Andrés Ortega

Sobre el autor

, europeo por nacimiento (padre español, madre francesa), convicción y profesión, ha sido corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País, director de Foreign Policy Edición Española y dos veces Director del Departamento de Estudios en La Moncloa. Le interesa casi todo. Ha publicado (con A. Pascual-Ramsay) ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país. Su primera novela se titula Sin alma.

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Permiso para leer a Maquiavelo y Nietzsche

Por: | 28 de julio de 2012

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El protagonista de la novela Sin alma es un neurólogo cuyo libro La hipótesis innecesaria (la hipótesis es la de la existencia de una vida después de la muerte) había sido incluido antes de la Guerra Civil en el Índice de Libros Prohibidos del Vaticano, lo que le acarrea problemas con la Iglesia y con el régimen de Franco para publicar otras obras.

El personaje es ficticio. El libro también. Pero aquellos tiempos y el Índice -el Index Librorum Prohibitorum- fueron muy reales. Para leer un título incluido en esa lista de obras prohibidas era, en principio, necesario un permiso, so pena de excomunión. Tras la lectura de Sin alma, mi cuñado Jordi Sobrequés i Callicó ha recuperado de sus archivos un borrador de solicitud. En 1957 cursaba bachillerato en el Instituto de Girona. De cara a un "trabajo de síntesis literaria", tuvo que solicitar permiso al obispo local para poder leer El Príncipe de Maquiavelo y Así hablaba Zaratustra de Nietzsche, libros que estaban en su propia casa, en la biblioteca de su padre, el historiador Santiago Sobrequés. Como se indica, "lectura siempre tutelada" por Mnsgr. Puigverd, Consiliario Diocesano de la Agrupación Diocesana San Narciso, antiguo requeté.

La última edición del Índice data de 1948. En 1966, el Papa Pablo VI mandó abandonar la oficialidad de esa lista y la excomunión que implicaba leer esos libros sin el debido permiso. Pero otros siguen vigentes, como el del Opus Dei.

A algunos puede servirles este documento gráfico para recordar aquellos tiempos; a otros para no olvidarlos; y a los que no los vivieron para conocer algo más. Son luces largas traseras. Disculpe el lector/a si esto ha tenido un toque personal.

 

 

Lo que también ha dicho Draghi

Por: | 24 de julio de 2012

Draghi
Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, se está resistiendo a que su institución compre masivamente deuda española e italiana en el mercado secundario para calmar la situación. El otro Mario, Monti, dice que no hay prisa.

Pero en la entrevista a Le Monde, publicada por EL PAÍS, Draghi dice dos cosas muy importantes para nuestro país. En primer lugar que los contribuyentes españoles "ya han pagado mucho" el salvamento de la Banca, por los que deben ser ahora los acreedores, lo que incluye a los accionistas, no a los ahorradores, los que paguen. Estas palabras constituyenn también un aviso encubierto a que no se suban más los impuestos, pues se puede asfixiar a la economía.

En segundo lugar, en lo que ha pasado más desapercibido, señala: "demasiadas veces nos centramos en la reforma del mercado laboral, que no se traduce siempre en una mejora de la competitividad, ya que hay empresas que se aprovechan de monopolios o de dominios de posición. También hay que tener en cuenta los mercados de productos y servicios y liberalizarlos cuando resulte necesario. Políticamente son decisiones que cuesta tomar".

No está hablando de España, pero es perfectamente aplicable a España.Por una parte, la reforma laboral es solo una de las reformas. Y, por sí sola no garantiza una mayor competitividad.

Ya lo hemos señalado en repetidas ocasiones. La economía española necesita liberar su capacidad de innovación. Demasiado a menudo hay sectores copados por grandes empresas en los que resulta casi imposible que los pequeños y medianos innovadores se hagan un hueco. Pero, claro, esto implica liberalizar, no solo privatizar (en este país se hicieron en los 90 las cosas al revés). Y para ello hay que pìsar callos, y romper intereses creados. Es decir, acabar con ese mercantilismo plutocrátrico que nos domina. Draghi prefiere hablar de "monopolios o dominios de posición".

Políticamente, en efecto, son decisiones que cuesta tomar. Uno tras otro los Gobiernos chocan contra estos intereses, a veces de grandes empresas, otros de corporativismos. Se hacen recortes, se suben impuestos. De estas reformas, nada. Y sin estas reformas, Draghi no quiere perder el dinero del BCE (que es el de los Estados de la Eurozona, no lo olvidemos). Aunque ahora se trata de una cuestión de supervivencia de la economía de España y del euro. El aviso de Moody's a Alemania, Holanda y Luxemburgo, el corazón del euro, es significativo.

Pero en España hay que liberar esas energía creativas. De otro modo, no habrá crecimiento. Y sin perspectivas de crecimiento, la crisis seguirá o se agravará.

 

 

Las doce menos dos

Por: | 21 de julio de 2012

ClockEn el reloj de los científicos atómicos -que mide a qué distancia estamos del fin del mundo por una catástrophe nuclear, mediambiental o biológica- estamos a las doce menos cinco. Si hubiera un reloj similar para la plena intervención de España por la troika (Comisión Europea, BCE y FMI), estaríamos mucho más cerca -de hecho, en este un reloj que se ha movido al albur de la prima de riesgo, nunca tan cerca- de la fatídica medianoche. pendientes de lo que pase el lunes. ¿Qué tiene que pasar el lunes? Hay un acuerdo amplio entre expertos en España y fuera de que si el Banco Central Europeo no empieza masivamente a comprar deuda española en el mercado secundario para bajar la prima de riesgo, ésta se disparará. Y entonces el Gobierno se podría ver forzado a suspender la subasta de deuda convocada para el martes. La perspectiva de que la caja del Estado se vaciará forzaría pedir una intervención. España ya no puede hacer nada. La decisión está en manos del presidente del BCE, Mario Draghi, y, por detrás, de la canciller alemana, Angela Merkel, una convencida de los valores terapéuticos de la prima de riesgo).

Ellos sabrán si la Eurozona puede digerir el rescate de una economía como la española. Hasta ahora había optado por un rescate con pinzas, es decir, sólo del sector financiero, aunque con condiciones sobre la política económica. En caso de que se cayera en la intervención, estaría por ver si España no es demasiado grande, y, si este país no arrastrará a Italia en la caída, iniciando una reacción en cadena que se puede llevar por delante el euro. Si el BCE no interviene puede estar  sentenciando no solo a España, sino al euro.

Frankfurt, sede del BCE, y Berlín pueden estar forzando una intervención porque ya no se fían de España ni de su Gobierno. ¿Por qué?

  1. Porque el Gobierno retrasó la presentación de los Presupuestos para 2012 por razones políticas (las elecciones andaluzas).
  2. Porque tras aceptar que el déficit público verdadero de España estaba en un 8,5%, seis meses después, el déficit sigue en un 8% con lo que todos los recortes incluidos en los presupuestos de poco han servido.
  3. Porque el caso de Bankia, con cambios constantes en la valoración de lo que se necesitaba para rescatarla, sembró dudas sobre la fiabilidad de los datos españoles.
  4. Porque Montoro anunció que el Estado se estaba quedando sin dinero para pagar las nóminas de los fucionarios. ¿Está jugando al peligroso juego del gallina con el BCE?
  5. Porque las valoraciones del impacto en reducción del gasto público del último paquete de medidas han variado también entre unos documentos y otros.
  6. Porque la Comunidad Valenciada ha pedido el rescate al Estado central, y otras seis comunidades pueden seguir sus pasos, en un país en el que más de la mitad del gasto público están en manos de la CC AA y los entes locales, y el resto se lo reparte la seguridad social (más) y el Estado central (menos). Es decir que no hay confianza en cual es este agujero, ni en que los españoles vayamos a controlar estos gastos.
  7. Y, aunque habría, otras razones, también o sobre todo porque España no tiene perspectivas de crecimiento hasta, al menos, 2014, y no hay una estrategia al respecto.

Una intervención significa que la troika decidiría sobre los recortes (exigiendo más) y controlaría con microcoscopio las cuentas públicas, como lo va a hacer el BCE (y el Bnaco de España) con los bancos.

La respuesta está al llegar. Y la respuesta es básicamente a una pregunta: ¿Se fían o no? Y en consecuencia, ¿nos fían o no?

 

¿Es necesario un Gobierno de concentración?

Por: | 16 de julio de 2012

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Ante la crisis y las intervenciones, pocos son los países que han optado por gobiernos de concentración nacional. Ni Portugal ni Irlanda lo han hecho. Aunque ha dejado fuera a la izquierda y a la extrema derecha, que han crecido, Grecia sí, pero solo como solución de emergencia, después de que los dos partidos mayoritarios casi se destruyeran en el gobierno, y el socialista PASOK casi lo consigue plenamente. Italia se decantó por un gobierno de tecnócratas, presidido por un Mario Monti que, sin embargo, tiene un gran olfato político y se conoce mejor que muchos otros cómo navegar en las aguas bruselenses. Pero también en este caso Monti llegó al gobierno tras una presión inusual de Merkel y la intervención directa del respetado presidente Napolitano. La norma general es que los partidos en el gobierno prefieren afrontar crisis e intervenciones en solitario.


¿Y España? El paquete de ajuste, pese a su dureza, no será el último. No cabe excluir una plena intervención que exija mucho más. A pesar de la gravedad de la situación, la mayoría absoluta del PP puede llevar a este partido a considerar que se basta a sí mismo y que no necesita de un pacto o menos aún un gobierno de concentración nacional. Sin embargo se ve que el PP no va a bastar para afrontar las dificultades que vienen. El propio Rajoy,  no se sabe si convencido o de forma retórica,  lo reconoció en el debate en el Congreso del pasado miércoles. Es necesario buscar tal acuerdo, que no significa que los demás acepten sin más lo que los populares propongan, sino pactar.


¿Y quienes serían estos demás? En esta España el PSOE, CiU y el PNV como poco. Y luego a nivel institucional las Comunidades Autónomas, los sindicatos y la CEOE. Un problema es que puede hacer crecer a los de Rosa Díez si no se integra aunque lo deseable sería que se integrara. España tiene en UPyD un partido  populista que, a diferencia de otros en nuestro entorno europeo, acumula descontentos de uno y otro lado en el centro, no en los extremos, y los canaliza hacia la política, no hacia el discurso antipolítico. También crecería Izquierda Unida y asimilados, de los que no cabe esperar una integración, aunque habría que intentarla.  ¿Sindicatos y CEOE? Si hubiera un gran impulso de partidos políticos, se verían arrastrados. Además, habría que superar dos tipos de recelos: la confrontación entre el PP y el PSOE, y la desconfianza entre nacionalistas catalanes y vascos y los partidos de ámbito estatal.


Frente a un pacto, por amplio que éste fuera, un Gobierno de integración tendría la ventaja de obligar mucho más a todos sus participantes. Un Gobierno de concentración se justifica no sólo en la gravedad del momento, y en un programa para salir de ésta, sino también en las personalidades que lo conformen, para regenerar la confianza perdida. Tendría que ser un Gobierno de pesos pesados.  Y en estos momentos, con algunas excepciones, no se divisan suficientes pesos suficientemente pesados en esta España.


Pero además de los participantes, ¿qué programa? Lo que estaría de sobra sería un mero reparto de carteras a cambio de no crear problemas y un discurso de unidad nacional vacío de políticas reales. El pasado miércoles, en el debate, faltaron tres cosas: un debate sobre Europa a fondo que este país no ha tenido, políticas de crecimiento y no sólo de ajuste (la falta de perspectivas de crecimiento es realmente el mayor problema del país que socava toda confianza por parte de los inversores) y un proyecto de país. Son tres elementos no deseables, sino necesarios.


Otros países, es verdad que más pequeños y homogéneos, como Finlandia tras la catástrofe que supuso para su economía el hundimiento de la Unión Soviética  o Suecia en 2003 tras su crisis financiera, han salido adelante con grandes pactos nacionales. España misma ha salido delante de otras situaciones mucho peores, cuando éramos mucho más pobres. Esta España es mucho más compleja que la de 1977, cuando los Pactos de la Moncloa, o la dura reconversión industrial de los 80, pero aquellos ejemplos deben pesar. Salir de ésta nos va a llevar años y en parte hemos de reinventar el país. Es necesario un pacto nacional. E intentar un Gobierno de concentración más bien pronto que tarde.


Pero ante el mundo de 2012, muy distinto al de hace sólo cinco años, ¿tenemos en España los programas alternativos que puedan integrarse en un programa común nacional?, ¿están en la política los profesionales de altura capaces de reorientar nuestro país? Flota en el ambiente la sensación de que es preciso un acuerdo nacional, pero también de que hay un vacío de programas y de personas capaces de desarrollarlo.

De momento, sobrevivir

Por: | 12 de julio de 2012

RajoyLas crisis de deuda producen pánico a los gobiernos, y siempre hay una fase en la que estos acaban actuando contra los ciudadanos. Aunque no lo digan de forma explícita, es una lección que se desprende del inmenso estudio sobre las crisis de deuda de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff (Esta vez es distinto; ocho siglos de locura financiera). Pues ante esa situación, la única obsesión es sobrevivir. No como gobierno (cabe recordar el "cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste de Zapatero"; y le costó) sino como Estado, como país. Las medidas que ha anunciado Rajoy tienen ese único objetivo: sobrevivir. A un precio elevado. Luego ya se verá como se cura al enfermo, aunque el remedio empeore su enfermedad y acabe resultando más difícil de sanar.

Es verdad que estas medidas ya venían dictadas desde Bruselas y desde Berlín, al menos la subida del IVA, el recorte de los ingresos de los funcionarios, y la reducción de la prestación por desempleo. Se empieza también la labor de reducción del Estado, de las administraciones públicas. ¿Bastarán para sobrevivir? Está por ver. Si el BCE no interviene, será difícil. PEro, por favor, dejen algunos ministros de pedirlo públicamente. Mejor una llamadita discreta a la institución independiente.

En el horizonte asoman otros sacrificios, como pueden ser recortes en las pensiones, y más reducción del gasto público. Si a esto se suma la paulatina reducción general de los salarios y el aumento de despidos, estamos ante lo que se viene a llamar una "devaluación interna", algo que resulta inevitable a los países o regiones que sufre un shock asimétrico -que es lo que le ha pasó a Españá con el estallido de la burbuja inmobiliaria-, en una unión monetaria, al no es posible devaluar. También es necesario reducir los márgenes empresariales que antes de la crisis eran superiores en España al de nuestros competidores en la UE y han mermado nuestra competitividad. Hay que repartir los costes de la crisis. En plena tormenta, las retribuciones de los consejeros ejecutivos de las empresas del Ibex suben un 5%, el impuestos de sociedades de las grandes empresas es un coladero, etc.

¿Se deberían haber tomado antes esa medidas? ¿Se podrían haber reducido así el sufrimiento de los ciudadanos? Probablemente sí. Hay quien ya vaticinó a finales del año pasado que con la manera  de enfocar la situación por parte del Gobierno de Rajoy, España se vería intervenida en seis meses. La definición no es tan importante. No ha sido una intervención como en Grecia, Irlanda o Portugal -que puede aún llegar-, pero España ha quedado bajo tutela.

Dada la situación creada, no quedaba otro remedio.  Ahora bien, que no se diga que estas medidas son para crecer y generar empleo. No. Son para parar la hemorragia provocada por un déficit desbocado y una desconfianza creciente en España. Estas medidas son recesivas. Y la falta de perspectivas de crecimiento de la economía española es su mayor problema para generar confianza en los inversores. Todo esto puede parecer contradictorio, pero es así.

Gobernar consiste muchas veces en tomar decisiones impopulares pero necesarias. También en gestionar bien. Entre los muchos errores de gestión cometidos por este Gobierno, ¿cuál es el peor? En mi opinión, la gestión de Bankia. Simplificando, cabe recordar que el anterior Gobierno y el Banco de España consideraron que era mejor hacer aflorar paulatinamente los agujeros de la banca, especialmente de algunas cajas, era mejor trampear que hacer estallar la verdad. Pero sacar a plena luz los problemas de Bankia, con el agravante de ir subiendo cada pocos días sus necesidades de financiación (primero 4.500 millones, poco después 10.000, 19.000, 23.000 millones de euros) abrió la caja de pandora de la desconfianza en España, contaminó el sector, y sobre todo provocó el cortocircuito entre la deuda pública y la mucho mayor deuda privada. Todo el mundo sabe que las cajas regionales alemanas tienen problemas, y algunos bancos franceses. Pero ese cortocircuito no se ha producido allí. Por algo será.

Con lo que hemos llegado a una situación en la que lo necesario es la supervivencia, a costa de los ciudadanos. ¿Y después? Como dijo Scarlett O'hara, "hoy estoy muy cansado para pensar, ya pensaré mañana".

Ajustes ajustados

Por: | 10 de julio de 2012

Hollande Monti

Ajustes, háylos, no como las meigas, pues duelen. Pero no todos son iguales. El de Rajoy está en camino y ya está claro que responderá a lo que piden Bruselas y el FMI: subida del IVA, abaratamiento del Estado y, pronto o tarde, recortes en prestaciones sociales (pensiones y seguro de desempleo). Ya se han recortado de forma aguda en España la sanidad y la educación (incluida la i+D+I). Reducir estas dos últimas partidas es un error pues son inversión en futuro. La sanidad es una fuente de innovación para España, y la educación lo debe ser casi todo, aunque tenga que producir mucho mejores resultados.

No hay milagros. Pero sí hay diferentes combinaciones que implican distintas prioridades y valores, incluso distintas culturas. Junto a los ajustes a hachazos, como el de Cameron o en buena parte los realizados en España, la semana pasada se plantearon otros dos tipos de ajustes que reflejan que hay mayor margen de maniobra de lo que se pretende, sobre todo para preservar lo esencial del Estado del bienestar (con sus cuatro patas: sanidad, educación, pensiones y seguro de desempleo).

El primer ministro socialista francés, Jean-Marc Ayrault, al presentar sus planes, rechazó específicamente el término “austeridad”, prefiriendo la expresión “un  giro en el rigor”, “dentro de la justicia” (social, se entiende).  De hecho, el nuevo Ejecutivo francés –que tiene que hacer frente a una reducción del déficit de 43.000 millones de euros en dos años- ha propuesto para 2012 pocos recortes, y sí una subida de los impuestos a los que más tienen, salvaguardando a “las clases populares y las medias”: anulación de la subida del IVA que Sarkozy llamó de solidaridad social (y bajada de este impuesto sobre los libros), subida de la contribución sobre las grandes fortunas y los derechos de sucesión para los tramos más alto (no para un 88%, asegura); sobre las grandes empresas, los dividendos repartidos, la renta de patrimonio inmobiliario de no residentes, una tasa excepcional de 4% sobre el valor de los stocks de petróleo, etc.

En total, 7.200 millones de euros en impuestos suplementarios. El gasto público de Francia, el más elevado de Europa tras Dinamarca, subirá a 56,2% del PIB antes de reducirse, y la presión fiscal a 46,5% del PIB. Es lo que han querido los franceses, dispuestos a pagar. Para el presidente, François Hollande, en una frase a retener pues tiene consecuencias, es preciso “reducir la deuda para garantizar la soberanía” y preservar el modelo francés. Además, inauguró ayer un gran proceso de concertación social con sindicatos y patronales. El verdadero plan de ajuste en Francia, demorado por la larga campaña electoral,  llegará en el otoño con el proyecto de presupuestos para 2013. Ahí se mostrará el verdadero Hollande.


Otro tipo de ajuste es el anunciado por Monti (tecnócrata, pero con un gran sentido político y con sensibilidad social), en un plan para reducir el déficit en tres años. Su obsesión es evitar una subida del IVA que agravaría la recesión, y preservar los servicios sanitario, aunque con algún recorte. Su medida principal es una reforma y jibarización del Estado italiano, suprimiendo 60 provincias y 100.000 funcionarios. La Administración Central perdería uno de cada 10 de los suyos. En total, 7.000 millones de recortes inmediatos en diferentes partidas, incluyendo las misiones militares en el extranjero. Su plan reduciría 4.500 millones de déficit este año, 10.500 millones en 2013 y, tras las elecciones,  11.000 millones en 2014, lo que atará de manos a cualquier ganador.


Cada país requiere su tratamiento. España podría plantearse otras alternativas a las que maneja el Gobierno. La Comisión alargará hasta 2014 el cumplimiento del objetivo de 3% de déficit, de hecho, lo baja a 2,8%, lo cual a estas alturas suena un poco ridícula tanta precisión), pero 2012 ya va por encima del 8%. A cambio de esta flexibilidad, también como coleteral para salvar a la banca y dado el deterioro de las cuentas públicas, Bruselas exige la subida del IVA, que ya ha aceptado el Gobierno de un PP que la rechazaba en la oposición y a la que se opone ahora el PSOE. Es una medida rápida, de urgencia, probablemente la menos mala y la única posible para aumentar la recaudación de forma inmediata, aunque acentúe el bajo nivel de consumo. Se trata de una sangría para salvar al enfermo. Las alternativas hubieran requerido otra política mucho antes. Y no asegurará que después de la sequía llegará la lluvia, como pretende Montoro. Además, el resto de las medidas resultarán mucho más dolorosas.

Si Hollande no acepta el término "austeridad", aquí tampoco el Gobierno acepta el concepto de "rescate" (aunque sea de una parte de la banca) ni el de "condicionalidad". Todo lo hacemos, claro está,  porque queremos.

Adictos a la codicia

Por: | 05 de julio de 2012

Diamond


La dimisión de la cúpula de Barclays, y muy especialmente de su consejero delegado, Bob Diamond, ha vuelto a poner de relieve que la codicia es uno de los orígenes de la crisis financiera, que los cambios en el cerebro pueden reforzar esta codicia, y que estos cambios pueden tener como origen el ejercicio del poder y la riqueza.

Diamond fue uno de los artífices de la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008. El sábado 13 de septiembre se reunieron en la sede de la Reserva Federal de Nueva York el presidente de esta última, el secretario del Tesoro y el presidente de la SEC (equivalente a la CNMV), para decidir como abordar la bancarrota de Lehman Brothers. Invitaron a varios altos cargos en instituciones financieras de Wall Street. No se pusieron de acuerdo. Al día siguiente, decidieron que Diamond se uniera a ellos. Pero este siguió una clara estrategia de dejar caer a Lehman Brothers (lo que la Administración Bush apoyó). Barclays lo compraría una semana después de la catástrofe a bajo precio, convirtiendo al banco inglés, y a Diamond, en un "auténtico jugador en Wall Street". Lo cuenta un excelente relato, y retrato de Diamond, que publicó Tom Junod poco después en la revista Squire. El propio Diamond reconocería que, efectivamente, el sector financiero había estado en el origen del crash y de la Gran Recesión que provocó. Pero que, bueno, había que dejar a los bancos volver a su tarea, la de "hacer dinero". Ahora ha tenido que dimitir ante la acusación de que Barclays manipuló el Libor (el tipo de interés interbancario en el Reino Unido), aunque ayer declaró que sólo se había enterado unos días atrás, y se desdijo de su insinuación de que su banco había actuado al respecto con, como poco, el conocimiento del Banco de Inglaterra. ¿Es Diamond una víctima de su propia codicia?

El pasado 1 de julio el New York Magazine, en un excelente reportaje de Lisa Miller, rescataba los resultados de una investigación publicada unos meses atrás por Paul Kiff y otros científicos de la Universidad de Berkeley, según la cual el dinero deshumaniza. El ejercicio del poder y el dinero tiende a cambiar de forma permanente, a reprogramar, el cerebro llevando a posiciones  más alejadas de la ética. Cuanto más poder y dinero menos empatía. La explicación básica es que el dinero y el poder acrecentan la producción de testosterona, lo que a su vez  genera más dopamina, lo que produce placer al cerebro, y este tiende a buscarlo aún más. La codicia lleva a más codicia para satisfacer al cerebro, produciendo cambios de carácter permanente.

Según Piff, que recuerda que ya Platón y Aristóteles situaban la codicia en la raíz de la inmoralidad personal, la gente de distintos estratos sociales tiende a tener distintos comportamientos éticos. Por ejemplo, de acuerdo con el tipo de coche que conducen, al menos en este estudio en EE UU, los más pudientes están más dispuestos a saltarse el código de la circulación. O el hecho de que la gente que se siente más poderosa tiende a hacer más trampas cuando creen que no son observados. También ha recogido este y otros estudios Ian Robertson en The Guardian bajo el título de “los banqueros y la neurociencia de la codicia”.Otra investigación de Joris Lammers y Diederik Stapel coincide en que la manera de pensar cada cual sobre el poder afecta a la manera de resolver dilemas morales. Más poder, según esto, tiende a llevar a pensar de forma deontológica, sobre si se violan o no las reglas o las leyes, mientras que los que ejercen menos poder tienden a priorizar las consecuencias, el resultado, de las acciones.

Pero estamos en el mundo financiero el de los amos del universo, que creen que gira a su alrededor. El poder y la búsqueda de ganancias a cualquier precio, según estas tésis, les hace arriegarse en la búsqueda de más satisfacciones de todo tipo, financieras o sexuales.  Tras décadas de desregulación financiera, insiste Robertson, "los cerebros de toda una industria financiera se han bloqueado en este modo neurológico”.

Los dirigentes de los grandes bancos a menudo tienen más poder que muchos políticos. Aunque los dirigentes políticos, cuando han alcanzado la cúspide, también verían afectados sus cerebros. Por eso, quizás, los que han llegado a jefe de Estado o de Gobierno, aunque no lo quieran, acaban a menudo distorsionando su personalidad, y convirtiéndose en seres distintos al resto.

Es famosa la frase de Lord Acton de que "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Lo que no sabíamos es que lo que de verdad corrompe es el cerebro de los que lo ejercen.

 

El País

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