Andrés Ortega

Sobre el autor

, europeo por nacimiento (padre español, madre francesa), convicción y profesión, ha sido corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País, director de Foreign Policy Edición Española y dos veces Director del Departamento de Estudios en La Moncloa. Le interesa casi todo. Ha publicado (con A. Pascual-Ramsay) ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país. Su primera novela se titula Sin alma.

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Escocia desde Madrid

Por: | 28 de octubre de 2012

Scotland flag

Cuando españoles y británicos se reúnen, inevitablemente hablan estos días de Cataluña y de Escocia. Así ha sido en las Tertulias Hispano-Británicas que en su 25ª edición han tenido lugar este fin de semana en Madrid, un foro informal extremamente cálido y útil, en el que se tejen buenas relaciones.
Se ha hablado de ello en los pasillos, en las comidas y almuerzos. No, salvo en la final, en las sesiones más formales, en las que el tema predominante ha sido el euro (no porque los británicos no lo quieran para ellos, sino porque también les va la vida en que se consolide aunque ellos sigan fuera).


Nadie ve un referéndum en los próximos años, desde luego no antes de las elecciones generales de 2015. Es decir, no antes del referéndum en Escocia sobre la independencia previsto para el otoño de 2014. Son muchos los que piensan que si el Reino Unido se saliera de la Unión Europea, entonces Escocia sí se declararía independiente para permanecer en la UE. La tradición jurídica escocesa, que deriva del Derecho Romano, está mucho más próxima a la continental que la inglesa.


Edimburgo ha pedido un parecer a los servicios jurídicos en Bruselas sobre qué pasaría en caso de independencia. Si no hubiera Estado sucesor (como Rusia lo fue de la Unión Soviética), los dos nuevos Estados, Escocia e Inglaterra-Gales-Irlanda del Norte, tendrían ambos que solicitar el ingreso en la UE (lo que sería dudosos en el caso de los ingleses).


Algunos de los participantes en las Tertulias creen que si hubiera un referéndum en Inglaterra sobre la separación de Escocia, seguramente triunfaría. Inglaterra no necesita tanto a Escocia como el resto de España a Cataluña.


En todo caso, las diferencias entre Escocia e Inglaterra son marcadas no solo por el tamaño, sino por los valores, por los distintos tipos de prestaciones sociales en uno u otro territorio. Así, las tasas universitarias han aumentado sobremanera en Inglaterra, mientras que se mantiene prácticamente la gratuidad en Escocia. La gratuidad para los escoceses y, como no se puede discriminar, para otros europeos. Pero los ingleses han de pagar. Cameron con sus recortes la ha estado haciendo campaña al brillante independentista escocés Alex Salmond.


El historiador Noman Davies señalaba recientemente que el debilitamiento de cuatro factores juega en favor de la independencia escocesa:  el fin del imperio y el debilitamiento de la Royal Navy, del protestantismo (¡Cuánto anglicano ateo había en estas Tertulias!), y de la monarquía, aunque en este último caso quepa alguna duda. Pues probablemente los independentistas planteen mantener la unión de las coronas, con un mismo monarca, incluso si se separan. Es decir, una vuelta a la situación existente en 1606 frente a la que se creó en 1707.


Los sondeos indican que una tercera parte de los escoceses (podrán votar a partir de los 16 años) están a favor de la independencia; otro tercio en contra; pero dos tercios son partidarios de más autonomía. Este marco decidirá el futuro.

No hay ya revoluciones

Por: | 26 de octubre de 2012

Liberty

La economía no logra salir del marasmo en muchos países occidentales; la crisis ha disparado una desigualdad que, de un modo general, estaba creciendo desde los años 80; el paro hace estragos; y para los que tienen salarios (ya dijo Slavoj Žižek de que el asalariado ha pasado de ser un explotado a ser un privilegiado), los ven reducirse, mientras aumentan las tasas universitarias, los transportes, los impuestos y el copago por servicios. Y sin embargo no hay levantamientos sociales ni revoluciones. La prensa de EE UU pudo hablar de la Spanish revolution cuando surgió el movimiento del 15-M, el de los indignados, pero no había tal. Protesta no es lo mismo que revolución.


En 2011, cuando se manifestaban contra la subida de la edad mínima de pensión de los 60 a los 65 años, los jóvenes estudiantes franceses –entre los que ya era significativo que se manifestasen e hicieran huelgas por un asunto así- pedían: “Queremos vivir como nuestros padres”. Toda una distancia de los que en Mayo del 68 (que tampoco fue una revolución) se levantaron contra el mundo de sus padres. Y, desde luego, nunca pensaron en las pensiones.


En el mundo occidental (en las economías emergentes puede ser muy diferente) hay tres  factores que pueden explicar la falta de celo revolucionario:


En primer lugar, la ausencia de alternativas. A diferencia de otros tiempos con el comunismo soviético, hoy no hay modelo alternativo al capitalismo actual que incluye un Estado del Bienestar, aunque se lo esté recortando. La alternativa, si acaso, sería China, lo que no resulta atractivo. Los propios dirigentes chinos, además, insisten en que su modelo de capitalismo de estado autoritario no es exportable. Ellos exportan productos e intereses. Ya no revoluciones.


En segundo lugar, la salida de la miseria y la pobreza. Estas ya no son las sociedades especialmente en el caso del sur de Europa- de los años 20 y 30, ni las que salieron de una guerra que destrozó tanto a ganadores como a perdedores en el Viejo Continente. Somos más ricos. Y aunque la pobreza está subiendo con la crisis, aún hay un cierto colchón.


En tercer lugar, y relacionado con el factor anterior, está el desarrollo de las clases medias, propietarias de cosas físicas que proteger como vivienda, automóvil u otros-, que tendrían algo que perder en una revolución. Cabe añadir algunos intangibles, desde los fondos de pensiones a inversiones. Pero cuidado. El desclasamiento de importantes sectores de las clases medias puede estar generando rencor. Y si aumenta el ejército de los que no tienen nada que perder, la situación puede tornarse más revolucionaria, aunque antes tendrán que crecer las protestas.

Aurora DoradaCuando hablamos de revoluciones, siempre se tiende a pensar que serían lo que comúnmente se llama de "izquierdas" (aunque las árabes pertenecen a otra categoría). Pero también pueden venir por la extrema derecha. Pasó en Weimar. Y puede volver a pasar en otros países europeos. En Grecia, el movimiento Aurora Dorada se inspira en su ascenso social en lo que hicieron los Hermanos Musulmanes: crear una sociedad de ayuda cuando falla el Estado del Binestar.

En toda crisis siempre hay un momento de peligro desde el punto de vista de la frustración de las poblaciones. No cuando las cosas van peor, sino cuando empiezan a mejorar.

A Europa le crecen los enanos

Por: | 17 de octubre de 2012

Merkel_nieves
Montaje: Andrea O.

¿Queremos realmente una Europa, al menos una zona euro, mandada sin disimulo por dos o tres países grandes, entre ellos Alemania y Francia, rodeados de Estados pequeños? Ello generaría una disfunción que solo beneficiaría a Berlín, a París y a las instituciones europeas. Generar coaliciones para influir en el devinir europeo resultaría mucho más difícil para los pequeños. No se trataría ya para ellos de “compartir” soberanía, sino de cederla. Y sin embargo, es en la dirección en la que ha avanzado la Unión Europea en los últimos años y que se acentuaría si se produjeran escisiones de Estados de Europa como la de Cataluña, Escocia y otras regiones.


Cuando eran los Seis fundadores, la media de población era de 39,4 millones de habitantes por Estado.


En los Doce, de 31,45 millones.


En los Quince, de 26,7 millones.


En los Veintisiete de 18,6 millones.

Esta atomización de Europa se debe sobre todo a la realidad existente y al desmembramiento de algunos Estados, como Checoslovaquia, Yugoslavia y la Unión Soviética. Las perspectivas de ampliación en curso tienden a bajar la media. Lo único que la aumentaría sería la entrada de Turquía (una razón por la que Alemania la aplaza todo lo que puede).

Si en la UE de los Veintisiete quitamos los páises grandes (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y Polonia), la media baja a 6,7 millones de habitantes. Cataluña tiene 7,4 millones; Escocia, 5,1. Estarían en ña media.

En los años 90 el economista Robert Barro, y posteriormente Alberto Alsina y Enrico Spolaore, también desde Harvard, publicaron estudios según los cuales el tamaño importa y a menor tamaño, dentro de unos límites, mayor éxito. Aunque la UE implica un nuevo marco de realidad. Y en esa realidad, se pesará más desde uno de los pocos Estados grandes que desde uno pequeño. Siempre que, en el caso de España o Italia, hayan superado sus crisis, claro. Incluso también en pleno torbellino europeo. España e Italia son too big to fail, demasiado grandes para dejarlas caer.


Es verdad que el concepto de “Estado-nación” está quedando obsoleto, pero ello no significa la desaparición del Estado, sino su transformación cada vez más en “Estado miembro” (de la UE o del euro). A pesar de todo, los Estados siguen contando, y mucho en esta Europa que está inventado un modelo de integración. De hecho una de las primeras necesidades que comportó el euro fue que Luxemburgo tuviera que crear su Banco nacional del que carecía en la unión monetaria con Bélgica. A los Estados les queda mucha cuerda aún.

 

Los datos de cada país son de Eurostat, para 2012 aunque las poblaciones han crecido, naturalmente, desde los años 50, y Alemania se ha unificado, aumentando la suya. Pero a efectos comparativos esta base única es útil).

La paz de los viejos y de los jóvenes

Por: | 12 de octubre de 2012

Apoc

¿Paz? A los jóvenes les pilla muy lejos. No tienen esa concepción de Europa. La paz es algo adquirido; o  eso nos creemos. Lo de Yugoslavia nos pilló a casi todos con una cierta lejanía, pese a que acabara arrastrando a la OTAN. Aunque con algunos sobresaltos, todos los nacidos después de 1945 han vivido en Europa en paz. En una parte de Europa, con libertad, en otra bajo la dictadura soviética, tanques incluidos; y en una tercera, la nuestra, en unas dictaduras que las potencias occidentales, las mismas que se unirían en el Consejo de Europa a partir de 1948 y que en 1950 lanzaron el mayor proyecto de integración con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero a la que seguiría la Comunidad Económica Europea (para llegar a nuestros días a la Unión Europea), nos dejaron a españoles, portugueses y griegos a la intemperie con nuestros dictadores.

El Premio Nobel a la Unión Europea viene a recordar lo que hoy son ya orígenes compartidos. Recientemente he visitado el Memorial de Caen y las playas del Desembarco, y he visto esa magnífica serie francesa Apocalypse sobre la Segunda Guerra Mundial, con sus terribles imágenes sobre el daño y el sufrimiento causado por la locura nazi alemana. Los orígenes de esta Unión Europea están en la superación de la guerra, de una dos o incluso tres guerras horribles, fratricidas, holocausticas; en la superación del enfrentamiento entre Francia y Alemania.

Es aún admirable que en plena guerra mundial, desde su exilio en Londrtes, gente como Jean Monnet pensará ya en esa integración europea, armado con los fracasos de anteriores intentos de federaciones y confederaciones, más intelectuales que políticos. Pues el éxito de la UE se debe a que, como dijo Robert Schuman en su famosa Declaración del 9 de mayo de 1950, se basa en que “Europa no se hará de una vez, ni en una construcción de conjunto: se hará por resultados concretos que creen antes solidaridades de hecho”, y  la “fusión de intereses”, para una "federación". En esas seguimos.


Pero no bastaba asegurar la paz. También era necesario asegurar la prosperidad. Y la construcción europea lo consiguió con un desarrollo sin igual y una Política Agrícola Común que incluso se excedió en su éxito.


Con la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría en 1989-1991, se trataba ya no solo de la paz entre Francia y Alemania, sino de asegurarla a escala continental en el mayor esfuerzo de integración nunca conseguido. La ampliación al Este fue una inmensa operación, un intento histórico de unificar el Continente por la fuerza de la voluntad democrática, y no de las armas, como Napoleón o Hitler. La Unión Europea ha sabido exportar paz, y prosperidad, a través de sus ampliaciones sucesivas, eso ha sido, y sigue siendo, un éxito sin precedentes.


Pero ahora tiene nuevos retos. Pues debe seguir avanzando en la construcción   so pena de retroceder de forma violenta destruyendo rápidamente lo que se ha logrado en más de seis décadas. No es exagerado, pues otros lo han dicho, afirmar que un fracaso del euro podría llevar a nuevas guerras. Es necesario que tenga éxito y seguir avanzando hacia “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”, unos pueblos que han quedado algo olvidados en el camino. Son tiempos de grandes decisiones sobre la puesta en común de soberanías, sobre la igualdad entre Estados, sobre el control democrático de esa Europa que ya lo penetra casi todo en nuestras vidas, sobre como una mayor integración debe impulsar más prosperidad (una agenda que hay que retomar), y sobre una Alemania que debe aprender a liderar y no a mandar.


Pero tampoco se están creando  unos Estados Unidos de Europa. La Unión Europea no será un Estado, sino una nueva forma política que no elimina a los Estados miembros, pero sí los transforma.


Cuando de joven me fui a estudiar a Londres, mi abuela francesa, que había vivido dos guerras mundiales desde esa condición, me dijo: “Prométeme que no te casarás nunca con una alemana”. Bien. No creo que las abuelas de hoy en Francia digan eso a sus nietos. Es lo que hemos ganado. Pero los más jóvenes deben también pensar que la paz que vivimos se puede quebrar.

Siria: internacionalización sin intervención

Por: | 11 de octubre de 2012

En el fondo, todos se están escudando en Rusia y China para evitar tener que pronunciarse sobre una intervención militar en Siria. Moscú y Pekín siguen vetando toda resolución significativa del Consejo de Seguridad de la ONU. Y los demás, y muy especialmente Estados Unidos y los europeos, pero también los árabes, respiran. Pues sería una intervención militarmante compleja, de resultado inseguro, y que podría llevar a un caos del que luego habría que ocuparse.

Que no haya intervención oficial no significa que no se esté dando un cierto grado de injerencia en la práctica. Irán tiene a militares sobre el terreno en apoyo del régimen de El Asad. Y Arabia Saudí y otros países del Golfo están armando a los rebeldes, pero habrían acordado con EE UU proporcionarles solo armas ligeras y no otras más poderosas, como las antiaéreas, dado el temor de Washington a que acaben en manos de grupos yihadistas no controlados, presentes en Siria. Y tras el precedente de Libia, no sería nada sorprendente que miembros de los servicios especiales de Catar y del Reino Unido (los segunods formaron a los primeros) estuvieran sobre el terreno, para recabar información e incluso organizar a los rebeldes.

Turquía está actuando, por proximidad. De hecho, las incursiones sirias en su territorio podrían activar el artículo 5 dela OTAN, aunque ésta de momento lo ha evitado, pues no querría verse implicada como tal en un conflicto para el que no está preparada. Claro que Turquía tiene también intereses directos no solo por vecindad con Syria, sino para evitar que surja un nuevo foco kurdo autónomo en Siria, como ya ha ocurrido en Irak.

Y, desde Egipto, su presidente islamista, Mohamed Morsi, se opone a toda intervención militar foránea en Siria, temeroso también de que el país caiga en un caos dificilmente gestionable que podría derivar en una guerra regional. Sigue abogando por una salida negociada, liderada por los árabes (con Egipto a la cabeza).

Obama y su administración, que en razón de las elecciones aprendidas en Irak y Afganistán, intentan que EE UU evite verse arrastrado a una intervención, están actuando con cautela. Pero su rival, Mitt Romney intenta aprovechar la situación al criticarle. La falta de liderazgo del actual presidente, ha dicho en un discurso que anticipa su debate con Obama el próximo martes, ha llevado a que Oriente Medio  sea hoy un lugar más peligros. Él, como poco, armaría a los rebeldes.

Pero, pese a todas estas cautelas de todos los actores en la región, el caos aumenta. Una intervención no serviría. Pero la internacionalización del conflicto sin intervención desde fuera no lo resolverá. De momento lo que hay es una injerencia vergonzante, que esconde no solo las posiciones ante una guerra civil para acabar con una dictadura, sino un nuevo pulso entre Arabia Saudí (con EE UU) e Irán, el enfrentamiento que define casi todo en la región.

 

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