En España mucha gente se lamenta de que no tengamos un Mario Monti. Sin duda el actual primer ministro italiano es un hombre bien formado, con experiencia, con sentido europeo de con quién hay que hablar (por ejemplo, no olvida a los finlandeses), y nos ha librado (¿por cuánto tiempo?) de Berlusconi (gracias a un empujoncito de Merkel). Pero no deja de ser un tecnócrata. Este mes de agosto lo ha demostrado cuando en una entrevista al semanario alemán Der Spiegel ha afirmado que los gobiernos no se deben dejar llevar por sus parlamentos: "Si los Gobiernos se dejan atar por las decisiones de sus parlamentos sin proteger su propia libertad de actuación, sería más probable una ruptura que una mayor integración" de Europa.
Posteriormente matizó estas palabras, afirmando que "la autonomía del Parlamento en relación al Ejecutivo no es debatible", y que su intención era promover un dáologo constante y sistémico" entre gobiernos y parlamentos sobre el proceso de la integración europea... Aunque cabe considerar que es debatible la elección del término "autonomía". Pero el daño estaba hecho, y provocó un alud de críticas por parte de dirigentes políticos en Alemania -incluida la propia Merkel- y en Bélgica.
Es verdad que hay cada vez más trabas constitucionales o parlamentarias (Alemania, Dinamarca, etc.) a las decisiones comunitarias, y más que hablar de Italia Monti se estaba dirigiendo a los alemanes. Los Poderes Ejecutivos en la UE, y aún más en el euro, necesitan un margen de maniobra para poder negociar entre ellos. Las posiciones rígidas habrían imposible todo acuerdo. Pero cuidado, como venimos avisando, de no vaciar la democracia nacional antes de haberla reemplazado por una democracia europea (que no acabo de divisar).
Los alemanes son los más sensibles al tema pues su Tribunal Constitucional ha dictaminado que el Parlamento alemán tiene que avalar todas las decisiones sobre rescates en la zona euro. Y ha recomendado un referéndum para cambiar la Constitución alemana para nuevas transferencias de soberanía. De hecho, son los intelectuales alemanes los que más están empujando el debate sobre el déficit democrático en la UE, especialmente el filósofo Jürgen Habermas, pero también otros, como tres de ellos señalaban en un reciente artículo. Alemania está más centrada sobre el tema de los pueblos, demoi, aunque Francia es la que puede acabar frenando más los avances para preservar la soberanía.
Habermas denunció ya hace tiempo la cesión de soberanía sin control democrático que suponía el llamada sistema del Semestre Europeo, por el cual el Eurogrupo y la Comisión deciden de forma anticipada sobre las grandes líneas de los presupuestos, algo que la sra. Merkel no ha cuestionado sino que ha impulsado, como también el Pacto Fiscal.
Probablemente cada uno hable desde su experiencia. Y Monti lo hace desde la suya a la cabeza de un Gobierno al que los partidos han cedido poderes cuasi plenos (aunque voten cada gran decisión). De hecho, los últimos recortes a principios de agosto fueron aprobados en la Cámara Baja italiana por más de 400 votos frente a 86.
Es la vía tecnócrata. No la del consenso. Y la culpa no es del tecnócrata, sino de los políticos italianos a los que "se les ha olvidado cómo gobernar", como criticaba recientemente La Stampa. "Hablamos de una clase política que hace nueve meses acordó no gobernar y no oponerse. Ha dejado en manos de los tecnócratas sacar la carreta del barro. Es decir que la democracia quedó en suspendo con la bendición de los partidos", decía el periódico liberal. Unos partidos que esperan cargar en la espalda de Monti las decisiones impopulares, pero presentarse ellos a las elecciones.
Mejor sería el consenso, aunque sea una palabra que ya no funciona en España. Háblese de un gran acuerdo nacional. Pero rehúyase la dejación de la política que supondría una salida tecnócrata.