07 mayo, 2007 - 10:18
Mundos posibles
Mi compañero de blog Justo Navarro opina que una campaña electoral ofrece material para construir una novela negra. Estoy de acuerdo: pasiones soterradas, bajos fondos, el sendero escabroso por el que los aspirantes tratan de ascender a las gradas del poder se prestan con facilidad a ese género de sangre y pólvora. A mí, además, me parece que podría plegarse a las pautas de la ciencia ficción. Declaraciones recientes de ciertos candidatos me han recordado a una novela que concluí hará un par de semanas. El autor se llama Andrew Crumey y su relato, Mobius Dick, consiste en una extraña variación sobre la vieja y vertiginosa teoría de los mundos posibles, ya defendida por Demócrito o Leibniz. En el libro de Crumey conviven varias realidades alternativas: en una de ellas Gran Bretaña fue invadida por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, en otra Thomas Mann nunca llegó a redactar La Montaña Mágica, otra se asemeja, con leves matices de divergencia, a la que todos estamos habituados a presenciar en el momento de descorrer los visillos de la ventana. El punto de partida de Crumey se halla en la famosa aporía de Schrödinger, según la cual el concepto de contradicción no tiene cabida en el universo subatómico: un electrón puede ocupar dos posiciones a la vez alrededor de su núcleo, todas o ninguna. Para ilustrar su tesis, Schrödinger imaginó el ejemplo de un gato encerrado en una caja con una ampolla de veneno. Hasta que no abramos esa caja y miremos en su interior, el gato estará simultáneamente vivo y muerto y las dos cosas. Esto quiere decir que hasta que las urnas no ofrezcan su dictamen, la alcaldía de Sevilla pertenece al mismo tiempo a Monteseirín, Zoido y Villar, amén del resto de candidatos que ocupan menos cabeceras en la prensa. No importa que finalmente nuestra realidad se decante por uno de ellos: seguirán existiendo otras bifurcaciones en que sus rivales ocupan el puesto de edil principal.
Y ahora, por un atajo de la imaginación, yo me desplazo hasta ese mundo posible en el que Zoido empuña el bastón. Según sus declaraciones, la Sevilla de Zoido es una ciudad idílica donde los tranvías no necesitan catenarias y el metro puede horadar el subsuelo sin preocuparse de las filtraciones de agua ni los vestigios arqueológicos que bloquean los túneles. En esta Sevilla los ciudadanos remedian la congestión del tráfico recurriendo a catamaranes que les conducen por el río y les permiten llegar a la oficina dentro de los márgenes de los relojes mientras contemplan las riberas con aire de ensoñación parisina. Esta capital alternativa se asemeja a un cuadro de Renoir: en ella, todos bebemos vino en el Moulin de la Galette y miramos singlar los barcos mientras disfrutamos de la merienda.
En el ámbito de la promesa electoral, como en los de la física de partículas o la literatura fantástica, lo imposible es una noción que carece de significado. Si un gato puede estar vivo y muerto dentro de una caja, Sevilla puede ser al unísono París y el país de Oz. Todos los políticos son hijos putativos de Sherezade.
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