03 mayo, 2007 - 19:02
Cifras y letras
Aljarafe es el nombre de una comarca de Sevilla en que el viento corre más libre y más fresco que en las encajonadas calles del centro y a donde más de la mitad de la población activa de la ciudad se ha mudado a vivir, con los consiguientes problemas de masificación e infraestructuras que son de rigor en estos casos. Aljaraque es una localidad de las afueras de Huelva donde el aire también posee un color especial y que han elegido como residencia todos los que están hartos del olor a metal y agallas que rezuma el puerto. En el Aljarafe, el precio de un metro cuadrado serviría para pagarse un viaje de ida y vuelta a Pekín, o tres o cuatro si uno no hace ascos a las compañías de bajo coste. Por lo que sé, Aljaraque no le sigue muy a la zaga en esto de los números masivos y en su suelo suelen arraigar mejor los chalés y las pistas de tenis que otros vegetales más modestos.
Las similitudes entre ambas zonas no terminan en las cifras ni en las letras. Si uno de los escándalos estrella de la pasada temporada política tuvo por protagonistas a un edil de Camas, municipio aljarafeño, y a algunos de sus amigos con los bolsillos muy grandes, en esta ocasión le toca a Aljaraque ofrecer la réplica. Orta y Pino son los nombres a los que responden el alcalde saliente de la localidad onubense y su concejal de urbanismo, una pareja que en las crónicas más recientes de sucesos políticos se ha vuelto tan indisociable como Tom y Jerry y Laurel y Hardy, pero notablemente menos graciosa. Un antiguo camarada de armas del PP acaba de acusarlos ahora de enriquecerse con el cobro de comisiones ilegales y de haber amasado una fortuna en sus años de gobierno que habría hecho silbar al Tío Gilito, y que conste que me refiero a dibujos animados y no a ningún virrey marbellí. Uno de ellos alega que las acusaciones son falsas y que incluso tiene que pedirle dinero a su mujer para arreglar una valla. Y no me extraña, si, como parece, entre uno y otro suman propiedades que rebasan los cincuenta y cinco mil metros cuadrados. Vallar sesenta veces la superficie de Andorra no está al alcance ni de los patos de Disneylandia.
En fin, estas son las desilusiones que nos depara la precampaña electoral. Hacerse político te brinda la oportunidad de comprarte sesenta países pirenaicos, pero no de cercarlos: cualquiera puede colarse sin permiso y montar una barbacoa debajo de tus pinos.
Haga usted las naturales sangrías -como manda la norma- en los puntos y aparte, tal y como les enseñan a los niños los profesores de Lengua Española, como es mi caso. Tenga en cuenta que la prensa, la convencional y la digital, nos sirve de ejemplo diario en el uso normativo y correcto de nuestra lengua escrita.
Publicado por: Anselmo | 04/05/2007 23:31:55
Anselmo, en la red no hay sangrías. Quizá kalimochos; pero sangrías no.
Publicado por: Lola | 05/05/2007 10:48:51
Anselmo, en la red no hay sangrías. Quizá kalimochos; pero sangrías no.
Publicado por: Lola | 05/05/2007 10:48:52