De mamas & de papas

De mamas & de papas

De la comedia más almibarada al thriller más terrorífico, todo es posible en un día con hijos. En este espacio, padres y madres que a la vez son periodistas, y los lectores, comparten información y experiencias para sobrevivir a estos años apasionantes pero agotadores. Participa en los comentarios o a través de nuestro correo

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Libros

Cosas que nadie te contó antes de tener hijos

Cosas que nadie te contó antes de tener hijos

por Cecilia Jan

Tener hijos está bien. En eso estamos todos de acuerdo. Es uno de los momentos más felices en la vida de una persona. Pero, como diría el maestro Yoda, tiene también un lado oscuro: falta de sueño, pechos caídos, poco sexo (y rapidito), gritos, llantos y discusiones... ¿Por qué nadie nos avisó antes de todo esto? Este libro no es una guía ni un manual de autoayuda, sino un recuento de todas esas cosas, recogidas con humor —la mejor forma de sobrevivir— por una madre reciente y que, pese a tener ya tres niños, se siente aún una primeriza.

Anécdotas de guardería

Anécdotas de guardería

por Javier Salvatierra

Veinte niños que no llegan al metro de estatura. Una habitación cerrada. Un solo adulto. Los enanos juegan, aprenden, comen (¡ellos solos y sin protestar!), duermen la siesta e incluso obedecen hasta que llega la hora de volver a casa. ¿Cómo es posible? Este libro abre la puerta de estas escuelas para contar todo lo que allí sucede. Por fin descubrirás cómo se las ingenia la profe de tu hijo para sobrevivir cada día cuando tú tienes serias dificultades para controlar a un solo niño en casa.

Adorables a rabiar

Por: | 28 de abril de 2011

Pinguinos 

Como todos o casi todos los padres que conozco, trago con que mi hijo vea más horas de televisión de las que me gustaría. Como muchos otros, soy capaz de mantener una extensa conversación sobre las peripecias de Dora la Exploradora, de Caillou, de Las tres Mellizas o de La Casa de Mickey Mouse. Sé cómo se llaman los cuatro aventureros de Little Einstein, sé lo que es una Sport-chuche y reconocería al instante la silueta de Toodles. Más de una vez se sorprende uno tarareando la tonada de alguna serie de dibujos animados o una canción de los Cantajuegos.

Dado que tengo que ver muchos programas infantiles y dada la amplia oferta que a nuestros hijos les ofrecen los canales temáticos -en mis tiempos se limitaba a Bugs Bunny y compañía, Tom y Jerry y David el Gnomo; ya algo más mayor conocí a Sherlock Holmes o D'Artacan- admito que hay algunas series que podría ver cualquier noche. Como he leído y oído decir a Carlos Boyero, a cuento, si no recuerdo mal, de Wall-E o Up, pareciera que mucho del talento y de la imaginación de Hollywood se hubiera pasado a la producción de animaciones.

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El fútbol también es cosa de niños

Por: | 27 de abril de 2011

Futbolhoy 
Solo tiene dos años. Ayer, antes de las nueve de la noche, antes del cuento de los Dálmatas, antes de hacer el pipí y beber agua, el niño prepara su ropa para ir al cole. Camiseta y calcetines del equipo de su padre que ahora, desde hace meses (vamos, desde que nació), ya es su equipo de fútbol. Tiene carné de socio y reconoce a casi todos los jugadores en la revista. Es un seguidor más. Esta noche sabe que hay un partido importante. Y si le dejan, lo verá. Y seguro que sufrirá, igual no con la misma intensidad que un adulto, pero sufrirá. En el cole, como en el trabajo, en el supermercado, en el bar, todo el mundo habla de lo mismo: el partido que enfrenta al Real Madrid con el Barça. 

La pregunta es: ¿el niño ha elegido libremente su equipo de fútbol o no ha podido evitar la pasión/presión de sus mayores por un determinado equipo?

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Autor: Ricardo Gutiérrez
Hace unos meses, asistí a una escena bastante hilarante durante una visita al Zoo de Madrid. Mientras esperábamos a que empezara el espectáculo de los delfines en el auditorio, una madre, a mi lado, le insistía a su hija, que tendría unos dos o tres años, para que se terminara el puré que le estaba dando. En un momento, ya cansada de la resistencia de la niña, le dijo enfadada: "¡Como no te lo comas, no salen los delfines!". Lo divertido es que mientras, a la vista de la niña pero a espaldas de la madre, los delfines nadaban y saltaban... Creía que era insuperable en cuanto a pérdida de credibilidad materna hasta que esta semana santa, en un hotel costero, escuché a otra madre decirle a su hija: "¡Como no te comas el yogur, la playa se va a llenar de tiburones!".

En esto de la comida, reconozco que soy más de sobornos que de amenazas, y que no soy muy pesada (algunos quizá me consideren dejada). Algunas veces, insisto para que mis niños coman un poquito más, pero normalmente, si no quieren, les dejo. Con David (tres años y medio) funciona el soborno duro y puro, aunque solo lo aplico en situaciones especiales (vacaciones, comidas fuera): si quieres un poquito de Fanta, cómete tres bocados más. Natalia es más pequeña (¡dos añitos este viernes!) pero mucho más cabezota, o digamos, íntegra: si no quiere más, no hay nada que la haga cambiar de idea. A veces, jugando a "¿cómo abren la boca los hipopótamos?", le cuelo un par, pero cuando dice basta, da igual lo que hagas.

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Cómo montar una cuna de viaje y no morir en el intento

Por: | 25 de abril de 2011

Cuna 
Cunas de viaje. No conozco a nadie, NADIE, que haya sido capaz de montar una cuna de viaje a la primera. Tengo unos amigos que regresaron de las vacaciones abandonándola en un bungalow ante la imposibilidad de plegarla y meterla en el coche. Otros la rajaron para descubrir cómo  funciona el mecanismo que fija las barras superiores. Pero ni así: permanece al lado de su cama, armada de mala manera, atada con cordones de zapatos. Mi madre se la pidió con los puntos de La Caixa y jamás logró mantenerla en pie. Bueno sí, la vez que a medianoche se plegó con la mayor dentro. Al día siguiente la tiró.

Los de la foto somos nosotros –una pareja de amigos, el padre de las niñas de la que escribe y una servidora— el pasado viernes, intentando montar una cuna de viaje. A estrenar, se la regalaron a otra amiga, que ese día no estaba. Perdón por la mala calidad de la imagen, pero la situación no daba para más. Qué estrés. Sudor, discusiones conyugales, tirones musculares, tacos… y un corro de abuelos mirando y opinando. Tal que así: “Ya ves tú para que sirven cuatro licenciaturas, un posgrado, dos masters y un doctorado”. Para nada. Claro que las instrucciones tampoco ayudan. Son del tipo: paso uno, seguir atentamente el paso dos. Paso dos, repetir el paso uno. No es que la cosa dé para llenar de materia una asignatura en la escuela, pero se agradecería un poquito más de claridad.

La clave, dicen, está en armar primero el arco superior de barras y apretar luego el paraguas del fondo. Para desmontarlo, en teoría, funciona estirar primero el paraguas y desmontar luego las barras. Que, no te lo pierdas, esta vez hemos descubierto que tienen doble juego cada una: no basta con un click para plegarlas. El codo de cada barra tiene que hacer dos clicks: uno hacia cada lado. Entre montaje y desmontaje, una horita de mano de obra no te la quita nadie.

Cuentos para Sant Jordi

Por: | 20 de abril de 2011

Herminiasirvent 
Llega Sant Jordi y es el momento ideal para comprar libros y también cuentos. Por supuesto. A continuación algunas propuestas, aunque también esperamos aportaciones de todos los que visitáis este blog y os gustan los cuentos.

  
Supernanas 
El libro de SuperNanas,
de la Fundación TheLoveComes.  En las páginas del libro encontrarás las SuperNanas ilustradas por mágicos artistas y una serie de talleres inspirados en las SuperNanas y pensados para que niños y niñas pinten, dibujen, recorten, peguen, construyan, coloreen y, en definitiva, se entretenguen estimulando su imaginación. El libro de SuperNanas (al igual que el CD) recauda sus fondos para la ONG Save the Children y los recomiendan desde Bateau Lune.

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Cómo cuidar la voz desde pequeños

Por: | 19 de abril de 2011

Foto: Bernardo Pérez 

Este sábado se celebró el Día Mundial de la Voz. Un instrumento que no valoramos lo suficiente hasta que lo perdemos (no hay más que recordar lo mal que se pasa cuando se está afónico, cuando se quiere decir algo y no se puede), y que un tercio de la población activa necesita como herramienta de trabajo. María Bielsa, secretaria de la Sociedad Médica Española de Foniatría (Somef), me manda algunos consejos para que todos cuidemos la voz, y algunos específicos para los niños, que creo que pueden ser útiles.

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Con la culpa por montera

Por: | 18 de abril de 2011

Maletablog 
Si todo ha ido bien, si no ha habido un terremoto en el cielo, cuando leáis esto estaré llegando a Shangai. Viaje de curro. La ocasión perfecta para un ataque de culpa de los buenos. El viaje me hace mucha ilusión, ¡China!, pero me siento culpable por irme en plenas vacaciones escolares de Semana Santa y haber tenido que desplegar logística doméstica de altura, por dejar al resto de familia sin vacaciones, por no estar allí si la de un año empieza a caminar: le falta nada... Pero no dudo de que el sentimiento sería el mismo de haberme quedado en Barcelona: culpable por haber preferido no ir para quedarme con ellos, culpable por no haber asumido un trabajo que no se presenta cada día y haber perdido la ocasión de ir a China, culpable por el compañero que se habría quedado sin vacaciones en Semana Santa (aunque seguro que también le hubiera hecho ilusión)…

La primera vez que escuché a alguien hablar desacomplejadamente de la culpa que nos atormenta a muchas madres fue a la periodista y escritora Eva Piquer: “Las madres nos sentimos tan culpables el día que no podemos ir a recoger a los niños a la escuela, como el día que vamos”. La frase la clava: si no vamos, porque no vamos, es obvio. Pero si vamos, porque había un marrón en el trabajo, porque nos saltamos una reunión importante…

El último libro de Piquer, madre de cuatro hijos de entre dos y quince años, se titula La feina o la vida (El curro o la vida). En el capítulo Toallitas impregnadas de culpa reflexiona sobre la ausencia de sentimiento de culpa de las madres de antes: por lo menos la suya, que “por imperativos de la época, ejercía de ama de casa”. No había las comodidades de ahora ni los hijos se subían a “cuatro manos y dos cerebros”, pero su madre “no se sentía tan culpable”. “Por un lado estaba contigo todo el santo día, sin abandonarte para salir a ganarse las pesetas. Por la otra, en esa época los hijos se tenían porque tocaba y se educaban sin tantos manuales ni modelos de crianza”, dice.

Piquer derrocha sentido del humor, pero suelta verdades como puños. Como que la conciliación laboral “es una leyenda urbana: todo el mundo habla de ella pero nadie la ha visto”. Ella reconoce que estaba convencida de que ella sí, que podría con todo sin renunciar a nada, ni a la vida profesional ni a la personal o familiar. Pero se la pegó contra la realidad, explica por teléfono: “Siempre hay una renuncia. La hay si optas por no tener hijos, si los tienes y trabajas pero no les ves, si los tienes y trabajas menos para verles, o si no trabajas para estar con ellos todo el tiempo”. En uno de los capítulos, Piquer se refiere a “madres con profesiones cualificadas que o bien renuncian a la maternidad o tienen hijos pero lo disimulan. No estaría bien visto que terminaran para ir a recoger niños a la escuela, o que escaparan cuando tienen a un hijo enfermo o pusieran mala cara cuando las convocan a una reunión a las ocho de la tarde”. En cambio, para los hombres, “tener hijos es un detalle que queda bien en su currículum”.

El sentimiento de culpa es transversal en el libro, una sucesión de brevísimos capítulos, algunos fueron entradas en su blog, que peinan al detalle la realidad del día a día con hijos. Piquer habla de crianza, más o menos natural;  de lactancia; de la salud y la relación con los pediatras, con las canguros, abuelos y demás familiares; de hermanos “que se pelean como buenos hermanos”; de educación, de noches en blanco; de cómo y cuando es el momento de hacer desaparecer las manualidades de los niños de casa (uf, leo en el capítulo La misteriosa desaparición del caracol de barro que no soy la única que lo hace, con “nocturnidad y traicioneramente”); del horror de tener que conseguir un pantalón amarillo porque lo piden en la guardería; de padres-hombres perfectos (que “haberlos haylos”, aunque algunos tienen la necesidad de ser reconocidos permanentemente como tales); de consumo; de la extraña sensación de ir por la calle sin alguno de los cuatro; del maratón de compromisos lúdico-escolares de cada fin de curso… y de las confidencias que se comparten en los foros de madres en la red. Allí, por lo visto, la culpa también es una de las protagonistas.

La M con la A

Por: | 14 de abril de 2011

LEER 

Un padre siempre se siente orgulloso cuando su hijo empieza a leer. ¡Olé mi niño que con tres años ya lee!, aunque sea a trompicones, pronunciando cada letra para después unirlas todas o casi todas, confundiendo algunas, pronunciando mal otras -¿por qué hay c, q y k para el mismo sonido?-. Las ges, las jotas, qué lio. Pero mi niño lee. Luego ve uno vídeos como este y se le cae el alma a los pies. ¿Qué estoy haciendo mal?

 

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¿Es normal preferir a uno de tus hijos?

Por: | 12 de abril de 2011

  Foto: Reuters
Durante mi segundo embarazo, uno de mis temores era si querría a la pequeña tanto como al mayor. En pleno enamoramiento de mi entonces único pequeñín, David, me agobiaba pensando cómo me iba a repartir, no ya solo en tiempo y manos, sino en amor, cuando naciera Natalia. Recuerdo que una vecina me comentó algo así: "Es increíble la capacidad que tenemos, cómo cuando nace el segundo, el amor se multiplica". Efectivamente, al poco de nacer mi pequeña, me encontraba ya enamorada no de uno, sino de dos bebés. Ahora, esperando a la tercera, y viendo el manicomio diario de casa, dudo de si alguien podrá cogerla en brazos o hacerle caso, pero no dudo en absoluto de que la querré.

Pero, ¿los querré a todos por igual? La pregunta no es gratuita. Hay padres que quieren más a un hijo que a otro, como reconoció, con una honestidad apabullante y quizá peligrosa, la bloguera estadounidense Kate Tietje en un polémico artículo en la web de crianza Babble. De hecho, años antes de leerlo, no recuerdo si ya había nacido David (3 años y medio), mi amiga psicóloga, Blanca Ramírez, me hizo un comentario que me dejó impactada: según algunas teorías, lo normal es preferir a uno de tus hijos. No se refieren a adolescentes o cuando ya son adultos, donde quizá sea normal sentir más afinidad con uno que con otro, sino a niños pequeños. Desde entonces, no he dejado de darle vueltas, más ahora que tengo dos. A veces me planteo la pregunta ¿qué haría si hubiera una situación de vida o muerte y solo pudiera salvar a uno? Pero no tengo el valor de seguir el hilo mental hasta el final, así que no sé la respuesta.

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Maripili y Manolo van al instituto

Por: | 11 de abril de 2011

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Se llama síndrome de Maripili. Lo identificó hace una década la periodista y experta en comunicación Carme García Ribas. Los síntomas son inequívocos. A las mujeres, en su faceta profesional, pero también personal, les puede el miedo al rechazo y adoptan actitudes de autosabotaje y sumisión. Es autosabotaje comenzar una intervención en público con un “no sé si me sabré explicar” o un “igual digo una tontería”. Es autosabotaje negar que se es ambiciosa cuando una tiene dos carreras, tres másters y habla inglés y alemán. Y este autosabotaje, esta sumisión fruto del miedo, lleva a perpetuar modelos de conducta marcados por los estereotipos: la queja, el enfado, el victimismo, la tristeza, la importancia del aspecto físico...

¿Y el síndrome Manolo? Pues hombres que también tienen miedo al fracaso pero no lo reconocen y se convierten en jefes o directivos agresivos y arrogantes. Los Manolos son prepotentes, no saben escuchar, tienen pánico del talento de sus subordinados, son maleducados, etc. El Manolo goza de tal arraigo que incluso algunas Maripilis adoptan sus maneras el día que se convierten en jefas.

Con estos dos síndromes como telón de fondo -¿os suenan?- García Ribas lleva seis años impartiendo un Master en Liderazgo Femenino en la ESCI - Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. La idea de partida es dejar atrás el miedo, o aprender a gestionarlo, y las actitudes sumisas para que aflore el talento y la cultura femeninas y se sitúen a la altura de la cultura masculina. Ella habla de “un cambio de paradigma”, “basado en armonizar razón y emoción, dos conceptos que en algún momento fueron disgregados para entronizar la razón, asociándola a lo masculino, y se segregó la emoción, identificadacon lo femenino”. “No se trata de no ser femeninas, sino de que la feminidad no sea sumisión”, añade.

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