetida, no se conoce tanto. El ozono troposférico, el que se acumula en las capas bajas de la atmósfera, es un compuesto irritante que penetra en el organismo y produce fatiga, alergias y dificultades para respirar. Por eso no es recomendable hacer ejercicio intenso ni respirar más O3 de la cuenta. Como no se ve ni se huele algunas administraciones prefieren obviarlo y sacar la afamada tormenta de aire del Sáhara. Estos aires africanos son un poco como el humo negro de Lost: aparece en el momento más inesperado, genera un montón de problemas y explica, a su manera, gran parte de las rarezas que ocurren en la isla.