Andrés Ortega

Sobre el autor

, europeo por nacimiento (padre español, madre francesa), convicción y profesión, ha sido corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País, director de Foreign Policy Edición Española y dos veces Director del Departamento de Estudios en La Moncloa. Le interesa casi todo. Ha publicado (con A. Pascual-Ramsay) ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país. Su primera novela se titula Sin alma.

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Andrés Ortega

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El buen periodismo internacional

Por: | 28 de septiembre de 2012

Queremos saberJosep Pla plagió la prensa francesa cuando en 1920 estaba de corresponsal en París del diario La Publicitat. Le descubrieron y le despidieron por ello. Pero  lo había realmente tan bien que tuvieron que readmitirle. Por si fuera poco, tres años después, junto a otro gran periodista catalán de la época, entrevistó a Adolf Hitler (entonces no tan conocido). Pero de esa entrevista poco más se supo. ¿Se la inventaron?

No deja de ser paradójico que uno de los mejores capítulos de este libro sobre el buen periodismo internacional, de Marc Bassets, se abra con esta anécdota. Pero también el admirado Ryszard Kapuscinski cometió pecados algo más que veniales para su profesión.

Sin embargo el tema del libro armado por Cecilia Ballesteros no es ese, sino el de la necesidad de preservar el buen periodismo internacional, el que los periodistas hacen más allá de sus fronteras, en tiempos de crisis económica, de crisis del modelo de negocio para los medios escritos (ya ni siquiera me atrevo a decir impresos), y de crisis de la competencia de otros modos, casi que medios, de comunicación. De ello van a hablar hoy en Segovia, en el Hay Festival, algunos de los autores con John Lee Anderson.

En este libro escribe uno de los mejores planteles de periodistas de la generación posterior a la post-Transición en España, desde el escenario internacional, bregados en corresponsalías, guerras o el cada vez más necesario análisis para entender un mundo mucho más complejo. La cuestión es si va a poder mantenerse esta calidad. Pues de ello depende no ya informar, sino llegar a entender al otro, a los otros, las cosas que pasan en culturas y países para cuya explicación necesitamos intermediarios que hayan entrado en esas realidades para explicarlas. Son esencialmente no buscadores de anécdotas, ni siquiera de noticia, sino "buscadores de contextos" cuando no todo se puede encontrar en la web, a pesar de que una nueva mitomanía nos intente decir lo contrario.

Ese no puede ser un periodismo fast-food,  de elaboración y consumo rápidos. Es un periodismo que puede resultar caro, incluso con la vida propia. Pero como dice Cecilia Ballesteros, más cara es la ignorancia.Y como intenta plasmar este libro, la crisis del periodismo nos afecta a todos.

Rajoy en la ONU: Contra Aznar

Por: | 26 de septiembre de 2012

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Mariano Rajoy ha estado en la ONU. ¿Era realmente él quien se dirigió a la Asamblea General? ¿Dónde han quedado sus críticas a la Alianza de Civilizaciones? ¿O al dinero aportado por España al programa ONU MUjer que encabeza la chilena Michelle Bachelet. No solo no ha habido críticas sino que ha habido apoyo.

Porque un país serio que aspira a volver a sentarse en el Consejo de Seguridad en 2015 y 2016 no puede hacer tabla rasa del pasado cada vez que hay un cambio de Gobierno. Para un país de tamaño medio, y con dificultades, como España es necesario sumar, acumular, no restar. Mejor sería no hacerlo de forma vergonzante. Además, hay esfuerzos que por su naturaleza superan muy a menudo la labor de un único gobierno. De hecho, como bien recuerda Juan Antonio Yáñez, embajador en Naciones Unidas en esa época, el primer paso para este intento de volver a sentarse España en el Consejo de Seguridad, se dió ya en 2005. Y tres ministros lo han impulsado. El adanismo es malo en política exterior.

Si no frente a Rodríguez Zapatero, en lo que sí supone una ruptura el discurso de Rajoy es respecto a Aznar, con un abierto apoyo al multilateralismo representado por la ONU. Y al PNUD, a la iniciativa "Unidos en la Acción", e o incluso a la campaña para una moratoria universal de la pena de muerte. Y  a un gran prblema que se nos plantea como país es la territorialización de movimientos yihadistas en el Sahel, a lo que Rajoy ha dedicado una merecida atención.

En este ambiente, choca la última Directiva Nacional de Defensa, aprobada en julio pasado, que ni siquiera se refiere por su nombre a la Estrategia Española de Seguridad elaborada bajo la dirección de Javier Solana (y en cuya redacción participé, dato que puede ser relevante para el lector). Con sus referencias a la "disuasión" y a los "riesgos propios", la Directiva de Defensa parece, en algunos aspectos,  volver atrás 10 años, y la obsesión pública con esos "riesgos propios" (eufemismo para Ceuta y Melilla) no es la más adecuada. Se está elaborando una nueva Estrategia. ¿Seguirá la línea marcada por el discurso de Rajoy en la ONU? Es de esperarlo.

 

Autonómico, federal, confederal

Por: | 25 de septiembre de 2012

Federalism
Intentar explicar esto es un poco como volver a los orígenes. Una de las primeras piezas que firmé en EL PAÍS, cuando se estaba negociando la Constitución, se refirió a la conveniencia de optar por una vía autonómica frente a la federal. El tema salió de una conversación en mi condición de estudiante con uno de mis maestros, en esto y tantas otras cosas, Manuel García Pelayo, que entonces no era aún primer presidente del Tribunal Constitucional, puesto que este no existía. Nunca he logrado recuperar ese artículo que debió aparecer solo en alguna de las ediciones.


Se refería a la línea mantenida por García Pelayo, en la estela de la de Ortega y Gasset en 1931 durante el debate sobre la Constitución de la República y posteriormente sobre el Estatuto de Catalunya, en el sentido de que la gran diferencia entre ambos sistemas no es tanto los contenidos, sino el origen -la soberanía- y el nombre de las unidades, en general “Estados” (ahí cabe un “Estado propio”) aunque no siempre, pues en Suiza son los cantones, en Alemania, los Länder (alguno ciudad-Estado como Hamburgo), y en la Federación Rusa (por no hablar de en la antigua Unión Soviética) caben diversos tipos de entes. La gran diferencia está en el origen: la soberanía de los territorios que se federan (o en los que se federa un territorio que se divide). Por ello, se opuso Ortega al federalismo. Porque consideraba indivisible la soberanía. Probablemente la situación sea hoy algo diferente, con la relativización del concepto de soberanía que ha supuesto la integración europea y la globalización.Pero al cabo, agazapada, sigue estando la cuestión de la soberanía, lo que en términos de democracia es la cuestión del pueblo.

El dictamen del Consejo de Estado de febrero de 2006 sobre cuatro posibles puntos de reforma constitucional explicaba bastante bien las diferencias conceptuales. El sistema autonómico, señala,  “otorga a nuestras Comunidades una potestad que les permite tanto impulsar el cambio a través de la reforma de sus Estatutos, como impedirlo, vetando las que consideren inadecuadas. Esto excede no solo de la potestad de autoorganización de que disfrutan muchos entes dotados de autonomía administrativa, sino que, en cierta forma, va incluso más allá de la que las Constituciones federales reconocen a los Estados miembros para la reforma de sus propias Constituciones. (…) no cabe deducir que la facultad de autodisposición de las Comunidades Autónomas sea menor que la de los miembros de una Federación, por la buena y simple razón de que los Estatutos de aquellas tienen un alcance mucho más amplio que el de las Constituciones de estos, e inciden sobre relaciones que en las Federaciones están disciplinadas solo por la Constitución federal.”

Es decir, que en algunos terrenos el Estado de las Autonomías supone más poderes para las CC AA que un Estado federal. Las CC AA tienen mucho más poder fiscal que, por ejemplo, los Länder alemanes. Pero la cuestión fiscal nos podría llevar aún más lejos, al problema de qué es ese federalismo fiscal del que carece la UE, pero que es necesario para nivelar crisis y desarrollos territoriales. Lo que nos debe llevar a recuperar ese principio de la subsidiariedad (que está en la Constitución de Suiza y es una creación vaticana), según el cual hay que actuar no al más bajo nivel posible, sino al mejor para lograr los resultados buscados y ayudar al que está necesitado de ella, sea ciudadano o territorio.

El reparto de competencias entre el centro, la federación, lo federal, y los Estados federados, varía mucho. Así en EE UU hay Estados que mantienen la pena de muerte y otros que no, después que el Tribunal Supremo la volviera a instaurar en 1976 tras cuatro años de suspensión. El derecho penal ni siquiera es único. No digamos el civil.

La confederación es otro animal. En una columna, casi 20 años después –la Historia es muy terca- que titulé “buscando una confederación desesperadamente”, señalaba que “esa forma política parece haber desaparecido del mapa. Quizás en algún rincón de la Micronesia pueda existir algún Estado confederal. Pero entre los países importantes, o relativamente importantes, que sepamos, ninguno. Por ello sorprende ese concepto de España como ‘Estado plurinacional de tipo confederal’ contenido en la Declaración de Barcelona (suscrita en julio de 1998 por nacionalistas catalanes, vascos y gallegos

Articles of confederationConfederaciones ha habido en la historia, pero como algunas partículas subatómicas, son inestables. Sirven para unirse (como pasó en EE UU) o para separarse. No para permanecer juntos mucho tiempo. El Tribunal Constitucional alemán, en su famosa sentencia de 1993 sobre el Tratado de Maastricht definió como una "confederación de Estados democráticos tendente a un desarrollo dinámico". Porque avanza hacia una mayor unión, no hacia menos.

En el medioevo en España -hacia los que se vuelven algunos en busca de modelos- puede considerarse que sí las hubo, antes del concepto mismo, en forma de unión de Reinos. Pero estamos en otros tiempos. En los que, sin embargo, algunos dicen “federal” cuando en realidad piensan “confederal”.

Sí, ya sé. Está la Confederación Helvética, vulgarmente llamada Suiza. Pero la constitución (la última de 1999) de ese país se titula “Constitución Federal de la Confederación Helvética”. Es decir (como ya lo era desde 1848), que la Confederación Helvética es una federación.

A pesar de todo esto, hoy el problema planteado en España es casi más que el punto de llegada, que no es poca cosa, el camino a recorrer. A ampliar. Otro día.

Libertad con responsabilidad

Por: | 20 de septiembre de 2012

Portada-Charlie-Hebdo

Es famosa la posición del juez Holmes del Tribunal Supremo de EE UU según la cual gritar ¡fuego! en un teatro lleno y cuando no hay peligro no puede ser amparado por la libertad de expresión. ¿Y publicar chistes sobre Mahoma y el Islam, como ha hecho  el semanario satírico francés Charlie Hebdo, en plena efervescencia en el mundo musulmán por un video insultante realizado en EE UU? Eso sí. Pero la libertad de expresión debe ir acompañada de responsabilidad.

Hay que entender qué está pasando en el mundo musulmán, y en particular en los países árabes tras sus primaveras. Allí donde ha habido elecciones libres, han ganado los islamistas. Y ahora se descubre algo que muchos observadores llevan señalando desde hace años. Hay islamistas moderados. Porque hay islamistas mucho más radicales que los Hermanos Musulmanes, como son los salafistas (también beneficiados en esas elecciones) y los violentos yihadistas (y otros, como el wahabismo saudí). Occidente debe apoyar el desarrollo de los primeros para evitar que acaben predominando los segundos, y naturalmente, dar todo el aire posible a los laicos a los que no se deja respirar (y que, de hecho, fueron más numerosos, pero atomizados, en las elecciones egipcias). Y de ahí el sentido de la responsabilidad, para reforzar el cual serían perniciosas leyes contra la blasfemia u otras que coartan la libertad de expresión.

Estamos asistiendo a un gran experimento en algunas, aún pocas, partes del mundo árabe, y en buena parte musulmán: la conciliación entre “musulmán” y “democracia”.  Ya en buena parte se da en la experiencia de Erdogan en Turquía. Y en países como Indonesia o Malaisia (donde el islam llegó por vía comercial y no por conquista, lo que marca una diferencia). Probablemente, si lleva a algo positivo, el casamiento de  “democracia” y “musulmán” no desemboque en un sistema político como el que impera en Westminster, sino en algo propio, que no nos gustará tanto.

La unión de “democracia” y “cristiana” es algo muy reciente entre nosotros.  Hay que recordar que ya en la Ilustración figuras como Voltaire (y su repetido Ecrasez l'infâme, contra la alianza del trono y el altar, no contra una cierta idea de Dios) , Spinoza o Descartes tuvieron que ir de su país por sus puntos de vista sobre el cristianismo y la religión, pero también que esta crítica contribuyó al progreso político (científico y religioso) porque vino desde dentro del sistema, no desde fuera como en el caso que nos ocupa. En España la recuperación de la libertad de expresión respecto a la Iglesia católica es muy reciente. En EE UU sería impensable que un ateo declarado optara por llegar a la Casa Blanca. Incluso en alguno de sus estados federados el acceso a ciertos cargos públicos está aun formalmente vetado a los ateos.

Lo fácil (ahora, no hace años) es proclamar simplemente la libertad de expresión. Lo difícil, ejercerla con responsabilidad. En todo caso, hay que gestionar los destrozos.

Protesta viral

Por: | 14 de septiembre de 2012

Pakistan

La protesta contra Estados Unidos se ha extendido de forma viral. De Bengasi y Libia, a la vez que en Egipto, saltó a buena parte del mundo árabe, y más allá al más amplio mundo musulmán, como Irán, Pakistán o Afganistán. No resulta sorprendente. Ya pasó hace siete años con la caricaturas de Mahoma. En aquella ocasión, sin embargo, pasaron tres meses desde que el danés Jyllands-Posten  publicara los dibujos hasta que estallaron las protestas. Entremedias, dos imanes refugiados en Dinamarca se habían encargado de incendiar la indignación musulmana por Oriente Medio.

En julio de 2010 un oscuro pastor fundamentalista protestante, Terry Jones (nada que ver con el fundador de Monthy Python) anunció que iba a quemar coranes en septiembre siguiente, coincidiendo con el aniversario del 11-S. La noticia se difundió rápidamente desde Gainesville (Florida ,EE UU) al mundo musulmán. El secretario de Defensa de EE UU llegó a llamar personalmente a Jones pàra que renunciara a su amenaza. Pero provocó la muerte de dos decenas de personas en el mundo. Y acabó quemando coranes dos años después.

Aunque él no la produjera -al parecer es obra de un cristiano copto- este mismo Jones, agente provocador que pretende hacer realidad el choque de culturas, parece, de nuevo, estar detrás de lo que está ocurriendo, al menos en lo que se refiere a la difusión de la ya famosa y abyecta película, tan llena de odio y que cualquiera puede ver en YouTube donde se presenta en una serie de trailers. No hay que descartar que un objetivo fuera crearle problemas a Obama cuando en la recta final de las elecciones del 6 de noviembre va solo ligeramente por delante del republicano Romney. En todo caso, desde el Pentágono -esta vez el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU- se han vuelto a poner en contacto con el pastor para que detenga sus soflamas y la publicidad de las película.


Por su parte, los salafistas que han quedado por detrás de los Hermanos Musulmanes en muchas de las elecciones que se han celebrado a raíz de las revueltas árabes, quieren ahora explotar la situación, y la frustración de muchas poblaciones. Aunque el caso de Libia sea quizás diferente, son los que parecen haber encabezado estas manifestaciones, de las que también se nutren las mutantes Al Qaedas. De nuevo la rebelión de las minorías, pues los salafistas en sus países, pero pueden arrastrar a masas y a gobiernos.

 

EE UU piensa que el ataque contra su consulado en Bengasi y la muerte de su embajador y otros tres diplomáticos en Libia en el 11 aniversario del 11 de septiembre fue premeditado. De hecho, la película circulaba desde junio. Pero el 8 de septiembre, Jalid Abdulá, un jeque salafista en El Cairo le dedicó las dos horas de su programa en televisión, genertando la protesta. No lo mezcla con las protestas en Egipto, o después en Yemen, en los territorios palestinos, Líbano, Pakistán, etc., o con la utilización que están haciendo de la cuestión los talibanes en Afganistán para reivindicarse.

 

 
No se trata de entrar aquí en cuestiones de libertad de expresión, sino de poner de relieve que en nuestro mundo totalmente interconectado por móviles, Internet y televisión por satélite, unos pocos pueden hacer mucho daño en un lugar lejano si saben utilizar este nuevo entorno. Ya sea los Jones de esta Tierra o los salafistas. Y las imágenes de las protestas (que a menudo exageran la realidad), junto con los mensajes,  se trasladan ahora de forma casi instantánea por el mundo entero. Es lo que llamé "la fuerza de los pocos” en un libro de mismo título. Robert Fisk lo dice muy claramente en The Independent: "Con la ayuda de nuestra maravillosa nueva tecnologóa, solo se requiere un par de locos  para desatar en cuestión de segundos una guerra en miniatura en el mundo musulmán ". Sí, un mundo hipersensibilizado con la subida del integrismo.

Y contra esta situación -ya sea en origen o en destindo- hay poco que hacer, salvo defenderse y protegerse. No hay disuasión posible, por mucho que algunos se empeñen.


Un pequeño daño en origen puede provocar un desastre de alcance global. Es parte de la Teoría del Caos. Solo que, en el caso que nos ocupa, dirigido, manipulado o, al menos, utilizado. Con consecuencias mortales.

La crisis de la política

Por: | 10 de septiembre de 2012

Crisis-RotoQuizás la política llevó a la crisis económica. En todo caso, la actual crisis económica ha provocado una crisis de la política. Está por ver si es la economía la que ha de salvar a la política, o, más bien, al revés: sin resolver la política no se revolverá la economía. Al menos en España, aunque la situación vale para otros países.

Entiéndase política como algo amplio, que engloba a las instituciones. Algunos polítólogos y sociólogos hablan de una "metástasis institucional" en nuestro país.

De hecho, este verano EL PAÍS ha publicado cinco artículos que identifican las raíces de esta crisis política, y apuntan soluciones, y que convendría leer como un conjunto, al que se suman y se sumarán, sin duda, otros:

En "Los partidos ¿el núcleo de todo esto?", José Antonio Gómez Yáñez, de la Universidad Carlos III situaba en un diseño de la política equivocado desde el origen de la Transición una acumulación de resortes para estabilizar la política y las direcciones de los partidos que ha degenerado en rigidez. Ha introducido incentivos negativos en la selección del personal político y en el funcionamiento de estos partidos, que se ha extendido al conjunto de las instituciones.

Víctor Lapuente Giné, de la Universidad de Gotemburgo, en "La enfermedad institucional de España",sugiere una perversa relación entre la política y el aparato funcionarial del Estado. Por su parte, desde ESADE, Francisco Longo, en "Menos de lo mismo no es reformar la administración" , apunta al crecimiento descontrolado de las administraciones periféricas, con unas tendencias malgastadoras irrefrenables. Carles Casajuana, en La tesis de Basilio Soulinake, ha apuntado al spoils-system que reina en España. Y César Molinas, en Una teoría de la clase política española, se apunta a la tesis de las elites extractivas, como si todas las elites no fueran extractivas. Aunque en España hemos vivido algo más, a saber, que (salvo en Cataluña ni en el País Vasco, donde es anterior) el gran desarrollo del Estado de las Autonomías, y del poder local, ha coincidido con el de la burbuja inmobiliraia, con consecuencias nocivas.

No es que la crisis económica haya generado estos problemas, sino que los ha puesto totalmente al descubierto. Todos estos artículos apuntan una atractiva y coherente línea de análisis: el diseño institucional del país (partidos, sindicatos, administraciones central, autonómica y municipal y la relación entre ellas), debe repensarse profundamente. Pues el diseño institucional marca la diferencia entre el éxito o el fracaso de un país, y el de España parece agotado.  

En España no hay una crisis política sino una crisis de la política, también derivada, evidentemente, de la incapacidad de responder a las expectativas de la ciudadanía para salir de la crisis económica, y de la sensación, y realidad, de que la política nacional, o autonómica, ha perdido capacidad de decisión frente a otras instancias (mercados, Unión Europea, en nuestro caso). Los problemas de falta de liderazgo, de administraciones desbocadas e ineficaces, de imbricación negativa entre administración y política, se alimentan los unos a los otros, agravándose entre sí en un feedback positivo.

¿Cómo se arregla esto? ¿Cómo se arregla la política? Para empezar, como ha señalado Gómez Yáñez, y hemos propuesto en algunas ocasiones desde hace bastante años, con una reforma no solo del sistema electoral (como apunta Molinas), sino también de la ley de partidos para hacerlos dependientes de los ciudadanos. Lo uno sin lo otro no funcionaría. Y luego desatando o cortando todos los nudos que han generado en este país los intereses creados, que paralizan la acción política. Pero, al cabo, lo que se pide para empoderar a los ciudadanos es que la política reforme la política. ¿Podrá? Es necesario, pues la alternativa no es nada atractiva. Seguirá.

 

 

Envidia de Alemania

Por: | 06 de septiembre de 2012

Angelamerkel¿Por su riqueza? No. ¿Por su productividad? Algo más. ¿Por el liderazgo de Angela Merkel? En el reino de los ciegos … ¿Por sus bancos? Tampoco están tan seguros. ¿Por el precio al que financia su deuda? Bastante.  ¿Por su Estado del Bienestar? Aunque a la baja, es muy superior al nuestro. No. Lo que envidio de Alemania es el nivel de su debate –de momento en una elite, pero llegando al Bild- sobre la necesidad de enmarcar en un sistema democrático los próximos pasos en la integración europea, que implicarán importantes transferencias de competencias y soberanía, especialmente en materia presupuestaria, a las instituciones de la Unión.


Es una cuestión sobre la que se ha pronunciado en varias ocasiones el Tribunal Constitucional de Karlsruhe, y volverá a hacerlo el próximo miércoles en su esperada sentencia sobre el Pacto Fiscal y el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE).


En nuestro país, o e Italia, se habla demasiado poco de esta cuestión. Parece como si creyésemos tan poco en nuestras instituciones que no nos importe, o incluso prefiramos, que se decida nuestra suerte en Bruselas y no en Madrid. Francia, por su parte, parece más preocupada por retener una soberanía que se le escapa de las manos que por el déficit democrático de la construcción europea.


Merkel y su ministro de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle están a favor de una reforma de los tratados para incorporar las nuevas transferencias de soberanía. Es decir para, finalmente, llegar a la necesaria unión política sobre la que se base la unión monetaria, fiscal y bancaria. Es una idea que apoya también el presidente de la Comisión, Durao Barroso, partidario de convocar, como se debe, una nueva Convención. Pero ha sido en general mal recibida por otros socios que temen tener a su vez que convocar refrendos que acabarán siéndolo sobre el euro o sobre las políticas de austeridad.


Como indica Ulrike Guérot, del ECFR, en un análisis imprescindible para entender lo que está pasando, los alemanes consideran que ante las decisiones sobre los presupuestos en Alemania, es necesario un cierto tipo de derecho de veto del parlamento alemán. O crear un sistema de decisión colectiva, sobre una base parlamentaria, pues equipara democracia no sólo a elecciones, sino también a parlamento. Es necesaria lo que los alemanes llaman un Parlamentsverbund, o unión parlamentaria. Lo que lleva, en estas refllexiones, a rediseñar el Parlamento Europeo para crear un Parlamento del Euro, y añadirle una segunda cámara representante de los parlamentos nacionales. “La cuestión clave que está emergiendo en Alemania hoy es como la democracia europea se puede organizxar en torno al euro y qué elementos parecidos a los de los Estados necesita adoptar la UE para hacer su  trabajo”. Pero claro, plantear todo esto a “más Europa”, o, si se frustra el intento, a una crisis continental colosal.


Una cuestión que se le ha planteado al Tribunal Constitucional alemán es si la decisión sobre un fondo, como el MEDE, que compromete de formas importante a varias generaciones de alemanes, puede aprobarla el Bundestag actual.


Junto a las modificaciones en los tratados europeos es más que posible que sea necesario una reforma de la Ley Fundamental alemana que, por vez primera desde la guerra y ante la importancia del tema, exija un referéndum en Alemania.  Y este referéndum acabará siendo una expresión colectiva alemana sobre más Europa, a la que cada vez son más los alemanes reticentes, y sobre un euro del que dudan.
Y no nos equivoquemos. La cuestión de la mutualización de la deuda, los famosos eurobonos, sólo puede resolverse una vez que se haya decidido sobre la unión política.


Complicaciones a la vista. Pero hay que abordalas, pues nos jugamos en ello la democracia.



El arte político de evitar

Por: | 03 de septiembre de 2012

ZP-Obama

La reunión matinal del servicio antiterrorista de la policía de Israel empieza cada día con los atentados que se han podido evitar la víspera. Sin embargo, evitar raramente se convierte en noticia. Si se hubiera evitado a tiempo, antes de que se hubiera hablado de ello, la expropiación de YPF en Argentina, probablemente no hubiera entrado en los focos de la atención pública, al menos de los españoles. Esta labor de prevención es una labor cotiadana de las policías, los servicios de inteligencia, las diplomacias y, en general, las administraciones públicas y los gobiernos en todos los países.

La acción de gobernar consiste tanto o más que en hacer, en evitar situaciones prejudiciales para el país. Gouverner c'est choisir, dijo en una frase famosa uno de los mejores políticos que ha dado Francia el siglo pasado, Pierre Mendés-France. Efectivamente. Pero gobernar es también impedir y deshacer entuertos. Los esfuerzos que se van en ello son ingentes, en general muy superiores a los dedicados a hacer que ocurran cosas. Y, sin embargo, no son visibles, o no son tan visibles porque son difíciles de explicar. Muy a menudo, incluso no se pueden contar.

¿Cuál fue el mayor logro de Rodríguez Zapatero en su segunda legislatura? Probablemente que en el vendaval de la crisis evitó la intervención, el rescate de España. Por lo que suponía de aún mayores costes sociales. Y por el golpe que podía implicar a la autoestima del país que solo se había recuperado recientemente de siglos de abatimiento. El escate llega ahora a la banca, con condiciones de política general. ¿Y para el Estado? Era evitable. Trampeando, es verdad. Pero en eso consiste también la política.¿Lo es aún? Quizás no.

¿Cuál ha sido el mayor logro de Obama? Evitar que una recesión se convirtiera en una depresión. De nuevo, es muy difícil explicar que su mayor logro es un mal menor. Es difícil el éxito sobre esta base. Y como la crisis ha continuado -la economía de EE UU crece y crea empleo pero no de forma suficiente- Obama presenta un flanco débil, contra el que se han lanzado en tromba los republicanos en su convención en Tampa (Florida). Y, sin embargo, parece que bastantes de los que votaron a Obama hace cuatro años y se sienten algo defraudados comprenden que el actual presidente recibió una situación casi imposible de gestionar, por lo que estarían dispuestos a darle cuatro años más para salir del atolladero.

En la historia hay algunas evitaciones que sí fueron sonadas. La más famosa es el acuerdo de Munich de 1938 de Francia y Reino Unido con la Alemania de Hitler y la Italia de Múnich, cuyo objetivo era, para Daladier y Chamberlain, evitar la guerra. Hoy se olvida que las opiniones públicas francesas y británicas, y de algunos otros países, respiraron aliviadas, y que fueron minoría los que criticaron ese apaciguamiento inútil del dictador nazi.

El País

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