Andrés Ortega

Discretamente hacia la Unión Política

Por: | 07 de diciembre de 2012

Edemocracy

De cara al próximo Consejo Europeo, los días 13 y 14 de diciembre, el Gobierno de Mariano Rajoy va a presentar en breve una contribución española al desarrollo de la Unión Política en la UE que no implique cambios en los tratados, sino modificaciones en sus modos de funcionamiento, sobre todo para paliar el problema del déficit democrático de algunas instituciones. Nadie se la ha pedido. Pero es positivo que España demuestre capacidad de propuesta, y que el Gobierno lo haya hecho consultando a la oposición socialista, a expertos y a think tanks.

Así la contribución recogerá, entre otros elementos, que de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo en junio de 2014, los partidos políticos europeos presenten sus candidatos a la Presidencia de la Comisión Europea. Y el que tuviera más apoyos, sería nombrado por los Gobiernos.  Incluso se propone dar un paso más, y que esos aspirantes vayan también en las listas al Parlamento Europeo en sus respectivos países, pero hagan campaña en los diversos Estados miembros. Aunque no tanto como una elección directa –que sí le daría plena legitimidad democrática al presidente de la Comisión- tal avance empezaría a llenar un vacío y daría significado a unas elecciones que se suelen despreciar. No crearía un demos europeo, pero permitiría avanzar a la espera de que se reformen los tratados.

Respecto a la Unión Política, y temeroso que un esfuerzo necesario en este terreno dificulte un acuerdo perentorio sobre la Unión Bancaria, las medidas que está proponiendo el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, junto a los de la Comisión, el Eurogrupo y el BCE, son demasiado vagas. Él mismo se ha declarado contrario a la elección del presidente de la Comisión Europea por sufragio directo.

Hay una cierta reticencia en algunos gobiernos (de Francia y Holanda, entre otros) a entrar en el complejo proceso de reformas de los tratados, dado que pueden acabar en refrendos de incierto resultado, sobre todo en tiempos de crisis económica. Y sin embargo otros muchos expertos, e incluso según ha dejado traslucir, la propia Merkel, creen inevitable que se tendrá que llegar a ello (y a una reforma de la Constitución alemana, sancionada por referéndum como ha sugerido el Tribunal de Karlsruhe). Lo primero que habría que reformar es el sistema de reforma para que, como ocurrió con el Pacto Fiscal, pudiera entrar en vigor cuando lo hubiera ratificado un número dado de Estados miembros, lo que pondría presión sobre los refrendos que va no podría resultar paralizadores (salvo en el caso de Alemania y Francia, por una cuestión de hecho, pues, parafraseando a Orwell, en la UE aunque todos los Estados son iguales, hay unos más iguales que otros).

Pasa un poco como con la Constitución española. Algunos de los actuales responsables políticos, temerosos de perder en el proceso, prefieren no tocarla, pese a su obsolescencia y pérdida de legitimidad parciales (el último Barómetro del CIS arroja que un 52,5% de los españoles se considera poco o nada satisfecho con la Constitución). Se trataría de lograr los mismo objetivos por medios de interpretaciones y leyes, sin tener que modificar la Carta Magna. Pero, al final, esta Constitución  -sobre la que no se han pronunciado los que en España tienen menos de 52 años-, habrá que modificarla, como habrá que tocar los tratados europeos. Tanto en Europa como en España estamos entrando en un periodo constituyente, aunque no queramos llamarlo aún así.

Occidente frente a los islamismos

Por: | 01 de diciembre de 2012

Cairo-Egypt-Muslims

Frente al crecimiento de los islamismos, Occidente está perdiendo pie e influencia en Oriente Próximo y el mundo árabe en general, y entre los occidentales, los europeos mucho más que Estados Unidos.

La Asamblea General de Naciones Unidas ha aprobado acoger a la Autoridad Palestina como “Estado no miembro observador” a pesar de la oposición de EE UU (y no digamos de Israel). Ha sido un paso importante para Palestina, no sólo por sus efectos simbólicos y prácticos, sino también porque en el camino se ha cobrado una pieza importante: la Unión Europea. No es que hubiera que esperar una unanimidad imposible entre los 27 dadas sus diferentes historias e intereses. Alemania, que en razón del Holocausto, nunca hubiera votado en contra de Israel, esta vez se ha abstenido. Y solo han votado en contra los checos. En general, esta vez ha habido más unidad europea, pero sin consecuencias. Y con todo esto, ¿dónde ha quedado el Cuarteto (EE UU, Rusia, la UE y la ONU)?

Occidente no está sabiendo situarse bien ante un convulso mundo musulmán, y más específicamente árabe. Nunca ha sabido como tratar el islamismo, o los islamismos, pues son varios. Aunque España sí tuvo entonces una actitud dialogante, los europeos no supieron hacerlo en la Argelia de finales de los 80 ante el experimento del Frente Islámico de Salvación que acabó con el golpe de Estado de 1991 apoyado por Francia, que llevó a una guerra civil. Ni ante la victoria de Hamás en Gaza en 2006. Y ahora tampoco frente a la ola islamista en Túnez, Egipto y otros países encuentra una posición, quizás porque su capacidad de influencia es baja, a pesar del dinero que recibe Egipto de EE UU. A los europeos les incomoda la Turquía musulmana –a la que la UE cierra su puerta- y el islamismo democrático de Erdogan. El triunfo islamista en tantos países del norte de África no llegó, sin embargo, como una sorpresa para muchos gobiernos. Era lo esperable. Y aunque hacen movimientos más que preocupantes, como en el caso del presidente egipcio, Mohamed Morsi, frente al salafismo los Hermanos Musulmanes se presentan como los moderados. Morsi lucha por el islamismo contra el laicismo (que tuvo una fuerza considerable en las urnas aunque no se tradujera en escaños ni en posibilidades presidenciales). Pero también lucha contra el antiguo régimen de Mubarak que aún conserva muchos resortes de poder. En todo caso hay que recordar que la unión de dos vocablos como “democracia” y “cristiana” tardó siglos en fraguarse en nuestra  Europa.

El auge de los Hermanos Musulmanes también trastoca los cálculos de Occidente que ve con satisfacción como la influencia chií del islamismo iraní está retrocediendo en la zona con la crisis de Siria y los problemas de Hezbolá, pero para dar paso a un islamismo suní (siempre presente en el Golfo y especialmente en Arabia Saudí), que no solo Occidente no controla, sino que se puede volver antioccidental. Cuando caiga, el régimen de El Asad puede verse remplazado por uno islamista suní. Ya, ni amigos ni enemigos, con un Catar que defiende un régimen cerrado a base de inversiones en el exterior –ahí está, en las camisetas del Barça- y Al Jazira. No obstante, como ha demostrado el decisivo impulso de Morsi , y la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, para un alto el fuego entre Israel y Hamás, la cooperación es posible.

No hay que tenerle miedo al islamismo político, sino aprender tratar con él a la vez que se apoya a los movimientos laicos. Que no se repita el error que se cometió con Argelia dos décadas atrás.

Un país de huérfanos

Por: | 28 de noviembre de 2012

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España se está llenando de huérfanos. Huérfanos de líderes, de partidos, de referentes políticos, intelectuales y mediáticos. De ideas. Como decía un personaje de Almodóvar, los españoles andamos como vaca sin cencerro. No es que como planteara Ortega y Gasset que lo que nos pasa sea que no sabemos lo que nos pasa. Sí lo sabemos. Lo que desconocemos es a dónde vamos, incluso a dónde queremos ir. No hay proyecto de país.

Desde hace años se puede decir que vivimos en un mundo, el del capitalismo globalizado, tan complejo que no se puede comprender. Zygmunt Bauman apuntó esta incomprensión como una de las características del mundo líquido. A España le alcanzó de lleno la crisis hace cinco años. Y hoy (con la excepción de Grecia y Portugal), la sociedad española parece más perdida que otros países de su entorno.

Los intelectuales han salido en tromba, a favor y en contra, ante el reto de los soberanistas catalanes. Pero llevan demasiado tiempo sin opinión profunda sobre la cuestión de la crisis, quizás porque aunque rechacen lo que ven tampoco acaban de entrever una alternativa. Con lo que, mientras la sociedad se deshilacha, están haciendo dejación de su deber. ¿O será que, por otros motivos, hemos dejado de tener intelectuales que sirvan de referentes?

Hoy mucha no se reconoce en lo que eran señas de identidad básicas. La condición de orfandad puede detectarse en cualquier conversación que tengamos en nuestro entorno familiar, laboral o de amistad. La gente está perpleja, lo que se corresponde con la perplejidad de los dirigentes en muchos ámbitos, incluido el europeo. Pero también lo indican las últimas elecciones en Galicia y en Cataluña, y los sondeos de los últimos tiempos, cuando se analizan no por los escaños logrados, sino en voto o en intención de voto absolutos que es lo que refleja el sentir social.

Si la crisis de liderazgo es patente de forma general, lo es especialmente en la política, y no porque la gente haya dejado de valorar su voto en favor de la abstención cuando pueden ejercer su derecho. En las encuestas, es, significativamente,  en la abstención donde hay más movimiento. Hay un desgaste de todos los partidos elevadísimo a estas alturas de legislatura. PSOE, IU y UPD retienen sólo las tres cuartas partes de sus votantes (la otra cuarta parte ha saltado en distintas direcciones, básicamente la abstención o la nada, por una especie de cabreo social). Esto significa que la legislatura “está siendo intensísima, produciendo cansancio a la opinión pública”, según el sociólogo de la Universidad Carlos III, José Antonio Gómez Yáñez  que ha elborado estos datos.  

El PP está perdiendo votos a raudales, según se desprende del último barómetro del CIS. En las elecciones de hace un año, obtuvo un 31,6% del voto sobre censo electoral. Ahora, según el dato de intención de voto más simpatía del CIS, ha caído a un 19,2%, un pérdida de cuatro millones de votos, aún más grave pues sale de los sectores sociales más activos.

El PSOE está perdiendo votos también en todas direcciones, especialmente hacia la abstención (9,2%) y hacia IU (5,5%), y lo ocurrido en Cataluña es parte de una tendencia general, aunque agravada por su posición confusa ante la cuestión catalana. Pero Gómez Yáñez  cree detectar un cierto movimiento en el ámbito de la abstención (en las encuestas pues a la hora de ir a votar, como en Cataluña, esta se reduce y la gente participa), donde el PSOE podría estar recuperando terreno. Ha perdido un millón y medio en un año, pero recibe una fuerte corriente de votos de los abstencionistas: un 17,6% de ellos manifiesta ahora intención de votar al PSOE, pero se trata de un voto posicional de izquierda, que se identifica poco con el partido receptor de su voto. Es un voto para castigar al PP o al partido en el Gobierno local, tan endeble que ya se ha visto lo sucedido en Cataluña donde ese voto se ha ido a ERC, IC-IU o Ciutadans.

Los ciudadanos de esta España se sienten cada vez más huérfanos. La orfandad de referentes políticos encierra también la ausencia de referentes intelectuales, personales o colectivos. En este terreno, el impulso de la Transición se está agotando. Esta se movió con un proyecto de país europeo. Necesitamos urgentemente renovarlo. Algunos, como el Círculo Cívico de Opinión, lo intentan. Es una tarea que no corresponde solo a los políticos o al Gobierno, sino a toda la sociedad.

Carta 91: un intento de crear un Irán abierto y tolerante

Por: | 20 de noviembre de 2012

Movimiento Verde protesta

Inspirados en la Carta 77 que impulsó en Checoslovaquia Valclav Havel, y en la Carta de la Libertad de militantes surafricanos en 1995, un grupo de  intelectuales y activistas iraníes está promoviendo una iniciativa, titulada Carta 91, para reclamar los derechos y libertades más fundamentales para su país, dentro de un espíritu de tolerancia, rechazo de la violencia y concordia. La idea ha surgido tras la represión de la revuelta del “movimiento verde” que siguió a las elecciones de 2009, y que en parte fue un precursor, desde el mundo persa, de las posteriores primaveras árabes.

Su objetivo no es solo poner en aprietos al régimen de los ayatolás, sino también intentar superar la pasividad de muchos iraníes y la tendencia a criticarse entre ellos, dentro del país o en la diáspora. Los promotores han querido que estuviese representado el máximo arco político posible, desde la izquierda a los monárquicos, desde Shohreh Aghdashloo, una actriz nominada al Oscar en 2003, al antiguo líder estudiantil Ahmad Batebi, o incluso al propio Reza Pahlavi, hijo del fallecido Shah de Irán.

Uno de sus inspiradores de esta Carta es el filósofo de doble nacionalidad iraní y canadiense, Ramin Janhanbegloo (Teherán 1956), que fue encarcelado durante varios meses en Teherán en Irán en 2006 acusado de espionaje y que acaba de publicar en España La hora de Gandhi. Para el intelectual, que conoce bien España, se trata de una iniciativa desde la sociedad y para la sociedad, más que contra los poderes políticos. “La sociedad iraní debe organizarse a sí misma  y practicar la no-violencia si quiere evitar caer en nuevas formas de tiranía”, señala en conversación por correo electrónico.


RaminLa Carta 91 han sido ya suscrita, según Janhanbegloo, por cuatro centenares de iraníes fuera del país, y unos 60 dentro. Intenta “crear las bases morales de nuestro futuro político compartido, sin las cuales los partidos políticos se convertirían en instrumentos de dominación en manos de oportunistas totalitarios”. Busca generar “un diálogo nacional basado en un nuevo discurso que englobe la libertad individual, la diversidad, la libertad religiosa, la tolerancia, la no-violencia y los límites del Estado. Se presentan como la voz de una generación, la que en 1979, cuando la revolución jomeinista, era muy joven, o incluso no había nacido.

 “Dos revoluciones” [en 1906 y 1979], señala la Carta, “han fracasado a la hora de establecer y mantener un gobierno democrático y responsable”. “En cada ocasión, un gobierno totalitario ha suplantando a régimen ancianos que se caían”. Los iraníes llevan décadas luchando por la democracia. Pero  el primer ministro legítimo,  Mohammad Mosaddeq, fue derrocado en 1953 por un golpe militar instado por EE UU y el Reino Unido en defensa de los intereses de sus petroleras tras la nacionalización del sector, para poner en pie el sanguinario régimen del Shah.

La Carta pida que sea la población, con el derecho de reunirse y expresares libremente, la que elija a un nuevo gobierno. Pide igualdad para la mujer y libertad religiosa,  incluida la libertad de cambiar de religión, lo que el Islam integrista impide, así como la abolición de la pena de muerte. En el terreno exterior, aboga por una política que aspire a “reforzar los vínculos de Amistad con otros países y mantener la paz con los pueblos del mundo”. Pero ha sido criticada por no defender explícitamente la integridad territorial de Irán. Por supuesto no entra en la cuestión nuclear, que suscita un amplio consenso en la sociedad iraní más allá del actual régimen. Pero también la vía diplomática: "Parece que los elemntos más importantes entre las elites políticas iraníes estuvieran preparando el terreno para negociaciones serias y decisivas con EE UU al respecto", dice el intelkectual iraní.

Jahanbegloo no es tan ingénuo como para creer que la Carta vaya a cambiar la realidad en un futuro próximo. Pero sí aspira, al menos, a provocar un debate, Ha recibido el apoyo de varias publicaciones extranjeras. Entre ellas la de la revista francesa Esprit.

 

Suerte.

Sistema dinástico

Por: | 15 de noviembre de 2012

China

La China es una dictadura sin dictador, de sistema. Es más, trata de evitar el surgimiento de líderes carismáticos y asegurar la estabilidad política con el  Partido Comunista Chino (PCCh, organización que vertebra el país más poblado del mundo) y unos relevos cada diez años que impiden que nadie se afiance. Este complejo sistema de renovación del liderazgo fue en buena parte diseñado en su día por Deng Xiaoping, aunque el propio impulsor de la modernización de China tras Mao no logró controlar a su gusto el ascenso de la Tercera Generación. Hoy el sistema ha alcanzado su punto álgido con el paseíllo de los siete (eran nueve anteriormente) miembros del Comité Permanente del Politburó. Con el nuevo secretario general, Xi Jinping, llamado a ser presidente del país en unos meses, a la cabeza de un grupo que ejercerá una auténtica dirección colegiada en tiempos que se anuncian difíciles, y que está por ver si permitirán mantener la semblanza de armonía.

De hecho, la transición en la estabilidad es relativamente reciente, pues no se dio hasta el ascenso de la Cuarta Generación, la que ahora sale, la de Hu Jintao. El proceso de relevo se ha convertido en un largo y complejo baile de ajustes de intereses y de facciones,  que no siempre ha resultado fácil de conducir hacia este resultado. El chispazo del caso del depuesto  Bo Xilai lo demuestra, en un sistema que no gusta de la improvisación. 

Con la llegada de la Quinta Generación, el chino se revela también como un sistema dinástico. Aunque sin rey, sí ha creado sus príncipes, hijos de los primeros dirigentes comunistas que llegaron a altos cargos, que ahora ascienden, organizados en familias poderosas desde un punto de vista político, y también económico. La familia de quien más relaciones tiene acumula más riqueza y poder, como ha demostrado el caso de la del primer ministro Wen Jiabao, sacado a la luz por una investigación de The New York Times.

Es  un modelo que se empieza a ver con interes desde algunas miradas occidentales. Como señalan Daniel Bell y Eric Li, los que llegan arriba en China han pasado por años de selección de todo tipo, incluidos en muchos casos, periodos de estudio en el extranjero. Y no son meros funcionarios. Son políticos. Dentro de una meritocracia. Pero como indican estos observadores, esta meritocracia solo puede darse en un contexto de partido único. Aunque, como señalan, la corrupción lo corroe todo, pues no hay nadie que “guarde a los guardianes”.

Mucha gente cree que China, dado su tamaño, no es apta para una democracia de tipo “un ciudadano, un voto” y que, de intentarlo, caería en el caso, casos gigantesco pues todo es gigantesco en China. Y sin embargo, hay demandas de cambio, especialmente a medida que se desarrolla una pujante clase media. Hoy la democracia europea, con sus clases políticas en descrédito y su crisis económica, no es un ejemplo. La de Estados Unidos, mucho más.  Quitemonos las gafas eurocéntricas al analizar China.

Vargas Llosa describió los 70 años de dominio  del PRI en México como la “dictadura perfecta”. Más perfecta parece la China. Aunque si no se reforma, se ahogará, también en el caos. De momento el nuevo liderazgo se presenta como reformista, aunque no dice lo que tiene en la cabeza, o entre manos. Aparece como esencialmente conservador, aunque las tareas a las que se enfrenta son ingentes. ¿”Democracia interna en el PCCh” ¿”Democracia consultiva”? ¿Abrir el cierto grado de pluralismo (de candidatos, no de partidos) que se da en las elecciones locales? Son conceptos que se han barajado en el XVIII Congreso. Pero el sistema solo quiere cambiar para asegurarse que perdurará, de momento arropado en la legitimidad del crecimiento económico y de una cierta vinculación con una tradición milenaria.

El orgullo de ser chino

Por: | 12 de noviembre de 2012

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Cátedra China es un intento de aunar en España conocimientos e interés por China. Una iniciativa de la sociedad civil, agrupa en su claustro a un centenar de expertos del mundo académico, empresarial y periodístico. La semana pasada se presentó en Madrid de la mano de sus promotores  Marcelo Muñoz y Kurt Grörsch (y en los próximos días se celebrarán actos en Sevilla y en Barcelona). El momento no puede ser más oportuno cuando en China se está celebrando el XVIII Congreso del PCCh que supone el ascenso al poder en todos los órdenes de la llamada Quinta Generación.

Una de las personas que habló en la presentación en la que tuve el honor de participar, fue Puren Jiang, una joven china que estudia Administración de Empresas en Madrid, miembro del Claustro Junior de esta Cátedra. Lanzó dos mensajes de calado. El primero, que China llegaría a la democracia, pero que les dejáramos hacer a ellos, pues lo harían a su debido tiempo y por ellos mismos.

El segundo fue el orgullo que sentía de lo que había logrado China en un periodo corto de tiempo. Con razón, y esfuerzo. Posiblemente ésta sea la mayor revolución pacífica de la historia. Baste pensar lo logrado en los últimos 30 años, desde que Deng Xiaoping lanzó el proceso de reformas que ha llevado a China a ser lo que hoy es. En 2002, cuando la Cuarta Generación llegó al poder, la economía china se situaba por detrás de la del Reino Unido. En 2012, es la segunda del mundo, y la OCDE, en su informe de prospectiva 2060, ya pronostica que adelantará a EE UU (en PIB total, no por habitante) en 2016, es decir, antes de lo previsto.

Claro que estos análisis están basados en tendencias. Y como señala una famosa frase del economista británico Alec Cairncross, “a trend is a trend. The question is, will it bend?” Y hoy China tiene serias debilidades, más peligrosas que sus fortalezas. envejecimiento de la población (y falta de mujeres jóvenes); desigualdad y desequilibrios sociales (campo-ciudad, Este-Oeste);  reivindicaciones territoriales; demandas de libertad (probablemente antes que de democracia, pese a la afirmación de Puren Jiang; crecimiento económico y modelo de desarrollo cuando se están agotando el basado sobre costes bajos y alta calidad; y la falta de materias primas. Y todo ello dentro de un nacionalismo que puede prender aún más en caso de problemas internos

Pero de momento, es como decíamos, la segunda potencia económica mundial, además, como recordó Marcelo Muñoz, la segunda científica, la primera en Mercado Exterior, la primera manufacturera, la 2ª/3ª espacial y tecnológica, la primera en reserva de divisas y la primera potencia en graduados  universitarios por año, por no hablar de patentes, ingenieros, etc.

El contexto es nuevo, pero se va abriendo camino la idea de que China no está emergiendo, sino volviendo a emerger. Durante dos milenios fue la primera economía del mundo. Y en 1820, cuando empezó su declive, representaba un 30% del PIB mundial, es decir, más que Europa y EE UU juntos. Se entiende el orgullo de ser chino.

Ortega y Gasset vaticinó que Europa se uniría cuando viera la coleta del chino asomar por los Urales, o hubiera un gran conmoción en el magma islámico. Esto yo ya desde hace un tiempo en marcha. Y el chino ha llegado a Europa con corbata.

Cátedra China cuenta ya con su página web: www.catedrachina.com

La foto es de es de una multitud de estudiantes, saliendo del examen de selectividad, en la ciudad de Jinan. Según Marcelo Muñoz, el año 2011 se presentaron más de 7 millones y sólo aprobaron 6,2 millones de ellos, es decir, el 27% de los jóvenes de su quinta. Este año se presentaron 9.5 millones y aprobaron 7 millones largos, o un 30% de los ciudadanos de esa edad. Europa queda atrás. No digamos ya España.

Alivio, solo alivio

Por: | 09 de noviembre de 2012

Obama 4 años

Más que una ola en ensoñación o incluso de mera esperanza, la victoria de Obama ha provocado un gran alivio entre los ciudadanos centristas y progresistas de EE UU y en casi todo el resto del mundo. Alivio porque no llegara a la Casa Blanca un representante de la plutocracia, como lo llama The Nation, de ese menos del 1%, que, en el caso de Romney, pagaba menos impuestos que su secretaria (aunque Obama se rodeó de tiburones de Wall Street a la que no ha amordazado). Alivio porque Romney presentaba facetas muy distintas y contradictorias, sin saberse realmente qué representaba, y podía haber sido presa fácil de los radicales del Partido Republicano. Obama representa la política –económica, social, interna y exterior- razonable y poco estridente. Alivio por ver que el primer presidente negro de la historia de EE UU no caía a la primera, lo que hubiera supuesto un enorme paso atrás en la integración racial en unos EE UU en los que la raza ha sido una de las líneas divisorias esenciales de esta elección, algo que no debería repetirse.

Pero por detrás del alivio hay otras realidades. Obama ganó por poco (50% frente a 48%). Y, como bien recoge The New York Times en unos gráficos sobre los que vale la pena detenerse junto a las encuestas a pie de urna, ha habido un corrimiento del electorado hacia la derecha, aunque insuficiente para aupar a Romney. Los republicanos han conservado la Cámara de Representantes, y pese a la derrota en su seno de alguno de sus portavoces más estridentes, el Tea Party estará muy presente. Tampoco en el Senado, controlado por los demócratas, parece que Obama dispondrá de una mayoría suficiente para evitar el filibusterismo de los republicanos radicales.

Nada garantiza que el Partido Republicano se vaya a centrar, salvo en la cuestión de la inmigración y los hispanos pues han comprendido que sin ellos nunca regresarán a la Casa Blanca. El Tea Party no está muerto. Había quedado agazapado desde que Michele Bachmann diera en mayo pasado su apoyo, reticente, a Mitt Romney.

A ello hay que sumar una nueva realidad, la de que en materia económica el presidente de EE UU, el llamado hombre más poderoso de la Tierra, tiene, comparativamente, menos poder que el primer ministro británico. La agenda de Obama II, que realmente no tiene un mandato claro, le vendrá en buena parte impuesta. Aunque la solución que le hubiera dado Romney hubiera sido diferente.

Lo que hemos visto en estas elecciones es una sociedad dividida y polarizada  según divisorias sociales, y muy esencialmente raciales. Va a ser tarea central de Obama contribuir a cerrar esta brecha. Es su intención declarada (pero también lo fue cuando llegó a la Casa Blanca). Va a tener poco tiempo para lograrlo. Los dos próximos meses para evitar que EE UU caiga en el precipicio fiscal (subida de impuestos y bajada de gasto pública de forma automática salvo acuerdo), lo que requerirá una gran capacidad de negociación. Después, los 14 primeros meses de su segundo mandato serán decisivos. Le seguirán las  elecciones al Congreso de 2014, y  perderá fuerza cuando los ciudadanos y poderes empiecen a concentrarse en quién le sucederá. Pero los últimos meses pueden ser también útiles. “Los primeros 14 meses son útiles; los últimos 14 también; y en medio, te hundes”, ha señalado Rham Emanuel, primer jefe de Gabinete de Obama en la Casa Blanca y actual alcalde de Chicago.

La gran aportación de Obama sería contribuir a liberar el Partido Republicano del secuestro a que le ha sometido el Tea Party. Este no le perdona a Obama su programa de cobertura sanitaria, su apertura a la inmigración, sus intentos de subir los impuestos para los más ricos, y, sobre todo, ser el primer presidente negro en la Casa Blanca.  Por ello, es de temer que Obama tenga que lidiar con unos republicanos a la greña, cuando va a tener que hacer frente a una situación económica e internacional complicada. De ahí la imagen que la revista Business Week proyecta de él para dentro de cuatro años, aunque Obama, libre del peso de la relección, seguramente sorprenderá.

Cinco duros años más

Por: | 05 de noviembre de 2012

Merkel Rajoy

Al menos a Angela Merkel no se le podrá acusar de andarse por las ramas. El pasado sábado se sinceró al considerar públicamente que la crisis de la Eurozona duraría, como poco, cinco años más. Un lustro suplementario, como poco, de esfuerzos de todos. Y probablemente sea así.

Merkel no ha elegido al azar ni por redondeo este periodo de tiempo, sino porque quiere transmitir así que necesita el año que le queda y otra legislatura para sacar a Alemania y a Europa, y en especial al euro, de la situación en la que está.

Cinco años no son muchos para estabilizar la unión monetaria europea y completarla para asentarla sobre unas bases sólidas que han de incluir la economía europea pero también las nacionales. Piénsese que se requiere una unión bancaria, además de la fiscal. Y más allá, una reforma de los tratados con los consiguientes refrendos que se sumarán a los de los necesarios cambios en la Constitución de Alemania y de otros países. Todos de incierto resultado, lo que generará más incertidumbre europea.  Y entretanto, cada país debe hacer sus deberes, en plena incertidumbre global.

"Necesitamos un gran esfuerzo, de cinco años y más", ha dicho la canciller alemana, y grandes reformas estructurales. Lo hecho hasta ahora es poco. La verdad es que en España, el Gobierno ha prometido muchas reformas estructurales, pero se han hecho pocas. Salvo la laboral, las principales deben pisar muchos callos e ir contra numerosos intereses creados en un país aquejado de mercantilismo plutocrático. ¿Podrá?

Frente al realismo de Merkel, frente a la terapia de la verdad, los ministros españoles ven y hablan de brotes verdes. Como si no hubieran aprendido de los errores del pasado, y como si quisieran engañarse a sí mismos antes incluso que a la ciudadanía.

Es verdad que algunos indicadores están mejorando al amparo de la devaluación interna que está viviendo España, la única salida ante la crisis en una unión monetaria que imposibilita devaluaciones externas. Pero esta devaluación de salarios y recortes de plantilla no se ha visto acompañada aún suficientemente de una caída de precios, ni claro está de recuperación de empleo. Pero España ha ganado competitividad. Es el único país de la Eurozona con Alemania que no ha perdido cuota de mercado internacional con la crisis. El saneamiento del sector financiero también colaborará a la eventual recuperación de la economía.

Pero de ahí a unos brotes verdes hay un trecho. De momento, cinco años más a peor, como apunta Merkel, sin eufemismos político-económicos sobre la reducción en la aceleración de la tasa de destrucción de empleo o de la contracción de la economía. A peor es a peor, aunque sea un peor menos malo. Pero malo es, y se van a requerir más esfuerzos y más sufrimiento. Cómo se reparten es una cuestión central. Así como la de si el modelo europeo del Estado del bienestar sobrevivirá.

Escocia desde Madrid

Por: | 28 de octubre de 2012

Scotland flag

Cuando españoles y británicos se reúnen, inevitablemente hablan estos días de Cataluña y de Escocia. Así ha sido en las Tertulias Hispano-Británicas que en su 25ª edición han tenido lugar este fin de semana en Madrid, un foro informal extremamente cálido y útil, en el que se tejen buenas relaciones.
Se ha hablado de ello en los pasillos, en las comidas y almuerzos. No, salvo en la final, en las sesiones más formales, en las que el tema predominante ha sido el euro (no porque los británicos no lo quieran para ellos, sino porque también les va la vida en que se consolide aunque ellos sigan fuera).


Nadie ve un referéndum en los próximos años, desde luego no antes de las elecciones generales de 2015. Es decir, no antes del referéndum en Escocia sobre la independencia previsto para el otoño de 2014. Son muchos los que piensan que si el Reino Unido se saliera de la Unión Europea, entonces Escocia sí se declararía independiente para permanecer en la UE. La tradición jurídica escocesa, que deriva del Derecho Romano, está mucho más próxima a la continental que la inglesa.


Edimburgo ha pedido un parecer a los servicios jurídicos en Bruselas sobre qué pasaría en caso de independencia. Si no hubiera Estado sucesor (como Rusia lo fue de la Unión Soviética), los dos nuevos Estados, Escocia e Inglaterra-Gales-Irlanda del Norte, tendrían ambos que solicitar el ingreso en la UE (lo que sería dudosos en el caso de los ingleses).


Algunos de los participantes en las Tertulias creen que si hubiera un referéndum en Inglaterra sobre la separación de Escocia, seguramente triunfaría. Inglaterra no necesita tanto a Escocia como el resto de España a Cataluña.


En todo caso, las diferencias entre Escocia e Inglaterra son marcadas no solo por el tamaño, sino por los valores, por los distintos tipos de prestaciones sociales en uno u otro territorio. Así, las tasas universitarias han aumentado sobremanera en Inglaterra, mientras que se mantiene prácticamente la gratuidad en Escocia. La gratuidad para los escoceses y, como no se puede discriminar, para otros europeos. Pero los ingleses han de pagar. Cameron con sus recortes la ha estado haciendo campaña al brillante independentista escocés Alex Salmond.


El historiador Noman Davies señalaba recientemente que el debilitamiento de cuatro factores juega en favor de la independencia escocesa:  el fin del imperio y el debilitamiento de la Royal Navy, del protestantismo (¡Cuánto anglicano ateo había en estas Tertulias!), y de la monarquía, aunque en este último caso quepa alguna duda. Pues probablemente los independentistas planteen mantener la unión de las coronas, con un mismo monarca, incluso si se separan. Es decir, una vuelta a la situación existente en 1606 frente a la que se creó en 1707.


Los sondeos indican que una tercera parte de los escoceses (podrán votar a partir de los 16 años) están a favor de la independencia; otro tercio en contra; pero dos tercios son partidarios de más autonomía. Este marco decidirá el futuro.

No hay ya revoluciones

Por: | 26 de octubre de 2012

Liberty

La economía no logra salir del marasmo en muchos países occidentales; la crisis ha disparado una desigualdad que, de un modo general, estaba creciendo desde los años 80; el paro hace estragos; y para los que tienen salarios (ya dijo Slavoj Žižek de que el asalariado ha pasado de ser un explotado a ser un privilegiado), los ven reducirse, mientras aumentan las tasas universitarias, los transportes, los impuestos y el copago por servicios. Y sin embargo no hay levantamientos sociales ni revoluciones. La prensa de EE UU pudo hablar de la Spanish revolution cuando surgió el movimiento del 15-M, el de los indignados, pero no había tal. Protesta no es lo mismo que revolución.


En 2011, cuando se manifestaban contra la subida de la edad mínima de pensión de los 60 a los 65 años, los jóvenes estudiantes franceses –entre los que ya era significativo que se manifestasen e hicieran huelgas por un asunto así- pedían: “Queremos vivir como nuestros padres”. Toda una distancia de los que en Mayo del 68 (que tampoco fue una revolución) se levantaron contra el mundo de sus padres. Y, desde luego, nunca pensaron en las pensiones.


En el mundo occidental (en las economías emergentes puede ser muy diferente) hay tres  factores que pueden explicar la falta de celo revolucionario:


En primer lugar, la ausencia de alternativas. A diferencia de otros tiempos con el comunismo soviético, hoy no hay modelo alternativo al capitalismo actual que incluye un Estado del Bienestar, aunque se lo esté recortando. La alternativa, si acaso, sería China, lo que no resulta atractivo. Los propios dirigentes chinos, además, insisten en que su modelo de capitalismo de estado autoritario no es exportable. Ellos exportan productos e intereses. Ya no revoluciones.


En segundo lugar, la salida de la miseria y la pobreza. Estas ya no son las sociedades especialmente en el caso del sur de Europa- de los años 20 y 30, ni las que salieron de una guerra que destrozó tanto a ganadores como a perdedores en el Viejo Continente. Somos más ricos. Y aunque la pobreza está subiendo con la crisis, aún hay un cierto colchón.


En tercer lugar, y relacionado con el factor anterior, está el desarrollo de las clases medias, propietarias de cosas físicas que proteger como vivienda, automóvil u otros-, que tendrían algo que perder en una revolución. Cabe añadir algunos intangibles, desde los fondos de pensiones a inversiones. Pero cuidado. El desclasamiento de importantes sectores de las clases medias puede estar generando rencor. Y si aumenta el ejército de los que no tienen nada que perder, la situación puede tornarse más revolucionaria, aunque antes tendrán que crecer las protestas.

Aurora DoradaCuando hablamos de revoluciones, siempre se tiende a pensar que serían lo que comúnmente se llama de "izquierdas" (aunque las árabes pertenecen a otra categoría). Pero también pueden venir por la extrema derecha. Pasó en Weimar. Y puede volver a pasar en otros países europeos. En Grecia, el movimiento Aurora Dorada se inspira en su ascenso social en lo que hicieron los Hermanos Musulmanes: crear una sociedad de ayuda cuando falla el Estado del Binestar.

En toda crisis siempre hay un momento de peligro desde el punto de vista de la frustración de las poblaciones. No cuando las cosas van peor, sino cuando empiezan a mejorar.

Sobre el autor

, europeo por nacimiento (padre español, madre francesa), convicción y profesión, ha sido corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País, director de Foreign Policy Edición Española y dos veces Director del Departamento de Estudios en La Moncloa. Le interesa casi todo. Ha publicado (con A. Pascual-Ramsay) ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país. Su primera novela se titula Sin alma.

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Andrés Ortega

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