Un joven en Malasaña con su BMX. Foto de Santi Burgos.
Las personas nos definimos por diversos
elementos. La ropa determina si nos va más lo hippie o lo pijo; el restaurante
en el que comemos delata nuestro paladar y el modelo de teléfono puede
convertirte en un snob o un geek, fanáticos de las nuevas tecnologías.
Todos los elementos que nos rodean describen una parte de nosotros. Emiten
mensajes a los demás. Así, en la jungla urbana, al cruzarnos con otras personas
con ciertas semejanzas, nos reconocemos. “Una tribu urbana es una categoría
identitaria vinculada a un grupo identificado por características subculturales,
centradas en el vestir y en ciertos patrones de consumo o producción cultural”,
explica la psicóloga Esther Sánchez. Este fenómeno cultural moderno está
relacionado con la aparición histórica de la categoría social del adolescente.
Antes, el niño pasaba directamente a formar parte del mundo adulto mediante su
participación como aprendiz en contextos laborales (taller, industria,
agricultura…). Al retrasarse el acceso a la adultez, quedan unos años en los
que la persona no encaja ni en las categorías infantiles ni en las de sus mayores. De
ese vacío, surgen las identidades grupales propiamente juveniles: tribus,
pandillas, movimientos musicales o culturales. En la sociedad actual, afectada
de un evidente síndrome de Peter Pan, este fenómeno ha trascendido la
adolescencia. Además, el consumismo ha propiciado esta división y la ha
utilizado como herramienta de marketing: Mac frente a PC; Facebook o Twitter;
piso en propiedad contra alquilado; coche o bici.